Hopeless girl in search of her father - Red

Todo comenzaba a teñirse, poco a poco, de anaranjado y las sombras comenzaban a proyectarse debajo de los frondodos árboles entre los que cabalgaba la muchachita. Pronto el sol dejaría paso al cielo estrellado con su blanquecino astro, tornándo todo lo que la rodeaba más atemorizante, completamente oscuro. El Bosque Encantado no era lugar para una joven, sin importar que tan desesperada esta estuviera.
Era una expedición inútil, que llevaba sin dar frutos desde que había encontrado a Philippe vagando por allí el segundo día, sin su padre, sin el carro en el que llevaba el invento, asustado cómo si acabara de ver un fantasma. Con cada día que pasaba, las esperanzas eran cada vez más nulas, pero la morena no podía permitirse perderlas del todo, aún tenía ese anhelo de que llegaría encontrar al inventor, a aquel loco inventor que el pueblo siempre se había preocupado por criticar, quién resultaba ser su querido progenitor.
Isabella jamás se habría imaginado que su padre desaparecería sin dejar rastros al marcharse a la feria de inventores, que se suponía era en el pueblo vecino, a poca distancia. Su padre había hecho aquel viaje antes y usualmente los eventos no duraban más de tres días y, por eso, cuando la quinta noche había caído y Maurice no había regresado, su única hija, preocupada, había salido en su búsqueda.
La chica se había adentrado en el bosque, a solas, sin nada más que un bolso al hombro y un puñal bajo la manga, completamente desesperada. Había preguntado a todo aquel al que se había cruzado si había visto al viejo, si había oído algo sobre la feria de inventores, pero no había obtenido ningún resultado. No comprendía porqué alguien querría hacerle daño a un hombre que jamás había deseado el mal a nadie, a un inocente hombre que lo único que deseaba era cuidar de su hija -por más que Bella fuera quien cuidaba de él, en realidad- y facilitar la vida a los demás con sus creaciones. Era impensable, terrible. Su padre no tenía dinero, no tenía mucho en realidad, aparte de una gran imaginación y su pequeña choza, simplemente no tenía sentido que hubiera sido secuestrado, pero algo le había pasado y Bella no podía descanzar hasta descubrirlo. Maurice era lo único que tenía, no podía quedarse sola en el mundo, no podía perderlo.

No le molestaba la idea de vivir un poco de acción, aunque siempre había esperado algo diferente. Cuando había soñado con aventuras, jamás habría creído que Maurice tendría que desaparecer para que lograra vivirlas. Sí, toda su vida había pedido salir de aquella aburrida aldea, plena de cotilleos y gente inculta, pero definitivamente aquella no era la situación que había esperado. No era de lo más placentero encontrarse en el bosque, sin compañía, una muchacha casi indefensa, mientras el sol se ponía en el horizonte y las penumbras amenazaban con aparecer en cualquier momento.
—Tranquilo, muchacho— Susurró Bella a su caballo, mientras sacaba el puñal que llevaba consigo, aquel puñal que jamás habría utilizado para dañar a alguien si la ocasión no lo requiriera. Sabía que el bosque no era un lugar seguro, estaba pleno de bandidos y malintencionados y no podía correr riesgos.
Se volteó, escrutándo entre el follaje, buscándo la proveniencia de aquello que había hecho asustar a su corcel. Si era necesario, planeaba sacar aquella especie de ballesta que llevaba en el bolso, aquel invento de su padre, su querido padre, y no tendría miedo de utilizarlo, no si era para protegerse.

Al oír la voz se sobresaltó, dándo un ligero respingo, pero se preocupó por esconder su sorpresa y sus ojos oscuros se movieron en dirección a la joven que le estaba hablando. No estaba asustada de una chica, por supuesto que no, simplemente había creído que se trataba de algún hombre malintencionado o un animal salvaje. Ciertamente a Bella no le hubiera gustado acabar con un ser vivo, pero si era necesario lo haría, pues la ley de supervivencia se lo exigía.
Reconoció a la pelirroja, la había visto antes en algún lugar, y la escrutó con su mirada, intentando reconocer de dónde. —Lo sé— Soltó, levemente ofendida por la afirmación. La joven odiaba que la trataran como tonta, podía parecer una dama débil, pero no lo era en absoluto. Cómo si ella no supiera que el bosque era peligroso, oscuro y frondoso. Había cosas que se perdían entre su follaje y no regresaban. Su padre, por ejemplo. No, no era un juego de niños, definitivamente no. —Y eso es justamente lo que pensaba hacer.— Agregó, cuando ella continuó. ¿Hostíl? Tal vez, un poco, pero últimamente siempre andaba a la defensiva. Y sabía lo que significaba la luna llena, criaturas sedientas de sangre y extrañas merodeando por allí, y también sabía que tenía que encontrar a su padre antes de eso. No podía permitirse dejarlo solo, vagándo por el bosque, sin armas, sin cuidados, era un hombre mayor. Si es que estaba vivo, claro.

—En efecto, mi nombre es Isabella.— Asintió, intentándo ser un poco más amable porque creía que se había pasado de descortés. —Un placer Valerie, puedes decirme Bella, así me dicen todos.— Su mirada se paseó por el bosque a su alrededor, por si acaso, siempre atenta.

—No está en mis planes regresar a la aldea, Valerie— Le informó la joven, mientras jugaba distraídamente con el puñal en sus manos. No le gustaba la idea de revelarle a cualquiera los motivos que tenía para encontrarse en el bosque, pero tampoco tenía porqué mentir a la muchacha.
Cuando la pelirroja se acercó, Philippe relinchó y la mano libre de la morena se acercó a su trompa, acariciándola con cuidado, intentándo calmar sus nervios. Al parecer la pelirroja no tomó la reacción del equino como ordinaria, pues preparó su arco y flecha de inmediato, volviéndose para inspeccionar el follaje que cada vez parecía más tétrico. Empuñó el cuchillo, segura de que tendría que actuar de un momento a otro, pues su caballo se removía incómodo en su lugar. Bella no soltaba las riendas, por miedo a que se le escapara.

—Completamente de acuerdo...— Murmuró Bella, pensándo en lo que su fiel corcel podría contarle sobre la desaparición de su padre de poder hablar. Era una lástima, en verdad, no ser capaz de comprenderlo, y lo que más la inquietaba era la incapacidad de calmarlo, verlo tan alterado.

A Bella no le gustaba que la subestimaran y por eso no pudo evitar fruncir el ceño ante la primera pregunta de la pelirroja. No era estúpida, por supuesto que sabía que tenía que encontrar un refugio. Se dió cuenta de que fruncía el ceño y, por eso, cuando ella se disculpó por la manera en la que la había tratado, se preocupó por poner una expresión más neutral y sacudir levemente la mano en la que empuñaba el cuchillo, cómo quitándole importancia al tema.

—Eso he oído, pero ninguna criatura puede disuadirme de lo que tengo que hacer— Verdaderamente nada podía hacer que abandonara su misión, ni siquiera la pérdida de esperanzas, jamás dejaría de buscar a su querido padre.
La observó entrecerrándo apenas los ojos mientras se le acercaba, no podía no ser desconfiada, era su instinto. Las palabras de la muchacha la hicieron abandonar toda postura defensiva, la hicieron compadecerse de ella. Al menos Maurice estaba vivo, no como Roxanne, quien era familiar de la chica, por lo que sabía. No era como si el nombre le dijera demasiado, pero en el pueblo se sabía de la niña que había sido asesinada por la bestia feroz que rondaba en el bosque.
—Creo que es una misión noble, Valerie, una misión que podría acarrearte la pérdida de tu vida también, pero hay deudas que se deben saldar y, mientras esa criatura siga atormentado a todos, no podrás descanzar en paz, lo comprendo.— Era una persona empática, a pesar de poder parecer excéntrica con su manera de querer analizar y controlarlo todo. En la penumbra no logró ver sus lágrimas, pero el tono de su voz le había dejado claro que estaba afligida. —Si te sirve de consuelo, creo que tu objetivo es más fácil de encontrar...—

—Busco a mi padre— Se limitó a contestar la muchacha, sosteniéndole la mirada a su acompañante. Se había dicho que no lloraría, se lo había prometido a si misma luego de la primera noche en el bosque. Las lágrimas eran una pérdida de tiempo, el tiempo que se había pasado derramándolas podría haber sido bien utilizado para continuar su búsqueda. Se arrepentía, se arrepentía de muchas cosas, pero sobre todo de perder el tiempo. No podía permitirse distracciones, sentimientos, no cuando la vida de su padre podía estar peligrando, cuándo no sabía nada de él.

Vió como la pelirroja intentaba calmar a Philippe y la sombra de una sonrisa se mostró en sus labios, mientras parpardeaba con rapidez, intentándo apartar aquello que luchaba por salir, aquello a lo que juzgaba de insensato y demasiado emocional.
—Deberíamos ponernos en marcha, no queremos que la bestia nos encuentre sin un plan— Le comunicó a la cazadora, decidida. No estaba diciéndo que iba a ayudarla, pero se le daba bien la lógica, tal vez, por aquella noche, ya que no podía seguir buscándo, podría darle alguna que otra ayudar para su causa, en vez de pasársela pensándo en su padre perdido.

La primera reacción de Bella habría sido insultar a todo aquel que llamaba loco a su padre, con palabras tan complicadas y poco utilizadas que la persona en cuestión no habría logrado comprenderlas pero, cuando la pelirroja lo hizo, lo que sintió la joven no fue enojo, si no decepción. Sí, decepción porque había creído que era una muchacha agradable y no prejuiciosa, como el resto de la aldea. Al parecer se equivocaba y odiaba equivocarse, por lo que se estaba sintiendo terriblemente idiota en aquellos momentos.
Por lo menos, la cazadora tuvo la decencia de disculparse y Bella no comentó nada sobre el tema, no sabía que clase de cosas podían salir de su boca si se atrevía a hablar sobre ello, prefería dejar las cosas como estaban aunque claramente estaba algo resentida porque hubiera llamado a su padre, perdido y probablemente muerto, de esa manera.

—Jamás dejaría a Philippe fuera— Le aseguró a Valerie en un tono neutro, sin emociones, sin nada que delatara su estado de leve decepción. Bella sostuvo el puñal, sin atreverse a guardarlo y tiró de las riendas de su caballo, para indicarle que iba a ponerse en marcha.
—Te sigo, Valerie— Pronunció, decidida, y sus ojos se desviaron hacia el firmamento, cada vez menos rojizo y más oscuro.

Mientras se encaminaban hacia el refugio que la muchacha había mencionado, Bella pensaba en las noches solo y asustado que su caballo habría debido pasar en aquel tenebroso bosque antes de que ella lo encontrara. También pensaba en su padre... Oh, su querido padre. Su corazón parecía retorcerse ante cada pensamiento. ¿Estaría sufriendo? ¿Estaría asustado? ¿Estaba siquiera vivo? La sola idea del cuerpo frío e inmovil de su padre la atormentaba. Era un hombre bueno, justo, un genio, lo único que tenía, lo único que amaba más que sus libros.
No podía pensar en una vida sin él, no podía quedarse sola, por mucho que se jactara de disfrutarlo, su padre era alguien imprescindible en su vida. Sin él, se sentía una niña perdida, desamparada, ya no era la mujer madura que decía ser. Después de todo, tenía tan solo diecisiete años, era una adolescente, una adolescente que, ahora, se había quedado sola en el mundo. Pero recuperaría a su padre, lo encontraría y lo estrecharía entre sus brazos porque, si algo había aprendido de sus novelas, era a no perder la esperanza.

La cabaña era aún más horrible que el bosque, a su juicio, pero no pensaba pasarse la noche fuera, con aquella bestia salvaje rondando. A pesar de que creyera que su padre podía seguir allí, entre aquellos árboles, por más que quisiera buscarlo sin detenerse, sabía que era de suicida continuar una búsqueda que tal vez no diera frutos en aquellas condiciones.
La muchacha siguió a la pelirroja hacia adentro, aún con el puñal en la mano, atenta ante cualquier chirrido que no hicieran sus pies al posarse sobre la dura madera. Una vez dentro, hizo que Philippe la siguiera, con cuidado y cerró la puerta detrás de él. Con cariño, pasó una mano por su trompa.

Valerie tenía razón, todo estaba muy oscuro, pero el fuego podría revelar su presencia en aquella cabaña.
—Sé que necesitamos calentarnos, que las llamas alejan a algunos animales pero... ¿Sería prudente revelar nuestra posición de aquella manera? Estoy segura de que tengo una pequeña vela en mi bolso...— Murmuró, olvidándo temporalmente la manera en la que ella había llamado a su progenitor. No era una buena idea discutir.
Sin esperar respuesta, la castaña se acercó a Philippe y desató el bolso que llevaba colgado en su montura. Lo dejó con cuidado en el suelo y, atenta a no activar la ballesta, tanteó en busca del cilíndro de cera que le quedaba.