Who's afraid of the big bad wolf? +18

Amanece en el bosque y yo ya llevo una hora despierta. El sol no me ha pillado desprevenida, en cambio sí que he pillado a un ciervo sólo en el bosque. Tengo hambre, y faenarlo no deberá ser tanto trabajo, comparado a toda la carnque obtendré.

Preparo mi arco y tenso la cuerda. Respiro hondo y ¡Zaz! el ciervo cae al piso.

Satisfecha, empiezo a caminar en su dirección, con el cuchillo ya en mano para degollarlo en caso que aún esté vivo. Como carne pero procuro evitar el sufrimiento de los demás. Mientras no me provoquen sufrimiento a mí, claro está.

Igual me da pena ver la mirada asustada del ciervo, pero ahora ya no hay vuelta atrás: me arrodillo y acabo su sufrimiento de un sólo corte.

De pronto, algo me indica que estoy siendo observada. Me giro rápidamente, sin embargo, no logro distinguir nada raro entre el follaje. Entre dos opciones, o estoy delirando, o hay alguien que sabe camuflarse mucho mejor que yo.

Para descubrirlo, lo primero es hacerme la que no lo ha visto, por lo que empiezo a cortar el cuero del ciervo, aunque con los oídos muy atentos.

De todas formas, mientras la sangre del animal tiñe mis manos, recuerdo cuando encontré muerta a mi dulce hermana Roxane... Como estoy sola, no importa que llore, y así sigo mi trabajo, con la misión que me autoimpuse marcada a fierro en mi corazón.

Roxane... Mi dulce hermana mayor... Era la favorita de mamá, pero eso no me hacía envidiarle, ya que de todos modos yo siempre fui la favorita de papá, y así estábamos muy bien... Prudence en cambio nunca fue una "hermana" para nosotras, ya que nos delataba ante la menor falta ante nuestros padres, a Roxane y a mí por igual. Bueno, más a mí, que siempre fui más inquieta. Sonrío al pensar que ahora Prudence debe estar aburrida sin tener a quién chismorrear...

Entonces escucho un ruido de palitos rompiéndose. Detengo el movimiento de mis dedos para oír mejor... Quien sea que se acerca es cuidadoso, que con dificultad escucho sus pasos a mis espaldas. Cuando el ruido se detiene, me levanto y miro alrededor, aún sin ver a nadie. Con la cuchilla en mano y goteando sangre, termino de dar la vuelta cuando me encuentro con que hay un hombre apoyado en un árbol, en un árbol que me fijé estar vacío mientras faenaba al ciervo:

- ¿Quién eres? -pregunto algo mal educada confieso, porque me he irritado al ser sorprendida con la guardia baja. Lo raro es percibir que está... ¿vestido para ir a un baile en el castillo? Junto mis cejas y vuelvo a preguntar- ¿Quién eres? -De pronto se me ocurre que quizás es el dueño de estas tierras, por lo que podría reclamarme el ciervo. Aprieto el cuchillo, ya que desafiarle equivaldría a una ofensa mayor que ser considerada bruja.

Abro los ojos, sorprendida ante la queja:

- Este... -digo confundida, ya que se me ocurre que es el dueño de estas tierras. Porque de lo contrario, ¿qué estaría haciendo vestido tan elegante en medio del bosque? -Mis padres me educaron bien. -Digo tras pensarlo, y hago una reverencia, la cual no me queda tan graciosa ya que las mujeres no acostumbran hacerla con las manos ensangrentadas o con cuchillos en mano.

- Hola, buenos días, mi nombre es Sr. Black. -dice, pero no me acuerdo de nadie llamado así en la aldea de Marshovia. Observo su rostro y también es toda una novedad para mí:

- Soy Red. -digo escueta, sin agregar el nombre de mi familia o cualquier otra referencia a mi pasado. En realidad, hasta que atrape a la bestia soy sólo yo y mis armas. De todas formas me sorprende su observación, referente a cómo me llevaré la carne- ¿Eres el dueño de estas tierras? -pregunto desconfiada, ya que algo me dice que en realidad me quiere quitar la presa.

Vuelvo a acuclillarme frente al ciervo, pero con mi rostro de frente para él, a fin de evitar perderme si se mueve de nuevo, y prosigo con el corte en trozos:

- Primero voy a asarla, luego le pondré sal y la guardaré en la cabaña de mi abuela. -Lo miro, esperando ver su reacción. ¿Acaso quiere algo de esta carne? Sus grandes ojos me dicen que sí.- Si quieres un poco, os solicito a cambio que empieces una fogata, y cumpliré mi palabra.

Nuevamente, la carne cortada, los músculos y vísceras a la vista, me recuerdan el pobre cuerpo de mi hermana Roxane... Sin embargo, ahora no llego a las lágrimas, ya que el susodicho Sr. Black es una importante fuente de distracción a mis pensamientos oscuros.

Off: ¡Somos Roja y Negro! ^_^

Arrugo el ceño ante sus palabras, ya que no me refería a eso:

- Pues claro que no! Cada uno debería ser su propio dueño! -digo acordándome de todas las viejas chismosas de la aldea, empezando por mi propria hermana menor- Me refería a que si fueras el dueño de estas tierras podrías reclamarme el ciervo.

- Me referia a otra cosa, pero da igual. -dice él mientras la cuchilla corta otro trozo de carne.

Sigo con mi labor, aunque ahora ya saco una bolsa de cuero de mi morral, la que abro y empiezo a colocar las lonjas de carne allí:

- Gracias por el ofrecimiento, pero debo desistir. -dice negando un poco de carne. De mi parte, levanto los hombros, ya que significa que le llevaré más carne a mi abuela.- Pero si quereis os ayudo a llevarlo todo a casa de vuestra abuela.

Detengo lo que estoy haciendo, puesto que nadie ayuda a nadie sólo por la "alegría" de ayudar... Por lo menos nunca he visto cosas así. Hasta las madres ayudan a sus hijas porque quieren que ellas sean un reflejo de su "excelente" labor.

- Por qué quieres acompañarme? -lo miro llena de sospecha- Ya os ofrecí carne, y no quieres. Entonces...

Miraba llena de desconfianza al extraño, cuando dice las palabras mágicas: "criaturas peligrosas en este bosque". Nuevamente las imágenes del cuerpo destrozado de mi hermana regresan desde mi memoria, las imágenes de la carne desgarrada por dientes de bestia...

- Y aunque no soy señor de estas tierras, ni puedo reclamar tu presa... no al menos sin luchar... me llama la atención que una anciana viva sola en el bosque. Tengo curiosidad.

- Mi abuela es la única persona que conozco que no le teme al horrible lobo. -digo mientras retomo la labor de llenar el bolso con las lonjas de carne.- Y aunque no tenga armas especiales, realmente ha vivido desde su adolescencia en esa cabaña y jamás ha sido atacada.

Sonrío al percibir que eso le intriga, ya que de verdad mi abuela es única.

- ¿Queréis acompañarme para conocer mi abuela? Pues bien, os llevaré con ella. -decido de pronto, puesto que he aprendido que a los enemigos hay que tenerlos cerca, así haré con este sr. Black: lo tendré a mi lado y aprovecharé de investigar lo máximo que pueda durante el camino.- Sin embargo, será una larga caminata... ¿Lleváis algún arma para defenderos en caso de que la criatura se nos aparezca? -Lo observo, pero aunque no lleve nada, me puede servir incluso de anzuelo... Quizás hoy tenga suerte y finalmente pueda atravesar el corazón de la bestia que mató a Roxane...

Entremedio de mi desconfianza, no logro evitar que mis labios muestren una sonrisa, ya que me llena de orgullo mi abuela, y me gusta que hablen bien de ella.

Ya casi termino mi faena, ya que he recuperado mucha de la carne del ciervo, dejando ya los huesos a la vista, así como las menudencias serán comida para los carroñeros. Estoy en eso cuando escucho que él me responde que sí trajo un arma. Lo miro de reojo y... ¡no le veo ninguna! ¿Acaso oculta muchas dagas?

- ¿Piensas que iria a un bosque solo sin un arma?

- Pues, por eso os preguntaba. -digo con algo de verguenza, ya que en realidad eso debía ser obvio. Hago sólo el último esfuerzo de separar la parte del pelaje de su abdomen, puesto que mi abuela de seguro podrá hacer algo con eso. Igual hago muecas, ya que no es "fácil" desgarrarlo. Si no tuviera la experiencia, ¡no lo podría hacer!

- Antes has dicho que tu abuela no teme "al lobo" ¿hablas de uno solo o de una manada?

- Hay sólo uno, -digo mientras sigo con las muecas por el esfuerzo- lleva años atacando a los aldeanos de Marshovia, generalmente durante las noches de luna llena. -La misma rabia de hablar de él me ayuda a dar el último tirón, destacando el pelaje que quería.- Algunos han logrado sobrevivir unos momentos, y han dicho que su pelaje es marrón, o rojo visto bajo la luz de la luna, pero para mí, todas las criaturas de la noche se ven negras. -me limpio las manos en el pelaje que queda aún en el animal.

Finalmente tengo listas las cuatro bolsas de carne, y le indico al Sr. Black dos, mientras me pongo las mías a lo largo de mis hombros, y empiezo a caminar:

- En realidad no es tan lejos si nos ponemos en camino pronto. -digo dándole la espalda, pero en realidad con mis oídos más que atentos a sus movimientos.

Y en realidad, mi hambre sólo ha aumentado con la tarea de faenar la carne... Con cuidado, y el máximo de disimulo, saco un trozito de una de mis bolsas y empiezo a saciarme, sin importar que la carne esté cruda. Sólo espero que él no se de cuenta...

Caminamos en silencio por un rato, yo tratando de no darme vuelta a mirarlo, aunque la curiosidad me carcoma el alma, pero dejo sólo mis oídos para saber que sus pasos son tan constantes como los míos, sin alejarse o acercarse demasiado a mí.

Con disimulo saco otro trozo, y realmente la carne está muy buena: fibrosa en la medida justa.

- ¿Por que vive tan lejos? Ama mucho a la naturaleza o desconfía de los posibles vecinos?

- ¿Yo? -pregunto sorprendida, ya que su voz cortó el silencio de la caminata. De pronto, caigo en mi error- Te refieres a mi abuela... Pues, a ella le gusta la vida tranquila, lejos de los chismosos de la aldea. Es mi padre el que ama más la naturaleza y disfruta de su trabajo de leñador.

- Pues si que tiene que ser fuerte, pocos vivirían en un bosque con criaturas desconocidas y peligrosas.

- Por más increíble que parezca, las lenguas de algunos aldeanos desgarran más que los dientes de las criaturas del bosque... -En mi tristeza, olvido ocultar el hecho que estoy comiendo carne cruda frente al desconocido. Lo raro es que, a pesar de mi desconfianza, lo siento próximo a mí, de alguna forma que no logro explicar.

Le doy la espalda y empiezo a acelerar mis pasos, ya que recién he percibido que le he hablado más de lo debido. ¿Por qué me he abierto con un extraño? Sólo espero que él no crea también que soy una bruja...

La carcajada del extraño aún resuena en mi cabeza. Su voz es suave pero rasposa, muy agradable la verdad... ¿Pero qué dices Red? Apuro mis pasos, en un intento ridículo de alejarme...

- Fue tu padre quien te enseñó a moverte así ¿no? -Detengo mi marcha al instante, sorprendida por su interrupción en mi "huida".

- Pues, no me "enseñó" en el sentido literal, pero puedo decir que yo le seguía mucho cuando él me llevaba al bosque a cortar árboles. -observo al hombre, subiendo hasta llegar a su rostro, donde sus ojos me observan. Mantengo la mirada, dispuesta a no ceder frente a él, cuando él comenta:

- Debe de ser un hombre formidable.

- Papá lo es. -digo sin bajar la mirada, sin embargo, no sé si su postura llena de seguridad en sí mismo, o la sonrisa con dientes afilados, me hacen sonrojar levemente. Desvío la mirada de golpe, dándole la espalda y volviendo a caminar rápido- ¿Seguimos?

La "persecución" sigue por un corto plazo, ya que pronto nos topamos con una cabaña em medio del bosque:

- ¿Abuela? -digo llamando antes de abrir la puerta, sin embargo, esta se abre y me encuentro con mi padre adentro- ¡Papá! -digo cariñosa, pero lo veo raro, así que le pregunto- ¿Por qué tienes los ojos tan grandes?

Papá nos observa muy, pero muy serio. ¿Habré hecho mal en traerlo? En realidad, se trata de un extraño... Aunque por lo general siempre nos enseñan de desconfiar de los mal-vestidos, gitanos o brujos, sin embargo, nunca enseñan de desconfiar de los nobles bien vestidos. O eso quise creer, para convencerme que no era malo que él me acompañara...

- Buenas tardes. -dice y ahora concentra toda su mirada en el sr. Black. No me gusta nada esa mirada tan seria en papá, y voy a intervenir cuando él me hace un ligero gesto, indicándome que permanezca callada, ¡y empieza a sonreír!- Soy Cesarius Lupin y agradezco mucho su favor.

No me alcanzo a relajar cuando percibo la venita que se levanta en la frente de papá, señal inequívoca cuando está muy enojado por algo.

- ¡No soy ninguna chica indefensa! ¡Sabéis bien papá la puntería que tengo! -exclamo sin saber qué hacer, ya que intuyo que la calma de ambos es sólo una aparencia.

- Creo que usted también está de acuerdo en eso. No dudo de que no sepa cuidarse ella sola, pero aun así me sentí responsable de acompañarla.

- ¡Y me ayudó mucho cargando este peso! -indico levantando mis brazos, para mostrarle la carne del reno- ¡Abuela! ¡Abuela! -empiezo a gritar, para que la única persona a quién papá obedece aparezca, ya que no quiero causarle mala impresión en mi nuevo conocido. Quizás ya sea tarde, pero aun quisiera contornar la situación:

- Madre ha ido a la aldea. -dice lacónico- Tú deberías hacer lo mismo.

- ¡Ahora no puedo! ¿Sabes que ayer nuevamente encontré sus huellas? Las pude seguir hasta el río, donde... -titubeo antes de continuar- su rastro desapareció por completo... Pero una vez que prepare esta carne, ¡volveré y encontraré a esa bestia que mató a Roxane! -Papá no me dice nada, sólo me observa. No me gusta que piense que sólo soy una chica torpe. ¡Algún día le demostraré que soy la mejor cazadora!

En mi emoción por convencerlo que aún no regresaré a la aldea, olvido al sr. Black. Y cuando lo recuerdo de pronto, me giro y le observo, sus ojos, de un verde brillante, me sostienen una mirada tan intensa que siento como mi rostro se enciende de rubor.

¡Padre no puede darse cuenta de esto!

- Por favor, sígueme, para que pueda guardar la carne. -digo mientras aprovecho mi delgadez para traspasar la barrera de mi padre y entro a la cabaña.

Lo primero que hago es quitar la pesada piel, ubicándola sobre un colgador de fierro en la pared. Luego desocupo la mesa, estirando otro cuero y entonces depositando arriba las lonjas de carne que cargaba. Me giro hacia el noble, y su postura me cohibe... Sin embargo, papá nos observa desde la puerta. Entonces hago a un lado ese "miedo" y me acerco, estirando los brazos para recibir sus lonjas de carne.

Terminado ésto, él no tendrá nada más que hacer y se irá. Pero, yo no quiero que se vaya. Por lo menos no antes de saber más sobre él:

- Lástima que no podré presentarte a mi abuela ahora... Tengo una corazonada de que ambos os gustarían mutuamente. -digo mientras distribuyo sus lonjas de carne sobre la mesa.

Spoiler:

La tensión se puede sentir en el aire, por lo que rebusco en mi cabeza algo para aliviarla. ¿Pero de qué puedo hablar? En general no soy de lo más parlanchina, que eso siempre fue la "tarea" de Lucy.

- No sé cuanto tardará la Abuela, pero eso no impide que vuelvas otro día, para que finalmente pueda presentarla. ¿Verdad papá?

- Valerie, el caballero debe ser alguien ocupado. ¿Para qué querrá venir a visitar unos simples aldeanos? -escucho sus palabras y casi se me forma un puchero en mi pera. ¿Por qué lo quiere echar de esa forma? Me desespero tanto que derribo una lonja de carne al piso.

- ¡No! -pero para evitar que parezca una histérica los ojos del Sr. Gmork Black, agrego sonriendo- En realidad sólo debo lavarla y no tendremos que desecharla.

Busco un cubo de agua y empiezo a lavarla ahí mismo, con miedo a parecer una chica tonta a sus ojos. De pronto... me doy cuenta que no había sentido esto antes: la necesidad de "aparecer bien" frente a otro. Con Pedro, nos conocemos desde pequeños, por lo que no hay secretos entre nosotros, sin embargo con Gmork... todo en él es un misterio para mí: desde sus ojos verdes, tan luminosos, hasta saber por qué ha decidido ensuciar un poco su traje para acompañar a una aldeana a su casa.

- Y usted... ¿a que se dedica? -su voz rasposa rompe el corto silencio, a lo que mi padre toma su hacha para contestar:

- Soy leñador. Corto maderas y las vendo para leños, muebles o lo que sea que me soliciten.

- ¡Papá es el mejor leñador de Marshovia! ¡Conoce el bosque como nadie! -exclamo llena de orgullo, y entonces se me ocurre- Vamos a almorzar ahora. ¿Quiere acompañarnos sr. Black? -y antes que responda, empiezo a cargar la pesada olla para el fuego, para calentar la sopa que mi abuela debe haber hecho.

- ¿El mejor?... a lo mejor decido contratarlo algún día.

- Papá quedará muy feliz en trabajar para un noble. ¿Verdad papá? -digo llena de ilusiones, tratando en vano de parecer una chica normal.

- Como usted diga, sr. Gmork. -dice mi padre sin muchas ganas, como por cumplir. Lo peor es que estoy tratando de impresionarlo, y pareciera que todo está saliendo al revés. Evito mirarlo, ya que no quiero ver una mueca de desagrado en su rostro ante mis desastres: Derribar carne al piso, derribar un poco de sopa al piso, derribar una cuchara al piso. ¿Qué me pasa?

- ¿Y Red? ¿Os ayuda en vuestra labor o simplemente se dedica a cazar y a las tareas del hogar?

- ¿Red? -ríe mi padre, por fin con su tono de voz alegre, pero no en el momento que yo deseaba- Mi hija se llama Valerie Lupin, y en la aldea le han apodado de "Caperucita Roja", pero es la primera vez que escucho "Red". -divertido, se da un poco la vuelta, por primera vez dándole la espalda a Black, mientras sigue burlándose de mí- ¿Desde cuando te llamas así, hija?

- Ya sabes que no me gusta que me llamen de Caperucita, papá. -digo entredientes, furiosa por la indiscreción de mi progenitor- Será Red quién cazará a la bestia que asesinó a Roxane.

Finalmente, empiezo a verter la sopa, de mala gana, pero a Black se la sirvo con cuidado sobre la mesa.

- Bueno, para responder su pregunta, mi hija Valerie no derriba árboles. Y se ha dedicado demasiado a actividades al aire libre como para tener tiempo para aprender las tareas del hogar con su madre, como lo hicieron mis otras hijas. -Toma la cuchara y empieza a comer.

Es cierto, no soy de lo más hacendosa, pero tampoco me muero de hambre. Voy a replicar cuando me la pienso mejor y decido callarme y comer cuanto antes. Pongo la primera cucharada en mi boca y sonrío. Al menos la sopa de mi abuela está deliciosa. Aún le faltaba calentar un poco, pero la prefiero así para no quemarme la boca. Atenta a que papá está concentrado en comer, me atrevo a observar al invitado, con esta curiosidad por saber qué está pensando tan novedosa en mí.

Me sorprendo al saber que no soy la única que se ha creado un apodo. Observo al noble y quizás se lo ha inventado para poder deambular en el bosque sin ser molestado por ser noble.

Claro que si así fuera, sus trajes lo delatan... No, debe ser otra la razón. ¡Que misterio este hombre!

- Está Deliciosa. -dice, y le sonrío. ¿Le repito que la sopa la hizo mi abuela y no yo? Mejor que no, ¿para qué, verdad? Por lo menos que algo de buena impresión le deje...

- Mi má tiene un toque especial para las comidas. -dice mi papá, lleno de orgullo. Yo suspiro, que no puedo tener control de todo. En verdad, no tengo control de nada...

Casi terminando la sopa, que soy rápida, me detengo ante su pregunta. Mis ojos se ponen vidriosos, pero tengo todos mis músculos en tensión, como si estuviera frente a frente a la bestia infame:

- Roxane ha sido la última víctima de la bestia feroz... Una chica joven, llena de vida y dulzura, mi... hermana... -contengo las lágrimas dentro de mis ojos, sin embargo, mi vista se vuelve borrosa.- ¡Y será la última porque yo misma me encargaré de quitarle la vida!

Mi corazón late a mil, ya que aún no puedo digerir que no tendré a Roxane en mi casa. ¿Será por eso que he abandonado la aldea? En todo caso, ahora abandono la cabaña, olvidando que debiera lavar los platos.

Por supuesto que no olvido mi arcaj con flechas.