La voz del mar (Ariel + Libre)

Lugar: Costa.

No lo creía posible, pero finalmente vuelvo a ser libre. Miro con anhelo el mar, ya que de momento no pertenezco a ninguna tripulación al "perder" mi puesto de contramaestre en el Revenge... Pero lo recuperaré, una vez que compreenda qué fue lo que pasó para que todos me olvidaran y, de alguna forma, el tiempo retrocediera, sé que podré volver y regresar mis amigos a la normalidad.

Mientras tanto...

Mientras tanto debo resignarme a volver a ser un animal de tierra. Podría incluso aprovechar de averiguar más sobre ése reino distante llamado Equestria, desde dónde en teoría vengo... Lo raro es que la voz "que me llama" no proviene de los campos sino que es la del mar, por lo que mis pasos me tienen aqui en la playa, con las botas en la mano, caminando por la arena.

Miro como las olas revientan en la orilla, con esa espuma blanca que suena raro al deshacerse cuando se seca. El mar está bravo, como si tuviera personalidad y estuviera enojado. Las olas van y vienen como si fueran una bestia enjaulada... Y las marcas de las cadenas aún visibles en mis puños me recuerdan la opresión de las jaulas.

El viento está algo frío, señal inequívoca de la llegada del otoño, pero el ejercicio de caminar, hundiendo mis pies cerca de la orilla húmeda, me da calor, por lo que en cierta forma agradezco la fría brisa marina.

Spoiler:

El sol brilla, como si la naturaleza sonriera por tan lindo día. ¿Es una ironía? No... simplemente significa que la vida sigue su curso, sin importar qué tan solo uno se pueda sentir. Ni siquiera un grano de arena está tan solo como yo, ya que está acompañado de sus similares...

Y así voy dejando mis huellas de humano por la arena, avanzando... En realidad, alejándome cada vez más del puerto. Como medida de precaución, en realidad...

De pronto, me fijo que hay algo entremedio de las espumas del mar. No, ¡alguien! Corro en su dirección, para ver si aún vive. Miro al horizonte y no veo ningún destrozo de barco, tampoco en los alrededores, sólo esa persona de largos cabellos rojos. Si viene de un naufragio, está muy lejos de dónde fue.

- ¿Estás bien? -pregunto antes de arrodillarme- ¿Estás herida? -¡Que raro! Es una chica! ¡Y sin ropa! ¿Es miedo lo que veo en sus ojos? -No os haré daño. -agrego para tranquilizarla.

Pues, quizás ella se tranquilizaría si se pudiera cubrir... Rápidamente me quito la camisa y se la paso:

- Cúbrete... que hace frío. -digo mientras froto mis manos, ya que eso de ser caballeroso no es muy inteligente con la fría brisa marina.

Aun estaba la sirenita concentrada en su nueva apariencia, moviendo de apoco esos dedos ajenos que debería reconocer como propios a partir de ahora. Despacio, uno a la vez, disfrutando la sensación. Era la primera vez, quería recordarla con gusto más tarde.

Tal vez por semejante concentración no sintió que alguien se acercaba, hasta que fue muy tarde. Su primer impulso fue mostrar ligeramente los dientes, no de forma amenazadora sino más bien asustada, como un animalillo atrapado. Recordemos que la chica sigue siendo medio pez.

"Es solo un humano, Ariel, no te asustes, tonta". –Pues se ve como humano, pero huele raro, ¿no crees? –"Un poco…"

Sí, algo raro. Olía a sal, normal tomando en cuenta donde estaban, y olía como los humanos que había visto a lo lejos tiempo atrás. Pero por debajo había otro, diferente, algo salvaje. Ariel no pudo reconocerlo, y eso la asustaba un poco. Como sirena hubiese sentido curiosidad por supuesto, pero así, sin su poder… Era diferente.

Asintió y negó ante sus preguntas, deseosa por poder hablar. Esta definitivamente era su primera prueba, para ver si era capaz de comunicarse un poco sin su voz. Sonrió al sentir la tela sobre sus hombros. Vaya, hasta ese momento no había notado el frío propio de la estación y del sitio donde estaban. Se sintió como una sirena de agua dulce, que eran incapaces de aguantar como Mermaid manda el frío del mar. ¡Qué vergüenza!

Moduló un sencillo gracias, disfrutando de la fuente de calor mientras olisqueaba disimuladamente la prenda. El aroma allí era algo más concentrado, pero seguía siendo demasiado lejano.

Off: Podrías identificar el olor después, en la mansión a la que vas. ¡De seguro la gente noble tiene establos!

La chica parece entenderme, pues mueve su cabeza ante cada una de mis preguntas, de forma coherente: ¿Estás bien? Dijo que si. ¿Estás herida? Dijo que no. Y se ve bien, y su piel no aparenta heridas.

Sin embargo, ¿por qué no habla nada? Mientras ella se cubre, me sonríe, y de pronto se me ocurre que quizás ella es extranjera. Entonces estrujo mi memoria por las diferentes palabras que aprendí en los 7 mares:

- ¿Parlas francé? ¿Habulas eshpañol? ¿Doishtt? -pero ni una sola palabra de respuesta de ella. Doy un resoplido, confundido por no poder comunicarme con la náufraga. ¿Viene de más lejos? -¿Cuál es el nombre del barco que naufragó? -pregunto tratando de decifrar de dónde viene, pero doy un nuevo resoplido al fijarme que si ella no me entiende, no puede responderme...

Pero no podemos detenernos todo el día aqui, que mi piel ya se ha puesto de gallina, y la de las piernas de la chica también. ¡Son éstos los momentos en que hecho de menos cuando mi cuerpo de poney sólo pasaba frío cuando había nieve!

- Pues... debemos encontrarte un refugio...- Y ropas, que quiero mi camisa de vuelta ahora.- Por lo menos hasta que encontremos a alguien que hable tu idioma, para que puedas regresar a tu reino.

Quizás lo que la tiene sin habla es el trauma... Sobrevivir una tragedia puede causar un shock en cualquier persona:

- Mira, lo importante es que sobreviviste, así que ahora vamos a una posada que conozco en el puerto. Le pediremos un vestido a la posadera... ¿Te gusta el verde? -le pregunto, siguiendo mi costumbre de no pensar antes de abrir la boca, pero cuando termino la frase hago una mueca enojado- ¡Deveras que no me entiendes! -Me levanto, para que vayamos luego a la posada, pero me fijo que ella sigue allí, sentada en la arena- ¿No quieres ir a la posada?

Off: Me parece bien

Si hubiese podido hablar, lo único que saldría de sus labios sería un simple: ¿Ah? Realmente no tenía ni idea de qué diantres le decía el extraño, cosa que reflejaba su expresión. Pero, es natural que no entienda. Ella es sirena, ¡creció jugando con peces! Solo oía a los humanos de los barcos más cercanos a Marshovia, esas palabras extrañas no formaban parte de su vocabulario.

¿Qué barco? ¿Se hundió uno antes de hacer el trato? –“No recuerdo ninguno, el mar estaba bravo, pero no olimos la sangre ni nada…”. Cierto, nada de sangre. Todos saben que cuando hay tormentas el mar se tiñe de rojo, pues muchas sirenas se dan sus festines con los pobres náufragos, con la excusa de que morirían de todas formas. Así no te dicen nada por hundir barcos sin permiso.

Negó, por el asunto del barco, intentando que el comprendiese que ella no venía de ninguno. Enserio, hizo la mímica del barco y todo, para terminar indicándose a sí misma y un simple “no”. ¿Naufraga ella? Por favor, ella estaba al otro lado, esperando la cena.

Tal vez debería mostrarle que no puedo hablar, sigue pensando que no le entiendo. –“Nah, ya se dará cuenta solo. Pero la parte del refugio es buena, necesitamos practicar en un sitio seguro esto de ser humana”.

El extraño humano con olor igual de raro siguió su chachara, mientras Ariel intentaba seguir su ritmo. ¿Posada?¡¿Qué era eso?! Pues fuese lo que fuese, debía ser importante, para que él quisiera llevarla allí. Pero, ¿cómo se iba a levantar? El humano lo hace con tanta agilidad… que la sirenita sintió envidia.

Se miró las piernas, miró al hombre. Y luego asintió. Intentó ponerse en pie, volteando cual bebé dando sus primeros pasos, aunque menos adorable claro. E igual que ellos, terminó de vuelta en la arena, piernas una para cada lado y una mueca de enfado en su rostro. Volvió a intentarlo una segunda y hasta una tercera vez. Nada, siguió cayendo. Al parecer sus piernas nuevas no podían sostener el peso de su cuerpo erguido. “Solo es la primera vez, cuando tengas más practica podrás mantenerte en pie tranquilamente”.

¿Y hasta entonces? Necesitaría ayuda, definitivamente. No podía ir gateando hasta donde se supone que debían ir. Miró al humano, algo suplicante. Si quería sacarla de la arena, tendría que prestarle un hombro, que ella sola no podía. Hasta alzó los brazos.

- ¡Bien, vamos! -respondo cuando me indica con su cabeza que sí, ella está de acuerdo a que vayamos a la posada. Momento... ¿ella me entiende entonces? La miro confundido, porque ella aún no ha emitido siquiera un sonido hasta ahora.

Espero que se levante, pero ella se posiciona de una forma rara: Gira su cintura y apoya sus manos en la arena. Entonces sus piernas no le responden y ella termina sentada en la arena:

- ¿Estás segura que estás bien? -pregunto, pero ella me mira enojada, y vuelve a tratar de levantarse. Lo malo es por un segundo su mirada enojada en algo me recuerda a una cierta mirada asesina... Una de una sirena, que me perdonó la vida por una razón de la que aún no sé mucho... "¡No, no puede ser!" Me río de mi imaginación tan fértil, que inventa conexiones imposibles, ya que según lo que aprendí, ¡una sirena no puede tener piernas de día!

Pero la chica no logra levantarse. Me acerco y le reviso las piernas, sin encontrar heridas ni contusiones:

- ¿Sientes ésto? -pregunto tocándole el dedo gordo del pie.

Ella se ve normal, pero... algo le impide de caminar. Suelto un resoplido, pensando qué tan lejos estamos del puerto y de la posada. Y suelto el resoplido porque se me está ocurriendo sólo una forma de llevarla...

- Ten, sujeta mis botas. -le digo cuando levanta los brazos. Entonces me arrodillo y la tomo en brazos- No eres muy pesada, pero igual no aguantaré cargarte hasta la posada. -le aviso. ¿Qué haremos más adelante? Algo se nos tendrá que ocurrir.

Sonrió sin poder evitarlo. El mero toque del humano le había causado cosquillas. ¡Qué curioso! Claro que la risa no se oyó, solo el aire saliendo demasiado rápido de su boca.
Se preguntó si siempre sentiría las mismas cosquillas nada más rozaran su piel. Ojala que no, porque al mismo tiempo era incomodo no oír lo que deberías: Una risa, de esas intensas, carcajadas casi. Sería mucho más divertido.

Ariel imitó el resoplido del humano, logrando que el mechón libre de su cabello se moviese. También estaba frustrada, ¿bueno? ¡Su primer día entre humanos estaba resultando ser un desastre! No podía hablar, no podía moverse con libertad… Nada. Y una duda la asaltó. Si nadie la entendía, ¿Cómo iba a sobrevivir en ese mundo extraño?

Tomó las botas que le pasaba el extraño, mirándolas con curiosidad. ¿Para que servían? Una vez estuvo en brazos del extraño, llevó esas cosas raras a su pecho y se permitió olerlo de forma disimulada aprovechando la nueva cercanía. Sí, contrario a otros humanos, no olía para nada bien. Olía casi a prohibido, pero no de ese que te dan más ganas de comer, no. Ese que hasta te da miedo tocar.

Asintió ante sus palabras. Esperaba claro tener algo más de fuerzas una vez salieran de la playa rumbo a ese sitio, posada. Ariel sabía que la ayuda del extraño no sería eterna y tendría que cuidarse sola, por lo que necesitaría estar bien y poder moverse con tranquilidad. Sobre todo porque en caso de peligro no tendría nada con qué defenderse, solo sus piernas para correr en dirección contraria. Piernas que además no sirven.

Volvió a imitar el sonidito del humano, mirando ahora sus piernas nuevas. Tan lindas y tan inútiles…

Negó. Sirena tonta. Si seguía así seguro terminaba volviendo al mar y ahí… bueno, no podía volver. Que se la comían las otras sirenas seguro. Miró el mar con algo de melancolía. Estaba dejando algo tan importante atrás. Tal vez debí dar otra cosa, en lugar de mi voz. No tendría que estar en brazos de un extraño incapaz de comunicarse. Mejor dejaba también de mirar el mar. Mejor concentrar su atención en el extraño. Sin saber que otra cosa hacer, intentó modular un: ¿Y quién eres tu? A ver si la entendían.

Avanzamos a buen paso, y el ejercicio me ha quitado el frío, pero me tiene intrigado que la chica no haya dicho UNA sola palabra hasta ahora. Por un segundo se me ocurre la idea de soltarla, para que grite, pero desecho la idea con la misma velocidad: ¿Desde cuándo soy cruel? En todo caso, no tendría por qué hacerse daño en la arena...

Y entonces, observo como ella... ¡Momento! ¿Ella está oliendo mis botas? ¡Dios mío, qué vergüenza! El cuero hace muy poco que se secó luego de varias horas en el mar, unido a mi olor, no debe ser nada bueno... ¡La chica ha puesto cara de asco!

Dejo de mirarla y quedo con el cuello torcido por mirar el mar, sólo el mar. El mar... mi hogar está por allá, entremedio de las olas, pero ya no soy bienvenido. Doy un resoplido... Pero me sorprendo de ver que la chica hace mi mismo gesto:



Encontrar a alguien "semejante" a mí, aunque sólo sea por un gesto, me hace empezar a reír. No llego a las carcajadas, pero me siento mucho más liviano, hasta con las fuerzas renovadas para seguir cargándola hasta el puerto. Por lo menos ya falta menos.

Entonces, me fijo que ella está moviendo la boca. Me acerco y no escucho nada pero ella sigue repitiendo el movimiento: Kie n ere tuuu.

- ¿Quién eres tú? -digo repitiendo sus movimientos, añadiendo la voz que nunca me cuesta que salga. Ella asiente sonriendo, por lo que le contesto de forma automática- Soy Paul, soy el contram... Olvídalo, siempre digo tonterías...

Camino evitando mirar a la chica, que no me gusta que me vean sufrir. Entonces una gaviota pasa volando y me distrae de mis tristes pensamientos, regresando a la realidad de que estoy cargando una chica que no puede hablar, no puede caminar, y más encima tiene a un compañero de viaje huraño.

- Perdona... No la he pasado muy bien, pero, como decía, soy Paul. Viví varios años en el mar... -¡Otra vez lo mismo! ¡Piensa algo mejor para decir! ¿O quieres llorar delante de una chica?- Pero... conozco bien el puerto y el bosque. ¿Tú eres? -pregunto y mis ojos se van directo a sus labios. Ojalá que pueda entender lo que trate de decir.

Paul, dice él, el contram de algo. Nada más. Ariel se sintió extraña ante el silencio, como si ahora ambos fueran mudos. También deseó comprender a qué se refiere su extraño compañero. ¿Serían todos los humanos así de raros? Esperaba que no, o nunca podrían comprenderse.

Volvió a hablar. Al parecer solo tenía un mal día, como todos. Era un día extraño. Sonrió al oír que conocía el mar, ¡Igual que ella! ¿Habría sido acaso un marinero? Tantas preguntas y no era capaz de preguntar. ¡Maldito Noligma!

Ariel entreabrió los labios, pero no "dijo" nada. Eso... ¡eso era algo que no sabía responder! ¿Qué diría? No, mal momento para encontrarse con alguien sin tener una idea adecuada. Muy mal momento. Pero tampoco era una opción no hacerlo. Debía decirle algo, lo que sea.

-Ari, solo Ari - terminó modulando, tímida. No mentía, claro. En esos momentos, ella no era nadie. No tenía un titulo en tierra, no era una princesa...

La chica parece comprenderme, de hecho estoy cada vez más seguro que ella me entiende muy bien, ya que sus ojos y gestos muestran inteligencia. ¿Pero por qué no habla?

Lo peor es que abre los labios y se nota que se frustra al no decir nada. Hasta diría que recuerda las veces en que tenía que mantenerme callado, en los momentos que una palabra mía podría molestar a alguien (la mayoría de las veces a mi capitán).  Deduzco entonces que ella no quiere hablar por miedo... Si se calla, no tiene que responder preguntas incómodas... ¿Pero qué tiene que esconder? No se me ocurre nada.

- Ari soo Ari... -repito lo que modulan sus labios, y veo como su rostro expresa sonrisa y enojo en fracción de segundos. Pongo mi cabeza a funcionar e intento de nuevo- ¿Sólo Ari?

- Bueno, ahora que ya nos presentamos, y parece que entiendes lo que digo, te cuento que pronto entraremos en el puerto de Marshovia. -digo apuntando con mi pera hacia adelante, donde ya se pueden ver las primeras cabañas- Aqui recalan muchos barcos, desde los del reino hasta los de piratas... -La nostalgia me invade al recordar el Revenge, pero mis brazos cansados evitan que mi mente se desconcentre por mucho rato- Pero no iremos a los barcos, sino que directo a la posada de Babette. Ella es una buena amiga y, como te dije antes, creo que no tendrá problemas en prestarte un vestido. -Y como mujer, podrá revisarla mejor y averiguar por qué no puede caminar. Quizás también se le ocurra la forma de quitarle el susto y hacerle hablar...

Asintió. Marshovia, el reino prohibido para toda sirena, pese a la distancia. El reino de su príncipe azul. La sirenita miró a su alrededor, prestando atención a las palabras del extraño que le había ofrecido su ayuda. Era interesante ver la diferencia entre ese mundo y el suyo. Igual que sentir el sol sobre su cabeza. Abajo todo era más oscuro.

La mención de barcos le sacó una sonrisa, similar a la picardía. Claro que sabía eso, ella misma era testigo de cómo las sombras de las embarcaciones atravesaban sus dominios, sin siquiera saberlo. Pobres humanos ingenuos… Se creían tan seguros en sus barquitos. Intenta no reaccionar ante el tema de los piratas, pero claro, esa sombra de odio ancestral no puede borrarse y se notó claramente en sus ojos durante unos instantes. Un odio que la mayoría de las sirenas llevan en sus venas por herencia de Mermaid. Idiotas humanos.

Volvió a asentir ante el tema de ir a esa “posada”. El tema de los vestidos le causó curiosidad. ¿Tendría que vestirse como esas humanas que viajaban de otros reinos? Las había visto un par de veces y se veían tan incomodas… Apretadas. Cerró los ojos un momento y sintió en dulce aroma a sangre corriendo por las venas ajenas. Similar al que ahora tenía ella. También oyó su corazón. Se oía acelerado.

Ariel deseó poder caminar. Seguramente el pobre humano estaba cansado de su peso.
-Puedes bajarme. Sí, intentaría ver si ya pasado un rato y ahora que sus piernas se sentían más tibias, podría ser capaz de al menos sostener su propio peso.

Al dejar atrás la playa, mis cascos... digo, mis pies ya no pisan la suave arena sino que las duras piedras de los adoquines. ¡Necesito mis botas con urgencia! Incluso cuando era poney, necesitaba unas buenas herraduras para no herirme.

Miro a mi alrededor y me deparo con una fuente, donde una chica le está leyendo a unas ovejas. ¡Vaya que el mundo está al revés!


Me sonrío al imaginar lo loca que debe estar, pero igual me tengo que acercar, pues el otro extremo que está libre servirá perfectamente para sentar a Ari, mientras me calzo las botas. Entonces me fijo que ella está moviendo sus labios, tratando de decirme algo:

- ¿Ue des baarme? ¡Ah si! "Puedes bajarme"! Si, si, te sentaré allí, para poder ponerme las botas. -Poco a poco se me hace más fácil entender lo que quiere decirme, por lo que no tardará mucho para que comprenda desde cuál barco naufragó, para poder localizar sus parientes y todo eso.

Doy un sonoro suspiro, o mejor dicho resoplido, al sentarla. Repito, ella no es pesada, pero la he cargado por MUCHO rato! Me siento desparramado en el borde de la fuente, moviendo mis brazos para no tener calambres, pero llevo un susto cuando la lectora de ovejas dá un grito. Me giro y comprendo que la oveja se comió una hoja de su libro:

- ¡Hahahahahaha! -empiezo a reír, sin importarme con la mirada enojada que ella me lanza antes de alejarse. ¡Y más risa me da que las ovejas le siguen! -Por lo menos ahora estaremos más tranquilos. -le digo a la chica mientras tomo una de las botas desde sus manos. Debería haberme sentido "en confianza" con los que antes fueron mis semejantes... pero la libertad de ser pirata me hace sentir un rechazo hacia los seres "de rebaño".

Cuando estoy quitando la arena del otro pie, me fijo que ella se quiere levantar:

- ¡Espera! -digo terminando de calzarme la bota apurado- ¡Si te caes aquí, te dolerá!

La playa comienza a quedar atrás, mostrando al fin el mundo que Ariel tenía tanta curiosidad de ver. Casas tras casas, gente a lo lejos y el aroma que, claramente, debía ser característico de un pueblo. Sonrió. Ese sería su mundo de ahora en adelante. ¡Y era bellísimo! ¿O solo era la novedad? Ciertamente le faltaban algunas cosas, propias de su hogar, pero… en general se veía bien. Hasta tranquilo.

Miró solo un poco a la extraña sentada con esos… animales raros. Los reconocía por algunas ilustraciones, pero no recordaba su nombre. Aunque, ¿importaba eso realmente? Sus ojos se fijaron más bien en el libro que tenía en las manos. Una tentación andante. ¿Podría pedírselo?

Asintió cuando él dijo que se sentarían. Sonaba perfecto. Se sintió ligeramente culpable cuando el humano resopló al sentarse. Seguramente era mucho más pesada allí. Bajo el agua no existía ese problema.

Se encogió ligeramente ante el grito de la mujer. Vaya tontería, pero la sirenita se sentía demasiado indefensa para hacer otra cosa que buscar refugio tras el cuerpo del extraño. Con el tema de andar muda y eso.

Pero se relajó al sentir las risas, clara muestra de que no había peligro alguno. La extraña humana lectora de animales se marchó entonces, seguida de sus animales. ¿Serían sus… mascotas? Quiso preguntarlo, pero prefirió guardarse su opinión. En su lugar, deseó poder marcharse a explorar. El sitio ofrecía un mar de posibilidades, al menos a sus ojos. Tal vez una aventura rápida. No estaba sola, así que no tenía razón para sentir miedo.

Así que, ¡arriba pelirroja! Mueve una pierna, despacio, eso. Ahora la otra…

Se volvió a sentir asustada ante las palabras del extraño, tan… sorpresivas. La chica estaba concentrada, ¿bueno? Pero tal vez tenga razón. Esa cosa del suelo no se ve exactamente blanda como la arena. Y el aire no es como estar en el agua, donde solo flotas y por instinto.

Movió los brazos en el gesto universal de “¿me ayudas?”, intentando pensar en que sus piernas se notaban mucho más fuertes que antes y que esta vez seguro lograba sostener mejor su peso. Aunque claro, no esperaba ponerse a correr en menos de dos horas, seguramente tendría que andar con un palito durante unos días, a ver si no se tropezaba con sus propios pies.

¿Quedaba mucho para llegar donde la tal Babette? Realmente tenía curiosidad por comenzar a dar vueltas por allí, y presentía que no lograría nada sin pasar por las manos de esa humana antes. Así quedaba similar a otras humanas…

Ari detiene sus movimientos, mirándome asustada. Me convenzo de una buena vez de que ella entiende todo lo que yo digo. Me levanto al instante que ella estira los brazos pidiédome ayuda y me pongo a su lado:

- Ya te sujeto. -le digo para que se tranquilice mientras le afirmo de los brazos. Finalmente ella se pone de pie, y se sostiene en sus propias piernas. Lo sé porque mis brazos doloridos no están haciendo mucho esfuerzo ahora. Por un segundo se cruza el pensamiento de que ella podría haber caminado desde la playa, pero el enojo ni siquiera se materializa, ya que la chica se nota que está débil luego del naufragio.

Por un momento su delicadeza me recuerda a la dulce Desirée... Claro que ella no tiene los mismos cabellos caoba, pero la suavidad de su piel es muy similar. Suspiro lleno de nostalgia antes de decirle:

- ¿Crees que puedes caminar un poco ahora? La posada es allí, donde está el cartel con el poney blanco. -Sonrío tras indicar con la mirada dónde vamos, porque es demasiada la ironía de que se llame así la posada de Babette. Varias veces le pregunté el por qué del nombre, pero siempre dijo que era cosa de su padre.

Entonces, la naufraga se apoya en mis brazos y levanta una pierna. La estira hacia adelante con miedo, pero alargándola mucho:

- ¿Tienes prisa eh? -le digo estirando mi pierna también, pero sin ir tan lejos.

Es sumamente extraña la sensación de estar sosteniendo su peso por sí misma, pero al mismo tiempo gratificante. Tanto tiempo esperando por ello y ¡es mucho mejor de lo que esperaba! Al mismo tiempo, claro, sentía una sensación ligeramente punzante. No olvidemos que la chica iba descalza, con pies recién estrenados, en algo muy distinto de la suave arena. Soportable, aun así.

Asintió. Claro que podía caminar hasta allí, si era tan cerca. Sobretodo por un detalle: de ahí provenía, al menos para su olfato sensible, un aroma delicioso. ¿Comida tal vez? ¡Sería perfecto si así fuese! Estaba tan hambrienta…

Volvió a asentir. Sí, tenía prisa. ¿No la tendría él? Estaba hambrienta y sumamente nerviosa por la prueba que tendría. Sería su segundo encuentro con un humano, esta vez con una humana. ¿Notaría algo raro en ella? Normalmente las hembras humanas eran inmunes a los típicos encantos de las sirenas (solo sirenas, ante un tritón caían rendidas), pero Ariel ahora era más bien humana…

Paso a paso en dirección a la posada, la ansiedad de la sirenita aumentaba.

Off: Estaría bien que Babette se integrase después de tu post, Pony. Así nos recibe bien y Ari tiene rol para su primera impresión :3

La chica, Ari, se pone entonces en marcha, y yo a su lado, la ayudo. El ejercicio de estirar un pie y luego otro, en un principio despacio, y hecho con tanto cuidado, me hacen pensar por un momento que es la primera vez que camina... ¡Pero eso es imposible! Los humanos aprenden a caminar mucho después que los equinos, pero de todas las formas lo hacen aún muy pequeños. Lo sé porque ví muchos niños hacerlo en el orfelinato. Sin embargo, justamente el haberlo visto tantas veces me hizo asociarlo a los pasos de la naufraga.

De todas formas, ella le pone empeño, por lo que el lento avance se hace cada vez menos lento, y la distancia entre la fuente y la posada de Babette no se hace tan larga después de todo. De hecho, antes que golpee la puerta, ésta se abre por manos de la propia Babette:


- ¡Hola Babette! -digo alegre, aunque la chica se ve "algo" diferente. Y me mira raro, de arriba a abajo, y luego mira a Ari, y posiciona la escoba como si fuera un escudo:

- ¿Qué queréis? -pregunta seria. ¿Acaso ella tampoco se acuerda de mí? Trago saliva antes de hablar:

- Pues, quería pediros un favor... -entonces me fijo que no está vistiendo uno de sus típicos vestidos verdes- Tú no eres Babette... -digo razonando en voz alta, recordando que su hermana Rosette usaba vestidos rojos, mientras que la otra que usaba vestidos amarillos estaba desaparecida- ¿Eres su hermana Cosette? -pregunto, tratando de recordar lo que me dijo Roberts sobre la tercera hermana que se había fugado con otros piratas. Por lo menos me quedo tranquilo ya que es lo lógico que ella no se acuerde de mí, porque yo tampoco la ví antes. De hecho es un alivio que la magia de ese maldito Wesley no haya llegado hasta aqui- ¿Puedo hablar con Babette o Rosette? ¿Por favor? -agrego educado.

Off: ¡Gracias por la invitación a ambos!

On: Estoy atareada en la cocina, preparando el almuerzo, que no falta el marino hambriento que llega más temprano. Algunos pueden esperar comiendo pan (que ya está dorándose en el horno), pero otros pueden romper mesas y sillas si esperan más de la cuenta. ¡Y yo no dejaré que eso pase!

Estoy probando si quedó buena la sazón del estofado cuando Cosette llega seria. No necesito que diga nada para saber que hay algo malo pasando. Dejo la cuchara sobre la mesa y me seco las manos en el delantal, esperando que hable:

- Hay un tipo muy raro en la puerta, pidiendo hablar contigo, acompañado de una mendiga.

- ¿Qué? -pregunto confundida, y Cosette me repite la frase, agregando- En realidad, también ha pedido hablar con Rosette, pero ella aún no ha regresado del mercado.

- Pues, iré a ver. -digo mientras empiezo a caminar hacia la puerta. Cosette me acompaña, y entonces me fijo que lleva la escoba en la mano. ¿Acaso cree que son peligrosos?

Llego a la puerta y veo a un tipo alto, de gran nariz, pero siento una leve punzada en la cabeza cuando me pregunto si lo he visto antes. Cierro los ojos sólo por un momento, y vuelvo a mirar, fijándome entonces en la mendiga. ¡Momento! Ella no es una mendiga, porque aunque sólo viste una camisa (de hombre) sus piernas están saludables y limpias. ¡Y su cabello! Es de los más hermosos que he visto en mucho tiempo!

- Buenos días, ¿me buscan? -pregunto volviendo a mirar al tipo, suponiendo ahora que está sin camisa por pasarle la suya a la chica. Entonces la chica está en problemas y el tipo la está ayudando. Y ambos tienen un poco de arena arriba, por lo que deduzco que vienen de la playa... ¡Me muerde la curiosidad de saber más de ellos!

Pues, para ser amiga suya, no se ve muy contenta de verlo. “No, hasta parece hostil. Mantente alerta, tal vez tengamos algún problema”

Ariel se mantiene lo más pegada que puede a su extraño salvador, sintiéndose como un pececito indefenso frente a un depredador. Por supuesto, no hace nada especialmente agresivo, pues no sabe cómo reaccionaría la humana de ver cómo le enseña los dientes. Eso funcionaba bien en el agua, ¿pero ahí arriba? No, mala idea, muy mala idea.

Pero si sigue así, tal vez sí deba mostrarme más amenazadora, ¿no crees? “¿Y como una chica que supuestamente acaba de naufragar va a ser de esa forma? Tu compórtate como una buena princesita y darás una mejor impresión”.

Como buena niña obediente, Ariel hizo caso de su vocecita mental. Estaba segura de que sabía mejor que ella que hacer.

Le sonrió a la extraña, a pesar de esa actitud suya. Aunque no fuese la humana que su nuevo guardián buscaba, iría por ella. Y vaya que se relajó cuando lo hizo. Tocó el brazo del Paul para llamar su atención.

–Es una humana muy rara. –moduló, nerviosa. Tal vez estaba diciendo algo malo, y no quería que él se enfadase por sus… palabras.

Poco después, llegó una copia de la anterior humana, esta vez vestida de verde. Sin dudas, hermanas gemelas. E idénticas, además. Incluso su aroma era vagamente similar, aunque una mostraba más hostilidad que la otra. ¡La nueva se veía hasta más amable! Y se veía muy guapa, para estándares de humanos. O de sirenas. Un cuerpo bonito, aunque poco adecuado para nadar. ¿Serían un medio para cortejar machos?

Se muestra lo más inocente que puede, queriendo dar una buena primera impresión. Quería agradarle a la extraña, Babette, como ella le había agradado.

Off: ¡De nada!

Cosette se queda seria mirándonos, pero de pronto su expresión cambia:

- Voy a llamar a Babette. -y nos deja en la puerta. Miro sorpreso a Ari, porque no comprendo qué fue lo que le hizo sonreir, y entonces veo que Ari también sonríe mientras me toma el brazo. Su risa es algo nerviosa, y mueve los labios tratando de decirme algo:

- ¿Es una umana mui a-a? -repito sin comprender bien. Estoy nervioso, porque le prometí ayuda a la chica, pero no tengo nada de práctica con eso de "pedir ayuda". ¿Desde cuando un pirata pide ayuda?

¡Entonces finalmente llega Babette a la puerta! Sonrío, porque por muchos meses estuve enamorado de ella... Claro que ella nunca me dió bola, ¡ni siquiera cuando me transformé en humano! Pero Desirée me hizo comprender que todo lo que sentía sólo era un capricho, que mi corazón tenía que latir por algo de adentro, no sólo desde los ojos. Pero eso no evita que le sonría.

- Buenos días, ¿me buscan? -dice, y mi rostro se desarma. ¡Pero cómo puede ser que la magia de Wesley llegue hasta el puerto! Doy un resoplido, desperado porque NADIE ME RECONOCE!

Mi respiración se vuelve ofegante, porque de nuevo recuerdo mi sufrimiento en el Revenge, cuando la mano de Ari me recuerda que vinimos hasta acá para pedir ayuda para ella... Respiro hondo y trato de tranquilizarme:

- Hola Babette. Supongo que no me recuerdas pero soy Paul, contram... -suspiro antes de seguir- Encontré a Ari en la playa, sola. Ella no habla, por lo que no sé de cuál barco naufragó, pero... se me ocurrió que podrías ayudarla. -La observo, mientras ella nos mira. Ella no se acuerda de mí... ¿Cómo aceptará ayudar a la chica?- ¿Por lo menos prestarle un vestido? -agrego para conseguir algo que sea.

Observo al hombre descamisado, pero su aflicción al verme me sorprende. Si de hecho, cuando me dolió la cabeza él me sonreía muy feliz, pero tras mis palabras ¡lo veo entrar en un ataque de pánico! ¿Por qué se ha puesto así? ¿Acaso debía recordarlo?

Y el desespero que veo en él me dan ganas de sacudirlo para que se detenga. Incluso confieso que quisiera recordarlo del lugar que sea, con tal de no haberle causado ese ataque.

Pero antes que me decida a acercarme, la joven pelirroja lo toca, y se me ocurre que es una ninfa, ya que con ese simple gesto él se empieza a tranquilizar. Entonces, él empieza a hablar, y me sorprendo de lo locuaz que es, ya que en unas pocas frases me entrega mucha información!

Le miro mientras proceso todas sus palabras, cuando él agrega una frase que me indica lo desesperado que está:

- ¡Por supuesto que puedo prestarle un vestido! -digo reaccionando al fin- Por favor, entren. -y les hago el gesto para que pasen. Y en vez de llevarlos al comedor, tomo una de las llaves de la recepción y abro una habitación ahí mismo.

En general, ésta es la última habitación en ser tomada, no porque sea pequeña o tenga muebles viejos, sino porque a la gente le desagrada el sonido del ir y venir de los huéspedes, tan cerca del comedor y de la puerta, pero para recibir a estas dos personas tan extrañas, creo que es la mejor.

Ariel se sintió sorprendida y sonrió vagamente. ¡Vaya lengua tenía el humano! Cualquiera pensaría que pudo terminar de orador en algún reino. Claro que también daba demasiada información junta…

“Como un pony. Los ponys también dan información de todo sin medir sus palabras. Sin filtros, solo sueltan palabras al ritmo de sus pensamientos” – Pero se ve muy humano, ¿Cómo lo puedes comparar con un simple pony? – “Es simplemente una comparación común, no lo tomes tan a pecho niña”

Bueno, basta de ponys. Ciertamente la idea del vestido era agradable. Si bien iba cómoda con la camisa de Paul, sabe que las humanas llevan siempre vestidos que tapan una buena parte de su piel. Suponía que eran sus costumbres.

Sonrió cuando la nueva humana en escena, Babette, dice que puede prestarle el susodicho vestido. ¿Se vería como uno de los suyos? Se veía bonito y el verde le gustaba. Era lógico, tomando en cuenta el color de su cola.

La humana los llevó dentro de la “posada”, a un cuarto exactamente, muy cercano a la puerta. La sirenita entró cuidando sus pasos, siempre tomada del brazo de Paul para evitar algún accidente. Lo que menos deseaba era terminar con algún hueso roto por una caída, sobretodo porque sería una completa tontería, teniendo a mano una ayuda extra a sus piernas nuevas.

Una vez dentro, prefirió acomodarse lo más pronto posible. El esfuerzo comenzaba a cansarla, mejor sentarse un poco. Ya tendría tiempo para esforzar más los músculos. Una vez sentada sobre la cama, miró a Paul.

–¿Nos vamos a quedar aquí mucho tiempo?

No que se quejara ni nada. Solo no deseaba quedarse encerrada todo un día, teniendo la oportunidad de explorar la aldea. Quien sabe, tal vez encontraba algo interesante. Curiosamente, lo último que pasaba por su cabecita de chiquilla enamorada, era la persona por la que hizo el trato con Noligma: el príncipe que había salvado hace horas.

Doy un resoplido de alivio cuando ella dice que sí a mi pedido. Y nos deja entrar en la posada, ¡y nos pasa una habitación! Me sorprendo de la amabilidad de Babette, siendo que en teoría soy un desconocido para ella. Claro que no estaba en mis planes el que la magia de Wesley abarcara tanto. ¡Maldito brujo!

Pero ahora estoy lejos de él, quién aún debe estar lavándole los cerebros a mis amigos... ¡Ya verá cuando consiga más manzanas que recuperan memoria! Cuando todos sepan la verdad, ni siquiera tendré que preocuparme por hacer justicia por mis manos...

Claro que tengo que dejar todos mis pensamientos de venganza a un lado, ya que tengo que ayudar a la naufraga a ir a la habitación:

- ¡No tengo palabras para agradecerte, Babette! -digo contento, feliz por poder conversar con alguno de mis amigos- Ahora estoy en un mal momento, que ni me creerías donde pasé la noche de ayer, pero no podía dejar a Ari sola en la playa.

Ayudo a la chica a sentarse en la cama, y la imito de inmediato, ya que no hay resistencia que aguante pasar la noche flotando en el mar:

- Me dió gusto ver que Cosette ha regresado, así que ahora ya tienes de nuevo a tus hermanas junto a tí, ¿verdad? -digo justo antes de bostezar. Entonces me fijo que Ari me está "hablando"- ¿Nos vamos a quedar mucho tiempo? -repito en voz alta, y entonces, miro a Babette mientras respondo- Pues, no... sólo necesitamos que digas de cual barco naufragaste, para contactar a tu familia.

Alguien tiene que ayudar a la naufraga... Si aún fuera el contramaestre del Revenge, podría esconderla en mi camarote si acaso el capitán no me permitiera alojarla, pero ahora... ¡No tengo lugar siquiera para mí! Tampoco cuento con monedas para pagarle el hospedaje.

Entonces tomo las manos de la chica entre las mías para hablarle en serio:

- Debes decirnos de cuál reino vienes, o de lo contrario no te podré ayudar más.

Paul y Ari. El extraño y la ninfa. Bueno, naufraga, pero no es una chica normal, de eso estoy segura. Y no es por el hecho de que ella sea muda. De hecho, aunque hablara, ¡no tendría como con todo lo que Paul habla!

Le escucho en un principio sonriendo, interesada por satisfacer mi curiosidad sobre estas personas que llegaron a mi posada, sin embargo, la alusión a mi hermana, reunida de nuevo con nosotras, me hacer abrir los ojos y detener mis pasos. Me quedo junto a la puerta, sin cerrarla, mientras pienso que NUNCA Cosette se ha alejado de nosotras, por lo que no puede haber VUELTO ahora. ¡Es totalmente ilógico! Sin embargo, un leve dolor de cabeza se une a una angustia que viví en un sueño, o mejor, una pesadilla, donde lloraba por la partida de mi hermana. ¿Quién es este hombre en realidad?

Le asiento mecánicamente, para no despertarle sospechas (y parece que resulta, porque él sigue hablando como si no hubiera dicho nada raro), pero me decido a ser muy cuidadosa a partir de ahora. Porque no lo había visto antes, pero él me trata con una familiaridad que no existe entre nosotros. Y el hecho que sepa nuestros nombres, también me confunde. ¿Podrá leer mentes?

Y la chica se sienta cansada en la cama, dejando sólo en este momento el apoyo que el extraño Paul le ofreció para desplazarse. Ambos se ven cansados pero con la mirada tranquila, confiada. El hombre se siente a gusto, aliviado de estar aqui... Y los ojos de Ari me miran con tanta curiosidad como yo los observo a ellos, dándome a entender que es su primera vez tanto en la posada como frente a nosotras.

Bueno, ¿ya le prometí un vestido no? Desde la misma puerta, porque no me atrevo a dejarlos solos, le pido a Cosette que apague el fuego de la olla y me traiga un vestido desde mi habitación, y cuando vuelvo a observarlos pillo que ella le mueve sus labios, y él repite lo que comprende. Quizás realmente él puede leer la mente, ya que ¿de qué otra forma podría conversar con una chica muda?

Pero cuando tengo la certeza de ello, él le toma las manos y le pide que diga de dónde viene. Aunque no comprendía nada antes, pierdo la única certeza que tuve instantes atrás. Momento, hay una cosa que tengo clara: él no tiene dinero, o de lo contrário no me habría pedido un vestido sino que hubiera ido a una tienda a comprar uno. Pero la está ayudando de todas formas, prestándole su camisa, sin pudor por mostrar su delgado pero bien trabajado torso y trayéndola conmigo. Ahora... ¿por qué me buscó a mí? O a Rosette, que ahora me acuerdo que también preguntó por ella. ¿Será amigo de ella?

- ¿En cuál playa dices que encontraste a Ari? -le pregunto amable, ya con la disposición de intervenir en serio en este asunto y aclararlo todo lo antes posible.

Ay, otra vez eso del naufragio. ¿Qué debía decir? Si no venía de barco alguno, venía del mar mismo. Justo por donde pasan los grandes barcos venidos del continente vecino y…

“Y tal vez eso debas decir, ¿no? Si vienes de muy lejos, no habrá familia que contactar. Solo di que vienes del oriente, que tu barco naufragó por una tormenta y por cosa de suerte sobreviviste y llegaste a esa playa” – Pero no vengo de ahí y mentir a quien me ha ayudado no se siente correcto – “Eso no importa. Hay que guardar el secreto, cueste lo que cueste. Nadie puede enterarse de dónde vienes. Sabes que si rompes el juramento y les dices lo que eres, tendrás problemas.”

La voz tenía razón, pero Ariel no se sentía bien con la idea de mentir, pese a que claramente debía hacerlo si deseaba seguir entre humanos. Que ellos no aceptaban muy bien eso de tener una “asesina” entre ellos, por eso de que las sirenas comen carne humana. No que ella comiera, pero bueno. Sirenas son sirenas, por donde se vea. Marina era más vegetariana que cualquier otra, pero apostaba a que los humanos la cazarían de verla.

No alejó sus manos de las de Paul, pero sí apartó la mirada. Se sentía otra vez como un pececito atrapado. Más aun pensando que no recibiría ayuda de no decir “la verdad”. ¿Y qué verdad podía contar?

La tal Babette hizo una pregunta entonces, con lo que Ariel esperaba no llamar la atención de Paul por un rato más, mientras pensaba que diantres decirle. De todas formas, como sabía que algo debía responder antes al menos una parte de sus dudas, simplemente moduló un “Oriente”. Algo de razón tenía, Atlántica estaba ubicada entre el continente occidental y el oriental. Además, así se ahorraba eso de nombrar reinos. Aunque fuese una sirenita educada, no conocía todos los reinos existentes y no quería meter la pata.

Solo esperaba que eso bastara de momento. Hasta que tuviese una mejor historia inventada en su cabeza.