Prueba para personaje Franz

Cásting para: Franz principeconcuernos Ferdinand.

Nombre del personaje:
Franz Ferdinand

¿Por qué quieres el personaje?:
Porque esta usuaria quiere llevar un personaje masculino diferente al que ya tiene. Por eso y por la trama que deseo llevar, claro

¿Tienes alguna trama para el pj en mente?:
Sí, la mitad es que tendremos un Franz no tan dulce como el anterior, pero que dará de qué hablar. Sigue buscando el amor, pero tal vez al ver a la susodicha princesa o su copia, no se enamore al estilo Disney… La otra me la dejo guardada, porque es sorpresa.

¿Por qué crees que se debería aceptar tu cásting?:
Porque si no les cortaré la cabeza principalmente, estamos necesitando completar algunos cuentos, y bueno, ¿Qué mejor que un príncipe azul?

Prueba
Lindert, alcoba de su alteza:

La carta había llegado días atrás, cuando Franz se encontraba visitando momentáneamente el reino vecino de M’Apple. Una visita netamente de cortesía a la reina, Circe, con el fin de enviar un mensaje de su padre. El contenido de dicha carta parecía de vital importancia para el príncipe,  puesto que su maestro se había encargado de guardarla lejos de miradas indiscretas.

Su ceño se encontraba fruncido, concentrado en comprender cada letra, cada palabra. Simplemente no podía creerlo. Aunque deseos no le faltaban, en lugar de romper la carta en pedazos la guardó nuevamente en el sobre, dejando a su vez este en una caja que solo él podía abrir.

–¿Hanz? – su voz se oyó clara, con un tono tan seguro que nadie podría llegar a comprender el estado en el que se encontraba.

Hanz, uno de sus criados más fieles, asomó su cabeza por la puerta. Era un chiquillo nada más, con el rostro marcado por las cicatrices de batallas y uno que otro grano. No era exactamente la clase de hombre por el que las aldeanas suspiran, pero Franz apreciaba sus servicios y le causaba gracia lo similar de sus nombres.  

–Alista mi caballo, por favor. – dijo mientras se levantaba de su escritorio, con el fin de cambiarse sus ropas finas por unas más adecuadas. –He de partir con urgencia.

Hanz asintió. Y aunque su deber era cumplir, no pudo evitar hacer una pregunta. Había cierta añoranza en sus ojos negros.

–¿Irá solo, alteza?

Franz asintió. Ya estaba terminando su faena. Llevaba ropa adecuada para un viaje largo, que no delatase su origen, solo faltaba una capa para ocultar su rostro de extraños.

–En efecto, he de viajar solo  esta vez. Mi viaje es largo y necesito que alguien de confianza se quede aquí, a cargo.

–¿Qué pasará con sus padres? Sabe que no aprueban sus salidas, menos cuando se celebran festines en honor a los invitados…

Franz no había olvidado ese detalle. Por eso tenía un frasco en sus manos, de un color oscuro y que sin dudas se veía asqueroso. Se acercó veloz a Hanz, interrumpiendo sus palabras, y cerró la puerta a sus espaldas. Hecho esto, le entregó el frasco.

–Nadie sabrá que el príncipe Franz Ferdinand se ha marchado de Lindert, mi querido amigo…

–No pensará usted en… –la comprensión apareció en los ojos del criado. – ¡No puede hacer eso, nos descubrirían! Tarde o temprano ellos verán el engaño, se lo aseguro.

Franz, sin embargo, se veía sumamente tranquilo. Confiaba ciegamente en las habilidades de Hanz para suplantarlo una temporada.

–Nadie descubrirá engaño alguno. Esta poción tiene suficiente extracto de mi esencia para que te disfraces de mí el tiempo suficiente. Ve con alguna bruja y pídele que te prepare pociones cambiaformas. Del oro no te preocupes, usa lo que necesites.

Hanz, aun desconfiado, terminó por aceptar. No le quedaba otra opción. Franz era muy convincente cuando lo requería.

–Sigo pensando que es una mala idea. Esto no es lo mismo de cuando éramos niños, alteza.

Claro que no. En aquellos años ellos tenían un parecido que iba más allá del nombre, y ahora poco quedaba de esa similitud. Para eso estaba la poción.

Pero no quedaba alternativa alguna. Debía partir ahora mismo, antes de que algo fuese a peor. Hanz lo haría bien, debía hacerlo. Visitar reinos, ser un buen príncipe, alagar a los reyes. Todo estaría bien.

–Tendrás noticias de mi pronto, Hanz querido. Ahora, ve por ese caballo. He de despedirme de mi maestro antes de partir.

Hanz partió. Franz por su parte, se dirigió a la alcoba de su maestro. Charlaron por unos minutos, tranquilos, como si nada. La espada de Franz, regalo de su maestro, estaba colgada en su cinto. El maestro no preguntó nada, parecía saber todo.

Antes de la media noche, la figura del príncipe ya encapuchado salía por el puente del castillo, mientras una copia exacta de sí mismo observaba desde su ventana. Esa copia sonreía. En Lindert, como siempre estaba nevando…