Baño de sudor entre humedas sabanas que muestran nuevas experiencias. +18 (Cosette y Elena [yo])

Mi habitación no es gigante, pero es cómoda, pues caben todos los muebles que necesito: Un armario lleno de vestidos amarillos, mi color favorito, un espejito, una ventana con vista al mar (en realidad con muchos barcos tapando la vista al mar... del segundo piso se ve mucho mejor) y mi cama.

- La cama no es muy grande, pero creo que podremos dormir bien las dos. -digo con algo de verguenza. Quizás prefiere dormir en una cama mayor...

- Me siento una gran molestia en estos momento, coja con una herida en la mano y encima sin tener dinero suficiente para pagarlo todo...

- En realidad no sabemos cuánto tiempo te quedarás por acá, pero mañana iremos al puerto a buscar barcos que vayan a Escocia, ¡no te preocupes! -finalizo sonriendo. En ese momento entra Rosette, con los paños y el agua tibia- ¡Gracias Rosette! -digo poniendo el posillo con agua tibia al lado de la cama.

- Cualquier cosa me llamas Cose, que debemos seguir atendiendo a los clientes. ¡Buenas noches Elena! -dice antes de marcharse.

- Veamos primero tu mano. -digo quitando delicadamente el pañuelo de su mano. Tomo una silla y me pongo frente a ella, limpiando la herida y doblando mi cuerpo, sin querer apretando mis senos y dejándolos más a su vista. De pronto, levanto la vista y... ¡me sonrojo!

Algo nerviosa, pues no acostumbro tener ese tipo de mirada de mujeres, me levanto y me alejo, en dirección a mi armario. Lo abro y saco un delicado camisón amarillo:

- ¿Quieres que os preste éste? -digo estirando las manos, fijándome de pronto que es algo transparente.

Suspiro aliviada de que ella no se importe por la cama no ser grande como la de Babette. Ella es como la "hermana mayor", y la muy fresca se quedó con la habitación de nuestros papás luego del funeral.

- Me vendrá de lujo, muchas gracias. -sonrío de que ella acepte mi camisón. Como su mano ya está arreglada, ahora falta ver su tobillo, pero cuando voy a lavarle los pies, me sorprendo de que ya se está desvistiendo. Lo primero que me percato es de lo diferente de sus ropajes:

- Nunca había visto un corset como ése... -digo sorprendida, ya que en realidad, ese corset que se quitó en realidad no le sujetaba nada. Me quedo mirando sus senos, un poco menores que los míos, pero de todas formas bellos. De pronto se me ocurre que son incluso más bonitos que los míos- Y no tienes enaguas... -digo sin dejar de mirarla abrir su ropa complicada, hasta que surge un diminuto taparrabos.

- Espero que no te importe que duerma desnuda... estoy mas cómoda con solo el camisón.

- No... Debes dormir cómoda, por supuesto. -digo sin gracia, ya que sorprende ver que tiene pocos vellos púbicos. Mis ojos no pueden dejar de mirarla, curiosa porque ella tiene tantas cosas diferentes de mi o de mis hermanas. La chica viste el camisón amarillo, y observo sus largos cabellos rojos en contraste con la transparente tela... y sus senos, con sonrosados pezones...

De pronto, me fijo que está ruborizada, lo que me contagia, ya que me ruborizo también:

- Déjame ver tu tobillo ahora. -digo luego de carraspear- Siéntate. -le pido y tomo su pierna. Me fijo entonces que sus dedos pequeños están... ¿pintados de color?- Escocia es muy diferente de Marshovia. -digo tocando sus uñas, olvidada de que le debe doler el tobillo. Y cuando me doy cuenta, la suelto y me dirijo al armario- Lo mejor será que descanses. Elije un lado de la cama mientras me cambio.

De espaldas a Elena, empiezo a quitarme el vestido. Primero mi espalda queda a la vista, y luego me quito mis enaguas. Me pongo entonces otro camisón, igual que el que le pasé a Elena, y tras soltarme los cabellos, me dirijo a la cama:

- ¿Está todo bien? -pregunto antes de apagar la luz.

Me acerco al velador y soplo el candil, y en la oscuridad momentánea me acuesto a tiendas. Pongo la mano para no aplastar a Elena, sin querer rozando su brazo:

- ¡Perdona! -susurro cohibida, pero pronto me acuesto, cubriéndome con la frazada. Aunque nos alejamos del invierno, las noches aún no son muy cálidas.

Me acomodo de espaldas a Elena, para darle más espacio, sin embargo, de todas formas mi cama no es lo suficientemente grande para que no nos toquemos. La tibieza que siento en mi espalda proveniente de su cuerpo me agrada...

Trato de quedarme dormida, pero el nerviosismo me lo impide:

- Elena... ¿Estás dormida? -pregunto en un susurro, antes de darme vuelta y ponerme frente a ella. A esta altura mis ojos ya se han acostumbrado a la penumbra que el hilo de luz de luna que corre por la orilla de la cortina permite ver por lo menos las siluetas de las cosas, así como los dos puntos brillantes de sus ojos.

- No te disculpes, no has hecho nada malo. Seguramente nos rozaremos más...

- Bueno, veremos si mañana te conseguimos otra cama, para que estés más cómoda. -digo algo apenada por no poder ofrecerle algo mejor a la chica. Por más que no compreenda donde queda Escocia, se me ocurre que es un lugar muy especial... Diferente de Marshovia, para empezar.

Luego de acostarme, no logro dormirme, entonces le pregunto si está dormida:

- No... no concilio el sueño.

- Yo tampoco, Elena. -digo mirando sus ojos y el contorno de sus mejillas en la penumbra. Entonces, oigo las palabras que menos me esperaba oír de esos labios rojos:

- No puedo resistir más mis pensamientos, he de decirte que eres la chica más hermosa que he podido lograr ver. -Me incorporo un poco, sorprendida de recibir tales palabras de... ¡una mujer! Sin embargo, ella es tan linda... Que no comprendo por qué podría pensar que soy más bella que ella- He visto muchas, pero nunca he logrado ver una chica como tu, que aparte de ser bella como la luna, logras ser amable y dulce como la miel, o eso he podido ver.

- Elena... -suspiro emocionada- Estás cansada... porque no puedes pensar que soy la chica más bella que has visto. De seguro en Escocia deben haber sólo bellezas, si son lo mitad de bellas que tú. -Digo con mi mano sobre su mejilla- Duerme ya, que debes descansar.

De pronto, para tranquilizarla, se me ocurre darle un beso de buenas noches. Me estiro y beso su frente, sin querer rozando su cuerpo con mis senos.

- No digas eso, no hay chica más hermosa que tú. -No le hago caso, ya que de seguro está delirando de cansancio, pero tras darle un beso en la frente, siento un estremecimiento debajo mío:

- ¿Qué os pasa? -pregunto al sentirme de pronto atrapada por los puños, sintiendo su fuerza al girarme, quedando de espaldas en la cama, y... ¡con Elena arriba mío!

- Sé que puede ser precipitado, ¡pero no lo soporto más! -escucho su dulce voz, en un susurro casi ronco, como si su voz viniera de las profundidades de su cuerpo.

- ¿Elena, qué significa e...? -pero mi pregunta es interrumpida por un beso. ¡Un beso de una mujer! Pero... la boca de Elena toma la mía, y yo... luego de la sorpresa, abro mis labios, permitiendo que su lengua entre. Siento el dulce aroma de sus rojos cabellos a los lados de mi rostro, así como el excitante rozar de sus senos contra los míos- ¿Estás loca? -susurro cuando ella hace una pausa, aunque, no hago el esfuerzo de empujarla o de liberar mis puños. Muevo mis piernas, y sin querer siento algo húmedo contra mi rodilla- No puede ser... -pregunto asombrada, empero, no puedo negar que mi intimidad también se ha humedecido un poco.

- Si... si puede ser. -me contesta también en un susurro, y entonces libera uno de mis brazos, bajando su mano por mi cintura. Respiro hondo, aún sorprendida por las caricias y el beso de Elena, sin embargo, no la he empujado aún... Mi cabeza me dice que la empuje, que no es lo correcto, pero mi cuerpo quiere más de ella.

- ¿Dijiste amor a primera vista? -pregunto en un susurro, mientras siento como ella empieza a subir mi camisón- Eso no existe... y menos entre mujeres... ¡Oh! -su mano acaricia mi piel ahora y me excito. Lo peor es que, aunque tenemos camisones arriba, la delgada tela no impide que nuestros senos se rocen, y mi respiración agitada empeora más la situación.

La silueta roja del rostro de Elena sobre el mío, roja gracias a los rayos de luna que alcanzan a iluminarla, me hacen ver toda su belleza. ¿Podría existir eso de amor a primera vista? Su calidez que contrasta con la fría noche es un imán para mí... Me mojo los labios antes de dejarme llevar por el impulso, y, tras un ligero titubeo, estiro mi cuello buscando su boca. Mi beso no es fogoso, sino que tímido, sólo mis labios buscando los suyos.

Detengo mi beso tímido cuando siento que su mano avanza por debajo de mi camisón:

- ¿Elena? -pregunto cuando ella pasa su mano sobre mi pecho.

- Espero que la fiesta sea lo suficiente emocionante para ti. -escucho asombrada, pero antes de contestarle, sus suaves dedos aprietan mi pezón, forzándome un gemido.

- Estás entrando en terreno peligroso... -susurro sin poder detenerla ya... En realidad, bajo las manos libres, pero en vez de sujetar sus manos, o de empujarla, empiezo a acariciar sus costillas, hasta que me encuentro cos sus dos redondezas perfectas- Quizás yo también estoy loca... -susurro sintiendo su aliento sobre mi boca.

El impulso ahora es más fuerte, y la beso olvidando la timidez.

- Estás entrando en terreno peligroso...

- ¿Peligroso? Tus acciones me hacen creer que no es tan peligroso... Más que peligroso me dicen que es un territorio amigo.

- Quizás yo también estoy loca...

- Dicen; En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón. -Mi boca atrapa la suya, y mis labios recorren los suyos, sintiendo su aroma diferente. Con algo de temor, introduzco mi lengua, buscando la suya. De pronto ambas se encuentran y oigo su respiración cambiar al apretar un poco sus senos perfectos.

- No veo nada de razón aquí, salvo que eres lo más lindo que ha pasado por esta posada. -vuelvo a besarla, hasta quedar sin aliento. Luego de respirar, me corrijo- Eres lo más lindo que ha pasado por todo el puerto. -¡Suelto un jadeo cuando Elena me acaricia donde no debiera!- En toda Marshovia...

Sin pensar en las consecuencias, abro mis piernas, rozando nuevamente con mi rodilla su húmeda intimidad. El torbellino de emociones me provoca que mis pulmones empujen mis pechos contra ella, y ya gustándome su sabor, vuelvo a besarla.

La noche era fría afuera, sin embargo, las caricias de Elena me han quitado cualquier rastro de ello. Suspiro con el escalofrío de sentir el aire frío cuando ella se levanta. Mis pechos suben y bajan con la excitación, la que aumenta al ver cómo se quita mi camisón y queda perfectamente desnuda frente a mí:

- Eres perfecta... -susurro asombrada de la forma en que sus rojos cabellos caen sobre sus redondos senos, el hermoso ombligo coronando su cintura, así como su intimidad sin pelos me invita a saber más de ella. Siguiendo su ejemplo, tiro lejos el camisón y también mi cuerpo queda libre de cualquier prenda.

- Pero... ¿qué? -pregunto asustada al ver que ella no vuelve a besarme, sino que se esconde bajo las sábanas. Me quedo sin palabras mientras siento su calor entre mis piernas, sus cabellos bajando por mi piel, hasta que- Oh... -gimo al sentir que está rozando mis vellos púbicos. ¿Sólo los roza?- Mmm... -algo tibio y mojado avanza por mi intimidad, y mejor que un pene, reconozco que Elena me ha penetrado con su lengua.

A duras penas logro contener mis jadeos tapándome la boca con ambas manos, ya que no quiero alarmar a mis hermanas, aunque al mismo tiempo mi cuerpo se contorsiona lleno de placer.El frío que siento en mi parte superior, sin la protección de la frazada, me sirve para no hervir, mientras mis pezones se mueven como si tuvieran vida propia.

¡A duras penas sofoco mis jadeos! Elena logra excitarme de una forma que nunca pensé que podría existir... Arqueo mi espalda, moviéndome descontrolada, mientras ella lo hace tan bien como un hombre... ¿Tan bien?

- Mmmm!... Ooooh! -¡Lo hace mejor que un hombre!

El calor es tan grande que empujo las frazadas, y descubro a la hermosa mata de cabellos rojos cubriendo completamente desde mi vientre hacia abajo.

- Oh... Elena... -jadeo mordiéndome los labios tan fuerte que llego a sentir el sabor de mi sangre. Las emociones que me embargan son tan grandes que sus caricias logran que explote, dejándome caer en la cama extasiada.

Pero el asunto no termina allí, que la lengua de Elena no deja de lamerme, y siento ahora como me succiona por abajo. ¡La sensación es tan lujuriante que arrugo las sábanas!

Me enredo completamente los cabellos, presa por la lujuria que las lamidas de Elena me provocan. Es casi como si fuera a sentir un orgasmo de nuevo, cuando ella se levanta y oigo su suave voz:

- Es tan... tan sabroso.

- También quiero probarlo. -digo golosa y tomo su mano, chupándole los dedos que aún tenían su sabor. Sin embargo, algo en mi actitud le provoca apoderarse de mi cuerpo de nuevo, y sonrío al sentir su suave cuerpo presionando el mío. Y espero su beso con mis labios abiertos, deseosa de ella en todas las formas.

El beso, con ese sabor adicional, se hace más fuerte, tanto que me estremezco de nuevo. Aún en susurros, le digo:

- Ahora es mi vez. -y sin mucha delicadeza la volteo, olvidando que está herida, quedando arriba yo. Empiezo a lamer su cuello, bajando por su torso hasta encontrarme con sus redondezas perfectas. Sin pensarlo, empiezo a chuparle el seno, con ganas de sacarle leche, mientras mis manos acarician su cuerpo.

Una de mis manos baja por su vientre, y por primera vez tocando a alguien completamente depilada en esa región, mis dedos empiezan a frotar su intimidad.

Aprieto el seno de Elena con mis labios, con unas ganas locas de oírla gemir, olvidando la precaución de que mis hermanas no nos pueden oír. Mi cuerpo se contorsiona por imitación, ya que el cuerpo de ella está hecho un torbellino. ¿Y yo provoco todo eso? Nunca hubiera pensado que podría gustarme el cuerpo de una mujer, pero... me encanta tocar a Elena:

- En serio, no eres de este mundo. -susurro mientras mis dedos sienten toda la humedad de ella. Acaricio sin saber si lo hago correcto o no, pero de pronto siento ganas de que ella también me toque...

- Apriétame también, por favor. -le pido volviendo a subir y posicionándome sobre su rostro. Su rostro, tan delicado, me llama como un imán, y vuelvo a besarla mientras mis dedos se pierden entre sus líquidos.