Down the Rabbit Hole (Cheshire + libre)

¿Por qué todo el mundo lo despertaba de su siesta? El gato no lograría entenderlo jamás, ¿tan divertido era? La pareja de patoscinas (pato+bocina) pasó haciendo ese ruido tan molesto que se te metía en las orejas, tímpanos, oídos y todas esas cosas que tuviera uno ahí dentro. El gato azulado ya no pudo volver a coger el sueño así que se quedó allí, en la rama de su árbol, más aburrido que una ostra. Entonces se acordó del cuento de los Tweedles, realmente trágico, sí pero... le había entrado hambre.

Cheshire iba a bajar de su árbol cuando el Conejo Blanco pasó a toda prisa, mirando apresuradamente su reloj, ¿otra vez tarde? ¿es que nunca aprendería? El gato chasqueó la lengua y se ocultó tras su forma vaporea pues los gritos de una niñita había escuchado. En cuanto vio esa cabellera rubia no cayó en la cuenta, no era muy dado a recordar caras.

- ¿Qué te pasa, niñita? -preguntó con intriga aún en su forma vaporea por lo que la muchacha no podría verle.

Al gato le encantaba confundir a la gente que pasaba por allí, bien, gente o animales, todos valían para caer en las garras del engaño, era tan divertido...

La chiquilla más que desorientada parecía estar buscando algo o incluso a alguien, ¿Dinah? ¿quién diablos era Dinah? Cheshire negó en su mundo de vapor y, en cuanto la muchacha rubia empezó a estirar la mano para tocarle, él se apartó enseguida, ¿acaso no sabía que no le gustaba que le tocaran o qué?- No me toques, niña -espetó el gato mientras su cabeza aparecía mágicamente ante la chiquilla de rubios cabellos- No sé quién es esa Dinah de la que hablas pero te aseguro de que el conejo no la tiene -confirmó mientras daba vueltas al rededor del cuerpo de la joven.

Aquello le estaba resultando bastante aburrido, básicamente porque ella ni siquiera se había asustado de que alguien le hablara desde el más allá, de que alguien le susurrara cosas al oído sin siquiera verlo ella, decidme, ¿era eso normal? Ya os respondo yo, no, no lo era.

Al final el gato dejó verse entero ante los ojos de la muchacha, parecía inofensiva, debilucha, como una hierba- ¿Y tú quién eres, niña? -preguntó no sin cierto tono de curiosidad antes de posarse sobre una de las ramas de su árbol favorito, el cual ahora era su casa.

Encojo la mano, asustada ya que la sombra del gato fantasma me lo prohibe:

- No os iba a hacer daño... -digo insegura, mientras su cabeza se materializa, como por arte de magia, sin embargo, de su cuerpo, ¡nada!

- No sé quién es esa Dinah de la que hablas pero te aseguro de que el conejo no la tiene.

- ¿Conejo? ¿Has visto el conejo blanco? ¿El que tiene un bonito reloj en su chaquetita? -olvido que no compreendo lo que veo, que la cabeza del gato empieza a girar alrededor mío, y pregunto sin parar por el conejo blanco.

- ¿Y tú quién eres, niña?

Detengo mis preguntas, ya que los ojos misteriosos del gato me hacen una pregunta que... no sé contestar...

- Podrías preguntarme por Matemáticas o por Lenguaje, pero me preguntas quién soy... -Una parte de mi cabeza sabe perfectamente como me llamo, sin embargo, hay otra parte que realmente está perdida- Mi madre y mis hermanas me llaman Alicia Kingsley... -y flexiono mis rodillas, para hacer una reverencia graciosa. Mejor que la que hace Mabel, en todo caso.- Pero aquí nada de eso importa...

Me acerco a la rama donde el gato descansa, sin querer imitándolo, ya que doy unas vueltas antes de quedar frente a él.

¿Que no le iba a hacer daño? Eso era de lo que menos le importaba al gato, para ser sinceros. Simplemente, nadie le tocaba, él no era el típico gato mascota que uno cebaba de comida y lo tenía todos los días durmiendo y persiguiendo un ovillo de lana, además de peinarle y acariciarle sin cesar. No, no. Cheshire no era de esos, ni por asomo.

¡Lo sabía!, pensó el gato azul cuando la niña comentó lo del conejo- ¿El Conejo Blanco dices? ¿Andas siguiendo a ese despistado? -preguntó antes de soltar una inútil carcajada. Nadie seguía a ese conejo, estaba obsesionado con su reloj, ni siquiera se daba cuenta de que estaba parado, qué bobo.

- Si te quisiera preguntar por Matemáticas o por Lenguaje me aburriría, niña estúpida -dijo Cheshire chasqueando la lengua, a esa juventud le quedaba mucho por aprender- Un momento... eres... ¿eres Alicia? -preguntó sorprendido el gato, que tomó una posición más seria y formal. No podía ser ella, ¿Alicia? ¿la niña que tenía que proteger? Pero... ¡si ni siquiera era alguien importante! Cheshire maldijo una y otra vez a esa estúpida oruga azul.

Cheshire se quedó mirando los movimientos de ella con atención, mira que era rara.