Juicio en el castillo

Bien... en los últimos 500 juicios anteriores no había tenido suerte alguna con ganar ninguno de los juicios que había tenido hasta el momento.... pero hoy podía ser su día de suerte, si no cabreaba a la reina de corazones, hoy podía ser su día de suerte.

Ciertamente Noligma ya se ganaba su vida como brujo, y a pesar de que era uno de los pocos últimamente, su clientela era bastante escasa, pero no lo hacia por dinero.... que recogería del banco igualmente.
La Gente normal no comprendía que podía haber en un juicio que llamase la atención, eran procedimientos legislativos que aburrían y dormían... pero no para Noligma.


-jejeje... han detenido ya a Iñigo Montolla?
-así a sido... en un puerto, no ha ofrecido resistencia... no parece lamentar sus actos, de hecho no lamenta cometer ese crimen... pero hay indicios de que su culpabilidad no es clara.
Noligma conocía las pruebas.
-tranquilo se lo que me hago... es mas culpable de lo que parece.
-si tu lo dices...
-lo habeis anunciado?
-si como dijistes ¿por que razon?
-quiero que acuda una persona en especial...
"para teñir el blanco puro de terror... para obtener mi venganza... Blancanieves, hoy vas a sufrir"
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Un par de soldados cartas de la reina de corazones custodiaban al preso, La juez en este caso no era la reina de corazones, pero igualmente se hallaban en su castillo, así que no era raro ver sus soldados.

Solo lo custodiaban para evitar su huida, algo innecesario, pues Iñigo no parecía querer ir a ninguna parte.

-señor acusado, tal y como dice la ley le hemos asignado un Abogado, tiene el derecho de consultar con el antes del juicio... avisen cuando estén listos.

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poco a poco las personas que habían oído hablar del juicio han ido acercándose, curiosos, miembros de algunas tripulaciones, miembros de la corte amigos o familiares de la victima o del acusado, todos comentaban entre si los detalles del juicio que algunos conocían.
Algunos susurraban mas que otros, algunos hablaban en voz muy alta y otros apenas soltaban un murmullo
-mato a un noble muy famoso...
-dicen que fue en un duelo... ¡menuda tonteria!
-¿daran bocadillos durante el juicio?
-dicen que el acusado es muy guapo
-los asesinos siempre son guapos...
-¡pralines! quien compra pralines!
-espero que el cap, salga de esta...
-¡calla idiota!

era el momento de tomar asiento y esperar.

Al final la vida de capataz no es tan mala... Diría que me estoy acostumbrando demasiado bien a esto. No puedo negar que el volver a "formar parte" de un grupo me facilita la vida, y son cada vez menos los momentos en los cuales la melancolía me invade.

Sin embargo, por más que trate de alejarme de la aldea, el dichoso "día libre" me llama a ir y preguntar por noticias de la tripulación del Revenge. ¡Y cuál fue mi sorpresa al descubrir que mi capitán iba a juicio! Tuve que pedirle a varios transeuntes diferentes que leyeran el cartel, porque aunque indicaban el nombre de un Iñigo Montoya, el dibujo era inconfundible: ¡era Roberts!

De inmediato regresé a la finca de Lady Katrina, primero porque debía avisar que iba a ausentarme por más de un día, que el castillo de la Reina de Corazones no queda a la vuelta de la esquina, y segundo porque es parte del camino en realidad.

Pero me cuesta mentirle, que ya tengo suficiente con eso de ocultarle mi esencia equina y pirata, por lo que le dije que iba a ver si podía ayudar a un amigo en peligro:

- No puedo decirte más ahora porque deseo partir en seguida: el juicio será en el castillo de la Reina de Corazones, y eso queda más o menos a medio día de distancia desde aquí. Pero contaré más detalles cuando regrese.

Luego de preparar una muda de ropa, cargar una bolsa de manzanas y mi espada, me pongo en camino. El día está frío, pero eso me ayuda a no transpirar mientras avanzo por los caminos del bosque. De pronto, agradezco andar con el capuz del manto sobre la cabeza, porque reconozco las voces de mis amigos... Ex-amigos, tripulantes del Revenge, quienes avanzan en una carroza tirada por dos caballos.

Poco alcanzo a oír de su conversación, pues ellos se callan al ultrapasar un desconocido, yo, pero sin sombra de duda reconozco a Perry y LongJohn. Suspiro al verlos alejarse, pero este encuentro me reafirma que mi capitán es quién está realmente siendo llevado a juicio.

Camino y me sorprendo de ver otros viajeros que también hacen esta ruta: Unos de ida, otros de vuelta... No sabía que los juicios de la Reina de los Corazones Rojos fueran tan populares, pero al parecer a todos les gusta ver cabezas rodar... De inmediato cubro la mía con mi mano, con algo de temor:

- Si, le cortaron la cabeza... -dice uno, a lo que el otro responde:

- Yo creí que se iba a salvar. -responde el otro, y así se alejan en dirección contraria.

Finalmente llego y, tras lavarme y cambiar la camisa, entro en la sala de juicio. Me siento y, cosa rara, me pongo a escuchar los comentarios, aprovechando de conocer más pormenores:

-Mató a un noble muy famoso...
-Dicen que fue en un duelo... ¡menuda tontería!

- Espero que el cap, salga de esta... -suspiro luego de dar un resoplido. ¿Cómo podré ayudar a Roberts?

Contrario a la costumbre, o más bien a lo que podría haber una costumbre, considerando que no llevaba tanto tiempo ejerciendo la piratería, pero sí había sido aconsejado al respecto por Wesley, me había visto desembarcando nuevamente en el puerto de Marshovia, un par de semanas después de la última vez. Sí, teóricamente no había que hacerlo para evitar que se produjesen problemas con representantes de la ley con un bajo umbral de sospecha, había sido finalmente el prospecto de ver nuevamente a cierta jovencita pelirroja lo que me había llevado a desoír lo que la experiencia de mi predecesor me había aconsejado.

Por supuesto, habían cosas que podían hacerse miles de veces sin que hubiera ninguna consecuencia, pero así mismo habían cosas que no parecían realmente importantes, que finalmente podía contraer una caída grandísima. Así había sido que, apenas habiendo pasado cerca de una hora en el puerto, sin haber encontrado aún a quien buscaba, me había visto reducido por un número importante de hombres armados. Curiosamente, no me buscaban en mi identidad como el Temible Pirata Roberts (que de todas maneras no podrían haber tenido manera de saber que lo era, fuera de mis ropas características), sino en la de Iñigo Montoya, una que ninguno de los miembros de mi tripulación conocía, por lo que no tenía sentido pensar que me hubiesen traicionado.

Me habría defendido ardientemente, pudiendo haber deshabilitado a una media docena de ellos, pero oí los cargos que se me imputaban: el asesinato del conde Rugen. Fue ante estas palabras que me detuve, envainando mi espada y entregándome de manera digna. Después de todo, sí, lo había matado en venganza por el asesinato de mi padre. No suponía que eso tardase mucho tiempo en aclararse y, después de eso, tendrían que dejarme ir. Tenía ese derecho, después de todo, ¿no?

Por cierto que no había tomado en cuenta la posibilidad de que me llevasen nada menos que a la corte de la Reina de Corazones, donde no estaba seguro de que se me juzgase con justicia. Bueno, habría que verlo. Asentí ante las indicaciones sobre el abogado que me asignarían, sentado en el sitial que me habían asignado, y esperé a que quienquiera que fuese apareciese. A pesar de mi seguridad, mi propósito para haber vuelto a Marshovia no se había cumplido, y quería terminar con este asunto lo antes posible.

Estoy tranquila, feliz... Mi bebé se mueve contento, y Ela me dice que ya falta menos para su nascimiento.

Muchas hadas me rodean y me traen todos los antojos que se me ocurren, por lo que mi príncipe o princesita no nascerá con cara de brownie, ni ninguna otra cosa deliciosa. Salvo que aún echo de menos a los enanitos, y por supuesto, aún no sé nada de Roberts y del Sombrerero, todo va muy bien para mí.

Sin embargo, una mañana llega un hada con un recado para mí:

- ¡Blanca! ¡Blanca! ¿Cómo dijisteis que era el padre de tu bebé?

- Bueno, yo os describí al que creo que es el padre, pero aún no tengo la seguridad... -respondo evasiva, porque no me gusta recordar que realmente no sé quién de los dos es el padre.

- ¿Es éste? -me pregunta y de inmediato desenrolla un pergamino en el cual veo dibujado el rostro de mi querido pirata.

- ¡Es él! -digo dando palmas de alegria, sin embargo la alegría no dura mucho, ya que sigo leyendo y veo que él es prófugo de la justicia. ¡Y será llevado a juicio! -¿Estás segura que es él de la imagen? Mira que mi amor se llama Roberts, no Montoya.

- No tengo cómo saberlo, si no le conozco... -dice el hada apesumbrada- ¿Quieres que le busque y pregunte?

- ¡No! -grito y me tapo la boca. Respiro hondo antes de proseguir- No creo que a Ela le guste... Pero tendré que ir a verlo yo misma.

- No puedes... no en tu estado. -me aconseja la pequeña luz, pero yo sonrío y me levanto, ya decidida:

- No estoy enferma, sólo embarazada. Y si es Roberts, no puedo dejar que le corten la cabeza... -De inmediato empiezo a prepararme para el viaje, lo que equivale a pedirle un gran canasto con comida, además de taparme con una capa. La Reina de Corazones es sólo menos malvada que Circe porque no posee magia, sin embargo, tiene muchos soldados listos para obedecer sus órdenes, y yo no me arriesgaré a perder el padre de mi hijo si no lo puedo evitar, porque si Roberts sobrevivió a las sirenas, ¡no dejaré que muera en manos de humanos!

Pues bueno, la sirenita realmente no entiende absolutamente nada de nada. ¿Por qué había decidido dejar sus “obligaciones” para irse en busca del marino?

Bueno, expliquemos un poco: Hace unas horas estaba jugueteando con Melody de lo más tranquila (que su trabajo de niñera no podía considerarse como tal tomando el carácter de ambas), cuando una de las criadas llegó con el chisme: la famosa Reina de Corazones iba a celebrar un nuevo juicio en su castillo. Ariel a esa reina nunca la había visto, pero gracias a los chismes de las cacatúas conocía lo que hacía. Básicamente cortarle la cabeza a medio mundo.

Lo que no se esperaba, para nada, era ver el rostro de alguien familiar en esa imagen. ¡Iñigo! ¿Qué hacía ahí? Difícil saberlo. Mejor dicho, no quería saberlo…
La criada, nada más ver su expresión, supo que algo pasaba. Gracias a la intervención de la mini pelirroja no tuvo que explicarse. Solo pidió permiso para tomarse el día. O tal vez dos. No podía quedarse ahí esperando respuestas. Mucho menos esperando saber qué pasaría con el marino con quién había pasado tan agradable velada.

Gracias al cielo tenía a su Ninlil, con lo que no tardó demasiado en llegar al susodicho reino y castillo. Una vez ahí, dejó a su yegua atada y entró a la sala del juicio.

Y bueno, en eso está, buscando donde sentarse, cuando huele algo muy familiar. ¿Paul? Difícil saberlo con la capucha, pero de todas formas decide acercarse para asegurarse. Una vez sentada a su lado, toca su hombro, modulando su nombre para asegurarse. ¿Qué haría él ahí?

Franz no explicaría jamás por qué hacía lo que estaba por hacer. ¿Hacer de abogado? ¿ÉL? Hanz seguramente terminaría riéndose, pero con ganas. Ciertamente, lo hacía por necesidad. El dinero comenzaba a escasearle y no deseaba ir tras su amigo o maestro para tener más. Su empresa estaba requiriendo más recursos de lo esperado y aun no tenía noticias de cierta gitana esquiva.  

Tampoco era la primera vez que lo hacía. En su propio reino, impulsado por su padre, defendió a bastantes soldados que lucharon a su lado y eran acusados injustamente de traición por los que un día fueron sus compañeros. La cosa salió bastante bien, tomando en cuenta las circunstancias.
El nombre de este acusado no le dijo nada, la imagen tampoco, pero un impulso le llevó a pedir expresamente ese caso a la reina. Podría haber preferido uno más sencillo y sin tanto bombo, pero bueno. Impulsos son impulsos.

Se vistió de lo más elegante ese día para defender al hombre que nunca en su vida había visto y que, bueno, estaba seguro que no vería más. Lo defendería, para bien o para mal, cobraría sus honorarios y se largaría. Todo perfecto.

Por supuesto, no se esperaba ver semejante papeleo. Tampoco quién era el fiscal. Pero se mantuvo lo más tranquilo que pudo y se dirigió con su nuevo cliente, a quién reconoció por la imagen que había circulado por los diversos reinos.

–¿Señor Montoya? – preguntó, ya frente al susodicho, más que nada para asegurarse. –Me han asignado como su abogado, mi nombre es Franz.

Se sentó a su lado, sacando algunas hojas en blanco y una pluma. Estaba al corriente de algunos detalles del caso, con lo que esperaba que una conversación “en privado” con su defendido bastaran para terminar de formarse una idea del tema.

–¿Podría relatarme su versión de los hechos, por favor?

Off: Roberts, el resto de comunicación será por mp, para no arruinar el factor sorpresa. Supongo que ya podríamos comenzar con el juicio, estando todos por acá, ¿no?

Aquello parecía haberse convertido en algún tipo de espectáculo, a juzgar por la cantidad de personas que pasaban como una corriente en dirección a la sala donde se celebraría (¿celebrarse? ¿A quién se le había ocurrido asociar esa palabra con tal concepto?) el juicio en mi contra. Ni siquiera puse atención en quienes pasaban por el rincón donde yo me encontraba, esperando que el que les ignorase fuese suficiente para que tampoco me pusieran atención. Lo que no podía ignorar era el mar de murmullos que parecía crecer segundo a segundo desde la sala de la corte, pero bueno, si no me había puesto nervioso antes no sería ahora el momento de ponerme al día con ello.

Una voz masculina llamó mi atención, haciendo que me girase hacia ella encontrándome con un elegante hombre que se dirigía hacia mí. Levanté mis cejas como en interrogante ante lo que quería de mí, escuchando su explicación. -Mucho gusto, Franz- le respondí, acomodándome mientras él sacaba sus materiales para hacer su relación de lo que tuviera que decirle sobre mi situación. Así, después de unas cuantas miradas a mi alrededor, empecé a relatarle lo ocurrido. Ya vería cómo se las arreglaba para defenderme.


Off: MP enviado. :3

Estoy nervioso, atento a todo lo que pasa en las sillas altas, sin embargo me distraigo de la gente que se senta a mi lado. Y justamente me tendría que haber fijado, pues me habría evitado dar un salto al sentir un toque en mi hombro.

Me doy vuelta y sonrío al reconocer a Ari, la extraña náufraga que encontré en la playa:

- ¡Hola Ari! -digo tomándole las manos, feliz por reencontrarla, pero me vuelvo a preocupar cuando le pregunto- ¿Qué haces aquí?

Buena pregunta, pues al final chica nunca dijo de dónde venía, si conocía a alguien del puerto, sino que Babette y la Sra. Moore se las arreglaron para conseguirle un lugar para dormir y comida. (Ahora podría llevarla con Lady Katrina, pero en aquél entonces tenía sólo lo puesto) Y bueno, volviendo al meollo del asunto: ¿Por qué la náufraga pelirroja estaba aquí en el castillo de corazones? ¿Estaría presente para el juicio de mi capitán o debido a otro acusado o acusada? Aguardo su respuesta expectante.

Una fuerte sonido interrumpió la sala cuando las puertas se abrieron en par en par y una figura entro corriendo, una figura humana, de pelo blanco y con pintas de conejo, que delataban su identidad.
Iba corriendo por la sala esquivando a los
-llego tarde!!!! llego ytarde! adios que llego...!!!!
-llegas temprano- le informa el as de trébol cuando se detuvo ante el- el acusado esta reunido con su abogado... y en cuanto al fiscal...
La carta no continuo, por que una explosión de humo delato la entrada del brujo a la sala.
La conocida figura envuelta en una capa y una capucha salio entre el humo y se interno en el estrado, colocándose en la zona de la fiscalia.
De repente la capa y la capucha se cayeron mostrando a Yer Noligma.
Pero un Yer Noligma un tanto peculiar, pues para sorpresa de quienes le conozcan, iba con traje, chaqueta roja una camisa de volantes y un chaleco, sin sus peculiares piercings y con unos modales muy cuidados.

y con un saludo con bastante gracia añadió
-Saludos, Reina de corazones... y del mio también, Yer Noligma se presenta ante usted.

la reina en un palco desde donde observaba acogió bien aquellos modales, o Noligma prefirió tomárselo a bien.
-juju, que mono... has bien tu trabajo y tu cabeza estará en su sitio.
Noligma sonrió a la sala que lo contemplaba
-señoras y señores, tengan por seguro, que hoy se impartirá justicia...
Un comentario de lo mas normal, casi no parecía ser el yer Noligma que conocemos.
-... y una cabeza mas decorara las picas de este castillo.
Uff ...menos mal, sigue siendo Yer Noligma que todos conocemos.
Para sorpresa de algunos nuevos, el comentario fue bien recibido por parte del publico, sin duda leales a la reina o morbosos que les gustaban ese tipo de cosas.
Noligma simplemente añadió a tono mordaz.
-por que el acusado es culpable de un delito muy grave, y la justicia nunca se equivoca... y yo solo tengo que apoyar a la justicia y demostrar la verdad.

-¡¡ya basta de disscursos!!
-si mi reina...

Noligma se quedo de pie esperando sin decir ni pió.
-¡¿donde esta la cabe... digo! el acusado!
-esta con su abogado... no han tenido tiempo para pre...
-pues diles que vengan ya! o se les caerán sus cabezas!!.
El conejo blanco apareció finalmente en el palco correspondiente
-perdonad mi reina... aun no he presentado al juez del caso...
-¡¡¡¿y a que esperas?!!!
-si si enseguida!!!! "hoy preside este honorable tribunal..."

Noligma uso ese momento para usar su habilidad de desconectarse de lo que ocurría a su alrededor, y concentrarse en sus pensamientos, miro al publico buscando a las personas, personas que serian muy importantes en el día de hoy, lo cierto es que no existían testigos de lo sucedido.
Las personas presentes podían ser la diferencia entre  la horca y la decapitación.
"Prepárate Iñigo Montoya...  y de paso también el botarate de tu abogado"
Noligma no lo conocía pero de oídas sabia que era un novato, lo cual en cierto modo era bueno y malo a partes iguales.
Era bueno por que tenia poca experiencia, pero también era malo, por que como fiscal de mayor experiencia, tendrá que hacer de niñera, y instruir al novato, y encima tendría que ser rápidamente antes de que la reina pierda la paciencia

A decir verdad, no tenía la más mínima idea de qué tenían que ver las ninfas en todo esto, por lo que una mirada de soslayo fue la que dirigí hacia mi defensor para luego alzarme apenas perceptiblemente de hombros. Cosas más extrañas había escuchado, aunque en toda mi vida nunca había visto una de ésas. Lo más cercano a algo "anormal" que había presenciado eran las enormes angulas eléctricas y la recuperación de Wesley de su casi-muerte. De todas maneras, si algo sabía de aquella corte era que probablemente durante el juicio más de una de esas cosas me tocaría ver. -Gracias- dije sencillamente, poniéndome en marcha.

Como en respuesta a mis pensamientos anteriores, nada menos que un conejo fue quien nos dio la señal para que entrásemos a la sala donde se realizaría el juicio. No un movimiento de orejas, sino algo más... humano. Di un resoplido, pensando que tendría que hacerme a la idea.

Fui asintiendo ante los consejos que me iba dando, pensando que no tenía que ser inocente para mantenerme tranquilo. Después de todo, sí había matado a Rugen. Inocente sí era de los cargos en particular, porque no le había asesinado, sino que me había enfrentado a él en duelo. Pero bueno, eran detalles que tendrían que ser usados como argumentos por parte de... ¿Franz era que se llamaba? Sí, de Franz.

Pasé tranquilamente hacia mi puesto en el banquillo del acusado, sin fijarme en la gente que ahí estaba reunida y sin prestar atención a lo que se murmuraba. No era como si me fuera a reportar algún beneficio de todas maneras. Antes de sentarme, hice un gesto de saludo hacia quienes presidían la sala, y luego tomé mi posición en silencio.

Para un evento social como aquel se requería de un aspecto cuidado al detalle, sin dejar de lado la más mínima minucia. Desde los pies a la cabeza, nada había escapado a su revisión exhaustiva. Lucía maquillada como una puerta, con potingues y aceites que potenciasen algunos de sus rasgos, y carmín para que sus labios resaltasen rojos y brillantes. La falda de un azul tan intenso que parecía negro, caía con vuelo sobre sus piernas, cubriendo los encajes y las enaguas con su oscuro manto. Un grueso cinturón de cuero marrón la separaba de la chaqueta, negra como la noche salvo por los botones de oro con los que se cerraba, y la piel de borreguillo remataba las mangas y el cuello. La daga permanecía bien escondida dentro de su funda, entre las ballenas del corsé interior, sólo por seguridad. Su pelo lucía rizado a conciencia en bucles negros.

La sala del juicio estaba muy concurrida, y por el estupor general nadie diría que lo que se dijese allí determinaría la vida o la muerte de un hombre, sino un baile de presentación o el cumpleaños de alguna celebridad. Ella misma tampoco ayudaba a desmentirlo. La hechicera, que llegaba tarde, culebreó entre la multitud de forma sigilosa, deslizándose con suavidad en pos de un asiento que le permitiese una localidad discreta pero con buenas vistas de los acontecimientos. Como todos los presentes, buscaba no perderse ni un solo detalle. No tardó en hallarlo, tomando su lugar al lado de una joven morena (Blanca Nieves), mientras miraba con ojos de halcón a su alrededor.
Morrigan contuvo una mueca de asco al ver a la reina de corazones, esa arpía que no en vano era famosa por su temperamento y su tendencia a despegar cabezas de los cuellos. Le gustaban sus métodos, pero no ella. De esta, pasó al fiscal que parecía hacerse cargo de la acusación, ataviado con un traje pomposo.
Luego se concentró en el acusado en cuestión y se permitió el lujo de fijarse el el un poco más, aquel sobre el que recaían los cargos de asesinato, entrecerrando sus ojos violetas para enfocarlo mejor. Vaya, eso sí que era una sorpresa. Realmente no tenía ni idea de quien era, pero encontró prometedor el hecho de que fuese tan atractivo. Una pena, dudaba que su aspecto pudiese salvarle, a no ser que sus alegatos fuesen lo suficientemente buenos como para proteger su pellejo.

-Que desperdicio…-Susurró en voz baja. Tenía su lado bueno, en cualquier caso, pues si las cosas se ponían feas para él, terminaría siendo un bonito cadáver. Sonrió para sí misma ante esa perspectiva tan prometedora, que hacia las delicias de sus pensamientos más ruines. Dejó de mirarle para concentrarse en su abogado, un muchacho de bastante buen ver, lo cual le confirmaba el hecho de que el evento sería interesante de una forma u otra. Apartó finalmente su vista de los ojos azulados de la defesna y se puso cómoda, pero antes, las indagaciones pertinentes-¿No cree que en su estado es peligroso venir a este tipo de juicios?-Susurró a la joven de la silla contigua, iniciando así la conversación. No la conocía de nada, pero al ser la más cercana sintió la imperiosa necesidad de hablarle, simplemente para distraerse mientras tanto. Desde cerca su piel blanca casi parecía traslúcida, dejando ver el azulado de sus venas que le proporcionaban una palidez aún mayor, acentuada por el negrísimo color de su pelo. Su rostro se mostraba compungido, como si hubiese estado llorando o a punto de hacerlo, pero lejos de afearla, la dotaban de una belleza casi etérea y frágil. A la hechicera no le gustó eso, odiaba que existiesen personas capaz de menoscabar su alto ego, y esa infeliz lo estaba haciendo sin darse cuenta. Decidió insistir-Podría repercutir en el bebé-Dijo suavemente, como si estuviese preocupada por ella, señalando la piel tersa que ocultaba bajo la carne el fruto de su descendencia. En realidad dudaba que a aquellas alturas de la gestación, por la hinchazón que presentaba, cualquier cosa pudiese provocarle algún daño interior a la criatura no-nata. El hecho de ver aquella barriga abultada tampoco ayudaba a mejorar su humor, que se había empañado rápidamente. Pensó en su vientre, un vergel marchito incapaz de albergar vida. Claro que ella no necesitaba un bebé berreante que estropease su figura, para ello ya tenía a sus preciados no-muertos, mejores que cualquier esclavo habido y por haber: No protestaban, se insubordinaban ni podían traicionarla, aunque su esperanza de "vida" no fuese excepcionalmente amplia-Este tipo de cosas son muy desagradables-Sacudió su testa como si se sintiese afligida, y los rizos azotaron su espalda cubierta. Si lo eran, sería para otro, no para ella-Mi nombre es Yennefer de Vengerberg, ¿Y vos?-Inclinó la cabeza para poder mirarla mejor a los ojos, mientras tiraba de otro de los nombres falsos de su repertorio para presentarse.

Ariel no comprende por qué Paul llama a Iñigo capitán. Tal vez porque al momento de su encuentro, este no mencionó serlo. En su lugar, habían charlado largamente (todo lo que se charla con una muda), sobre otras cosas. Muchas de estas cosas siquiera incluyeron el hablar...

Pero bueno, si dice que son viejos amigos, es natural que sepa mucho más. Una vieja amistad no puede compararse con la dulce tarde compartida.

¿Cómo se conocieron? Digamos que fue una curiosa casualidad... Y claro, después del "naufragio". Antes de eso vivía bajo el mar, lejos de manos humanas. Iba a responderle, cuando el espectáculo comenzó. El humo, sumado al hecho de volver a sentir la seguridad de su protector, logran asustarla, con lo que otra vez, se pega al costado de Paul.
Por supuesto, el miedo se vuelve hostilidad cuando aparece nada más y nada menos que Noligma, el brujo con quien hizo su contrato para parecer humana. El recuerdo de esa cosa usando su voz aún estaba en su cabecita, así como buena parte de sus malos momentos gracias a su mudez. Pero no era tonta. No pasó de mostrar un poco los dientes, antes de calmarse y escuchar sus palabras.

Se asusta al comprender que el brujo acusaba a Iñigo de un crimen, con lo que lleva sus manos al pecho he intenta no empeorar el asunto.
¿Justicia? Casi, casi decide saltarle encima al comprender que podría acabar con Iñigo de ganar el juicio. Se muerde el labio, al punto de dejar salir una pequeña gota de sangre. Ese gesto termina por calmarla lo suficiente. No tiene idea cómo saldrían de esa, pero rogaba a Poseidón porque todo terminase sin muertos...

Ariel no estira el cuello ni nada, sólo mira a Iñigo fijamente, dejando su cabello a la vista. Siendo lo más llamativo que tenía, esperaba que fuese capaz de al menos notar su presencia un momento. Que habían dicho que se verían de nuevo y la pelirroja necesita verlo a los ojos. Para saber que todo iría bien...

Siento la pelirroja apoyándose en mí, y de pronto la miro y... ¿Veo un hilillo de sangre en su boca? Ella se limpia el labio con la lengua y no se percata que yo he visto ese pequeño gesto. ¿Acaso ella conoce al tipo del humo? Subo mi mirada y me encuentro con sus ojos llenos de ira, los cuales me hacen levantar la crin de mi nuca y dejar de mirarla, pues me ha recordado a la mirada impiedosa de Mermaid.

Lo malo es oír la acusación contra mi capitán... Primero, insiste en llamarle Iñigo Montoya, cuando su nombre es Roberts, o "El Temible Pirata Roberts" si decimos su nombre completo. Luego habla que mató, no, no sólo mató, sino que asesinó cruelmente a un tal Conde Rugen.

Miro a Ari encongiéndome los hombros, diciéndole con ese gesto que no tengo idea de lo que están hablando:

- Roberts es un gran espadachín... El mejor que he conocido. -le susurro con orgullo- pero nunca oí nada de ese conde en mis años con él...

Off: ¡Ni en medio del juicio logro quedar callado! XD

OFF: perdonen la tardanza, estaba esperando a la juez, pero sin duda la realidad ha decidido retenerla, en lo que los secuestradores envian sus peticiones, intentare hacer el tema mas ameno.
ON:

Yer Noligma se mantuvo firme unos minutos, pero enseguida supo que algo iba mal con la juez ¿se habría retrasado?
Noligma suspiro viendo que iba a tener que hacer algo de tiempo
y salio de su palco y empezó a revisar los asientos entre el publico.
Se decidió a andar por el pasillo y sonreirle a su invitada "especial"
no obstante aunque le hablo, no se detuvo y siguió de largo sin esperar respuesta.
-me alegra verte enormemente, eso hará esto mucho mas divertido...
Noligma continuo mirando los rostros de algunos visitantes cuando... ¡¿Ariel?!
Si la princesa del mar estaba presente, callada como era de esperar, y con una compañía un tanto desconcertante, un tipo vestido con rastrojos, nada digno de una princesa.
(así que para eso quería las piernas?... no ha tardado nada en abrirlas)
-me alegra que estén presentes en esta ceremonia, y espero que aporten su granito de arena justiciera.
Normalmente era un déspota sin compasión, que no le importaba decir las cosas en alto, pero en un juicio, donde la reina de corazones no estaba muy lejos, insultar a una minusvalía como es una mujer muda conlleva graves perdidas de cabeza.
Noligma media sus palabras con mucho cuidado.

Finalmente acabo frente al Palco del defensor con su cliente, no malgasto su tiempo mirando al acusado, que no le importaba nada, y se dirigió al abogado.
-bueno... en vista de que esto tarda mas de la cuenta, adelantaremos acontecimientos... ¿eres novato verdad?
Noligma ladeo la cabeza después de su respuesta
-en cualquier caso como fiscal debo instruir a los novatos. Asi que al loro, por que no me gusta repetir las cosas

OFF:

Una vez acabaron las explicaciones Noligma termino diciendo
-en cualquier caso, No olvides una cosa, aunque tu deber es defender a tu cliente, tu y yo tenemos un deber común y prioritario... desvelar la verdad... por eso estamos aquí.

Noligma ademas añadió entre dientes algo que parecía molestarle bastante

-bueno para estar seguro que comprendes el procedimiento... ¿podrías mirar el acta y ver si falta información o hay algún error? algunas pruebas se han extraviado o las han mezclado... estúpidas cartas... y nos han dejado este marrón... si las completamos ahora seria mejor que durante el juicio

Off:

No había esperado que la asiese con tanta fuerza, pero mantuvo la compostura con elegancia y distinción. En cierto modo parecía nerviosa, todo lo contrario que ella, que acarició su mano allá donde la tal Blanca había apretado, y dio la vuelta levemente para observar al tipo que se alejaba mientras se mojaba los labios. El fiscal. Morrigan volvió a mirarla, recuperando la conversación, la cual se había alejado notablemente del tema que había usado en un principio.

-Que nombre tan encantador-Dijo Morrigan, halagándole con cordialidad falsa e hipócrita-Muy hogareño, sin lugar a dudas-Y ridículo. Quiso preguntar que a qué bosque exactamente se refería, pero no había llegado hasta allí para ser grosera con una mujer encinta, no le granjearía ningún tipo de satisfacción. Ya de por sí la veía bastante compungida e infeliz-Supongo que vuestro viaje habrá sido accidentado-Volvió a fijarse en el vientre hinchado-Parecéis fatigada, querida, ¿Puedo ayudaros?-Metió la mano en uno de los bolsillos de su chaqueta y sacó un pañuelo negro exento de cualquier tipo de bordado en su superficie, salvo los ribetes que adornaban sus bordes en plata, ofreciéndoselo-Todo esto es tan trágico-Suspiró, volviendo a mirar al banquillo del acusado, donde ahora el fiscal conversaba con el abogado defensor-He oído decir que la reina de corazones es implacable...-Meneó la cabeza, cerrando los ojos.