Anna de Arendelle [FICHA]

A simple vista no parece una princesa, y su forma de comportarse tampoco lo da a entender precisamente. Sobre sus hombros bailan sendas trenzas del color del cobre, sólo alteradas por el mechón blanco que cae de su lado derecho, desentonante en su cabello. Su rostro sonrosado y pecoso, la hacen parecer más joven de lo que realmente es. No gusta de vestidos pomposos, propios de la realeza, sino que su estilo es más bien sencillo, para tener facilidad de movimiento, ya que Anna jamás para quieta y adora trepar, correr, saltar y meterse en líos, por norma general.

El optimismo es una filosofía en su vida, lo que la empuja hacia adelante y no le permite rendirse bajo ningún concepto. Anna es alegre, risueña y dulce como un bizcocho recién horneado. Algo despistada a veces, y muy terca, sobre todo. La palabra no, no existe en su vocabulario, salvo cuando se trata de Elsa. Derrocha energía, pero también puede volverse violenta si se enfurece. Detesta ser ignorada, no es especialmente buena con las metáforas y tiene ansias innatas de querer brillar.¿Modales? Carece de ellos. Siempre está soñando despierta, viviendo las aventuras que en el palacio le están prohibido vivir, y su mayor sueño es dejar de estar sola, algo que le fue impuesto por la fuerza y que ella no desea.

► Nombre del Pb : Elizabeth Lail

Su nacimiento no fue un evento importante en Arendelle, a fin de cuentas, ya había una heredera, pero ser la segunda nunca le importó. Anna fue dichosa en su infancia junto a su hermana Elsa, siempre incitando a la mayor a participar en sus travesuras, desde que salía el sol hasta que se ponía, jugando sin parar. Por supuesto, un día esto cambió y nadie le dio explicaciones. Elsa abandonó el dormitorio de un día para otro, y con su ausencia, llegó la soledad de la pecosa... Una soledad que se prolongó trece años, en los cuales no dejó de llamar a la puerta de su hermana con esperanzas de que todo volviese a la normalidad, pero no fue así. Tampoco le estaba permitido salir del castillo, una reclusa en su propio hogar pese a que los motivos que recibía no parecían ser razonables. Anna jugaba, hablaba con los cuadros, andaba en bicicleta por los pasillos, se comía las tartas de chocolate que había en los alfeizares de las ventanas, pero eso no llenaba el vacío.

Un día quiso el destino que sus padres fuesen invitados a un evento, al otro lado del mar. Anna vio su oportunidad de escapar de su rutinaria vida, pero sus padres le pidieron que, como siempre, permaneciese en el castillo. Y eso fue lo que la salvó, aunque su destino no fue mejor. Tras la desaparición de estos en el mar, Anna se sintió más sóla aún, incapaz de compartir su dolor con la única familia que le quedaba... Y así pasaron los años.

¿Cómo despertó? Fue extraño. Una mañana de invierno, se hallaba en el jardín, intentando resguardar a los patitos ante la tormenta que el cielo amenazaba con dejar caer, cuando las primeras nieves comenzaron a precipitarse hacia el suelo en su sinuosa danza. Anna quedó embobada con un copo de nieve especialmente bonito, el cual se posó sobre su frente, caprichoso. Notó como las piernas le fallaban y caía al suelo de rodillas, repentinamente mareada, mientras una serie de recuerdos comenzaban a invadir su mente, y lo siguiente que recordaba, era haber perdido el conocimiento. Al día siguiente despertó en su habitación, sin embargo no estaba descansada, muchas pesadillas la habían asesiado aquella noche, algunas terriblemente vívidas, como si fuesen recuerdos, pero Anna sabía que no había sido así.
O quizás sí. Cuando quiso ir a contarselo a Elsa, se dio cuenta de que algo no marchaba bien. ¿Acaso no era cercana a su hermana, la reina? Se topó con la misma puerta de siempre en las narices, y no sólo eso, sino con la noticia de que los preparativos para la coronación de su hermana se habían puesto en marcha. Anna no lo comprendía. Todo estaba rodeado por un aura cotidiana escalofriante, como si lo hubiese vivido antes... Y así había sido. No sabía bien lo que había pasado, pero de nuevo, algo las separaba. El tiempo en el cual se habían reconciliado se había desvanecido, los recuerdos anteriores se mezclaban con los actuales, volviendolo todo muy confuso, atrapándola en aquel mundo. Pero ahora, Anna era un poco más consciente de ello, ya no sufría doble amnesia que le impedía saber qué era lo que pasaba. Intentó, inútilmente, que Elsa la recibiese, no sólo una, sino varias veces, y sintió de nuevo la desazón de sentirse apartada. Tenía que contarle la verdad, que conocía sus poderes, que no debía volver a temer por ellos pues estarían juntas, pero no podía.

Un día, la oportuna noticia de que había sido comprometida con un principe extranjero hizo que el alma se le cayese a los pies. Al parecer, alguien había sugerido a Elsa que la uniese en matrimonio para forjar una alianza, con nada menos que con Hans. Anna no podía creerlo, ni tampoco quería. Intentó resistirse, pero apenas una semana después, ya estaba metida en un barco de camino a las islas del sur... Pero escaparía y arreglaría aquello, costase lo que costase.
► Familiares:
Elsa de Arendelle - Hermana
Hans Westergard - Prometido

► Habilidades en Combate: Aprendió a manejar la espada gracias a uno de los soldados, que se apiadó de ella un día que había sido castigada, al ver que se aburría en su confinamiento. También sabe golpear con contundencia.
► Armas: ¿Un laud cuenta como arma?
► Datos extra: Adicta al chocolate, al helado y al asado.