Plenilunio [Babette +18]

Lugar: Posada el Poney Pisador.

La vista del bosque iluminado por la tenue luz lunar, nunca había resultado tan agradable para el joven Hans. Permanecía observando el exterior desde sus aposentos en aquella posada, mientras sonreía complacido ante el rumbo que habían tomado los acontecimientos. Acababa de obtener el control de todo un reino, por simplemente haberse manchado las manos ayudando a un miserable mendigo. ¿Qué más podía pedir un hombre como él? Ya solo faltaba que apareciera otro monarca perdido y le ofreciera a su única hija en matrimonio a cambio de algún simple favor.  
Se acercó entonces a un espejo cercano, frente al cual descansaba una cuchilla afilada, una brocha, algo de jabón y una jofaina llena de agua al lado. Estaba satisfecho, demasiado satisfecho. Nada podía arruinar aquella noche, y para colmo de todo, había pedido la presencia de la camarera en sus aposentos. Quería intercambiar unas palabras con ella, pedirle un poco de queso, pan, vino y un poco de su grata compañía. Hoy nada mas podría molestarle, pues acababa de conseguir algo con lo que años atrás solo había sido capaz de soñar.
Agarró la brocha con la diestra, revolviendo el contenido del jabón hasta producir una espesa espuma. Luego se la extendió por el rostro, respetando sus queridas patillas. Empezó a dejárselas en su adolescencia, en un intento por encontrar su propio estilo, a parte por lo bien que le sentaban. Empezó a recorrer la superficie de sus mejillas con el filo de la cuchilla, debía tener cuidado, pues un movimiento en falso podría producirle un corte bastante desagradable. Limpió la cuchilla con un trapo cercano y prosiguió limpiando su rostro de barba y espuma. Ya prácticamente había terminado, cuando escuchó unos golpes secos en su puerta.

- Adelante. - Gritó imaginándose de quién se trataría.

Escuchó las palabras de la tabernera con fingido interés, observándola por el rabillo del ojo sonriendo de forma complaciente. Limpió por ultima vez su cuchilla en el cuenco con agua,retirándose la espuma sobrante de su rostro con una toalla pequeña. Se permitió unos segundos para apreciar su afeitado en el espejo, buscando cualquier bello que se hubiera librado de la caricia de su cuchilla. No tenía cortes, hacía bastante que había aprendido a evitarlos.

- De momento, me conformaré con un poco de vuestra compañía. Aunque no descarto requerir de la frazada. - Observó la cama cercana, haciéndose una ligera idea del frío que asolaría aquel lugar por las noches. Pocas veces había viajado hacia el norte.

Soltó a toalla sobre la mesa junto al cuenco, volviéndose para observar a la recién llegada. Era muy atractiva, sus ropajes se ceñían entorno a un cuerpo esbelto de caderas generosas y busto hipnotizante.

- Esta noche ha sido muy estresante y no he podido probar bocado. - Dijo sonriente, acordándose de como su cena había acabado por los suelos por culpa de aquella bruta. - ¿Podría traer algunas frutas frescas? Fresas por ejemplo. - Si situó frente a ella, tomándole una de sus manos con dulzura y acercandosela a sus labios para besarle su reberso.

- Me encantaría poder charlar con usted en privado, mientras cenamos. - No era del todo falso el hecho de que tuviera hambre, y la compañía en un momento como ese resultaría de lo mas grata. - Disculpadme si os estoy resultado demasiado atrevido.

Su reacción fue tal y como él esperaba. Depositó la franela sobre la cama, para después acudir rauda a por algo de cenar. Hans se situó junto a la cama, esperando paciente su vuelta mientras acariciaba la sabana. Era suave y agradable al tacto, no áspera y harapienta como hubiera imaginado. La chica llegó a los pocos minutos con un cuenco lleno de fresas y uvas de lo mas apetecibles.

- Tienen buena pinta. - Susurró el príncipe mientras se sentaba a su lado, tomando una fresa entre su indice y pulgar. - ¿Como de dulce será? - Mordió el fruto por la mitad, saboreando su jugo y deleitándose en su dulzor. - Sabéis escoger bien. - La alagó, terminando el trozo que le quedaba. Apoyó su peso en la diestra y se acercó un poco mas a la chica, inclinándose ligeramente sobre ella de manera provocadora.

- ¿Las habéis probado? - Tomó una fruta entre sus dedos y se la acercó a los labios con delicadeza. - Os gustará su sabor. - Murmuró por lo bajo.

OFF:

El movimiento de sus labios y el regocijo de sus palabras, hacían entender al príncipe que su actuación estaba consiguiendo el resultado deseado. Las yemas de sus dedos rozaron sus húmedos labios, sintiendo la tentación de probar la dulzura impregnada de las fresas en estos. Observó con atención como aquel jugo resbalaba de la comisura de su boca, recorriendo su suave barbilla hasta gotear en su prominente escote. Se sentía tentado de lamer aquella gota huidiza, pero no hubiera sido decoroso por su parte. La tensión en aquellos momentos era algo muy relevante, tenía que saber aprovecharla en su totalidad.

Hans no era un principiante en aquellos temas, se había acostado con bastantes mujeres a lo largo de su vida, y había aprendido a complacerlas en su totalidad. Aunque el príncipe aparentara ser muy egoísta en cuestiones de poder y economía, debajo de las sabanas se volvía muy entregado. No había nada que le agradara mas que los gemidos de placer de una mujer complacida, pues luego estas sabían muy bien como recompensarle.

- No os preocupéis. - Musitó acercando sus dedos a su barbilla, obligándola a girar su rostro con delicadeza mientras su rostro se aproximaba a ella con lentitud. - Todos nos manchamos alguna vez.

Colocó sus labios contra los suyos, abriéndolos mientras mordisqueaba su labio inferior con ternura. Recorriendolo con la lengua y saboreando el jugo restante de la fresa. Giró un poco el rostro mientras seguía mordisqueando la comisura de sus labios, colocando tras su cabeza, introduciendo los dedos entre su espesa cabellera apretándola contra sus labios.

Las delicadas manos de aquella tabernera, se deslizaron por su cuerpo acariciándolo. Era agradable el contacto con aquella mujer, ya no recordaba la última vez que lo había tenido. Hacía como poco mes y medio, antes de embarcarse rumbo a Arendell en uno de sus barcos. Le apretaba las piernas con ambas manos, seguramente excitada por aquello que estaba ocurriendo. Deslicé mis labios por su cuello, acarician su piel con la punta de su lengua. bajaba poco a poco, mordisqueándolo a cada centímetro que descendía, mientras mis manos se deslizaron rozando sus hombros y deteniéndose al filo del corsé.

Su boca había alcanzado ya los restos del jugo que se había derramado. Lamió la superficie de su escote, centrándose en el punto endulzado mientras sus pulgares tiraron del borde del vestido liberando sus senos. Hans no se tomó la molestia de apartar su rostro del escote para contemplarla, siguió lamiendo y descendiendo hasta alcanzar la aureola de uno de sus pechos.

Abrió la boca y cerró sus labios entorno a su pezón, presionando con sus bordes y lubricándolos con su lengua. Su diestra tapó el otro pecho y lo presionó con delicadeza, masajeándolo con un movimiento circular suave. Su otra mano, tiraba de ella desde atrás para pegarla aún más a él.

Separó sus labios del pezón, sintiendo como los dedos expertos de aquella mujer le desabrochaban los ropajes y le quitaban la corbata. El principe sonrió en el momento en que ella se colocó la corbata en la cabeza, se levantó de su asiento y se arrodilló frente a ella dejando su rostro a la altura de sus senos. Sus manos se deslizaron por sus piernas levantando su falda lentamente, mientras sus labios volvían a guerrear contra el otro de sus senos.

Sus manos se introdujeron bajo la falda y se toparon con sus ropas intimas, de las cuales tiró para dejar libre su sexo. Una vez las hubo echado a un lado, empujó el torso de ella para tumbarla sobre la cama, manteniendo sus dos piernas en alto mientras observaba su mas preciado tesoro.

- Creo que este dulce, sabrá mejor que las fresas de antes.

Bajó su rostro y cerró sus labios con los "inferiores" de ella. Su lengua se desplazó con cuidado por su superficie, lubricandolos un poco antes de empezar a concentrarse en un punto concreto. Desconocía las razones, pero en ese punto se ocultaba algo que hacía enloquecer de placer a la mas dura de las mujeres.

Prosiguió lamiendo con la delicadeza de todo un experto, masajeando con sus dedos los muslos de la joven. Su respiración atraía el aroma embriagador de su cuerpo, entremezclado con el dulce sabor de su sexo. El calor que desprendían sus húmedos labios le hacían regocijarse, imaginándose el futuro cercano que le deparaban. Los presionó con sus dedos, apartándolos suavemente para facilitar el acceso de su lengua en aquel estrecho agujero.

Tras deleitarse con su sabor, acercó sus dedos a este introduciendo su índice lentamente. Giró la palma de su mano y empezó a presionar la parte superior de su interior, tirando de forma intermitente en un intento por aumentar su excitación. Apartó su rostro dejando de lamer, acariciando el monte de Venus con su pulgar. Se levantó y terminó de quitarse la camisa, arrojándola a un lado y dejando su torso desnudo y fibroso. Solo le quedaban puestos los pantalones, abotonado y cerrados por un cinturón de cuero oscuro.

- Espero poder satisfacerla, alguien como vos se lo merece. - Musitó con fingida seriedad.

Su disposición había quedado bien clara cuando estrecharon las distancias entre ambos. Pero ahora que podía contemplarla en su total desnudez frente a sí, pudo estar seguro de que aquella noche no sería como las anteriores. Su comportamiento resultaba ser de lo mas fogoso, detalle que agradecía enormemente y sabía compensar.

Sueltos sus pantalones, oscilaron despacio rozando sus piernas, dejando ver unas piernas fibrosas y un miembro viril en todo su apogeo. No entraría dentro aún, hubiese sido algo muy poco entretenido de realizar. Quería seguir con el juego, tentarla con sus promesas y con el roce de su miembro con su sexo. Empujó a la mujer y se desasiéndose de sus últimas prendas, el calzado ahora rodaba por el suelo mientras el príncipe apoyaba sus rodillas en la cama recostándose sobre la mujer. Su torso se pegó a los pechos de ella, mientras sus labios buscaban morder la comisura de los de ella. Enterró sus dedos entre su pelaje, acariciando su cabello mientras su siniestra presionaba sus muslos. Sus cinturas se juntaron, pero no hubo intento alguno de acceder a su interior. Un simple roce constante de la punta con los labios, la amenaza de aquel que intenta introducirse en las profundidades de su ser.

- Procuraré que esta experiencia se haga inolvidable para vos.

Sus palabras estaban impregnadas de deseo. Tanto sus labios como su cuerpo le pedía a gritos que continuara, que se dejara de juegos y empezara a trabajar. Aquello resultaba ser de lo más estimulante, su miembro palpitaba con cada roce creciendo escasos centímetros con cada latido. Aunque aquello le resultaba entretenido, no podía obviar el hecho de que lo deseaba tanto como ella. ¿Para qué esperar entonces? La sentía lubricada y caliente, tanto que en el momento que su miembro atravesara el umbral de su sexo se deslizó con suma facilidad hasta desaparecer en su totalidad.

- No sería propio, haceros esperar demasiado. - Musitó mientras ambas caderas se encontraban fusionadas por el mismo punto. Apoyó un brazo en la cama, mientras el otro dejaba de acariciarle el cabello y volvía a masajearle los senos pinzándole con el índice y el pulgar sus pezones. Apartó la cadera hasta sacar su herramienta en su totalidad, para seguidamente introducirla de nuevo en su interior. Siguió moviendo su cadera, en esta ocasión sin llegar a sacarla, mientras sus dedos acariciaban el cuerpo desnudo de aquella mujer.

El miembro de Hans se introdujo en su totalidad. La presión que ejercía aquella mujer entorno a él le hacía convulsionarse de placer. Acarició su cuerpo con ambas manos, presionando sobre su cintura en un intento por presionarla mas contra su cuerpo. Su sexo humedecía todo lo que tocara, lubricando la plenitud de su pene en los constantes acometimientos.

- Probemos algo nuevo...

Su labio se curvó en una sonrisa ladina, mientras sus manos se escurrían por la espalda de aquella mujer. Con un agil movimiento y haciendo gala de toda su fuerza, la alzó de la cama y la mantuvo sujeta por sus nalgas. Su miembro entraba ahora con mucha mas fuerza, mientras ayudaba a la tabernera a moverse de arriba a abajo con sus propias manos. Aquella postura resultaba curiosa, pues la obligaba a quedar pegada por completo a su cuerpo mientras este la utilizaba cual simple muñeca de trapo.

Agarraba las nalgas de aquella mujer con fuerza, pegando su cintura cuanto podía ala suya. Embestía con fuerza, aprovechando el peso de ella para que entrara lo mas hondo posible. Los labios del noble mordían los hombros desnudos de ella con pasión, lamiendo y chupando cada centímetro al que pudiera llegar. Mordisqueaba con sus dientes la parte de atrás de su mandíbula, mientras su miembro erecto entraba y salía con fuerza.

La detuvo entonces por unos segundos, caminando de aquella forma hasta encontrarse con una pared. Acomodó la espalda de ella contra esta superficie lisa y siguió con sus salvajes embestidas, dejándose llevar por el gozo del momento.

- Si crees que soy demasiado bruto. - Dijo envistiendola con fuerza. - Puedo detenerme, si así lo deseas. - Mostró una sonrisa picara, para después proseguir lamiendo sus pechos.