Espadas de madera y muñecas de trapo [Flashback, Hans, Blanca, Seiyu y Noligma]

- ¡Bah! - Dijo el niño tirando la espada a un lado y volviéndose en dirección a la puerta. - Sois unas aburridas, no os necesito para divertirme. - Se detuvo a pocos pasos de esta y observó sus detalles gravados en la propia madera. No era un experto en arte, pero le resultaban agradables.

Desvió su atención entonces a una de las muñecas en la estantería, y en su pequeña y retorcida mente una idea afloró. Se volvió entonces hacia su espada y la recogió del suelo, para seguidamente acercarse a la estantería y recoger una de las muñecas. (La de Anna)

- ¡Já! - Gritó en dirección a las chicas. - Si no quieres ser la bruja, yo seré el villano. ¡Nunca me arrebataréis a mi presa! - Colocó la espada en el cuello de la muñeca, mientras pegaba su espalda a la puerta de entrada. - Un paso en falso y lo lamentaréis.

Al menos era bueno saber que contaba con el apoyo de Blanca. Realmente eso hizo sentir bien a Elsa, quien echaba de menos a su hermanita en esos momentos, y que lamentaba enormemente que para cuando esta fuese liberada de su confinamiento, ya no habría niños nuevos con los que jugar. La princesa de cabello platino apuró su mitad, y se limpió con los labios las manchas de chocolate que el relleno líquido de su interior habían dejado en sus dedos. Al menos ya no quemaban, ella se había encargado de enfriarlos disimuladamente…

- ¡Están deliciosos! Muchas gacias, Elsa. Me gustaría, pero ahora la perta está celada...-Asintió, mirando hacia la puerta. Lo que había dicho Hans era cierto, no podían volver a salir a los pasillos inmediatamente mientras la señorita Olsen estuviese en el cuarto de al lado, si no querían arriesgarse a un castigo peor; pero ella sabía que no hacía falta abandonar la estancia para divertirse con la nieve. La princesa de Arendelle miró otra vez por la gran ventana, sintiendo la añoranza hacia la libertad del exterior, cubierto por el suave y esponjoso manto blanco. Al menos tenía su… “Magia”. Elsa sonrió con complicidad a Blanca Nieves, anticipando en su mirada aquello que pensaba revelarle, su pequeño “secreto”. La princesita de M´Apple era su amiga, como así lo demostraba su enemistad común hacia el niño pelirrojo, y en cierto modo veía en ella a su ausente hermana. A Elsa le encantaba reírse y juguetear, aunque algunos años más tarde llegase a parecer lo contrario… Aún era pronto, y su inocencia la protegía de los miedos que mucho más adelante irían ganando terreno a una velocidad arrolladora. En ese momento, sólo era una niña feliz e ingenua y la magia era sinónimo de diversión y buenos momentos, en vez de desolación y de dolor. Siendo tan pequeña como era, no entendía que nada malo pudiese haber en su talento, hecho en exclusiva para su disfrute personal, y por lo tanto no era capaz de comprender que otras personas no lo viesen de la misma forma inocente que ella. Sólo era un juego de niños, ¿Qué daño podía hacer?

Lo sabía, lo sabía… Papá y mamá le decían a diario que no debía ser imprudente, pero no había nada de malo en jugar un ratito, ya que normalmente, tanto ella como Anna gustaban de divertirse infantilmente con aquellas habilidades que la mayor de las hermanas sabía que poseía desde que tenía su escaso uso de razón. Según los reyes, era así desde que nació. Pero tenían un problema…

-¡Bah! Sois unas aburridas, no os necesito para divertirme-Elsa no tenía ganas de compartir sus juegos con él, y se mordió el labio inferior lamentando que para ello tendría que dejar a la niña morena sin entretenimiento. Se sentía dividida, era como si no quisiese hablar sólo para que otro no la escuchase- ¡Já!-Dijo de pronto, mientras la rubia buscaba una alternativa. Estaba pensando que tal vez sería injusto privar al niño, cuando podría aliarse con Blanca Nieves para asediarlo a base de una guerra de bolas. En ese momento…-Si no quieres ser la bruja, yo seré el villano. ¡Nunca me arrebataréis a mi presa! Un paso en falso y lo lamentaréis. –Elsa se llevó las manos a la boca al ver como Hans había tomado su rehén en Holly, ¿Es que no se cansaba de hacer el tonto? Apretó los labios enfadada de que no desistiese en su intento de obligarlas a hacer lo que él quería. Era un maldito abusón y alguien debía darle una lección para que las dejase tranquilas. Bueno, pues ahora iba a enterarse de que más le valía no meterse con ella. Tocó el hombro de la princesita, agarrándola del bracito para que no resbalase y le guiñó un ojo. Dio un pisotón sobre la madera… El suelo se cubrió por una capa cristalizada de hielo bajo su zapatito azul, y se extendió con una velocidad vertiginosa hasta donde se hallaba el príncipe, resbalando bajo sus pies para que cayese sobre su propio trasero. Había aprendido que podía hacer eso hacía tan sólo un par de días atrás, y aún no había podido mostrárselo a Anna, debía perfecionarlo un poco más. Entonces, tirando de la mano de Blanca, ambas patinaron hasta donde estaba él y le arrebató tanto a la muñeca como la espada, dándole esta última a su amiga para que pudiese apuntar al príncipe, que acababa de convertirse en su improvisado prisionero. Elsa soltó una carcajada, satisfecha con el giro de los acontecimientos.

-¡Ríndete, Hans de las Islas del sur! ¡Hemos ganado nosotras! Eres muy torpe-Dijo a modo de burla.

Pronto estuvieron en las afueras de un gran castillo, solo ellos 3, malefica y los dos gemelos.
Ella los miro uno a uno
-cabellos negros... ya!
Naturalmente el obedecio y se cambio rapidamente el color de su pelo, su hermano simplemente ladeo la cabeza moviendo el pelo blanco.
Malefica lo miro unos segundos como si fuera a regañarle, pero de pronto dijo
-es verdad... tu ya no puedes hacerlo...
Malefica movió el dedo sobre la cabeza de su hermano y sus blancos cabellos se volvieron negros.

-recordar las normas, nada de magia... ¿entendido?, nada de reproches o de mal comportamiento... especialmente a ti jovencito
No pudo evitar sonreir cuando su madre lo señalo
-claro madre...
-claro madre...
respondieron al unisono, como era normal, no obstante el tono neutro de su hermano ya no compaginaba con el suyo, por lo que sonaba dispar.

-eso espero... vamos...

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Malefica entro en escena como siemopre y todo fue un caos soldados temblorosos que la escoltaron y silencio que se formo en la sala de reuniones... pero eso no improta pues los gemelos se quedaron en los jardines, al parecer no les querian dejar entrar... normal si tenian en cuenta con quien venia.
-no les dejeis estar con las princesas y principes ¡¿entendido?!
dijo alguien a el par de guardias que estaban en la puerta.

pero a el le daba igual, no necesitaba de los demas con su hermano.
-vamos a jugar a ver quien dice el peor insulto?!
-no tengo ganas...
-¿y quien crea la bola de fuego mas grande?
-madre nos prohibió hacer magia... y siempre ganas tu...
-¡¿y si jugamos a que somos dragones destruyendo una ciudad?!
-no tenemos maquetas.... y no puedes escupir fuego aquí... asi que no... ademas, no tengo ganas.
Su gemelo se sentó y el se sentó a su lado, durante un minuto estuvieron en un silencio incomodo
-¿te pasa algo hermano? ¿te noto algo raro?
su hermano le devolvió una mirada vacía pero confusa
-no te acuerdas hermano?... lo que... me hiciste?
de pronto se le hizo la luz y lo vio claro, lo que le habia hecho a su hermano.
-lo siento! yo no quería!
-hermano... yo...
-no quería quemar tu muñeco!
su hermano abrió mucho los ojos sorprendido
-no es eso...
-pero yo no quería hacerte daño! pensé que era uno de los míos!
su hermano ladeo la cabeza
-no... no lo recuerdas?
naturalmente pestañeo sorprendido
-¿recordar que? ¡ha! no, no recuerdo como era el muñeco, solo que ardía muy bien...
su hermano permaneció en alguna especie de trance o tal vez le ignoraba, en cualquier caso se levanto y dejo a su gemelo a solas ¡el quería divertirse!
entonces en los jardines mientras caminaba escucho gritos infantiles, dentro del castillo.
se levanto la camisa mirando a su mascota secreta
-tranquilo Stunki! conseguiremos nuevos amigos ¡muchos mejores que el idiota de mi hermano!

- ¡¿Pero qué es esto?! - Gritó mientras caía al suelo de forma aparatosa, soltando sorprendido las dos piezas que en sus manos guardaba. Palpó el suelo con los dedos, completamente dolorido. - "¿Hielo?" - Se preguntó sorprendido al sentir la humedad y el frio cubriendo la palma de sus manos. Sintió la presencia de ambas chicas cerca de él, había subestimado a la rubia por completo...

- Esto es trampa. - Mugió por lo bajo. - Has usado magia o algo para tirarme. - Le recriminó mientras se apoyaba como podía contra la puerta. Se le resbalaba el culo y estaba seguro que si se levantaba acabaría peor. - ¿Como lo has hecho? - Dijo con cierto deje de miedo en sus palabras. ¿De dónde había sacado aquel hielo.?

Off:

Anna volvió a mirar por la ventana, en un intento por escapar de la agonía que suponía tener el trasero pegado a ese incómodo pupitre, hecho para estudiar, naturalmente. Delante suya tenía algunas hojas de papel, y sobre una de sus manitas sostenía una cera de color rosado. Aún así, hacía rato que había dejado de prestar atención a las insufribles lecciones de la señorita Olsen, la cual la había apartado cruelmente de la puerta cuando pretendía saludar a Elsa. Ahora, su método de evasión era el exterior… Sonreía risueña mientras observaba el paisaje pintado de blanco, surcado eventualmente por alguna que otra mancha gris en el manto pálido de las nubes, o pájaros rezagados que cruzaban en cielo batiendo sus alas en un símbolo indudable de libertad. Una libertad que ella no tenía. La pequeña princesa alzó la cabeza entonces cuando algo inusual apareció en su campo de visión en los jardines, y casi sin quererlo empezó a dibujar lo que acababa de presenciar en el pergamino. El color salmón resultaba un poco raro en semejante garabato infantil, en el cual apenas se distinguían un par de palos y un círculo, sin embargo, antes de que Anna pudiese acabar su pequeña obra de arte, la malvada profesora se la arrebató, haciendo que una fea línea gruesa apareciese allá donde no había podido sujetarlo.

La princesita juntó las cejas y puso cara de inocente, pero eso no sirvió para mitigar la expresión severa de la mujer, cuyo rostro acababa de adquirir un tono lívido de ira.

-Con que esas tenemos, ¿No, pequeña Anna?-Espetó, agitando ante su nariz respingona el dibujo. En él podía verse claramente una figura femenina, con cuernos sobre la testa, cual demonio sacado de una pesadilla-Se lo diré a tu padre, para que vea en qué pierdes el tiempo en vez de estudiar-Le tenía manía, naturalmente. Lo dobló implacable, para después guardarlo en un bolsillo que había en su falda y señalar con un dedo acusador hacia una esquina-A partir de ahora considerate castigada-¡Ah! ¿Pero no lo estaba ya? La niña se bajó del pupitre y agradeció que el aire volviese a correr, no literalmente, por debajo de su vestidito verde, mientras caminaba patizamba hacia el lugar indicado, arrastrando los pies de mala gana. Tenía un aspecto taciturno, pero por dentro sonreía, ya que al menos estaría más cerca de la ventana y más lejos de esa bruja, que por cierto, no entendía el porqué se había enfadado tanto. Ni que la dibujada hubiese sido ella… Permaneció con las manos detrás de la espalda, balanceándose ligeramente mientras observaba como la recta mujer salía de la habitación, y se oía tras ella una llave cerrando la cerradura. Cuando fue consciente de que sus pasos sonaban lo suficientemente lejos, Anna se pegó de nuevo al cristal, riendo infantilmente como si fuese a hacer una travesura. Lamentablemente, la mujer con cuernos había desaparecido. ¡Pero había niños en el jardín! ¿No tenían frío? Eso era todo un espectáculo, sin duda alguna. La menor quería abrir la hoja triangular y gritarles algo sólo por la mera diversión de hacer algo “ilícito”, pero el picaporte estaba demasiado lejos de su alcance, por lo que se limitó a pegar la cara contra el cristal, estrujando la nariz y los mofletes hasta dejar una marca y empañamiento. Anna bizqueó y puso cara rara, mientras sacaba la lengua y babeaba todo, ¡Arg! ¡Estaba asqueroso! Se apartó y empezó a reírse sola, pensando en que cara pondría su hermana, para después dibujar una florecita con el dedo en el vapor que impregnaba el sílice, y cuando esta desapareció volvió a estrujar sus facciones como si así pudiese ver mejor. Su propia respiración volvía la superficie traslucida, y en ese momento pudo ver que sólo había un niño, ¿Es que si dejaba de mirar las cosas desaparecían? Juntó las cejas y entrecerró los ojos concentrándose en aquel punto bajo la ventana, aguantando la visión por si acaso le daba por esfumarse.


El rey de Arendelle permanecía sentado al final de la mesa, presidiéndola como el anfitrión que era, y junto a él se hallaba su joven esposa, con aquella expresión sosegada de la que siempre hacía gala. Tras ellos se observaba un imponente retrato de ambos agarrados del brazo, entre un par de tapices que representaban la primavera y el invierno, símbolo inequívoco de su realeza, a pesar de no ser esa la pintura habitual. Hacía tan sólo un par de días que había ordenado mover la estampa de la familia real con las jóvenes princesas a la sala de los cuadros, con motivo de la visita de la hermana de la reina, además de otros representantes de otras casas reales de importancia para Arendelle.

A pesar de haber pasado ya cuatro años, la monarca del reino del sol y su esposo aún no habían logrado superar la desaparición de su pequeña Rapunzel, razón de más por la que este había decidido apartar de su vista el lienzo, y de paso a sus niñas, pues no deseaba hacer sentir a su cuñada peor de lo que ya estaba. En especial, porque sabía que si veía a Anna, que debía tener la edad de la princesa desaparecida, las lágrimas volverían a aparecer en sus ojos verdes. Se había encargado de ordenar a la servidumbre que sus hijas permaneciesen apartadas de las visitas tanto tiempo como estas se alargasen.

El rey miró de soslayo a los reyes del reino del sol, mientras se echaba hacia atrás el flequillo rubio oscuro. A su izquierda, los dirigentes de las Islas del Sur exponían sus tratados comerciales, y justo enfrente se encontraba el monarca de M´Apple.

-Esas rutas comerciales no nos son convenientes-Decretó, señalando en un mapa su reino, y arrastrando el dedo por él hasta llegar a las susodichas islas sureñas-Se dice que por esta zona-Dibujó un círculo-Está infestada de piratas, y sería una gran pérdida de excedentes de los cuales no puedo prescindir. Ya sufrimos un ataque hace tan sólo una semana, y nuestro buque insignia fue secuestrado. No hemos vuelto a saber de él y temo que ahora sea usado para atacar otros navíos desprevenidos-Claro que por tierra, los negocios con ellos eran completamente inviables. Miró a su cuñada, consciente de que los cargamentos de pólvora que venían del reino del sol, navegaban por aguas mucho más seguras al ser una distancia menor-Tal vez deberíamos…

Tres golpes certeros sonaron en la puerta, haciendo que apartase de su visión el mapa para mirar hacia esta. Había dejado bien claro que no quería interrupciones de ningún tipo mientras se hallase reunido, ya que era una muestra de falta de respecto enorme hacia sus invitados, pero sabía que no se le notificaría de nada que no fuese estrictamente necesario. Se incorporó de la silla y se apoyó contra la mesa, al tiempo que su mujer también se erguía preocupada. El rey torció el gesto, algo molesto.

-Adelante-Dijo con voz alta y clara, revelando la imponencia que le correspondía como señor de sus tierras.


Así si era divertido, sin duda alguna. Elsa sonrió feliz al ver como Blanca Nieves se hacía cargo de la espadita y apuntaba a Hans con ella, y pensó que al fin habían encontrado un entretenimiento que pudiese satisfacerlas a ambas, sintiéndose orgullosa de que la balanza se hubiese equilibrado a su favor. Le gustaba compartir su don, era algo bonito y agradable, y en ese momento de su infancia, pasárselo bien era prácticamente lo primero. Así de paso, le bajaba los humos al príncipe.
Oyó unos pasos en el pasillo entonces, y se puso alerta, ¿Y si la institutriz entraba en el dormitorio y los descubría? Entonces sí que se habrían metido en un buen lío... Pero para su alivio, oyó como los apresurados pasos se perdían con el eco hasta ser un leve susurro que terminó por mitigarse. ¿Por donde iban? ¡Ah, sí!

- Si no oponéis risistencia, ¡os dejaremos con vida!-Dijo la pequeña, haciendo que Elsa quisiese meterse también en el papel.

-¡No eres rival para nosotras! El bien siempre triunfa-O al menos, eso decían los cuentos que le leían antes de dormir. Pero ahora, la acusación de este le resultó molesta, incluso ofensiva-¡No es trampa!-Protestó, cruzándose de brazos para proteger así a Holly del alcance del villano. Ahora que lo pensaba, no tendría que haberse aprovechado de su magia para hacer eso, era como ponerse a su nivel, pero era tarde para detractarse, ¿O no?. En el fondo, se lo tenía bien merecido-Los malos siempre pierden-Le recordó al príncipe, con suficiencia infantil, ajena a todo-Tonto…-Tiró de su parpado inferior hacia abajo y le sacó la lengua-Además, ¿Qué te hace pensar que he sido yo?-Miró cómplice a la morena, guiñándole otra vez un ojo azul-Igual es que tenemos… Goteras, ¡Si, eso es! Te has resbalado tu solito, no culpes a los demás de tener los pies de trapo-Se rió-¿A qué quieres jugar ahora, Blanca?-Preguntó entonces, pues ya había quedado claro que habían ganado.

Noligma miro y finalmente determino que las voces provenían del segundo piso
¡¿como se atrevían a jugar sin el?! su madre se enfado cuando no la invitaron a esta reunión, y Noligma recíprocamente imito el gesto de enfadarse con aquellos niños que osaban divertirse sin el.

pero tenia que entrar... y los soldados no le iban a dejar entrar.
-y no puedo usar magia.... perfecto...
Sonrió al pensar en su travesura mientras sus dedos se volvían garras al acercarse a el muro.
no había nadie fuera del castillo y nadie miraría hacia el muro, por lo que nadie podría ver a ese chiquillo escalar como un insecto o un reptil aquel muro casi recto.

Ese muro era una escalera comparado con las viejas y húmedas piedras del castillo negro, la montaña prohibida era un muro lleno de piedras mojadas y resbaladizas y de las cuales algunas se desprenden... aquel muro recto y con fisuras entre piedra y piedra en una misma secuencia era un juego de niños.

pronto alcanzo un balcón y se encaramo a el sin dudarlo. una vez en el guardo sus garras y se encamino para entrar, la pestillera se abrió a su paso y el sonriente entro... no obstante estaba confundido, hay solo había una niña pequeña con dos trenzas que lo miraba muy sorprendida.
Se había equivocado de cuarto.
Noligma dudo pero enseguida compuso su gesto de educación inculcado a base de fusta y se inclino levemente.

- lady ¿podría decirme donde esta el cuarto de juegos?

las puertas se abrieron y una rafaga de viento se extendio por toda la sala, y todas las velas, candelabros y incluso la hoguera de la chimenea quedaron reducidos a leves brsas y brillos pequeños.
oscureciendo la sala casi de improvisto.

una alta figura del color de la mas negra noche se presento ante la sala entrando con su figura negra esbelta y aparentemente indefensa apoyada en un cayado.
Altos cuernos adornaban su cabeza, de forma que casi todos supieron enseguida la identidad de esta sombra.
sus ropajes oscuros parecian moverse con vid propia bajo el viento efecto que se rompio cuando se cerro la puerta detras de ella.
la luz volvio temblando con el regreso de algunas llamas, pero aun asi habia mucha menos luz que antes de que la gran Malefica entrara en escena.

-Saludos mis señores, siento la tardanza, he de suponer que se ha retrazado mi invitacion a tan llamativa reunion.

naturalmente el silencio fue su respuesta inicial pero si alguien tendria que decir algo seria el anfitrion.
a pesar del silencio Malefica pudo escuchar los murmullos que sonaban por toda la sala, tanto de su persona como de su oscura reputacion.

naturalmente un cuerbo entro por una ventana y se poso en el hombro de su ama, y permanecio en silencio mientras ella lo acariciaba.

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Off:

Seguía con la cara pegada contra la ventana, con una expresión de lo más ridícula y cómica, estrujando los labios y la nariz hasta parecer un cerdito rosado. El niño había desaparecido de su campo de visión, a pesar de que ella no había apartado la mirada en ningún momento. De todos modos no la incomodaba estar así, pues el cristal mostraba una temperatura agradable, en comparación con el calor sofocante que manaba de la chimenea, con la intención de caldear la estancia. Una cara apareció tras el umbral de pronto, y la princesa dio un gritito, cayendo sobre su propio trasero. Corrió para esconderse detrás del pupitre cuando la pestillera cedió y una presencia apareció en la sala de estudio, a través de la ventana con una naturalidad que la dejó pasmada. Permaneció escondida unos segundos, el tiempo suficiente para decidir por su cuenta que no había peligro alguno. Ya de pequeña, era una temeraria sin remedio.

-¡Whoa!-Dijo, saliendo de detrás de su escondite. Parpadeó un par de veces, abriendo mucho sus grandes ojos azules y la boca con gesto sorprendido. Soltó lentamente el aire-¿Cómo haz hecho eso?-Preguntó, alzando las manos al cielo alegremente, a pesar de los modales corteses del niño. Ella era muy pequeña como para saber cuando estaba siendo educada y cuando no-Esta en el pasillo. Los demás juegan allí, ¡Hay muchos!-Informó. Sacudió su cabecita pelirroja, sin ningún mechón blanco todavía en sus cabellos trenzados-No podemos abirla-Dijo trabajosamente al intentar pronunciar la maldita “R”. Señaló la puerta con el dedo índice, a la cual se acercó alegremente hasta la puerta, alzándose de puntillas para tirar del picaporte hacia abajo. Tuvo que saltar un par de veces hasta que finalmente logró alcanzarlo a causa de su corta estatura, y tirar de él hacia abajo. Naturalmente no cedió-Ella se llevó la llave y me ha dejado castigada aqui-Se apoyó contra el dintel y resbaló intencionadamente hacia el suelo, donde se cruzó de brazos, con cara de fastidio.


Y cuando esperaba que el mayordomo o cualquier soldado abriese la hoja para informarle de las anomalías que precedían a aquellos golpes sobre la madera, esta se despegó con violencia, no saliendo disparada únicamente porque los goznes estaban bien sujetos al marco de la misma. Parecía que una tempestad hubiese estado aguardando tras ella, recorriendo los pasillos con su fustigar tormentoso, arrasando con violenta fuerza dentro de la sala de reuniones. El frío acarició la espina dorsal del rey de forma implacable, mientras se giraba hacia su esposa para evitar que esta cayese al suelo.
La luz que habían proporcionado los candelabros, estratégicamente colocados, se había esfumado por completo, dejando como único vestigio de su anterior existencia el humo que danzaba sinuosamente desde la mecha apagada. Incluso la chimenea se había consumido casi del todo, vertiendo un rastro de ceniza sobre la alfombra y escasas hondas de calor residual que manaba de los rescoldos que habían resistido la fuerza del viento, los cuales luchaban por alzarse de nuevo, aunque débilmente.

-¿Pero qué…?-Comenzó a decir el monarca de Arendelle, aún apoyado contra la mesa. Se irguió con regia dignidad, sin soltar el brazo de la reina, hasta asegurarse de que esta no iba a caer, y fugazmente, voló la vista para corroborar que sus invitados estaban también ilesos. Después, por puro instinto, sus ojos verdes quedaron clavados en la puerta… El rey llevó de forma inconsciente su mano hacia la empuñadura de la espada que colgaba de su cinto, la cual era un mero adorno de su atuendo que no estaba diseñado para el combate por su finura y tamaño. Pero era lo que tenía a mano ante una amenaza desconocida… Que resultó no ser tal cuando la escasa luz iluminó las facciones marcadas de aquella mujer de tez verdosa y labios rebosantes de sensualidad. Sus ojos, a pesar de la lejanía, se intuían del color del oro viejo, como un par de monedas capaces de hacer rico a cualquiera; pero su atuendo oscuro e insinuante no servía para esconder el peligro intrínseco en su propia naturaleza, que se acentuaba con el tocado de su testa, y la vara dorada en la cual se apoyaba. El rey se agachó fortuitamente cuando un ave entró volando por uno de los ventanales, que se había abierto a causa de la violencia del viento, y se posó majestuoso sobre el hombro de su dueña.

Ella.

No necesitaba presentación, pues el rey sabía de sobra quien era, a pesar de no haberla visto en su vida. No en vano era a esa mujer a quien se atribuía la maldición que ahora pendía sobre la princesa de Grim, y que había llevado a los gobernantes de este país a prender en llamas a todas las ruecas de la comarca.

Suspiró hondamente, manteniendo la calma ante todo. No era buena idea hacer enfadar a una hechicera cuya fama atravesaba fronteras tan fácilmente, y menos a sabiendas de que su sola presencia ponía en peligro a todos los infantes reales que ese día ocupaban el palacio de Arendelle. ¿Por qué no la habían detenido los guardias? No estaba loco, por lo que sabia que tratar de amenazarla sería la peor de sus alternativas. Se irguió completamente e hizo una escueta reverencia: Lo suficiente inclinada como para mostrar respeto, pero no tanto como para revelar sumisión. A fin de cuentas, ese era su reino, y si dejaba que el miedo se revelase en él, se estaría poniendo una enorme diana en la frente, que resultase llamativa a ojos de otros potenciales enemigos con políticas expansivas que les tuviesen en el punto de mira. Su mujer lo imitó, entendiendo en su leguaje corporal la tensión, y ambos miraron intensamente a la recién llegada.

-Saludos mis señores, siento la tardanza, he de suponer que se ha retrazado mi invitacion a tan llamativa reunion.

-Lo lamento, no contabamos con que a la gran Maléfica le interesasen unos rutinarios tratados comerciales-Dijo con tranquilidad, empleando un tono conciliador que sirviese para aplacar una posible reacción adversa por parte de sus otros invitados-Confío en que no suponga un mayor inconveniente-Se apartó de su posición inicial y tiró de una silla que había al lado contrario en el que se hallaba su esposa, justo a su izquierda, jugando a un juego bastante peligroso con ello, pero, ¿Qué alternativa tenía? Sabía que semejante ofrecimiento podría resultar ofensivo a los otros reyes, y por eso se sentía entre la espada y la pared. Pero el sentido común era más fuerte, y confiaba que los otros huéspedes entendiesen su punto de vista. Todos ellos tenían hijos, salvo sus cuñados, y no querrían sufrir por ellos-¿Sois tan amable de tomar asiento? El mayordomo traerá enseguida unos refrigerios, pues supongo que después de tan largo viaje deseará refrescar su garganta. Así podremos seguir con los negocios cuanto antes.

- ¿Goteras? - Preguntó mientras arañaba la superficie congelada sobre la que se encontraba. - Esto no son goteras. ¡Esto es hielo! - Objetó mientras se aferraba al mango de la puerta, en un intento por levantar su cuerpo. Nunca había visto que el suelo de una sala se congelara de forma instantánea, mucho menos sin que hubiera una sola ventana abierta.

- ¿Como lo has hecho? - Preguntó con un tono que con el que no podía ocultar su preocupación e interés. - ¿Puedes congelar las cosas? - Estaba pegado a la pared de espaldas, intentando acomodar todo su peso sobre aquella superficie no congelada.

- ¡Enséñame como lo has hecho!- Dijo de forma autoritaria. El quería hacerlo también, el quería poseer aquel poder, domarlo a su propia voluntad y utilizadlo contra quienes se interpusieran en su camino... y sus hermanos.

Elsa:

-Sí-Coincidió Elsa, pensando que su mayor problema sería no caerse de culo como Hans. La habitación tenía gran parte del suelo cubierto por la capa de resbalosa que casi era total, a pesar de fundirse al llegar a los extremos más opuestos del dormitorio donde las princesitas compartían sus sueños nocturnos. Rió al pensar en ello, y se apresuró a deslizarse por la nieve hacia un arcón que había en la otra punta, caminando normalmente al terminarse el hielo bajo sus pies. Abrió la tapa de madera oscura con intrincados adornos morados, y sacó de su interior un par de botitas hechas de cuero, y revestidas en su interior por algún tipo de pelo animal. Se apresuró a volver a su posición original para tendérselas a la niña-Esto es para que no te resbales-Informó, mientras se las ofrecía amablemente. Eran suyas, pero Elsa estaba segura de que no iba a perder pie en su propia magia, y a Blanca le irían mejor. Claro que igual le quedaban grandes al ser más pequeña, pero las de Anna seguro que le venían demasiado estrechas-¿Te ayudo a ponértelas? Son muy cómodas y calentitas-Preguntó sonriente. Como un abrazo cálido. Pero de nuevo, al voz del principito era un zumbido irritante que entraba por sus oídos, como una mosca molesta rondando a su alrededor con afán de molestarla con su vuelo zumbante. Elsa arrugó la nariz como si estuviese oliendo algo desagradable-No, claro que no puedo-Dijo, intentando fingir una sorpresa que no era capaz de controlar, pues sus labios se curvaban hacia arriba revelando demasiadas cosas, entre ellas la felicidad de sentirse mejor que ese cretino-Hace mucho frío y hay goteras-Insistió, ladeando el torso para señalar hacia la ventana, donde la tormenta nevada seguía incansable, ajena a lo que se desarrollase allí dentro, con una tranquilidad sosegada y embelesadora que brillaba de blanco. La princesa Elsa se frotó los bracitos como si de verdad hiciese una temperatura especialmente insoportable, a pesar de estar dentro de un caldeado hogar. Pero no se cansaba, ¿Ahora le daba órdenes? Estúpido matón de turno…-¡Te he dicho que no puedo!-Bramó, enfadada, tentada e lanzarle una bola de hielo a la boca sólo para que se callase y las dejase tranquilas.

Off Hans:

Naturalmente sonrío con complicidad a la joven

-aja.. muchos?! mejor!...
el niño sonrio mientras se acercaba a la puerta
-tranquila, estas pertas cuestan mucho que se cierren, muchas veces se abren solas.
y efectivamente debía ser verdad, pues al acercarse, esta se abrió sola, no obstante había alguien al otro lado... aunque solo podría verlo el.
Se detuvo al ver la figura de su hermano, solo que con agujeros sanguinolentos en vez de ojos, y gusto de odio y rencor.

...estas aqui...

el joven alzo los hombros y traspaso al espectro como si no fuera mas que humo, la joven anna aun sorprendida por lo de la uertatambien lo traspaso como si nada, ni parecia verlo... asi que su madre tenia razn... era una ilucion, una pesadilla que lo perseguia. pero no habia que hacerle caso.

-por donde es? guiame aver si jugamos a algo divertido!!!

...no...puedes esconderte... de...mi....

-¿a que soleis jugar por aqui?

Anna se levantó del suelo, impulsando sus manos sobre la moqueta y haciendo ondear su faldita verde como si fuese una bandera, colocando los brazos en su espalda y balanceándose con los talones.

-¡Sí!-Afirmó alegremente ante su sonrisa-¡Muchos, muchos!-Lo observó con creciente curiosidad. Era mayor, más que Elsa, que en esos momentos era su referente, y a su lado la princesita se veía pequeña. Bastó que unos escasos centímetros separasen al chico de la puerta para que esta cediese sin apenas esfuerzo, como si hubiese sido abierta desde fuera. Soltó un gritito y se escondió detrás de él, temiendo que la señorita Olsen hubiese regresado y fuese a reprenderla severamente por no encontrarla en el rincón de castigo. Anna se inclinó hacia un lado, para ver que en el hueco vacío de la puerta no había absolutamente nada. Se llevó los dedos a los labios, mientras estos dibujaban una O de incredulidad. ¡Si hacía tan sólo unos momentos estaba cerrada! Se rió feliz y contenta por ese descubrimiento, y lo siguió con paso alegre-¿Cómo la has abieto?-Preguntó. Ella no era tan escéptica en lo referente a lo sobrenatural, y cualquier cosa que se saliese de lo normal para cualquier otra persona, la niña lo veía como un aliciente para la diversión, como lo que hacía Elsa-¡Dímelo! ¡Pofa, pofa, pofa!-Le agarró de la parte superior de la ropa y tironeó de ella, como hacía cada vez que pretendía obligar a su hermana a que “hiciese la magia”. Hizo un pucherito con los labios, como método extra de persuasión. Eso siempre funcionaba-¡Si! ¡Juguemos!-Dijo, soltándole, y corriendo a su alrededor con los brazos extendidos. Se detuvo en seco al ver que ni su hermana ni los otros dos niños que había visto antes se hallaban en el pasillo, y ahora lo que tenían delante era un corredor vacío y desértico-Ummm. Solemos haced muñecos de nieve-Contestó orgullosa, parándose en seco y poniendo las manos sobre su cinturita, mirándolo con gesto travieso-¿Sabes haced muñecos de nieve?-Preguntó esperanzada. De pronto oyó voces provenientes de su habitación, a pocos metros de ellos, y Anna corrió hasta allí, pegando la oreja contra la madera blanca de la puerta. Se rió y se agachó sin pudor alguno en el suelo, observando por la rendija a duras penas lo que había en el interior. Gritó de júbilo y se levantó de golpe, enganchándose en el lazo que llevaba atado detrás del vestido-¡Hay muchos! ¡Son seis niños! Los he contado yo solita-Se jactó, contenta de creerse un hacha en matémáticas, sin saber que había confundido el número de pies con el de pares. Lamentablemente el picaporte seguía estando demasiado alto para una niña tan pequeña como ella, que aún le faltaban unos centímetros de más para poder tener la altura deseada. Miró al niño con gesto cómplice, viendo en él su nuevo método de abrir puertas a partir de ese momento-Had lo de antes-Le pidió entusiasmada-Y podemos jugar los nueve juntos-Je, no había nadie en ese palacio que supiese contar mejor que Anna de Arendelle.

- Ha... - Hans observó como la niña se le acercaba amenazante. ¿Osaba alzar su propia espada contra él? - Deja eso, puedes hacerte daño. Las niñas como tú no juegan con espadas. - Le recriminó, recordando las constantes reprimendas que las criadas daban a sus hijas. La punta de esta se le clavó en el pecho, no le dolía, pero era algo realmente molesto.

Alargó la mano y agarró a la pequeña de la muñeca, tirando de ella para pegarla a él. - Ahora veras, lo que es ser un terrorífico hombre de hielo. - Se impulsó con el cuerpo en dirección a la bruja, mientras sujetaba la espada que portaba la pequeña. Apuntaba con su filo a la niña, sonriendo de forma maliciosa ante la perspectiva de descubrir el secreto de su poder. - Soy el hombre de las nieves y no tengo rival en mi elemento. Ríndete ahora y arrodíllate ante mí.

Ya se acercaba demasiado y veía que cada vez iba mas rápido. - Esto... - Bajó la espada de forma abrupta, cambiando la expresión de su rostro a una mas sorprendida. - No... ¡No puedo frenar!

Se tapó la boca con las manos al observar a la pequeña, atacando valientemente al monstruo de las nieves, y de pronto todo volvió a ser un juego de niños. Como si la habitación fuese los páramos helados de la montaña, y sus ropitas de abrigo, vigorosas prendas de cuero animal. Le recordaba a los cuentos que relataban las aventuras y desventuras de los cazadores de la montaña, y aunque hubiese preferido desarrollar ese tipo de entretenimientos en el jardín, por la cantidad de lugares donde podrían esconderse, rió feliz y empezó a patinar hacia la princesa guerrera con sus zapatitos azules, entreteniéndose en una estantería para coger lo que parecía ser una varita de juguete, y así poder tener ella también un “arma” con la que defenderse.

Hans no era precisamente colaborativo, y otra vez empezó a hacer de las suyas para arruinar la diversión que tanto les había costado construir a ambas niñas con su juego de brutos. Agarró a la pequeña y empezó a arrastrarla, arrancando de Elsa una expresión irritada. No estaba siendo una buena anfitriona, y no quería recibir una reprimenda por ello. Que Blanca Nieves se llevase una buena impresión era responsabilidad suya, pero Elsa no tenia la culpa de que el principito hubiese decidido ensañarse con ellas dos. Estaba empezando a enfadarse de verdad con aquel pedazo de mendrugo.

-¡Así no queremos jugar! ¡Déjala monstruo!-Le gritó, pues la ponía furiosa el no poder desarrollar sus juegos con toda tranquilidad del mundo. Estúpido aguafiestas-¡Blanca Nieves!-La llamó con fuerza, como si eso sirviese para que esta pudiese liberarse-¡En las espinillas! ¡O písale un pie!-El muy lerdo, haciendo gala de su inestabilidad sobre el hielo, ahora patinaba hacia ella con Blanca como rehén, con la amenaza intrínseca de un choque frontal que podría llegar a ser bastante doloroso. Si el se hacía daño le daba igual, pero era sus responsabilidad evitar que la niña sufriese algún tipo de lesión. A fin de cuentas era su amiga, como Anna, ¿Eso la convertía también en su hermana? ¡Mejor aún! Así tendrían a alguien más para jugar y compartir sus juguetes, además de a quien poder invitar en sus cumpleaños, en donde la presencia de otras niñas de su edad brillaba por su ausencia. Ese pensamiento la hacía feliz, sin embargo, tanto Blanca Nieves, el príncipe y ella iban a terminar chocando de forma irremediable si no hacían nada para impedirlo-¡Parad!-Gritó, pero parecía inútil, por lo que en un acto de desespero, alzó las manos y un montículo de nieve apareció en el punto concreto en el que ambos príncipes se deslizaban hacia su trayectoria, frenando así el golpe con una mullida almohada improvisada. Aquello ya había ido demasiado lejos. La princesa rubia se acercó al montículo y de un empellón, apartó a Hans para poner a salvo a Blanca, con la ira relampagueándole en sus ojos claros, de la misma forma que lo habría hecho con una hermana-¡Imbécil!-Se agachó y tomó un poco de la nieve, entregándosela a la niña en sus manos, previendo lo que haría a continuación. Ahora podrían vengarse juntas. Aquello era oficialmente la guerra, y estaba preparada para contraatacar de forma abierta. Frotó sus yemas hasta que un leve destello azul hizo aparecer una bola similar en su palma, sin dejar de apretar los labios con gesto contrariado-¿No querías nieve?-Le preguntó-¡Pues vas a tener toda la del mundo! ¡Sufre la ira de las princesas de la Nieve!-Y acto seguido le lanzó la bola que no logró a acertarle en la cara, sino que se estrelló contra su hombro. Pero el semblante de Elsa había cambiado, ya no reflejaba enfado, sino una mueca picaresca que venía precedida por una risita jovial-¡A cubierto, Blanca! ¡Pelea de bolas!


Harold de las Islas del sur se sentía indignado por el trascurso de los acontecimientos tan imprevistos. Aquel día de negociaciones, que tan fructífero le había parecido en un primer momento al tener pendientes de cierre tres importantes tratos, se había ido irremediablemente al traste por culpa del rey Akdar, el anfitrión. Su intención inicial, además de los tratados comerciales, había sido pactar dos fructíferos compromisos que asegurasen el bienestar de dos de sus hijos, razón por la cual se había empeñado en llevarlos a todos ellos a aquella ciudad resguardada por las montañas y el mar. Tenía trece bocas que alimentar, y sólo una con el derecho sobre las Islas del sur, y la presencia de los representantes de M´Apple y Arendelle, cada uno con su respectiva heredera, era una oportunidad que no podía dejar pasar bajo ningún concepto. Sin embargo, su colega de Arendelle había desestimado su petición, negándose a tratarla siquiera, alegando que su hija era aún demasiado joven para comprometerse. ¡Sería hipócrita! Harald sabía de sobra que la princesa menor ya tenía arreglado su compromiso con el chico de Lindert, y era bastante menor que su hermana, por lo cual supo que su negativa no era más que una excusa para no estrechar lazos con él. Pero el tenía tres tratos en mente… Y eso quitaba de un plumazo uno de ellos, dejándolo con dos. Su segunda idea seguía siendo otro potencial compromiso con la pequeña Blanca Nieves. Si no salía ese día con dos futuras bodas, confiaba en que al menos el rey de las manzanas fuese más comprensivo al respecto y cediese, pues M´Apple tenía mucho más que ofrecer a sus hijos que aquel puertucho escondido, entre otras cosas la abundancia de sus cosechas del fruto rojo. Pero para ello tendría que tratarlo con el a solas, por lo que había decidido esperar.
El tercero había caído por la borda también, pues el estúpido rey de Arendelle tampoco consideraba apropiada una alianza comercial, lo cual terminaba de hacerle ver que la diplomacia con él estaba abocada al fracaso. Sus palabras corteses enmascaraban un rechazo intrínseco hacia cualquier tipo de vinculación… Y eso lo enfurecía, pues el monarca de las islas del sur estaba más que acostumbrado a salirse con la suya.

Por desgracia, la cosa iba a torcerse aún más, aunque para su alegría, arrastraría a los demás con él.

La llegada de Maléfica había sumido la estancia en un silencio sepulcral y frío, pero el mantuvo su talante orgulloso, desafiando con la mirada a Akdar de Arendelle por su atrevimiento. ¿Osaba sentar a una bruja en la misma mesa que su regia persona? ¿Cómo se atrevía? Buscó el apoyo en los otros monarcas, más no halló nada que le indicase que contaba con su incondicional conformidad para manifestar su desacuerdo. ¿Cobardía? Tal vez. Sus ojos verdes reflejaban el ultraje que sentía con semejante ofensa, sintiendo que tener que tolerar tal despropósito era una invitación directa a declarar la guerra al reino anfitrión. Adkar era un cobarde si no se atrevía a lanzar a sus guardias contra aquella pérfida mujer, lo cual ponía en tela de juicio su valentía como gobernante, y abría una brecha en una remota política expansiva que tenía en mente.

Clavó entonces su mirada en la reina Idunn, que permanecía serena al lado de su esposo, con su porte sosegado y prudente. Con ella solía entenderse mejor, aunque hacía ya cinco años que sólo mantenían un discreto contacto por carta y su amistad se había enfriado notablemente. Como si se hubiese dado cuenta de ello, la reina de Arendelle apartó la vista de su marido y bajó los párpados con deliberada lentitud.

Bajo su aspecto de doncella frágil y callada, se escondía una mujer tenaz y decidida, cuyo lema se enroscaba en torno a la más infinita paciencia. Idunn ya había afrontado otro tipo de crisis reales antes, y esta vez no iba a ser una excepción, aunque el peligro que les acechaba era bastante difícil de sortear. No tenía ni idea de cómo aquella mujer había llegado hasta su palacio, ni que oscuras intenciones albergaba. Debido a su historial, no podía tratarse de nada bueno, por ello las palabras debían ser elegidas con la precisión de un cirujano a fin de no despertar la ira intempestiva de su nueva “invitada de honor”. La mujer acercó su mano hasta sus labios y carraspeó, llamando al mayordomo de forma bien audible. Este apareció tras el umbral a una velocidad impropia, deteniéndose sólo al contemplar a la nueva acompañante de los reyes, y tragando saliva de forma sonora. Por suerte, Kai era un hombre bastante discreto y profesional.

-¿Sí, alteza?

-Por favor, Kai-Comenzó la reina educadamente-¿Serías tan amable de pedirle a Gerda que traiga un poco de chocolate caliente para nuestra huésped?-Juntó las manos sobre su regazo, procurando que su voz tranquila no llegase a vacilar ni un ápice-Hace un tiempo horrible fuera, y estoy convencida de que querrá entrar en calor-El chocolate, además del hielo, era uno de los productos estrellas de su reino. Pero también era algo más… En el lenguaje secreto de la reina, significaba “niñas”, aunque sabía de sobra que Kai entendería a la perfección su orden silenciosa. Gerda acudiría con la bebida, mientras el se encargaba de buscar a todos y cada uno de los infantes que ese día jugaban en palacio, y los pondría en un lugar seguro, pues desconocía las intenciones de Maléfica. Pero no sería fácil, pues esta vez no se trataba sólo de un par de princesitas traviesas, sino de otros catorce niños más-Apresúrate, no queremos hacerla esperar-Finalizó, asintiéndo con la cabeza cuando este hizo su marcada reverencia hasta que su ganchuda nariz casi rozó su oronda barriga, y después se marchaba.

Off:

El niño que esperaba en la puerta pronto encontro algo extraño, un sonido que no habia escuchado nunca, era un sonido extraño para el pero tambien algo que latio en su corazon,. algo que no habia vuelto a pasar desde aquello.
El sonido procedia del interior del castillo, pero tambien habia otro fuera, se dirigio a el origen del ultimo y vio una extraña escena.
un hombre de armadura y armado golpeaba una especie de esfera de cuero pasandosela a un joven que emitia ese sonido, finalmente lo reconocio como risa, pero no era iguala las de su padre, eran risas de alegria compañerismo y una fuerte union entre ambos.
-enrique, golpea con todas tus fuerzas.
-si padre!
el niño golpeo con sus pies descalsos la pelota haciendo que votara mas o menos lejos, su padre se rio.
-algun dia votaras tu pelota muy lejos...
-¡Y tu estras en ese momento padre!
-claro que si hijo!... anda mira hay tienes un amiguito... no, espera, es un joven lord.
el niño se volvio y le miro, por un momento lo miro extrañado
al parecer sus ropas limpias y distinguidas lo diferenciaban de aquel joven mugriento y sin apenas ropas.
-enrique, quedate hay hasta que vuelva, voy a llevar al joven lord con los demas...
el joven sintio como el hombre con armadura y incluso arma se hacercaba, pero no tuvo miedo, ya no tenia de eso.
-vamos chaval, te llevare con los demas
-si señor...

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naturalmente la cortesia no se hiso de esperar por parte de quien presidia esa reunion.
-Lo lamento, no contabamos con que a la gran Maléfica le interesasen unos rutinarios tratados comerciales, Confío en que no suponga un mayor inconveniente.
-lo comprendo, pero no lo comparto, sinceramente... si me importan los caminos comerciales, pues parecen olvidar que la montaña prohibida regula los caminos comerciales a grim.
Aquello era cierto, los caminos por tierra, estan bordeando durante dias la montaña o por emdio de costosos barcos para navergar por el rio a veces bastante poco profundo.

-a no ser que quieran hacerlo por barco, les beneficiaria que les permitiera el paso sin incidentes.... cobrando una parte claro.

-¿Serías tan amable de pedirle a Gerda que traiga un poco de chocolate caliente para nuestra huésped? Hace un tiempo horrible fuera, y estoy convencida de que querrá entrar en calor

malefica sonrio en cierta forma gentil a la mujer
-gracias querida, los hombres muchas veces olvidan lo que es la cortecia...

Malefica se sento deliberdadamente en un sitio alejado del rresto pero a la vez lo bastante cerca y visible para no ser obviada.

-no se detengan por mi, ¡que prosiga la fiesta y la charla! yo solo sere una mas.
finalmente el mayordomo trajo el chocolate, malefica no tenia ese alimento en alta estima, pero no seria tan descortes de no aceptar su cortecia, ademas esos ineptos no apartarian la mano de sus armas hasta que no hubiera comido.

Era creencia popular que cuando alguien come de la mesa de un rey, la traicion por cualquiera de las partes acaeseria en una maldicion que llevaria a la desdicha y la muerte temprana.

Malefica no creia en esos cuentos, pero devia admitir que normalmente solia haber algo de verdad en los cuentos.

-muñecos de nieve?... nieve...

(¿que demonios es la nieve? ¿sera algún tipo de madera para hacer títeres?)

el joven sacudió la cabeza
-yo tengo un par hechos... bueno los hacia mi hermano, a el se le daba mejor que a mi manejar los, yo aun me lió con las cuerdas.

finalmente llegaron ante una puerta, no obstante esta no se abrió ante el joven, quien miro a la "nada" donde el fantasma le observaba con sus cuencas vacías

"no soy tu portero... no te abriré mas puertas..."

pero el joven no se enfado sino que sabia lo que tenia que hacer
-esta puerta es mala... pero tranquila stunky la abrirá... ¡vamos Stunky!
de repente un titere asomo la cabeza de debajo de la camisa del joven y como si estuviera vivo se dejo caer al suelo donde se despatarro como cualquier otro objeto inanimado, antes de levantarse lentamente y avanzar hacia la puerta
-¡ábrenos Stunky!
el muñeco empezó a escalar por el marco de la puerta hasta llegar al cerrojo, donde medio la mano dentro de la cerradura, hasta que se oyó un ligero "click"
la puerta se abrió, un trabajo limpio, si no fuera por que la mano no se soltó y se quedo suspendido en el aire colgando del cerrojo, no protesto ni se sacudió, simplemente quedo colgando como un objeto normal sin vida.
-¡buen trabajo, anda ya te ayudo!
el joven cogió al muñeco y volvió a meterlo bajo la camisa, se volvio a anna y se llevo un dedo a los labios
-ssssssssshhhhh!! nadie debe saber que stunky salio de casa sin permiso, guardame el secreto...

Anna se llevó mas manos a las mejillas y tiró hacia abajo, en un gesto bastante cómico.

-No es mala, es mi habitación-Contestó con el orgullo de saber algo que él no. Resopló con sorpresa al ver aparecer aquel pequeño juguete, y pensó ingenuamente que ahora también podría jugar con el a las casitas. Holly, su muñequita de trapo, debería estar dentro de la habitación, esperando a su nuevo “amigo”… Y sus ideas no hicieron más que cobrar fuerza cuando este comenzó a moverse. La princesita no pensó que se tratase de un espectáculo siniestro, pues estaba demasiado ensimismada viéndolo trepar siguiendo las órdenes del niño, y se sintió algo envidiosa de que su insulsa Holly no hiciese nada de eso. Ahora ya no podría fanfarronear-¡Ohhhh!-Exclamó-¡Si! ¡Me encantan los se…sed….secdetos!-Rió con complicidad, dándo una vuelta sobre sí misma-Aunque… ¡Jugarás conmigo a las casitas!-Sentenció, cruzándose de brazos y deteniéndose delante de él con una mueca traviesa. Y sin esperar una respuesta afirmativa o negativa, saltó y empujó la puerta con las manos. Esta cedió sin problemas ante su embiste, y Anna muy pronto se vio patinando por el suelo-¡Bieeeeeeeeeen!-Dio un traspiés y cayó de culo, deslizandose sobre sus propias posaderas, y entretanto pudo localizar el foco de diversión que por desgracia, había empezado sin ella-¡Elsa! ¡Elsa! ¡Elsa!-Llamó cantarina a su hermana. Después de varios intentos fallidos, colocando las manos en el suelo logró ponerse de pie y lanzarse sobre la mullida montañita de nieve que había en el centro del cuarto, esparciéndolo a su alrededor y lanzándola por los aires, mientras dibujaba arcos con el movimiento de sus brazo-¡Mira quien ha venido!-Señaló al niño que la había sacado del dormitorio-Es…-La princesita se dio cuenta de que no tenía ni idea de cómo se llamaba ese muchacho. Arrugó los labios, la nariz y entonces, cambiando el semblante por uno feliz y alegre, informó-¡Es Stunky!-Volvió a lanzar los fríos copos por los aires-¿Quién va ganando? ¡Oh! ¿Quiénes son?-Inquirió, mirando alternativa al joven pelirrojo y a la niña morena. Por un momento, empezó a sentir los celos de creerse sustituida, pero sonrió, convencida de que su hermana jamás haría eso. Anna se sacudió la nieve del vestido e hizo una reverencia-Yo soy Anna~.


Akdar de Arendelle torció el gesto, pero no medió palabra mientras ella hablaba. Honestamente, si el monarca Stefano de Grim no se hallaba ese día presente en la reunión, era porque no interesaba establecer lazos con un reino que en cierto modo, se consideraba maldito. El era ajeno a que algún día, temores similares lo obligarían a llevar a cabo una conducta paranoica como la quema compulsiva de ruecas, cerrando las puertas del palacio a todos por decreto real.

Pero curiosamente la causa de sus recelos comerciales se hallaba allí, en su propio salón, tomando asiento en la zona más alejada en un exilio voluntario que le resultó sospechoso. Por suerte, la mujer de tez verdosa no opuso ningún rechazo a su hospitalidad, y con una calma peligrosa y tensa, los invitó a proseguir. Akdar se aclaró la garganta, pero para su sorpresa, fue Carl quien retomó las riendas de la conversación.

- Pues quisiera saber por qué el reino de Southern Isles ha aumentado el valor de sus vinos, siendo que no han pasado por ninguno período de sequía u otra razón que pudiera haberles aumentado el costo-El rey sureño casi se atragantó con su propia saliva al verse de pronto el blanco de la charla, y entrecerró los ojos para fulminar con ellos al dirigente de M´Apple. ¿Era eso una encerrona? ¿Contra él? ¿Cómo se atrevían?

-Es cierto-Asintió con cautela, empleando un tono parsimonioso y monocorde-Sin embargo comprenderéis que la calidad de los vinos que producen mis tierras es inigualable, y hemos considerado oportuno ese pequeño cambio en el valor-Apostilló con prepotencia. La espinita clavada de saber que en Marshovia había una casa de vinos mejor que la suya sólo hacía aumentar su resentimiento hacia dicho reino, hermanado de algún modo con M´Apple. No había venido a discutir la relación calidad precio cuando sabía que no podría ganar, por lo que optó en escudarse tras la dureza y mordacidad que lo caracterizaban como gobernante de sus tierras-No entiendo las quejas al respecto de algo que vale lo que cuesta-Alzó una ceja, provocador. No había pensado que M´Apple fuese un hueso duro de roer, lo cual era una clara revelación de que si quería llegar a un acuerdo con él, tendría que negociar fieramente. También estaba el hecho de que no quería quedar en mal lugar delante de la bruja.

Off:

¡Pero que niñas más impertinentes! Primero la bruja incitaba a su prisionera a que lo dañase a traición, y ahora la tomaban con él a base de golpes con nieve.

El proyectil de Blanca Nieves le acercó justo en la frente, dejándolo medio aturdido por lo repentino del mismo, y para que negarlo, por el frío. De un manotazo se quitó los restos de la bola que se habían quedado pegados a sus pestañas y ahora mojaban su casaca azul al derretirse. ¿Con que la guerra eh?

-Está bien-Dijo él, altivo y presuntuoso-En ese caso tendré que eliminaros a las dos-Sonrió perfidamente-No puedo permitir que conozcáis mi secreto-Agregó para hacerse el interesante. La verdad es que no había secreto alguno, pero estaba harto de la desventaja que siempre lo rodeaba. Se sentía casi como humillado, pero ellas acababan de entrar en un terreno que les venía grande-Las mujeres no saben jugar a las peleas. Perderéis de todos modos-Y se agachó. Suerte que el era más mayor y más listo, y con sus manos empezó a hacer una bola gigante, demasiado voluminosa como para que pudiese levantarla con facilidad, haciendo gala de esa faceta tan bruta que solía atribuírsele a los críos. Trabajosamente, el principito de Southerns Isles tiró de la bola hacia arriba, sujetándola por debajo para que no se desmoronase, pensando en la mejor forma de lanzarla contra las niñas, visiblemente divertido. En realidad era la primera vez que jugaba con alguien. Sus hermanos, en el mejor de los casos, siempre lo excluían de todas sus actividades al considerarlo un renacuajo piojoso, pues él siempre sería el pequeño, ya que el que estaba por encima de él tenía cuatro años más. Por supuesto, el no se juntaba con los hijos de la plebe, porque era un príncipe. Además, todavía le dolía el hecho de que dos de sus hermanos se hubiesen llevado tres años fingiendo que no existía, y por un momento, sentía que aquello iba con el y nadie lo excluiría.

Una mancha naranja y verde pasó a su lado, haciendolo tambalearse, mientras se arrojaba contra la montaña de nieve, volviendo a salpicarlo. ¿Qué demonios…? Otra mocosa. Hasta Hans sabía que cuando las hormigas atacaban a un saltamontes en número podían llegar a ser letales, a pesar de doblarlas en tamaño.

-Niña-Dijo con enfado-Es de mala educación entrar sin llamar-Rebufó, molesto, a pesar de no ser un buen predicador con el ejemplo. Le molestaba porque no había podido lanzar su bola, y esta empezaba a entumecerle los dedos, por no hablar de que aquella cría iba a quitarle la atención de Blanca y Elsa. Miró entonces hacia la puerta, y se sorprendió entonces al ver a un chaval de su edad. Vaya, eso si que no lo esperaba, entonces la balanza empezaba a equilibrarse…

-¡Anna!-Exclamó la rubia. Desde luego, cada día se sorprendía más por lo inquieta que era su hermanita, siempre buscando la mejor forma de meterse en líos. Elsa guió a Blanca hasta ella, pues quería presentársela, mientras se preguntaba como habría escapado de su confinamiento. Sólo por eso después le esperaría una buena bronca, y aunque estaba feliz por tenerla cerca, no quería incitarla a hacer más travesuras-Ella es Blanca Nieves-Dio un paso hacia atrás, para que ambas pudiesen verse mejor, mientras dudaba si presentarle o no al príncipe maleducado-Es de M´Apple-Confió, aunque sabía que su hermana era demasiado pequeña para entender donde se hallaba ese reino-Está aqui de visita, si quieres podemos jugar las tres...- Sugirió, mientras esta reverenciaba a la princesa de cabellos de ébano-¿Stunki? ¿Quién es Stunki?-Miró hacia el umbral-Oh…-Desde la lejanía apenas si era capaz de discernir sus rasgos, pero teniendo en cuenta la cantidad de príncipes que ese día los visitaban, bien podría ser uno de los hermanos de Hans. Genial, si no podían con uno… ¿Cómo iban a tratar con otro de esos príncipes sureños?-Encantada, Stunki-Dijo quedamente y con cautela, tirando edcadamente de los extremos de su faldita azul como le habían inculcado. Que nombre tan raro para un príncipe-¿Vas a pasar?

el joven siguió a la niña que como un tornado entro en una habitación sin mas.
No obstante antes de entrar se detuvo por que sintio que su hermano lo observaba
-anda... tienes un gemelo amiguito... bueno te dejo con el vale, debo volver a mi posición.
un soldado había traído a su hermano hasta hay, el cual ahora lo miraba para sin duda incomodarlo, no decía nada, no hacia nada.
-yo voy a entrar, tu has lo que quieras

Cuando entro enseguida se detuvo para ver el lugar, inundado de algo blanco que no reconocía, era extraño, y peor todo parecía bastante frió.

enseguida comprendió que habían mencionado a stunki y lo habían confundido con el, pero no le dio importancia, no le das importancia al nombre, cuando no lo tienes.

-El placer es el mismo mi señora.

fue entonces cuando su gemelo apareció a su lado y miro adentro aunque en su rostro no se veía sorpresa alguna si que miraba a la nieve.

el joven fruncio el gesto al ver que cogían esa cosa blanca y hacían bolas con ella.

-mi hermano y yo esperamos no interrumpir... lo que esten haciendo...
y ambos entraron sin saber como acabaría esa aventura

Anna le sacó la lengua al niño pelirrojo, mirándolo con cara de pocos amigos.

-Soy una Lady, no una niña-Le respondió con enojo. Al menos así se había dirigido Stunki a ella antes, y ella pensó que se trataba de algo positivo-¡Blanca, Blanca, Blanca!-Canturreó Anna, mirándola mejor, acortandole el nombre pues completo le parecía demasiado largo. Anna no tenía muy buena memoria para los apelativos, por eso sabía que si lo repetía mas veces, le sería complicado olvidarlo-¿Te gustan las muñecas?-Preguntó. Señaló con el dedo la casita que había en la esquina, una replica en miniatura del palacio de Arendelle en el cual no cabían las grandes figuras de trapo. Un mero adorno con el que jugar cuando el tiempo de fuera no fuese propicio-¡A mi si!-Dio una vuelta sobre sí misma, riéndose-¡Juguemos, juguemos!-Se rió-¡Entra Stunki!-Y miró hacia la puerta. Pudo entrever otra silueta, y pensó que tal vez veía doble hasta que se percató de que era una copia de su nuevo amigo-¡OOOOOOhhhhhh! ¡Veo doble!-Patinó hacia ellos, dibujando círculos a su alrededor, invadiendo el espacio vital del nuevo muchacho sin ningún tipo de pudor, analizando con la mirada cuanto se parecían-¡Ala!-Se apartó, contenta-¡Siiii! ¡Niños contra niñas!-¿Cómo no lo había pensado antes? Anna se fijó mentalmente y se dio cuenta de que eran pares, por lo que tomó posición junto a Blanca Nieves y su hermana, colocándose los bracitos en la cintura-¿Podemos? ¿Podemos? ¡Oh, pofa, decid que siiii!