Música para dormir (Babette)

La bolsa pequeña de oro estaba otra vez llena y a salvo entre la ropa de Pierrot. Había ido a casa de unos nobles de Marshovia a tocar su música, para una fiesta pequeña. No era algo que disfrutara, pero al menos la paga era buena.
De eso habían pasado ya unas horas, pero el músico aun no regresaba a casa de Lalo, el rebelde con quien se quedaba desde hace unas semanas. Por mucho que le gustara estar cerca de la rubia Babette, no quería causarle problemas. Había visto a un guardián rondar la posada. ¿Acaso lo estarían vigilando? No. Ella no era una "principal", no tenía a alguien cerca constantemente. Seguramente solo sería casualidad. De todas formas, mejor no arriesgarse.

Caminaba despacio por las calles a oscuras, sin sentir miedo por un posible ladrón. Siendo sinceros, por muy débil que se viera, la magia era su mejor aliada. Nada malo podía pasar...

-¿Problemas para dormir, enano?

Si no contábamos con la presencia de Lalo, claro. De un tamaño mini, con alas y una expresión risueña, sentado cómodamente sobre su hombro.

-No me considero exactamente un enano, señor cincuenta centímetros. - respondió Pierrot, relajado. De todo el grupo de rebeldes, el hada era quien menos le molestaba. Sería su incapacidad de sentir más de una emoción a la vez, quien sabe. -¿Ya se fue Ela de la aldea?

Pudo sentir como Lalo se tensaba. La razón de que la bruja estuviera rondando Marshovia le molestaba. Un tema de orgullo, después de la experiencia de cambio de sexos Ela se quedó con ellos, arreglando sus asuntos. Y burlándose del par de rebeldes.

-No, sigue en casa. Parece que se divierte molestándome. Pero dice que mañana regresará al bosque, para evitar que la princesa Blanca Nieves se escape.

Pierrot asintió. La hija de Madeleine era media ninfa después de todo. No podían quedarse en el mismo sitio mucho tiempo.

-También dice que no te acerques al Pony Pisador, Romeo...
-Estamos en una aldea libre, creo que puedo ir donde quiera.
-Sabes a lo que me refiero.

Por desgracia, sí. Sabía que Ela había reparado nuevamente el muro que mantenía los recuerdos de Babette en su sitio, muro que al parecer su presencia iba quebrando. La bruja le dio ordenes precisas de alejarse permanentemente de ella, y fingir que no existía.

Y Pierrot, sin darse cuenta, otra vez estaba frente a la posada, con el violín en la mano, listo para tocar para ella. Ahora comprendía la presencia de Lalo. Y se dio cuenta que no le interesaba. No estaba haciendo nada malo. Tocar música no era malo. Hechizar hadas tampoco. Se movió brusco, para sacarse al hada de encima.

-¿... pero qué?

Así como llegó volando, Lalo se fue. La melodía de Pierrot podía ser muy convincente.
Solo fueron unas notas claro, apenas se fue, dejó de tocar. No pensaba hacer un concierto ahí afuera. Y se quedó donde estaba. Inseguro respecto a tocar y pedir un cuarto, o salir corriendo de vuelta a los brazos de Ela como un niño.
No quería hacerle daño a la rubia, solo la extrañaba demasiado...

¡Una mañana muy ocupada! La posada llena de huéspedes, todos pidiendo desayuno muy temprano... No, no todos, que un grupo de bucaneros se dedicó a tomar hasta tarde, y no pudo resistir ver a Rosette somnolienta, por lo que la mandó acostar y se quedó ella sirviendo.

No quiso mirarse al espejo, que esas ojeras terribles con toda seguridad ahuyentarán al próximo hombre que podría ir a su cama, sin embargo... No recuerda con exactitud cual fue la última vez que estuvo con un hombre... ¡No se acuerda siquiera de los momentos con Gastón!

Pero sabe que estuvo con él, así como con muchos otros, Rosette se lo dice con tanta vehemencia que no puede ser mentira. Pero la cabeza... ¡parece vacía!

Abre la puerta, que no hay tiempo para pensar en nada más: ¡Hay que hacer el aseo antes del almuerzo! Ahí sí que escapará a su habitación a dormir. Rosette tendrá que encargarse de la loza.

La posadera empieza a barrer, con la fuerza que le es característica, ya que la forma de cocinar y manejar una posada siguen muy presentes en su mente y en sus manos. La calle tiene gente, normal para la hora del día, por lo que no se distrae de momento.

¿Entro, no entro? ¿Entro, no entro?
La duda sigue presente en la mente de Pierrot. Hacerle daño, contra su propia necesidad de verla.
Si tan solo fuese un personaje de cuento, un simple durmiente... Podría seguir tranquilo su propia historia, mantenerse ajeno a todas estas cosas que vienen con ser un rebelde. Tal vez incluso no la hubiese conocido. Y eso sería bueno para los dos.

Cuanto tiempo lleva ahí como un loco no tiene idea, pero pronto se da cuenta que no puede seguir así.
Él la adora, ¿por qué su presencia debería dañarla? Tal vez Ela solo exagera, tratando de mantenerlo atento a lo que pasa en Marshovia, atento a sus labores de rebelde. Esa idea lo calma, lo suficiente para decidir enviar todos los consejos de Ela a la basura.

Intenta arreglarse el traje, pues se siente un poco incomodo. Después de una larga noche, no tiene idea de si está presentable. Ojala que sí.

Hecho esto, avanza despacio hasta llegar a la susodicha entrada del Pony Pisador, descubriendo que el destino o era muy bueno con él o lo estaba molestando. La Babette desmemoriada estaba barriendo...

¡¿Y Ahora?! ¿Solo saluda?

-B...Bue... ¡Buenos días! - exclama, acercándose lentamente. Tal vez pudiera solo volver a quedarse ahí a dormir, sin dañar a nadie.

Varro con fuerza, que los huéspedes unidos a la lluvia de ayer me hacen la tarea más dificil. Por lo menos las pozas ya están secas, pero la escoba está dura igual.

- B...Bue... ¡Buenos días! -escucho de pronto, y me sobresalto. La voz es agradable, pero no recuerdo haberlo visto antes.

- ¡Buenos días! -digo alegre, que de forma mecánica trato a todos con cortesía: ¿quién sabe si no puede ser un cliente?- ¿En qué le puedo ayudar?

Observo al hombre, joven, delgado, pero trae en sus manos un instrumento musical. De seguro él podrá alegrar la tertulia de hoy en la noche.

- Faltan un par de horas para el almuerzo, pero le aseguro que le encantará el estofado de vacuno. -digo de pronto, invitándolo a la posada, aunque aún no he empezado a prepararlo. De hecho, la siesta debe ser antes, de por lo menos media hora para que pueda seguir manteniéndome de pie.

Se le rompe lentamente el corazón cuando la oye responder así, pues sabe que no es por reconocerlo, si no la voz típica del dueño de una posada ante un posible cliente. Aunque no sabe por qué exactamente, después de todo, Ela misma le había dicho que Babette no recordaría nada. Incluso tendría problemas con sus propios recuerdos.

-Busco un lugar donde dormir esta noche, además de una comida. Acabo de llegar a Marshovia y no conozco muy bien la aldea...

También le sorprende que me invite a entrar a la posada, cuando aun falta tiempo para la propia comida. Pero bueno, no comenzaría a quejarse ahora, que esto ayudaba a seguir la idea de verla y le ayudaba a dejar de tartamudear.

-Me encantaría el estofado de vacuno, la verdad estoy un poco hambriento después del viaje.

Que no era mentira, no había comido en la fiesta, y luego no regresó a casa. Eran bastantes horas sin comida...

-Mi nombre es Pierrot, un gusto...

Así puede llamarlo por su nombre de ahí en adelante, le desagrada el saberse un desconocido para ella.

Un músico forastero... Aunque no sea musculoso, algo en él me agrada. ¿Será su mirada? Parece sincera, aunque los hombres saben imitar la sinceridad. No recuerdo mucho con quién me acosté, pero me acuerdo perfectamente que no hay que confiar en los hombres. ¿Raro no?

- Por favor, pase Pierrot. -digo haciéndome a un lado para dejarle el paso libre.- Soy Babette Bimbette, una de las dueñas de la posada del Poney Pisador.

Avanzamos por el pasillo, que ya había barrido antes, y dejo la escoba a un lado de la recepción mientras me inclino a buscar una llave sin pasar por el mesón, con la costumbre de mostrar mi cuerpo ya mecánica. Sin embargo, cuando mis ojos lo observan, siento algo de vergüenza... ¿Por qué me ruborizo? Trato de mirar hacia el otro lado antes de llamarlo para el segundo piso:

- Marshovia le encantará: es un reino con una familia real muy justa, donde se vive bien y hacen años que no hay noticias de brujas. -oculto el hecho de haber criaturas en los bosques, para no asustarlo.- En la noche, los mismos huéspedes participan de nuestras tertulias, y en caso que usted sepa tocar las canciones de moda, podrá incluso recibir monedas de los asistentes.

Sin embargo, todo mi entusiasmo puede parecerle falso, ya que mientras giro la llave de la puerta, un gigantesco bostezo me invade sin poder evitarlo:

- ¡Perdón! -digo cuando logro terminarlo, cubriéndome la boca- Es que estoy muy cansada, necesito descansar un momento. -Observo la cama lista, preparada, y me vienen unas ganas de dormir allí, sin embargo no puedo... Dormir en la habitación de un huésped no es lo correcto. Incluso cuando tengo relaciones... no lo recuerdo bien y estoy confundida. Pero el hecho concreto es no "dormir" con un huésped. No quedar inconsciente y a merced de cualquier extraño, de eso me acuerdo.