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Nuevo Amanecer
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Nuevo Amanecer
Abril 2013
La Bruja del Tiempo caminaba por la mansión con las manos en su pecho. Estaba cansada, agotada por el paso inminente del tiempo. El tiempo, se estaba agotando el tiempo. Lo sentía en su cuerpo, el tic tac del reloj que estaba dentro de si desde hace tanto tiempo. A pesar de esto, no estaba preocupada o angustiada. De hecho, estaba tranquila. A fin de cuentas, las cosas siempre salían bien para ella, de una forma u otra.
Tras de la bruja, un hombrecillo de piedra intentaba seguir su ritmo. Cuanta gracia le causaba ese ser a la mujer, con sus patitas cortas y brazos largos, con su boca gigante y nariz regordeta. Risa burlesca disimulada incluida, por supuesto. Este… ser, era un guardián. Sí, dejaba bastante que desear si lo ponías a pelear con alguien, que solo servía para hacerse bolita y rezar por ayuda, pero como espía era excelente. Nadie sospechaba de una piedra en el camino…
Camino que para la Bruja, estaba bloqueado por su cháchara incesante. ¿No podía callarse de una vez? Comprendía que debía de informarla a diario, para algo lo tenía en campo, solo que no soportaba esa voz chillona tanto tiempo. Ya había hablado tanto de sus protegidos como de aquellos que espiaba día sí día también. ¿Cuándo se largaría?
Después de cierta cantidad de tiempo indeterminable, sus oídos captaron algo que no deberían: Los cuentos han llegado a un punto crítico...
La Bruja del Tiempo se detuvo de golpe, logrando que el hombrecillo chocase contra sus piernas. Dolió, pero no tanto como al pobre incauto, que terminó pegado en la pared más cercana, gracias a un movimiento de la Bruja, quién ya lo tenía atrapado entre sus largos dedos.
-Repite eso - siseó atrayendo su rostro al de ella, levantándole del suelo como si de una pluma se tratase. Al no recibir respuesta del pobre muchacho, comenzó a gritarle. Eso solía funcionar muy bien siempre con todos. -¡No volveré a repetirlo! ¿¡Qué sucede con mis historias!?
Los ojos rasgados del hombre-piedra se abrieron por el miedo. Pobrecillo, casi da lástima a la Bruja. Si tan solo ella fuese más compasiva, todo sería mejor. Pero la Bruja no llegó a su puesto por compasiva, para nada. Otro amanecer comenzaría si fuese así.
-Hubo una fiesta... -al fin habló. Milagro. -Ella la organizó, la bruja pelirroja. -La Bruja del Tiempo gruñó. Maldita niña, hermana del maldito traidor ese. -Antiguos enemigos estaban ahí... la esposa del Espejo, - enemiga muerta numero uno. -El hijo de la bruja que se vuelve dragón. -gente que ni merece descendencia resulta que da a luz a la primera que se abren de piernas... -Piratas... uno era un Pony disfrazado de hombre. -Perfecto, malditos equinos metiches con ánimo cantarín, ahora tenían espías también. -Habían princesas y príncipes...
La Bruja rió con esto último. -Claro que hay princesas y príncipes, inútil. ¡Esa bruja tiene demasiado buen gusto para codearse solo con la mierda del bosque!
-No, no entiende. -lloriqueó el hombrecillo, entre asustado y desesperado. Más asustado en realidad. - No eran princesas de historias nuevas. Son las castigadas.
Bufido nuevo. ¿Princesitas castigadas? Eso no significaba nada para ella. Esas solo se dedicaban a buscar príncipes que no existían ni serían suyos, a cantar por nada y hasta podían tener un origen humilde. Pobres almas en desgracia, diría cierta bruja.
-Bien, digamos que creo tus palabras. ¿Qué tiene que ver con la decadencia de mi mundo? Siempre esa... primaveral ha hecho su fiesta, vida tras vida, año tras año.
El hombrecillo se encogió en sus brazos. -Eligió a muchos, mi señora. Los llevó a parte en la fiesta y susurró cosas a su oído. Muchos se fueron, como si les hubiesen dicho una tontería. Otros se quedaron...
-¿Quedaron a qué?- interrumpió. Comenzaba a hartarse.
-No lo sé, tuve que marcharme mi señora.
La Bruja al fin lo soltó, con una mueca de frustración en sus labios carmesí. ¿Para qué querría Ela la compañía de determinadas criaturas? Esa era de la clase de mujeres que disfrutaba del lujo y las joyas, de la fiesta y el buen vino. Nunca de la compañía de personajes de cuentos.
Oh, No. La Bruja comprendió entonces las acciones de la mujer que, hasta hace poco, consideraba insignificante e inofensiva; Estaba buscando aliados en aquellos que deberían quedarse en su lugar por el bien de las historias. Las historias que tantos años le costó dominar y hacer a gusto colectivo. Y eso significaba que su mundo, su precioso mundo, estaba en peligro.
Maldijo en todos los idiomas que conocía, (que no eran pocos), y comenzó a caminar a la sala del trono, o como le decía hoy en día en pleno siglo XXI, la salita del té, dejando tras de sí al hombre de piedra.
Una vez allí llamó a una de sus criadas, la vieja más leal a ella y en quien más confiaba. Solo una palabra escapó de sus labios: Alma. La anciana comprendió de inmediato.
La Bruja se sentía temerosa, pero no era la primera vez que debía regresar el tiempo en un mal momento de sus creaciones. Solo necesitaba un sacrificio, y esta vez uno útil. Los estragos provocados por el alma atormentada de la hija de Mirror había traído demasiados problemas. Esta vez, debía ser un sacrificio perfecto…
La hora ha llegado al fin. En el salón no hay nadie, excepto los líderes de las distintas ordenes de guardianes. Los demás miembros deben esperar fuera. Estos líderes son las Tres Hermanas, bellas en su puesto de Observadores, el Hada Maestra, líder de las hadas cumplidoras de deseos, tanto de los propios cuentos como del mundo real, un anciano brujo, líder de los Guardianes de Cuentos de Hadas, la anciana criada de la Bruja y un miembro recientemente incorporado a las filas, en quién los demás aun no confían, pese a ser parte de los Guardianes de las Tierras Encantadas y un potencial líder. Ya se sabe que se piensa de los nuevos miembros los primeros amaneceres…
Desde una de las mesas cercanas, se oye la tranquila respiración de una muchacha, plácidamente dormida. El nuevo sacrificio. Una encantadora doncella criada desde su dulce infancia para este propósito: Morir.
La Bruja aun no entra en escena. Siempre es así. ¿Dónde está y que hace? Siquiera la vieja lo sabe.
Tras un par de minutos, la mujer aparece. Lleva un sencillo vestido negro como única prenda visible, nada adorna su cuerpo. Su rostro se ve sereno, pero aquellos que la conocen saben que algo no va bien. ¿Qué? Eso está por verse.
–Es el momento perfecto para comenzar el ritual. –dice a la anciana, quien asiente y diligentemente se posiciona junto a la muchacha. –D, trae esas hierbas. –la hermana mayor se apresura a buscar lo pedido. –Irah, las velas… –el anciano sabio ya las ha encendido al momento que la Bruja habla. Sabe el libreto de memoria. –Gmork, puedes coger la caja que está sobre la mesa?
Al momento de tener la caja, la Bruja sonríe. –Es tu primer ritual, pequeño, así que guarda silencio y observa. Todo debe salir a la perfección, pues no hay segundas oportunidades.
Todo está preparado, el ambiente listo para un amanecer nuevo. La Bruja del Tiempo avanza con cuidado a la gran mesa donde la doncella duerme, ajena a aquellos que la observan con una mezcla de fascinación y morbo. La caja, bellamente tallada, se abre bajo los dedos de la mujer, revelando en su interior un único objeto: Un reloj detenido en el número doce. Nada de cuchillos, espadas navajas o acaso armas de fuego. Aquí, al parecer, lo importante era el tiempo… Pues tiempo se respiraba en los pasillos, tiempo gastado, guardado bajo siete llaves. Tiempo respiraban los seguidores de la Bruja, pese al estancamiento de sus cuerpos. Tiempo tatuado en la piel de todos los que pasaban las pruebas impuestas…
La anciana sostiene la mano de la doncella, casi con cariño. La Bruja por su parte, se esmera en colocar el reloj sobre su pecho, donde debería estar el corazón puro de la doncella. Una vez puesto, todos cierran los ojos. Si no lo hicieran, notarían como la Bruja retrocede hasta estar junto a la anciana, moviendo sus labios sin que ningún sonido escape de estos. El hechizo ha comenzado.
Fuera de la estancia, los guardianes observan como una especie de polvo verde escapa de las paredes, introduciéndose en los espejos que adornan cada superficie posible. Y es que los espejos son algo característico de la mansión.
El polvo sigue su camino a través de los espejos, hasta llegar a las Tierras Encantadas. Muchos habitantes duermen plácidamente en sus hogares, ajenos a la nueva reforma. Los “despiertos”, son incapaces de verlo, solo sienten frío. Sin embargo, aquellos que saben verdades, los que son Conscientes, ven el polvo. Gracias al cielo, lo ven desde un sitio seguro, en la seguridad que ofrece el castillo de la Reina Primaveral. No puede entrar, solo se adhiere a las paredes invisibles creadas por un hechizo protector de Ela y los suyos.
Los minutos pasan, aunque en realidad son horas. En la Mansión, la doncella ya no es exactamente eso. El reloj ha comenzado su marcha atrás, adelantando el reloj propio de ella. Le está robando la vida segundo a segundo sin que pueda hacer nada para detenerlo.
–Está cerca… –dice de pronto una de las hermanas, con sus ojos blancos capaces de ver más allá de lo que los demás pueden.
Efectivamente, está cerca. La doncella es ahora aun más anciana que la criada de la Bruja. Sus cabellos azabaches son blancos como la nieve, y su piel ha perdido toda frescura. Un minuto, marca el reloj. Solo un minuto…
Un grito interrumpe el silencio. La doncella ha despertado, sus ojos, que ya no pueden ver gracias a las cataratas que lo cubren, están fijos en la Bruja del Tiempo. La Bruja también la ve fijamente. El reloj marca las 12 en punto cuando el polvo verde que rodea todas las Tierras Encantadas, increíblemente, se vuelve luz. Una luz cegadora, una luz que borra todo y vuelve a crearlo. Una luz que no dura más que un respiro.
Dormidos en sus camas, los Durmientes deberán retomar la vida que les ha tocado vivir. Demasiado despiertos, los Rebeldes aguardan la llegada de la luz del sol, para comenzar una vida nueva. En los confines de una mansión perdida, los Guardianes se alistan para comenzar con sus obligaciones. En ese mismo mundo, el Real, algunos curiosos encuentran entradas que, técnicamente, no deberían estar allí. Y descansando un sueño intranquilo, los antiguos Sabios castigados luchan por tomar el control de esa conciencia que ya no les pertenece…
–Ya está hecho. –dice la Bruja, volviendo a guardar el reloj, cansada. –Observen el nuevo amanecer…
Tras de la bruja, un hombrecillo de piedra intentaba seguir su ritmo. Cuanta gracia le causaba ese ser a la mujer, con sus patitas cortas y brazos largos, con su boca gigante y nariz regordeta. Risa burlesca disimulada incluida, por supuesto. Este… ser, era un guardián. Sí, dejaba bastante que desear si lo ponías a pelear con alguien, que solo servía para hacerse bolita y rezar por ayuda, pero como espía era excelente. Nadie sospechaba de una piedra en el camino…
Camino que para la Bruja, estaba bloqueado por su cháchara incesante. ¿No podía callarse de una vez? Comprendía que debía de informarla a diario, para algo lo tenía en campo, solo que no soportaba esa voz chillona tanto tiempo. Ya había hablado tanto de sus protegidos como de aquellos que espiaba día sí día también. ¿Cuándo se largaría?
Después de cierta cantidad de tiempo indeterminable, sus oídos captaron algo que no deberían: Los cuentos han llegado a un punto crítico...
La Bruja del Tiempo se detuvo de golpe, logrando que el hombrecillo chocase contra sus piernas. Dolió, pero no tanto como al pobre incauto, que terminó pegado en la pared más cercana, gracias a un movimiento de la Bruja, quién ya lo tenía atrapado entre sus largos dedos.
-Repite eso - siseó atrayendo su rostro al de ella, levantándole del suelo como si de una pluma se tratase. Al no recibir respuesta del pobre muchacho, comenzó a gritarle. Eso solía funcionar muy bien siempre con todos. -¡No volveré a repetirlo! ¿¡Qué sucede con mis historias!?
Los ojos rasgados del hombre-piedra se abrieron por el miedo. Pobrecillo, casi da lástima a la Bruja. Si tan solo ella fuese más compasiva, todo sería mejor. Pero la Bruja no llegó a su puesto por compasiva, para nada. Otro amanecer comenzaría si fuese así.
-Hubo una fiesta... -al fin habló. Milagro. -Ella la organizó, la bruja pelirroja. -La Bruja del Tiempo gruñó. Maldita niña, hermana del maldito traidor ese. -Antiguos enemigos estaban ahí... la esposa del Espejo, - enemiga muerta numero uno. -El hijo de la bruja que se vuelve dragón. -gente que ni merece descendencia resulta que da a luz a la primera que se abren de piernas... -Piratas... uno era un Pony disfrazado de hombre. -Perfecto, malditos equinos metiches con ánimo cantarín, ahora tenían espías también. -Habían princesas y príncipes...
La Bruja rió con esto último. -Claro que hay princesas y príncipes, inútil. ¡Esa bruja tiene demasiado buen gusto para codearse solo con la mierda del bosque!
-No, no entiende. -lloriqueó el hombrecillo, entre asustado y desesperado. Más asustado en realidad. - No eran princesas de historias nuevas. Son las castigadas.
Bufido nuevo. ¿Princesitas castigadas? Eso no significaba nada para ella. Esas solo se dedicaban a buscar príncipes que no existían ni serían suyos, a cantar por nada y hasta podían tener un origen humilde. Pobres almas en desgracia, diría cierta bruja.
-Bien, digamos que creo tus palabras. ¿Qué tiene que ver con la decadencia de mi mundo? Siempre esa... primaveral ha hecho su fiesta, vida tras vida, año tras año.
El hombrecillo se encogió en sus brazos. -Eligió a muchos, mi señora. Los llevó a parte en la fiesta y susurró cosas a su oído. Muchos se fueron, como si les hubiesen dicho una tontería. Otros se quedaron...
-¿Quedaron a qué?- interrumpió. Comenzaba a hartarse.
-No lo sé, tuve que marcharme mi señora.
La Bruja al fin lo soltó, con una mueca de frustración en sus labios carmesí. ¿Para qué querría Ela la compañía de determinadas criaturas? Esa era de la clase de mujeres que disfrutaba del lujo y las joyas, de la fiesta y el buen vino. Nunca de la compañía de personajes de cuentos.
Oh, No. La Bruja comprendió entonces las acciones de la mujer que, hasta hace poco, consideraba insignificante e inofensiva; Estaba buscando aliados en aquellos que deberían quedarse en su lugar por el bien de las historias. Las historias que tantos años le costó dominar y hacer a gusto colectivo. Y eso significaba que su mundo, su precioso mundo, estaba en peligro.
Maldijo en todos los idiomas que conocía, (que no eran pocos), y comenzó a caminar a la sala del trono, o como le decía hoy en día en pleno siglo XXI, la salita del té, dejando tras de sí al hombre de piedra.
Una vez allí llamó a una de sus criadas, la vieja más leal a ella y en quien más confiaba. Solo una palabra escapó de sus labios: Alma. La anciana comprendió de inmediato.
La Bruja se sentía temerosa, pero no era la primera vez que debía regresar el tiempo en un mal momento de sus creaciones. Solo necesitaba un sacrificio, y esta vez uno útil. Los estragos provocados por el alma atormentada de la hija de Mirror había traído demasiados problemas. Esta vez, debía ser un sacrificio perfecto…
***
La hora ha llegado al fin. En el salón no hay nadie, excepto los líderes de las distintas ordenes de guardianes. Los demás miembros deben esperar fuera. Estos líderes son las Tres Hermanas, bellas en su puesto de Observadores, el Hada Maestra, líder de las hadas cumplidoras de deseos, tanto de los propios cuentos como del mundo real, un anciano brujo, líder de los Guardianes de Cuentos de Hadas, la anciana criada de la Bruja y un miembro recientemente incorporado a las filas, en quién los demás aun no confían, pese a ser parte de los Guardianes de las Tierras Encantadas y un potencial líder. Ya se sabe que se piensa de los nuevos miembros los primeros amaneceres…
Desde una de las mesas cercanas, se oye la tranquila respiración de una muchacha, plácidamente dormida. El nuevo sacrificio. Una encantadora doncella criada desde su dulce infancia para este propósito: Morir.
La Bruja aun no entra en escena. Siempre es así. ¿Dónde está y que hace? Siquiera la vieja lo sabe.
Tras un par de minutos, la mujer aparece. Lleva un sencillo vestido negro como única prenda visible, nada adorna su cuerpo. Su rostro se ve sereno, pero aquellos que la conocen saben que algo no va bien. ¿Qué? Eso está por verse.
–Es el momento perfecto para comenzar el ritual. –dice a la anciana, quien asiente y diligentemente se posiciona junto a la muchacha. –D, trae esas hierbas. –la hermana mayor se apresura a buscar lo pedido. –Irah, las velas… –el anciano sabio ya las ha encendido al momento que la Bruja habla. Sabe el libreto de memoria. –Gmork, puedes coger la caja que está sobre la mesa?
Al momento de tener la caja, la Bruja sonríe. –Es tu primer ritual, pequeño, así que guarda silencio y observa. Todo debe salir a la perfección, pues no hay segundas oportunidades.
Todo está preparado, el ambiente listo para un amanecer nuevo. La Bruja del Tiempo avanza con cuidado a la gran mesa donde la doncella duerme, ajena a aquellos que la observan con una mezcla de fascinación y morbo. La caja, bellamente tallada, se abre bajo los dedos de la mujer, revelando en su interior un único objeto: Un reloj detenido en el número doce. Nada de cuchillos, espadas navajas o acaso armas de fuego. Aquí, al parecer, lo importante era el tiempo… Pues tiempo se respiraba en los pasillos, tiempo gastado, guardado bajo siete llaves. Tiempo respiraban los seguidores de la Bruja, pese al estancamiento de sus cuerpos. Tiempo tatuado en la piel de todos los que pasaban las pruebas impuestas…
La anciana sostiene la mano de la doncella, casi con cariño. La Bruja por su parte, se esmera en colocar el reloj sobre su pecho, donde debería estar el corazón puro de la doncella. Una vez puesto, todos cierran los ojos. Si no lo hicieran, notarían como la Bruja retrocede hasta estar junto a la anciana, moviendo sus labios sin que ningún sonido escape de estos. El hechizo ha comenzado.
Fuera de la estancia, los guardianes observan como una especie de polvo verde escapa de las paredes, introduciéndose en los espejos que adornan cada superficie posible. Y es que los espejos son algo característico de la mansión.
El polvo sigue su camino a través de los espejos, hasta llegar a las Tierras Encantadas. Muchos habitantes duermen plácidamente en sus hogares, ajenos a la nueva reforma. Los “despiertos”, son incapaces de verlo, solo sienten frío. Sin embargo, aquellos que saben verdades, los que son Conscientes, ven el polvo. Gracias al cielo, lo ven desde un sitio seguro, en la seguridad que ofrece el castillo de la Reina Primaveral. No puede entrar, solo se adhiere a las paredes invisibles creadas por un hechizo protector de Ela y los suyos.
Los minutos pasan, aunque en realidad son horas. En la Mansión, la doncella ya no es exactamente eso. El reloj ha comenzado su marcha atrás, adelantando el reloj propio de ella. Le está robando la vida segundo a segundo sin que pueda hacer nada para detenerlo.
–Está cerca… –dice de pronto una de las hermanas, con sus ojos blancos capaces de ver más allá de lo que los demás pueden.
Efectivamente, está cerca. La doncella es ahora aun más anciana que la criada de la Bruja. Sus cabellos azabaches son blancos como la nieve, y su piel ha perdido toda frescura. Un minuto, marca el reloj. Solo un minuto…
Un grito interrumpe el silencio. La doncella ha despertado, sus ojos, que ya no pueden ver gracias a las cataratas que lo cubren, están fijos en la Bruja del Tiempo. La Bruja también la ve fijamente. El reloj marca las 12 en punto cuando el polvo verde que rodea todas las Tierras Encantadas, increíblemente, se vuelve luz. Una luz cegadora, una luz que borra todo y vuelve a crearlo. Una luz que no dura más que un respiro.
Dormidos en sus camas, los Durmientes deberán retomar la vida que les ha tocado vivir. Demasiado despiertos, los Rebeldes aguardan la llegada de la luz del sol, para comenzar una vida nueva. En los confines de una mansión perdida, los Guardianes se alistan para comenzar con sus obligaciones. En ese mismo mundo, el Real, algunos curiosos encuentran entradas que, técnicamente, no deberían estar allí. Y descansando un sueño intranquilo, los antiguos Sabios castigados luchan por tomar el control de esa conciencia que ya no les pertenece…
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Bruja del Tiempo
Señora de las Tierras Encantadas
Re: Nuevo Amanecer
–Está hecho. –dice la bruja pelirroja con una sonrisa.
El sueño de su vida, aquello por lo que lleva años luchando en silencio, ha comenzado. Y es perfecto. Tiene una cantidad respetable de personajes dispuestos a todo por destruir a un enemigo en común, tiene aliados y espías en más lugares de los que puedas imaginarte.
Y en este nuevo amanecer, tiene a su familia de vuelta. Aquellos que perdió hace tanto, aquellos incapaces de recuperar sus recuerdos por si mismos, ahora la recuerdan. Tal vez solo a una conocida, una mujer a quién respetar por ser hermana de alguien, pero otros recordaban ahora una amiga, una consejera, una aliada, una compañera… una hermana del alma, ¡hasta una tía abuela!
Tal vez muchos se hubiesen ido, todas las sirenas de Atlántica se marcharon con Tritón de vuelta a casa antes de que Ela pudiese detenerlos (aunque ella comprendía este hecho; Tritón era un Castigado, el hechizo lo enviaba lejos antes de poder oír la verdad de manos de ella), pero los que se quedaron eran valiosos para ella. Demasiado.
Sostiene la mano de la ya no tan pequeña Blanca, a modo de apoyo, mientras el polvo comienza a reptar sobre las defensas de sus tierras. Algunos se asustan ante semejante visión.
–¡No teman! – grita Ela, sin apartar su mirada del polvo. –¡No puede entrar, estamos a salvo!
Sus palabras calman a algunos, a otros los angustia aun más. Si no entra, significa que tampoco sales. Estás atrapado con los rebeldes ahora, lo quieras o no. Ahora eres parte de los que saben demasiado y están en peligro de ser asesinados.
–Está cerca, no tengan miedo. ¡Pronto serán completamente libres!
La luz aparece, cegándolos a todos por ese instante infernal. Sin embargo, no funciona con ellos. Ela sigue recordando, recordando demasiado. Recuerda años en los que su mayor preocupación era luchar contra Mirror por una habitación decente dentro del castillo de M’Apple, cuando jugaba en los jardines junto a Nivea, cuando molestaba a la pobre Madeleine… Cuando Mirror enloqueció y con él todos los demás. Cuando sostuvo la mano de la pequeña Blanca mientras se llevaban a Madeleine a la fuerza. Cuando los sacrificaron a todos y transformaron a las inocentes en monstruos y títeres preciosos.
Pero en un tiempo más podría recordar nuevas escenas. Podría recordar como su hermano otra vez era libre, que Nivea y Maddie recuperaban lo perdido. Que todos recuperaban aquello que perdieron. Sí, ese era el sueño de Ela, que todos recuperasen la vida que les correspondía, que dejasen de vivir mentiras…
Abre los ojos, el sol ha comenzado a salir por el horizonte. Se ve hermoso, un buen augurio para ellos. Significaba el inicio del final.
–Vamos adentro, debemos prepararnos. –exclama, tan sonriente que es contagioso. –Hay que pensar a que se dedicará cada uno y cómo podremos buscar más aliados.
Sin embargo, el cantar de un pajarillo en las lejanías la frena en seco. Ese sonido… le trae tantos recuerdos. Recuerdos desagradables y hermosos, un mar de canciones y besos a escondidas, de juegos y risas, de amor y odio. También de esperanza.
–¿Saben? Será mejor que primero descansemos un poco. –toca el hombro de otro rebelde, con una sonrisa algo más calmada, que le da un aspecto más bello y solemne. –Debemos estar bien antes de comenzar un nuevo día.
El sueño de su vida, aquello por lo que lleva años luchando en silencio, ha comenzado. Y es perfecto. Tiene una cantidad respetable de personajes dispuestos a todo por destruir a un enemigo en común, tiene aliados y espías en más lugares de los que puedas imaginarte.
Y en este nuevo amanecer, tiene a su familia de vuelta. Aquellos que perdió hace tanto, aquellos incapaces de recuperar sus recuerdos por si mismos, ahora la recuerdan. Tal vez solo a una conocida, una mujer a quién respetar por ser hermana de alguien, pero otros recordaban ahora una amiga, una consejera, una aliada, una compañera… una hermana del alma, ¡hasta una tía abuela!
Tal vez muchos se hubiesen ido, todas las sirenas de Atlántica se marcharon con Tritón de vuelta a casa antes de que Ela pudiese detenerlos (aunque ella comprendía este hecho; Tritón era un Castigado, el hechizo lo enviaba lejos antes de poder oír la verdad de manos de ella), pero los que se quedaron eran valiosos para ella. Demasiado.
Sostiene la mano de la ya no tan pequeña Blanca, a modo de apoyo, mientras el polvo comienza a reptar sobre las defensas de sus tierras. Algunos se asustan ante semejante visión.
–¡No teman! – grita Ela, sin apartar su mirada del polvo. –¡No puede entrar, estamos a salvo!
Sus palabras calman a algunos, a otros los angustia aun más. Si no entra, significa que tampoco sales. Estás atrapado con los rebeldes ahora, lo quieras o no. Ahora eres parte de los que saben demasiado y están en peligro de ser asesinados.
–Está cerca, no tengan miedo. ¡Pronto serán completamente libres!
La luz aparece, cegándolos a todos por ese instante infernal. Sin embargo, no funciona con ellos. Ela sigue recordando, recordando demasiado. Recuerda años en los que su mayor preocupación era luchar contra Mirror por una habitación decente dentro del castillo de M’Apple, cuando jugaba en los jardines junto a Nivea, cuando molestaba a la pobre Madeleine… Cuando Mirror enloqueció y con él todos los demás. Cuando sostuvo la mano de la pequeña Blanca mientras se llevaban a Madeleine a la fuerza. Cuando los sacrificaron a todos y transformaron a las inocentes en monstruos y títeres preciosos.
Pero en un tiempo más podría recordar nuevas escenas. Podría recordar como su hermano otra vez era libre, que Nivea y Maddie recuperaban lo perdido. Que todos recuperaban aquello que perdieron. Sí, ese era el sueño de Ela, que todos recuperasen la vida que les correspondía, que dejasen de vivir mentiras…
Abre los ojos, el sol ha comenzado a salir por el horizonte. Se ve hermoso, un buen augurio para ellos. Significaba el inicio del final.
–Vamos adentro, debemos prepararnos. –exclama, tan sonriente que es contagioso. –Hay que pensar a que se dedicará cada uno y cómo podremos buscar más aliados.
Sin embargo, el cantar de un pajarillo en las lejanías la frena en seco. Ese sonido… le trae tantos recuerdos. Recuerdos desagradables y hermosos, un mar de canciones y besos a escondidas, de juegos y risas, de amor y odio. También de esperanza.
–¿Saben? Será mejor que primero descansemos un poco. –toca el hombro de otro rebelde, con una sonrisa algo más calmada, que le da un aspecto más bello y solemne. –Debemos estar bien antes de comenzar un nuevo día.
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Ela
Líder de los Rebeldes
Re: Nuevo Amanecer
(Viene de Fiesta Primaveral)
- ¡No os vayas! -grito un poco más alto que lo que el decoro exige en un evento social. Los que están más próximos me miran raro, creo que reprochándome en realidad, mientras que la gente que está más lejos ni se ha dado cuenta, siguen bailando. Y yo, me quedo mirando donde antes estaba la hermosa dama Nívea, ¡quién se ha evaporado ante mis ojos!
Avanzo unos pasos, buscando dónde podría haberse dirigido, pero no pudo haber sido tan rápida... Me agacho rápidamente y observo bajo la mesa, pero no puedo negarme más el hecho que he conversado con un espíritu. Me siento, sin fijarme en lo hermosa que es la silla, observando al mundo a mi alrededor como si yo no estuviera presente...
Vuelve a mi el dulce rostro de la dama... Casada con el moreno, hermano de la anfitriona de esta fiesta... Mis ojos recorren el salón, buscando a la dama de cabellos rojos, cuando me acuerdo que ella estaba conversando con mi extraño salvador.
Mi abuelo es prisionero, mi abuela es un espíritu, y de mis padres no hay mucha seguridad sobre si están en las mazmorras o en otro lugar del reino... Suspiro y como otro bocado de la manzana, ya que es mejor pensar con el estómago lleno.
¡Pero la imagen que mis ojos ven al sentir la dulzura del fruto es a una hermosa dama con un bebé en brazos! Me deleito observando la imagen hasta que ésta se esfuma, pero algo me dice que la escena tiene una importancia vital para mí! La mujer estaba cansada, en una cama, pero sujetaba con mucho cariño a ése bebé.
¡Quiero verla de nuevo!
Vuelvo a mascar la manzana, pero recibo otra imagen... una niña con un vestido igual a uno que era mi favorito... ¡Soy yo! Me acuerdo de haberme mirado en el gran espejo que encontré arriba, en una de las habitaciones que me estaban prohibidas.
Fue raro, porque ése día descubrí que habían objetos que podían hablar. Porque ése me habló. Hasta fuímos amigos, pues iba a visitarle cuando me podía escabullir, hasta que otros problemas me hicieron olvidarlo... Muchos años después, cuando empecé a sospechar la verdadera naturaleza de Circe, también supe que él era uno de sus aliados...
No busco morder nuevamente la manzana, impresionada aún por las diferentes imágenes de mi pasado, sí... de mi pasado, que he visto. Pero de todas, quisiera estar con Nívea nuevamente... Me decido permanecer aqui, en la expectativa de que ella "regrese", aún cuando algunos invitados comienzan a marcharse. Guardo la manzana, mientras aprovecho de observar los diferentes vestidos y trajes, admirando tan variados asistentes.
Pero me paralizo al ver a la Dama "fuego". ¿Realmente es mi tía abuela? No parece mayor que yo, pero la dama Nívea tampoco tenía siquiera una arruga en su blanca piel. Me decido a preguntarle dónde encontrar a mi abuela, y me acerco tímida pero sin desviarme. Voy a tocarle, porque está de espaldas a mí, cuando ella gira y me sujeta la mano. No me aprieta, pero tiene fuerza y firmeza.
Ni siquiera alcanzo a elaborar una palabra cuando un gran frío me invade. En general el frío no me incomoda, pero éste... ¡me duele en los huesos! Hasta agradezco la tibieza de la mano de Ela, e incluso apoyo mi mano libre sobre mi vientre, para ver si puedo darle algo de calor a mi bebé también.
Los invitados que permanecen miran agitados, algunos incluso se dirigen a la puerta y chillan cuando descubren que ésta no se abre. Iba a ponerme histérica como los demás, pero la seguridad en la voz de Ela me tranquilizan a tal punto que sonrío cuando ella dice que estamos a salvo... ¡Hasta que un fajo de luz muy fuerte me enceguece y grito también!
Cuando abro los ojos, veo todo borroso, pero poco a poco empiezo a ver que la luz venía del sol, que nace en el horizonte y alumbra todo a su paso. Miro a Ela, quién habla de buscar aliados y otras cosas, pero no puedo evitar bostezar... Rápidamente mi mano cubre mi boca, aunque ella misma agrega que primero debemos descansar. Descansar... Ela camina y se aleja, saludando a los asistentes, mientras me demoro en seguirla. De pronto salgo corriendo y le pregunto:
- ¿Dónde podremos descansar... tía?
- ¡No os vayas! -grito un poco más alto que lo que el decoro exige en un evento social. Los que están más próximos me miran raro, creo que reprochándome en realidad, mientras que la gente que está más lejos ni se ha dado cuenta, siguen bailando. Y yo, me quedo mirando donde antes estaba la hermosa dama Nívea, ¡quién se ha evaporado ante mis ojos!
Avanzo unos pasos, buscando dónde podría haberse dirigido, pero no pudo haber sido tan rápida... Me agacho rápidamente y observo bajo la mesa, pero no puedo negarme más el hecho que he conversado con un espíritu. Me siento, sin fijarme en lo hermosa que es la silla, observando al mundo a mi alrededor como si yo no estuviera presente...
Vuelve a mi el dulce rostro de la dama... Casada con el moreno, hermano de la anfitriona de esta fiesta... Mis ojos recorren el salón, buscando a la dama de cabellos rojos, cuando me acuerdo que ella estaba conversando con mi extraño salvador.
Mi abuelo es prisionero, mi abuela es un espíritu, y de mis padres no hay mucha seguridad sobre si están en las mazmorras o en otro lugar del reino... Suspiro y como otro bocado de la manzana, ya que es mejor pensar con el estómago lleno.
¡Pero la imagen que mis ojos ven al sentir la dulzura del fruto es a una hermosa dama con un bebé en brazos! Me deleito observando la imagen hasta que ésta se esfuma, pero algo me dice que la escena tiene una importancia vital para mí! La mujer estaba cansada, en una cama, pero sujetaba con mucho cariño a ése bebé.
- Spoiler:
¡Quiero verla de nuevo!
Vuelvo a mascar la manzana, pero recibo otra imagen... una niña con un vestido igual a uno que era mi favorito... ¡Soy yo! Me acuerdo de haberme mirado en el gran espejo que encontré arriba, en una de las habitaciones que me estaban prohibidas.
- Spoiler:
Fue raro, porque ése día descubrí que habían objetos que podían hablar. Porque ése me habló. Hasta fuímos amigos, pues iba a visitarle cuando me podía escabullir, hasta que otros problemas me hicieron olvidarlo... Muchos años después, cuando empecé a sospechar la verdadera naturaleza de Circe, también supe que él era uno de sus aliados...
No busco morder nuevamente la manzana, impresionada aún por las diferentes imágenes de mi pasado, sí... de mi pasado, que he visto. Pero de todas, quisiera estar con Nívea nuevamente... Me decido permanecer aqui, en la expectativa de que ella "regrese", aún cuando algunos invitados comienzan a marcharse. Guardo la manzana, mientras aprovecho de observar los diferentes vestidos y trajes, admirando tan variados asistentes.
Pero me paralizo al ver a la Dama "fuego". ¿Realmente es mi tía abuela? No parece mayor que yo, pero la dama Nívea tampoco tenía siquiera una arruga en su blanca piel. Me decido a preguntarle dónde encontrar a mi abuela, y me acerco tímida pero sin desviarme. Voy a tocarle, porque está de espaldas a mí, cuando ella gira y me sujeta la mano. No me aprieta, pero tiene fuerza y firmeza.
Ni siquiera alcanzo a elaborar una palabra cuando un gran frío me invade. En general el frío no me incomoda, pero éste... ¡me duele en los huesos! Hasta agradezco la tibieza de la mano de Ela, e incluso apoyo mi mano libre sobre mi vientre, para ver si puedo darle algo de calor a mi bebé también.
Los invitados que permanecen miran agitados, algunos incluso se dirigen a la puerta y chillan cuando descubren que ésta no se abre. Iba a ponerme histérica como los demás, pero la seguridad en la voz de Ela me tranquilizan a tal punto que sonrío cuando ella dice que estamos a salvo... ¡Hasta que un fajo de luz muy fuerte me enceguece y grito también!
Cuando abro los ojos, veo todo borroso, pero poco a poco empiezo a ver que la luz venía del sol, que nace en el horizonte y alumbra todo a su paso. Miro a Ela, quién habla de buscar aliados y otras cosas, pero no puedo evitar bostezar... Rápidamente mi mano cubre mi boca, aunque ella misma agrega que primero debemos descansar. Descansar... Ela camina y se aleja, saludando a los asistentes, mientras me demoro en seguirla. De pronto salgo corriendo y le pregunto:
- ¿Dónde podremos descansar... tía?
Re: Nuevo Amanecer
Noligma airado abandono su reunion con la pelirroja sexy para meditar, no estaba seguro de que planeaba pero sin duda a el no le incumbia, si todos aquellos querían obedecer a su peliigrosa cruzada ellos mismos.
Noligma no quería vengarse de la bruja como lo quería ella, Noligma buscaba venganza, quería hundir su mano en el pecho de la bruja y arrancarle el corazón aun palpitante... y ante sus ojos aun vivos .. dar un mordisco?
Noligma se encorvo evitando vomitar alli ¡¿pero que? ! Ni que fuera caníbal!
Noligma siempre había tenido ciertos impulsos ... no sabía de donde venían pero suponía que su madre estaba al tanto o que incluso podría tener algo que ver.
Gluttony se relamio como si viera algo delisioso.
al alzar la vista vio a blanca, ella tambien le había causado extraños impulsos, nuevamente se sintió codicioso y deseo que fuese toda para el.
Noligma suspiro... tan mala habia sido su infansia? No, había sido su temprana adolescencia llena de hormonas y caprichos ... y su madre malcriandolo dejandolo solo en este mundo ... y por supuesto la bruja. ¡ellos tenian la culpa!
Noligma solo era víctima de sus juegos enfermisos.
Fue a irse cuando vio que algo le impedia salir, una barrera, fuera de ella un acto de poder se estaba llevando a cabo.
noligma sin temor alguno empezó a traspasar la barrera, el tenia sus propios escudos ... nada podía afectarle. O eso creyó en su orgullo y hay fue cuando una intensa luz lo golpeo, Noligma reboto hacia atras como si lo hubiera atropellado un camión, nadie pudo verlo cegados por la luz.
Noligma choco fuertemente contra una pared, de no ser por sus escudos, se habría roto mucho mas que el orgullo.
Noligma paralizado por una extraña corriente empezó a perder los sentidos y su vista empezo a nublarse y todo se volvió negro ...
Noligma desapareció y en su lugar un joven insconciente con sus ropas puestas descansaba apoyado en una pared resquebrajada.
Noligma no quería vengarse de la bruja como lo quería ella, Noligma buscaba venganza, quería hundir su mano en el pecho de la bruja y arrancarle el corazón aun palpitante... y ante sus ojos aun vivos .. dar un mordisco?
Noligma se encorvo evitando vomitar alli ¡¿pero que? ! Ni que fuera caníbal!
Noligma siempre había tenido ciertos impulsos ... no sabía de donde venían pero suponía que su madre estaba al tanto o que incluso podría tener algo que ver.
Gluttony se relamio como si viera algo delisioso.
al alzar la vista vio a blanca, ella tambien le había causado extraños impulsos, nuevamente se sintió codicioso y deseo que fuese toda para el.
Noligma suspiro... tan mala habia sido su infansia? No, había sido su temprana adolescencia llena de hormonas y caprichos ... y su madre malcriandolo dejandolo solo en este mundo ... y por supuesto la bruja. ¡ellos tenian la culpa!
Noligma solo era víctima de sus juegos enfermisos.
Fue a irse cuando vio que algo le impedia salir, una barrera, fuera de ella un acto de poder se estaba llevando a cabo.
noligma sin temor alguno empezó a traspasar la barrera, el tenia sus propios escudos ... nada podía afectarle. O eso creyó en su orgullo y hay fue cuando una intensa luz lo golpeo, Noligma reboto hacia atras como si lo hubiera atropellado un camión, nadie pudo verlo cegados por la luz.
Noligma choco fuertemente contra una pared, de no ser por sus escudos, se habría roto mucho mas que el orgullo.
Noligma paralizado por una extraña corriente empezó a perder los sentidos y su vista empezo a nublarse y todo se volvió negro ...
Noligma desapareció y en su lugar un joven insconciente con sus ropas puestas descansaba apoyado en una pared resquebrajada.
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Yer Noligma
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Re: Nuevo Amanecer
Vean el motivo de la verguenza aqui <--
- ¿Qué se le ofrece joven? -pregunta la poney blanca, pero no logro ni tartamudear al ver que sus ojos son del mismo color que los míos, verdes grisáceos...
- Es que... -digo mirándola a los ojos, confundido no sólo por ser la primera vez que veo a alguien de mi misma especie, sino por lo parecida que es a mi aparencia original- ... ¿viene usted de Equestria? -pregunto finalmente.
-Si, y para allá vamos ahora, con su permiso. -nos interrumpe el poney de capa roja, color champagne. Él aleja a la dama de mi cercanía, y aunque murmure, alcanzo a escucharle- No es bueno que hables con borrachos, cariño.
Mi rostro se vuelve rojo por la rabia. ¿Borracho yo? ¡Cuando estoy borracho ni siquiera puedo caminar! ¿Qué se cree él?
- Con su permiso, joven. -dice el Monarca de la gran barba, y me quedo sólo mientras el trío reanuda su conversación lejos de mí. ¡Qué ganas de seguirles e importunarles! Pero no, así no soy yo... Enojado, me voy al jardín, en la dirección contraria a la puerta, que no sé si me comportaré si me encuentro de nuevo con el poney ése.
Llego al jardín y me siento en el pasto, saco un puñado y me lo hecho a la boca, mascando triste. Lo mejor que me pudo haber pasado es haber salido de ésa comunidad de poneys maleducados... ¡Mil veces mejor ser un pirata! Pero mis ojos se humedecen mientras estoy solo.
De pronto me doy cuenta que la música ha cesado. ¿Cuánto tiempo estuve afuera del baile? Me levanto y entro rápidamente, y percibo que ya son muchos quienes se retiraron. Y con una punzada de apremio me fijo que ninguno de mis colegas piratas, siquiera Roberts, se encuentra en el salón. (Aunque lleven máscaras, sé como van vestidos) "¿Se fueron sin mí?"
Iba camino hacia el portón cuando veo a la sra. pelirroja que sabe quién soy. Ella sujeta a una joven de cabellos negros como la noche pero me mira de manera significativa. ¿Qué me quiere decir? Un ruido me hace mirar al portón y veo que el que llegó con el torbellino luego de forcejear logra salir. ¡Debo alcanzar a los piratas! Le sigo, pero en mi caso la puerta no se abre. ¡Aplico toda mi fuerza pero ni se mueve!
Y aún ante el esfuerzo anterior, un gran frío me invade. De inmediato suelto la puerta y retrocedo unos pasos, para acercarme a la gente y buscar un poco de su calor humano. Pero un polvillo verde se cola por debajo de la puerta, por entremedio de las ventanas, envolviéndonos. Inútilmente lo soplo, y me fijo que mi piel se pone de gallina.
Me volteo luego que la sra. pelirroja habla, tratando de tranquilizarnos. Si lo que dice es cierto, nosotros estamos a salvo adentro pero... ¿y quiénes están allá afuera? ¡Mis colegas están allá afuera! Pero antes que pueda reaccionar, una luz llega de pronto, ¡tan blanca que siento como si fuera a quedar ciego! Cierro mis ojos y me agacho, ovillándome en el piso, hasta que curioso los vuelvo a abrir y me doy cuenta que todo está más claro, con la luz del amanecer entrando por las ventanas.
Me levanto, algo avergonzado por ser uno de los pocos que se tiró al piso, ajustándome el cinturón, pero soy uno de los primeros en seguirla:
- No puedo descansar ahora, ¡debo ir a ver si mis amigos están bien! -digo y doy la vuelta, para dirigirme a la puerta.
- ¿Qué se le ofrece joven? -pregunta la poney blanca, pero no logro ni tartamudear al ver que sus ojos son del mismo color que los míos, verdes grisáceos...
- Es que... -digo mirándola a los ojos, confundido no sólo por ser la primera vez que veo a alguien de mi misma especie, sino por lo parecida que es a mi aparencia original- ... ¿viene usted de Equestria? -pregunto finalmente.
-Si, y para allá vamos ahora, con su permiso. -nos interrumpe el poney de capa roja, color champagne. Él aleja a la dama de mi cercanía, y aunque murmure, alcanzo a escucharle- No es bueno que hables con borrachos, cariño.
Mi rostro se vuelve rojo por la rabia. ¿Borracho yo? ¡Cuando estoy borracho ni siquiera puedo caminar! ¿Qué se cree él?
- Con su permiso, joven. -dice el Monarca de la gran barba, y me quedo sólo mientras el trío reanuda su conversación lejos de mí. ¡Qué ganas de seguirles e importunarles! Pero no, así no soy yo... Enojado, me voy al jardín, en la dirección contraria a la puerta, que no sé si me comportaré si me encuentro de nuevo con el poney ése.
Llego al jardín y me siento en el pasto, saco un puñado y me lo hecho a la boca, mascando triste. Lo mejor que me pudo haber pasado es haber salido de ésa comunidad de poneys maleducados... ¡Mil veces mejor ser un pirata! Pero mis ojos se humedecen mientras estoy solo.
De pronto me doy cuenta que la música ha cesado. ¿Cuánto tiempo estuve afuera del baile? Me levanto y entro rápidamente, y percibo que ya son muchos quienes se retiraron. Y con una punzada de apremio me fijo que ninguno de mis colegas piratas, siquiera Roberts, se encuentra en el salón. (Aunque lleven máscaras, sé como van vestidos) "¿Se fueron sin mí?"
Iba camino hacia el portón cuando veo a la sra. pelirroja que sabe quién soy. Ella sujeta a una joven de cabellos negros como la noche pero me mira de manera significativa. ¿Qué me quiere decir? Un ruido me hace mirar al portón y veo que el que llegó con el torbellino luego de forcejear logra salir. ¡Debo alcanzar a los piratas! Le sigo, pero en mi caso la puerta no se abre. ¡Aplico toda mi fuerza pero ni se mueve!
Y aún ante el esfuerzo anterior, un gran frío me invade. De inmediato suelto la puerta y retrocedo unos pasos, para acercarme a la gente y buscar un poco de su calor humano. Pero un polvillo verde se cola por debajo de la puerta, por entremedio de las ventanas, envolviéndonos. Inútilmente lo soplo, y me fijo que mi piel se pone de gallina.
Me volteo luego que la sra. pelirroja habla, tratando de tranquilizarnos. Si lo que dice es cierto, nosotros estamos a salvo adentro pero... ¿y quiénes están allá afuera? ¡Mis colegas están allá afuera! Pero antes que pueda reaccionar, una luz llega de pronto, ¡tan blanca que siento como si fuera a quedar ciego! Cierro mis ojos y me agacho, ovillándome en el piso, hasta que curioso los vuelvo a abrir y me doy cuenta que todo está más claro, con la luz del amanecer entrando por las ventanas.
Me levanto, algo avergonzado por ser uno de los pocos que se tiró al piso, ajustándome el cinturón, pero soy uno de los primeros en seguirla:
- No puedo descansar ahora, ¡debo ir a ver si mis amigos están bien! -digo y doy la vuelta, para dirigirme a la puerta.
Re: Nuevo Amanecer
La fiesta había terminado de la forma más subrepticia posible hasta donde yo podía juzgar. Por cierto que no consideraba que hubiera sido la reunión más normal a la que había asistido, y eso era quizás por la extraña disminución de seres no humanos que habían estado cruzándose en mi vida de un tiempo a esa parte, ya que incluso Pony, parte de la tripulación del Revenge, ahora parecía un hombre común y corriente. Aparte de eso, los encuentros con brujas, sirenas y otras criaturas eran cada vez menos corrientes, por más que en un caso en particular había tratado de que fuese distinto, sin haber llegado a tener éxito alguno. El caso era que siendo así, el verme de un momento a otro en compañía de personas y seres que parecían salidos de una imaginación sobreestimulada por más que sabía hasta cierto punto de su existencia, había sido bastante apabullante, y finalmente había tenido que hacerme a la idea e intentar ver de qué iba todo aquello.
De un momento a otro me había visto conversando con una atractiva mujer rubia con alas en la espalda, la imagen misma de un hada... solamente que muchísimo más grande de lo que uno podría haberse estado esperando, de tamaño humano por ponerlo de alguna manera. No había estado mal, y en el entretanto había visto pasar uno tras otro personajes cada cual más estrafalario mezclados entre gente que al menos a mí parecer se veían de lo más normales.
Todo había seguido así, en un período de tiempo que había sido a la vez infinitamente corto e interminable, hasta que la mujer pelirroja había pasado cerca, hablando en susurros como si nos hubiésemos conocido desde siempre, entregando palabras que no entendía al tiempo que me hacían sentido. Pero era demasiado confuso, era una cacofonía de ideas, colores, sonidos, olores... y había terminado sintiéndome mareado, teniendo que salir del palacio apresurándome. No había sido suficiente, sin embargo, y pronto decidí que no volvería a sentirme en paz hasta que volviese al Revenge, por lo que emprendí paso de regreso por donde recordaba haber venido.
El camino de regreso se me hizo muchísimo más largo que el de ida, pero con cada paso que daba me sentía un poco más despejado, lo suficiente como para ir haciendo sentido de lo experimentado durante aquella fiesta, y en particular lo referente a la mujer pelirroja. Ela. De alguna manera recordaba su nombre ahora, a la vez que iba recordando tantas otras cosas que no sabía que estaban en mi memoria. Para cuando llegué al puerto donde estaba anclado el Revenge estaba completamente agotado, física y mentalmente, por lo que apenas abordé me dirigí a mi habitación, donde me quité la máscara frente al espejo, con mi rostro pareciéndome ser descubierto por primera vez. Negué con la cabeza y me fui a la cama, donde quedé dormido de una sola vez en un sueño que era más bien recuerdo tras recuerdo.
Desperté en algún momento de la noche, notando lo calmo del mar y la oscuridad reinante pues la luna y las estrellas estaban perdidas en el cielo encapotado. Hacía frío, y a pesar de la oscuridad exterior podía ver los contornos de los muebles que me rodeaban... todo en una verde luminosidad que se iba esparciendo por la habitación. -No... no otra vez...- alcancé a decir, entendiendo quizás por primera vez qué era aquello, antes de que aquella bruma verdosa me rodease por completo. En angustia noté cómo mis recién recordadas memorias se posaban en mi mente antes de desvanecerse, una tras otra. Una vez que hubieron terminado de desaparecer nuevamente fue el turno de las más recientes. Una batalla en alta mar con consecuencias inesperadas. El reencuentro con una sirenita, con esa sirenita, Ariel... El haberla conocido. Visitas a puertos. El rapto de Blanca. Brujas. Sirenas. Una tarde en el bosque. Todo. Se había ido y una modorra insoportable lo reemplazaba. Volví a recostarme en la cama, tapándome y acurrucándome para combatir el frío.
Esta vez no desperté por mi cuenta, sino que fue Wesley quien tocó a mi puerta. -Roberts, capitán, creo que es hora de salir y empezar a dar órdenes- comentó, sonriente, esperando en el dintel.
-Roberts... Todavía se me hace extraño que me llames así. Me cuesta imaginarme que algún día me acostumbre al nombre- le respondí, negando con la cabeza y levantándome, desperezándome y procediendo a vestirme. Un nuevo día había iniciado, uno más en mi camino para convertirme en el temido pirata Roberts, una herencia de Wesley, que hacía de mi contramaestre por ahora, hasta que el nombre se quedase conmigo.
De un momento a otro me había visto conversando con una atractiva mujer rubia con alas en la espalda, la imagen misma de un hada... solamente que muchísimo más grande de lo que uno podría haberse estado esperando, de tamaño humano por ponerlo de alguna manera. No había estado mal, y en el entretanto había visto pasar uno tras otro personajes cada cual más estrafalario mezclados entre gente que al menos a mí parecer se veían de lo más normales.
Todo había seguido así, en un período de tiempo que había sido a la vez infinitamente corto e interminable, hasta que la mujer pelirroja había pasado cerca, hablando en susurros como si nos hubiésemos conocido desde siempre, entregando palabras que no entendía al tiempo que me hacían sentido. Pero era demasiado confuso, era una cacofonía de ideas, colores, sonidos, olores... y había terminado sintiéndome mareado, teniendo que salir del palacio apresurándome. No había sido suficiente, sin embargo, y pronto decidí que no volvería a sentirme en paz hasta que volviese al Revenge, por lo que emprendí paso de regreso por donde recordaba haber venido.
El camino de regreso se me hizo muchísimo más largo que el de ida, pero con cada paso que daba me sentía un poco más despejado, lo suficiente como para ir haciendo sentido de lo experimentado durante aquella fiesta, y en particular lo referente a la mujer pelirroja. Ela. De alguna manera recordaba su nombre ahora, a la vez que iba recordando tantas otras cosas que no sabía que estaban en mi memoria. Para cuando llegué al puerto donde estaba anclado el Revenge estaba completamente agotado, física y mentalmente, por lo que apenas abordé me dirigí a mi habitación, donde me quité la máscara frente al espejo, con mi rostro pareciéndome ser descubierto por primera vez. Negué con la cabeza y me fui a la cama, donde quedé dormido de una sola vez en un sueño que era más bien recuerdo tras recuerdo.
Desperté en algún momento de la noche, notando lo calmo del mar y la oscuridad reinante pues la luna y las estrellas estaban perdidas en el cielo encapotado. Hacía frío, y a pesar de la oscuridad exterior podía ver los contornos de los muebles que me rodeaban... todo en una verde luminosidad que se iba esparciendo por la habitación. -No... no otra vez...- alcancé a decir, entendiendo quizás por primera vez qué era aquello, antes de que aquella bruma verdosa me rodease por completo. En angustia noté cómo mis recién recordadas memorias se posaban en mi mente antes de desvanecerse, una tras otra. Una vez que hubieron terminado de desaparecer nuevamente fue el turno de las más recientes. Una batalla en alta mar con consecuencias inesperadas. El reencuentro con una sirenita, con esa sirenita, Ariel... El haberla conocido. Visitas a puertos. El rapto de Blanca. Brujas. Sirenas. Una tarde en el bosque. Todo. Se había ido y una modorra insoportable lo reemplazaba. Volví a recostarme en la cama, tapándome y acurrucándome para combatir el frío.
Esta vez no desperté por mi cuenta, sino que fue Wesley quien tocó a mi puerta. -Roberts, capitán, creo que es hora de salir y empezar a dar órdenes- comentó, sonriente, esperando en el dintel.
-Roberts... Todavía se me hace extraño que me llames así. Me cuesta imaginarme que algún día me acostumbre al nombre- le respondí, negando con la cabeza y levantándome, desperezándome y procediendo a vestirme. Un nuevo día había iniciado, uno más en mi camino para convertirme en el temido pirata Roberts, una herencia de Wesley, que hacía de mi contramaestre por ahora, hasta que el nombre se quedase conmigo.
Re: Nuevo Amanecer
Ciertamente era de lo mas extraño, que un antiguo enemigo de la fantasía estuviese alli mismo, entre los guardianes que la defienden.
El destino giraba como una peonza y nadie sabía donde se detendria... Gmork siguió a la bruja como cualquier otro criado humano, o como un perrito faldero.
Todos desconfiaban de el, y Gmork no los sacaría de su error.
Eso le hizo recordar su reunión con Ela, hacia ya una eternidad en aquel pantano ... aquel dia parecían estar en el mismo barco y mira ahora.
A que se podría deber semejante cambio?
Cuando finalmente aparecio, Gmork miro a la bruja alsandose en su gloria, sus ojos verdes brillaron con cierta intencidad.
la bruja era terrible y transmitía frialdad y algo que solo los dioses tienen ... pero a pesar de ello seguía siendo hermosa y con cierto aspecto frágil.
Era como una bella escultura de hielo, temes romperla si la tocas, pero si lo haces no se rompe sino que descubres que es un duro cristal que te hiela la sangre y sus bordes afilados cortan tu piel.
Gmork olvido su lado poeta, tenía que atender, la bruja demostró que aun le recordaba ordenando que le trajera una caja
-enseguida,mi señora
Al momento de tener la caja, la Bruja sonríe.
–Es tu primer ritual, pequeño, así que guarda silencio y observa. Todo debe salir a la perfección, pues no hay segundas oportunidades.
Gmork no sabía nada de rituales, pero si sabía obedecer una orden directa, permaneció observando.
ciertamente Gmork no pertenecía a la fantasía ... entonces ... de haber estado fuera de ese circulo ...¿que habría sido de el? Volvería al agujero del que proviene? O sería pasto de la nada y desaparecería sin mas?
Gmork no cerro los ojos, tampoco se lo habían ordenado, el rito duraba mucho mientras la joven víctima se vollvía cada vez mas vieja ... y con ello el mundo mas joven.
La fantasía sería salvada ... aunque esta no quisiera.
El destino giraba como una peonza y nadie sabía donde se detendria... Gmork siguió a la bruja como cualquier otro criado humano, o como un perrito faldero.
Todos desconfiaban de el, y Gmork no los sacaría de su error.
Eso le hizo recordar su reunión con Ela, hacia ya una eternidad en aquel pantano ... aquel dia parecían estar en el mismo barco y mira ahora.
A que se podría deber semejante cambio?
Cuando finalmente aparecio, Gmork miro a la bruja alsandose en su gloria, sus ojos verdes brillaron con cierta intencidad.
la bruja era terrible y transmitía frialdad y algo que solo los dioses tienen ... pero a pesar de ello seguía siendo hermosa y con cierto aspecto frágil.
Era como una bella escultura de hielo, temes romperla si la tocas, pero si lo haces no se rompe sino que descubres que es un duro cristal que te hiela la sangre y sus bordes afilados cortan tu piel.
Gmork olvido su lado poeta, tenía que atender, la bruja demostró que aun le recordaba ordenando que le trajera una caja
-enseguida,mi señora
Al momento de tener la caja, la Bruja sonríe.
–Es tu primer ritual, pequeño, así que guarda silencio y observa. Todo debe salir a la perfección, pues no hay segundas oportunidades.
Gmork no sabía nada de rituales, pero si sabía obedecer una orden directa, permaneció observando.
ciertamente Gmork no pertenecía a la fantasía ... entonces ... de haber estado fuera de ese circulo ...¿que habría sido de el? Volvería al agujero del que proviene? O sería pasto de la nada y desaparecería sin mas?
Gmork no cerro los ojos, tampoco se lo habían ordenado, el rito duraba mucho mientras la joven víctima se vollvía cada vez mas vieja ... y con ello el mundo mas joven.
La fantasía sería salvada ... aunque esta no quisiera.
Re: Nuevo Amanecer
Nunca había besado de forma tan intensa, y a la vez tan casta. Los labios del príncipe me transmiten una ternura tan grande que mi corazón se acelera, pero al contrario de los hombres que he tenido, sus manos no empiezan a recorrer mi cuerpo sino que se quedan donde están, transmitiendo su calor sin apretarme.
Infelizmente, tras un gran momento de conexión entre nosotros, él se separa y me mira con los ojos muy abiertos. Su expresión me transmite asombro, pero también algo de horror. ¿Acaso mi beso le causó horror?
- ¿Estás bien? -pregunto en voz baja, temerosa de levantar la mano para tocarlo. No puede ser sólo timidez lo que tiene... ¡Ningún hombre con su figura podría ser tímido! Sin embargo, él se excusa y se aleja. Me quedo plantada en medio del baile, sin la valentía de correr trás él, congelada y sin comprender.
No es cierto, lo comprendo muy bien... De alguna forma él descubrió mi verdad: los labios no pueden ocultar nuestro origen, nuestro pasado... ¡Ése debe haber sido el horror que ví en sus ojos!
Con lágrimas en los ojos, empiezo a caminar hacia la puerta. Una mujer de cabellos rojos se acerca a hablarme, pero hago un gesto con mis manos para decirle que ya me retiro. Ella trata de tomar mi mano, pero, quizás algo brusca, me suelto y empiezo a caminar más rápido hacia la puerta.
Me alejo, entrando en el bosque mientras la música y sonidos de alegria siguen a mis espaldas. Tiro la máscara al piso, enojada, y también tiro los zapatos.
Luego de unos pasos me devuelvo y recojo todo, porque es lo único que tengo. Más adelante, ya rodeada sólo por los ruidos del bosque nocturno, encuentro mis botas y avanzo más rápido hacia mi posada.
Llego con los ojos hinchados y casi sin sollozos. Me quito el vestido y lo guardo cuidadosamente en el baúl, junto con los zapatitos y la máscara, y entonces, con una simple pijama, me acuesto en mi cama de plebeya, volviendo a llorar mientras me hago pequeña de tanto dolor. Un gran frío me invade, pero sigo llorando, con la mirada de horror del príncipe en mi mente. De pronto, recuerdo la sonrisa de Gastón, dirigida a la sonsa de Bella, nunca a nosotras, y lloro más, hasta que sin darme cuenta despierto con el sol entrando en mi habitación.
Me estiro, cansada no sé por qué, si ayer fue un día igual que el otro. Aunque la verdad es que no: ayer fue la reinauguración de la Posada del Pony Pisador! Me levanto llena de energía, puesto que debo empezar a preparar el desayuno junto a mis hermanas. ¿Habrá ido Cosette a buscar leche fresca?
De pronto, el olor a pan quemado me indica que Rosette ya ha está en la cocina... Me visto y me dispongo a preparar otra horneada para los huéspedes.
Infelizmente, tras un gran momento de conexión entre nosotros, él se separa y me mira con los ojos muy abiertos. Su expresión me transmite asombro, pero también algo de horror. ¿Acaso mi beso le causó horror?
- ¿Estás bien? -pregunto en voz baja, temerosa de levantar la mano para tocarlo. No puede ser sólo timidez lo que tiene... ¡Ningún hombre con su figura podría ser tímido! Sin embargo, él se excusa y se aleja. Me quedo plantada en medio del baile, sin la valentía de correr trás él, congelada y sin comprender.
No es cierto, lo comprendo muy bien... De alguna forma él descubrió mi verdad: los labios no pueden ocultar nuestro origen, nuestro pasado... ¡Ése debe haber sido el horror que ví en sus ojos!
Con lágrimas en los ojos, empiezo a caminar hacia la puerta. Una mujer de cabellos rojos se acerca a hablarme, pero hago un gesto con mis manos para decirle que ya me retiro. Ella trata de tomar mi mano, pero, quizás algo brusca, me suelto y empiezo a caminar más rápido hacia la puerta.
Me alejo, entrando en el bosque mientras la música y sonidos de alegria siguen a mis espaldas. Tiro la máscara al piso, enojada, y también tiro los zapatos.
Luego de unos pasos me devuelvo y recojo todo, porque es lo único que tengo. Más adelante, ya rodeada sólo por los ruidos del bosque nocturno, encuentro mis botas y avanzo más rápido hacia mi posada.
Llego con los ojos hinchados y casi sin sollozos. Me quito el vestido y lo guardo cuidadosamente en el baúl, junto con los zapatitos y la máscara, y entonces, con una simple pijama, me acuesto en mi cama de plebeya, volviendo a llorar mientras me hago pequeña de tanto dolor. Un gran frío me invade, pero sigo llorando, con la mirada de horror del príncipe en mi mente. De pronto, recuerdo la sonrisa de Gastón, dirigida a la sonsa de Bella, nunca a nosotras, y lloro más, hasta que sin darme cuenta despierto con el sol entrando en mi habitación.
Me estiro, cansada no sé por qué, si ayer fue un día igual que el otro. Aunque la verdad es que no: ayer fue la reinauguración de la Posada del Pony Pisador! Me levanto llena de energía, puesto que debo empezar a preparar el desayuno junto a mis hermanas. ¿Habrá ido Cosette a buscar leche fresca?
De pronto, el olor a pan quemado me indica que Rosette ya ha está en la cocina... Me visto y me dispongo a preparar otra horneada para los huéspedes.
Re: Nuevo Amanecer
El beso lo sorprende, claro que sí, pues nunca antes ha besado a nadie. Demasiados años siendo un niño juegan en contra en esas cosas. Resulta ser algo mucho más agradable de lo que imaginó en esas noches solitarias, algo tan cálido… y aunque una parte de si mismo comienza a imaginar una escena distinta, su mentalidad que roza lo infantil y principesco evita que siga por ese camino. En lugar de tocar o al menos rozar lo que sus manos añoran, prefiere mantenerse en la misma posición.
Princesa, repite su mente, una vez tras otra. Por él se quedaba ahí eternamente, enserio. Pierrot es un romántico en el fondo. Pero la voz mental de Ela resuena, opacando la suya propia. Se acaba el tiempo… ¿Tiempo? ¿Qué tiempo?
Pierrot abre sus ojos, aterrado. ¡No! ¡Ella no puede volver atrás el tiempo ahora, justo ahora que se siente más tranquilo que nunca! ¿Acaso no tiene corazón? Claro que no, piensa. Esa es solo una arpía.
Aunque su corazón amenaza con romperse ahí mismo frente a la doncella, Pierrot reúne todas sus fuerzas y lentamente se separa de ella. No sabe qué expresión muestra su rostro, desearía mostrar calma y serenidad, pero se siente demasiado aterrado para eso. Debe irse, antes de transformarse en un infante frente a su bella dama. ¿¡Qué diría ella!?
¿Debe responder a su interrogante? No, no puede causarle una preocupación innecesaria, aunque lo que desea es justo lo contrario, confesarse ante ella, decirle todo y buscar calor entre sus brazos.
–Debo… debo irme. –dice al fin, alejándose a pasos agigantados en dirección al cuarto de una de las torres. Su propio santuario personal. No voltea a verla, no puede hacerlo. Solo ruega que ella no se marche, que se quede en la fiesta, que se una a él en un amanecer nuevo.
Una vez en su cuarto se encierra dentro, buscando el violín que tanto tiempo le ha acompañado en sus travesías. ¿Dónde estaba? Bajo sus pies oye como la fiesta continua unos momentos, antes de que todo cese. Por su ventana, puede ver una parte de la multitud marcharse. Una gran parte. Gracias al cielo, no hay ningún vestido verde entre ellos.
Pierrot espera paciente que su cuerpo cambie, al mismo tiempo que el amanecer se acerca, pero ante sus ojos nada pasa. Sus manos siguen grandes, su expresión ingenua sigue en un rostro demasiado maduro. ¿Acaso es un juego de la arpía? ¡Maldita Bruja! Pronto un rayo de luz lo ciega. Ya está, todo ha terminado. O mejor dicho, comenzado. Un nuevo amanecer… Otra vez. Al abrir sus ojos, espera encontrar todo más arriba, pero para su sorpresa no es así. Todo sigue igual. Él sigue igual…
La sorpresa impide que pueda siquiera reaccionar en un primer momento. La sonrisa aparece despacio en sus labios, junto a una sensación agradable. Sigue igual… ¡Sigue igual! ¡No disfraces, no magia! Ahora es él, su forma real. El cómo no lo comprende, pero poco o nada le interesa. Sobre su cama se encuentra su violín, su marca de aprendiz de brujo personal. Lo toma entre sus dedos y sonríe. Su violín ahora tiene un tamaño adecuado para sus nuevas formas.
Corre al salón, esperando encontrar a su princesa, para poder abrazarla y contagiarle esa sensación de alegría y calidez que lo embriaga, poder tocarle una melodía alegre que contagie el calor que proporciona un beso. No la ve. Por más que busca, por más que llama, no la ve. Ella no está…
Como un balde de agua fría, el saber que no verá otra vez a su doncella, pues esta ha perdido los recuerdos una vez más, le roba el aliento, la sonrisa y todo rastro de la alegría anterior. ¿Cómo pudo pasar? ¿Acaso fue su actitud? Maldijo doblemente tanto a la Bruja del Tiempo como a su suerte de ogro. Debió decirle algo, debió implorarle que esperara por él un momento. Tan solo…
Una idea nueva invade su mente. Buscarla. ¿Por qué no? Aun si no recordaba a Pierrot, él la recordaba a ella. Y nada impedía la creación de nuevos recuerdos, ¿verdad? Con su ánimo de regreso, envía un mensaje mental a Ela y se dirige a la puerta (la cual se encuentra cerrada con magia, pero Pierrot es hábil y la abre sin dificultades), dejando salir de paso a aquellos que lo deseen. Que por mucha palabrería de Ela, hay quienes desean ver con sus propios ojos en nuevo mundo que les espera en el exterior. Violín en mano, vestido aun para esa fiesta, se dirige al bosque en dirección al reino más cercano. En dirección a ella.
Princesa, repite su mente, una vez tras otra. Por él se quedaba ahí eternamente, enserio. Pierrot es un romántico en el fondo. Pero la voz mental de Ela resuena, opacando la suya propia. Se acaba el tiempo… ¿Tiempo? ¿Qué tiempo?
Pierrot abre sus ojos, aterrado. ¡No! ¡Ella no puede volver atrás el tiempo ahora, justo ahora que se siente más tranquilo que nunca! ¿Acaso no tiene corazón? Claro que no, piensa. Esa es solo una arpía.
Aunque su corazón amenaza con romperse ahí mismo frente a la doncella, Pierrot reúne todas sus fuerzas y lentamente se separa de ella. No sabe qué expresión muestra su rostro, desearía mostrar calma y serenidad, pero se siente demasiado aterrado para eso. Debe irse, antes de transformarse en un infante frente a su bella dama. ¿¡Qué diría ella!?
¿Debe responder a su interrogante? No, no puede causarle una preocupación innecesaria, aunque lo que desea es justo lo contrario, confesarse ante ella, decirle todo y buscar calor entre sus brazos.
–Debo… debo irme. –dice al fin, alejándose a pasos agigantados en dirección al cuarto de una de las torres. Su propio santuario personal. No voltea a verla, no puede hacerlo. Solo ruega que ella no se marche, que se quede en la fiesta, que se una a él en un amanecer nuevo.
Una vez en su cuarto se encierra dentro, buscando el violín que tanto tiempo le ha acompañado en sus travesías. ¿Dónde estaba? Bajo sus pies oye como la fiesta continua unos momentos, antes de que todo cese. Por su ventana, puede ver una parte de la multitud marcharse. Una gran parte. Gracias al cielo, no hay ningún vestido verde entre ellos.
Pierrot espera paciente que su cuerpo cambie, al mismo tiempo que el amanecer se acerca, pero ante sus ojos nada pasa. Sus manos siguen grandes, su expresión ingenua sigue en un rostro demasiado maduro. ¿Acaso es un juego de la arpía? ¡Maldita Bruja! Pronto un rayo de luz lo ciega. Ya está, todo ha terminado. O mejor dicho, comenzado. Un nuevo amanecer… Otra vez. Al abrir sus ojos, espera encontrar todo más arriba, pero para su sorpresa no es así. Todo sigue igual. Él sigue igual…
La sorpresa impide que pueda siquiera reaccionar en un primer momento. La sonrisa aparece despacio en sus labios, junto a una sensación agradable. Sigue igual… ¡Sigue igual! ¡No disfraces, no magia! Ahora es él, su forma real. El cómo no lo comprende, pero poco o nada le interesa. Sobre su cama se encuentra su violín, su marca de aprendiz de brujo personal. Lo toma entre sus dedos y sonríe. Su violín ahora tiene un tamaño adecuado para sus nuevas formas.
Corre al salón, esperando encontrar a su princesa, para poder abrazarla y contagiarle esa sensación de alegría y calidez que lo embriaga, poder tocarle una melodía alegre que contagie el calor que proporciona un beso. No la ve. Por más que busca, por más que llama, no la ve. Ella no está…
Como un balde de agua fría, el saber que no verá otra vez a su doncella, pues esta ha perdido los recuerdos una vez más, le roba el aliento, la sonrisa y todo rastro de la alegría anterior. ¿Cómo pudo pasar? ¿Acaso fue su actitud? Maldijo doblemente tanto a la Bruja del Tiempo como a su suerte de ogro. Debió decirle algo, debió implorarle que esperara por él un momento. Tan solo…
Una idea nueva invade su mente. Buscarla. ¿Por qué no? Aun si no recordaba a Pierrot, él la recordaba a ella. Y nada impedía la creación de nuevos recuerdos, ¿verdad? Con su ánimo de regreso, envía un mensaje mental a Ela y se dirige a la puerta (la cual se encuentra cerrada con magia, pero Pierrot es hábil y la abre sin dificultades), dejando salir de paso a aquellos que lo deseen. Que por mucha palabrería de Ela, hay quienes desean ver con sus propios ojos en nuevo mundo que les espera en el exterior. Violín en mano, vestido aun para esa fiesta, se dirige al bosque en dirección al reino más cercano. En dirección a ella.
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Re: Nuevo Amanecer
Tritón parecía enfadado. No, más que enfadado, cuando tomó la mano de su hija menor y la de su sobrina y se las llevó a rastras de la fiesta, dejando a la pelirroja con una sensación de extrañeza perfectamente visible en su rostro. Sin embargo, no dijo nada, pues conocía de sobra a su padre y sus extrañas costumbres. Si se quería ir, bien, se van todos con él.
Dio una última mirada alrededor, tal vez buscando a Eric aunque se había dicho a si misma que no, que ese estaba dando la lata en su castillo. Por supuesto, no lo encontró y una sensación de alivio inundó su pecho. Lo último que sus ojos vieron antes de que las puertas se cerrasen, fueron los ojos de la dulce Ela.
Ariel esperaba que una vez fuera su padre soltase su mano, pero no lo hizo. Continuó con su hija perfectamente tomada, casi esclavizada. ¿Esclavizada? ¿Por qué esa palabra la asociaba tan rápido con ella misma y su padre?
–Padre, estás haciéndome daño…
La voz de Ariel fue un susurro, pero Tritón la oyó fuerte y claro, soltándola con un simple lo siento. Sí, claro, lo siento. Siempre es un lo siento, ¿no papi?
Los pasos de todos eran rápidos mientras regresaban a casa, lo suficiente para que Ariel se sintiese cansada a medida que pasaban los minutos. ¿O fueron horas? Ni idea. Al parecer esa noche el tiempo había enloquecido. Pronto el puerto estuvo frente a sus ojos, el inmenso mar llamándolos como un padre llama a sus hijos. Y se veía bien, agradable casi. El agua fría, la espuma, el aroma intenso a pescado y sal. Esa era casa, siempre lo había sido y siempre lo sería para los hijos de Poseidón…
No, eso estaba mal. ¿Quién era ese Poseidón? En las aguas solo mandaba la Sirena Madre. ”¿Pero qué cosas piensas Ari?” No lo sé, todo es extraño, ¿no te parece? El mar se ve distinto, mi padre se ve distinto, los barcos, el aire… Todo. “
Sí, muy distintos. Como si faltase algo, algo sumamente importante. ¿Sería la vista? Faltaba un castillo. Sirenas y tritones se despojaron de sus prendas y entraron al agua, pero Ariel continuaba observando el horizonte completamente confundida. Ella no tenía que estar allí, tenía que estar en un cuarto, vigilando que su niña traviesa no molestase al bebé…
–Bebé… –un bebé de cabellos rojos y ojos azules, una mini copia de su marido. Lo justo, que la nena era de ella. Un niño de ella, solo de ella… Un castillo. Tantos recuerdos comenzaron a amontonarse en la mente de la sirenita. Recuerdos de una boda en medio del mar, de la noche de bodas, el primer embarazo y su posterior parto, aventuras causadas por la niña y luego… luego el nacimiento del segundo, la sorpresa.
Como está libre del agarre de Tritón comienza a alejarse en dirección al castillo de Eric, no, su castillo, de ambos. Castillo que la vio crecer como humana, castillo donde amó y fue amada, donde… Esperen. Otra vez, algo no estaba bien. Ariel llevó una de sus manos a su frente, por el dolor de cabeza que comenzaba a molestarla. Algo mucho más antiguo rondaba su cabeza, algo frío y a la vez muy cálido. Risas de niños, juegos en la playa con la luna en el cielo. Ojos azules como el mismo hielo, pero que en la realidad eran completamente cálidos. El fuego de una chimenea en pleno invierno, labios sobre labios y piel con piel…
Se detuvo de golpe, más confundida que nunca. ¿Qué pasaba por su cabeza ahora? Porque ese… ese no era Eric.
“Claro que no es Eric, tonta. Eric es el que debes amar, es todo” - ¿Y quién es entonces? - “Tú lo sabes…”
¿Lo sabía? Tal vez. Sí, sí sabía. En el fondo, con voz y todo, lo sabía. Hasta comprendía ahora de donde salía la voz. “Ya era hora”
Y aunque no estuviera lista, retomó su camino, solo que esta vez en dirección contraria. Debía encontrarlo antes de que esa… cosa pasara otra vez. Gracias a Mermaid, la cabaña no estaba lejos. Nunca lo estuvo, y con o sin anciano dentro, esa siempre fue su cabaña, de ambos. Donde se suponía que tendrían su propia historia.
Una vez frente a ella comenzó a golpear la puerta con toda la fuerza que tenía, que tanta no era. Ariel era más bien debilucha en ese sentido. Eso bastó para que el anciano saliese a verla.
–¿Dónde está? nada de saludos, nada de “Hey, ¿qué tal tu vida?”. No. Lo que estaba de moda era agarrar a la gente por la ropa y obligarla a decirte todo.
El anciano, hombre sabio desde más lunas que la vida de Ariel y sus hermanas juntas, comprendió las palabras de la sirenita nada más oírlas. Su mirada parecía tan triste y distante a la vez. No dijo nada, solo negó con cuidado, en parte temeroso por las reacciones de una sirena con demasiados recuerdos y emociones en su cabeza. Ariel sintió deseos de muchas cosas. De destruir, de matar, de reír, de llorar. Llorar sonaba más sensato a la Ariel más nueva, llevaba mucho tiempo en ello, pero a las demás no. Y hay que oír la voz del pueblo.
Soltó al anciano, tomó aire, y corrió. Sí, corrió. El cómo, tomando en cuenta en equilibrio necesario para ello, no lo sabe ni ella, ni lo sabrá nunca seguramente.
El viento en su rostro era desagradable, la arena en sus pies era desagradable, todo en ese maldito mundo de mentiras era desagradable. Solo la vaga esperanza de verlo una vez, solo una vez tras tantas vidas, evitaba que desistiese de todo. Y porque sabía que si moría, toda su esencia terminaría de perderse.
Primero una sombra, luego el cuerpo. La sonrisa inocente de Ariel regresó por primera vez en toda una vida. Ahí estaba él. Gritó su nombre, él volteó. Tan concentrada estaba en grabar esa imagen en su memoria, que no vio el polvo verde rodearlo todo completamente. Para nada.
Saltó a sus brazos unos momentos, aspirando ese aroma entre sal y pan recién horneado, volvió a decir su nombre mientras él decía el suyo. Alzó su vista, perdiéndose en su mirada, acariciando una mejilla que de suave no tenía nada. Besando con los ojos bien abiertos unos labios que no podían ser suyos. Luego, todo desapareció. Desapareció él, desapareció ella, desaparecieron los recuerdos recuperados por tan poco tiempo.
Al despertar estaba en la playa, observando a un príncipe de negros cabellos alejarse a su castillo ayudado por otro hombre. Acababa de salvar su vida, pero no pudo obtener nada de él gracias a esa cola que tanto estorbaba. Deseó poder acompañarlo, poder estar con él. Deseó ser una humana…
Pero algo era diferente. Algo grande. La sirenita no cantó, ni sonrió en compañía de Sebastián y Flounder. Estaba sola, completamente sola…
Dio una última mirada alrededor, tal vez buscando a Eric aunque se había dicho a si misma que no, que ese estaba dando la lata en su castillo. Por supuesto, no lo encontró y una sensación de alivio inundó su pecho. Lo último que sus ojos vieron antes de que las puertas se cerrasen, fueron los ojos de la dulce Ela.
Ariel esperaba que una vez fuera su padre soltase su mano, pero no lo hizo. Continuó con su hija perfectamente tomada, casi esclavizada. ¿Esclavizada? ¿Por qué esa palabra la asociaba tan rápido con ella misma y su padre?
–Padre, estás haciéndome daño…
La voz de Ariel fue un susurro, pero Tritón la oyó fuerte y claro, soltándola con un simple lo siento. Sí, claro, lo siento. Siempre es un lo siento, ¿no papi?
Los pasos de todos eran rápidos mientras regresaban a casa, lo suficiente para que Ariel se sintiese cansada a medida que pasaban los minutos. ¿O fueron horas? Ni idea. Al parecer esa noche el tiempo había enloquecido. Pronto el puerto estuvo frente a sus ojos, el inmenso mar llamándolos como un padre llama a sus hijos. Y se veía bien, agradable casi. El agua fría, la espuma, el aroma intenso a pescado y sal. Esa era casa, siempre lo había sido y siempre lo sería para los hijos de Poseidón…
No, eso estaba mal. ¿Quién era ese Poseidón? En las aguas solo mandaba la Sirena Madre. ”¿Pero qué cosas piensas Ari?” No lo sé, todo es extraño, ¿no te parece? El mar se ve distinto, mi padre se ve distinto, los barcos, el aire… Todo. “
Sí, muy distintos. Como si faltase algo, algo sumamente importante. ¿Sería la vista? Faltaba un castillo. Sirenas y tritones se despojaron de sus prendas y entraron al agua, pero Ariel continuaba observando el horizonte completamente confundida. Ella no tenía que estar allí, tenía que estar en un cuarto, vigilando que su niña traviesa no molestase al bebé…
–Bebé… –un bebé de cabellos rojos y ojos azules, una mini copia de su marido. Lo justo, que la nena era de ella. Un niño de ella, solo de ella… Un castillo. Tantos recuerdos comenzaron a amontonarse en la mente de la sirenita. Recuerdos de una boda en medio del mar, de la noche de bodas, el primer embarazo y su posterior parto, aventuras causadas por la niña y luego… luego el nacimiento del segundo, la sorpresa.
Como está libre del agarre de Tritón comienza a alejarse en dirección al castillo de Eric, no, su castillo, de ambos. Castillo que la vio crecer como humana, castillo donde amó y fue amada, donde… Esperen. Otra vez, algo no estaba bien. Ariel llevó una de sus manos a su frente, por el dolor de cabeza que comenzaba a molestarla. Algo mucho más antiguo rondaba su cabeza, algo frío y a la vez muy cálido. Risas de niños, juegos en la playa con la luna en el cielo. Ojos azules como el mismo hielo, pero que en la realidad eran completamente cálidos. El fuego de una chimenea en pleno invierno, labios sobre labios y piel con piel…
Se detuvo de golpe, más confundida que nunca. ¿Qué pasaba por su cabeza ahora? Porque ese… ese no era Eric.
“Claro que no es Eric, tonta. Eric es el que debes amar, es todo” - ¿Y quién es entonces? - “Tú lo sabes…”
¿Lo sabía? Tal vez. Sí, sí sabía. En el fondo, con voz y todo, lo sabía. Hasta comprendía ahora de donde salía la voz. “Ya era hora”
Y aunque no estuviera lista, retomó su camino, solo que esta vez en dirección contraria. Debía encontrarlo antes de que esa… cosa pasara otra vez. Gracias a Mermaid, la cabaña no estaba lejos. Nunca lo estuvo, y con o sin anciano dentro, esa siempre fue su cabaña, de ambos. Donde se suponía que tendrían su propia historia.
Una vez frente a ella comenzó a golpear la puerta con toda la fuerza que tenía, que tanta no era. Ariel era más bien debilucha en ese sentido. Eso bastó para que el anciano saliese a verla.
–¿Dónde está? nada de saludos, nada de “Hey, ¿qué tal tu vida?”. No. Lo que estaba de moda era agarrar a la gente por la ropa y obligarla a decirte todo.
El anciano, hombre sabio desde más lunas que la vida de Ariel y sus hermanas juntas, comprendió las palabras de la sirenita nada más oírlas. Su mirada parecía tan triste y distante a la vez. No dijo nada, solo negó con cuidado, en parte temeroso por las reacciones de una sirena con demasiados recuerdos y emociones en su cabeza. Ariel sintió deseos de muchas cosas. De destruir, de matar, de reír, de llorar. Llorar sonaba más sensato a la Ariel más nueva, llevaba mucho tiempo en ello, pero a las demás no. Y hay que oír la voz del pueblo.
Soltó al anciano, tomó aire, y corrió. Sí, corrió. El cómo, tomando en cuenta en equilibrio necesario para ello, no lo sabe ni ella, ni lo sabrá nunca seguramente.
El viento en su rostro era desagradable, la arena en sus pies era desagradable, todo en ese maldito mundo de mentiras era desagradable. Solo la vaga esperanza de verlo una vez, solo una vez tras tantas vidas, evitaba que desistiese de todo. Y porque sabía que si moría, toda su esencia terminaría de perderse.
Primero una sombra, luego el cuerpo. La sonrisa inocente de Ariel regresó por primera vez en toda una vida. Ahí estaba él. Gritó su nombre, él volteó. Tan concentrada estaba en grabar esa imagen en su memoria, que no vio el polvo verde rodearlo todo completamente. Para nada.
Saltó a sus brazos unos momentos, aspirando ese aroma entre sal y pan recién horneado, volvió a decir su nombre mientras él decía el suyo. Alzó su vista, perdiéndose en su mirada, acariciando una mejilla que de suave no tenía nada. Besando con los ojos bien abiertos unos labios que no podían ser suyos. Luego, todo desapareció. Desapareció él, desapareció ella, desaparecieron los recuerdos recuperados por tan poco tiempo.
Al despertar estaba en la playa, observando a un príncipe de negros cabellos alejarse a su castillo ayudado por otro hombre. Acababa de salvar su vida, pero no pudo obtener nada de él gracias a esa cola que tanto estorbaba. Deseó poder acompañarlo, poder estar con él. Deseó ser una humana…
Pero algo era diferente. Algo grande. La sirenita no cantó, ni sonrió en compañía de Sebastián y Flounder. Estaba sola, completamente sola…
Re: Nuevo Amanecer
Circe ha regresado, puedo verla hablando con los guardias, revisando si todo está en orden. Revisa todo, desde la limpieza y orden hasta el número de prisioneros en las masmorras. Sonríe satisfecha quando le muestran que nadie ha escapado, pero no logro leer muy bien sus labios por lo que sus nuevas instrucciones permanecen un misterio para mí.
Quando suba a cambiarse, sé que pasará por mí para que le presente el "otro" informe. De inmediato fijo mi mirada en la escurridiza Blanca Nieves, y justo en este momento la veo ponerse un vestido. Su vientre ha empezado a crescer, y yo fallé en mi misión de eliminar a ese bastardo. Ahora tendré que esperar que salga de su cuerpo para poder eliminarlo, ya que antes podría eliminar a la madre también.
Observo cómo peina sus largos cabellos negros, mientras Circe empieza a subir las largas escaleras principales. Blanca ya está cerrando la puerta de la cabaña cuando Circe llega al pasillo donde estoy. Cierro mis ojos, para aparentar estar dormido cuando ella entre. Sé que a ella le gusta verse y admirar su belleza antes de hacer la desesperante pregunta:
Finalmente abro los ojos cuando me llama, y muy a mi pesar, debo responderle mostrando a su rival muy bien vestida y bella, caminando por el bosque. Circe dice palabras que no combinan con un castillo de la realeza, sin embargo, luego me deja solo.
La observo ir a su laboratorio, donde empieza a preparar una poción. Yo empiezo a mirar la aldea, viendo como todos viven su vida por el resto de la tarde. Vuelvo mis ojos hacia el puerto, ya que me gusta observar el sol hundirse en el mar. Salvo cuando hice el intercambio con el hijo de Malévola, nunca había visto un atardecer en el mar. Lo extraño fue que sentí la falta de alguien a mi lado... alguien con quien admirar tanta belleza junta.
No comprendo por qué, pero me invade una gran melancolía. Es absurdo, por lo que enfoco mi vista en cosas más útiles, como en saber dónde está la heredera de M'Apple.
Me sorprendo al verla en un baile, rodeada de enmascarados. De pronto, veo cabellos de fuego... Ela... La bruja del bosque, la protectora de las criaturas pequeñas... Rebelde e imposible de disciplinar...
Cierro mis ojos, confuso por la mirada intensa que recebi de ella. ¿Es capaz de verme como yo a ella? Vuelvo a buscar a Blanca Nieves y entonces, la veo...
- ¡Nívea! -exclamo al reconocer sus cabellos de oro, sus ojos llenos de dulzura- ¡Nívea! -llamo inútilmente a mi amada, puesto que ella no puede oírme. Trato de moverme, y siento como hago presión contra los clavos que me sujetan a la pared. Nívea sonríe, conversando con su nieta.- ¡Blanca! -exclamo al recordar que ella es la hija de mi tierna Madeleine.
De pronto, recuerdo su cuerpo inerte, frío, con esa expresión de horror en su delicado rostro. Tomé su cuerpo en mis brazos, pero ya estaba fría y con el peso de la muerte.
Fría. Mi cristal se llena de gotas de condensación y entonces percibo que la temperatura debe haber bajado. Miro a la aldea y veo como una capa de polvo verde inunda el lugar. Miro al puerto y la misma capa se apodera de todo. Miro al desierto, a las montañas, al bosque, hasta que mis ojos se deparan con la joven-anciana de cabellos blancos. Ella grita, pero ya es tarde para ella. Pronto morirá y todo seguirá igual. ¡Todo seguirá igual! Me muevo frenéticamente, logrando por fin distanciarme un poco de la pared, forzando mi peso contra los clavos. El polvo verde me rodea cuando finalmente me libero de los clavos y empiezo mi trayectoria hacia el suelo. Veo la alfombra cada vez más cerca cuando una luz blanca me enceguece...
Una nueva mañana empieza en el reino de M'Apple. Los sirvientes ya empiezan a ocuparse de las tareas domésticas, mientras Circe se levanta y viste su bata. Viene a mí, y sin importarse de quitarme las telarañas, me pregunta:
- Espejo, espejo mío, ¿existe en el reino alguien más bello que yo?
- En el reino de M'Apple sería usted la más bella si... -contesto sin emoción en mi voz- no fuera porque Blanca Nieves es la más bella de todas.
Quando suba a cambiarse, sé que pasará por mí para que le presente el "otro" informe. De inmediato fijo mi mirada en la escurridiza Blanca Nieves, y justo en este momento la veo ponerse un vestido. Su vientre ha empezado a crescer, y yo fallé en mi misión de eliminar a ese bastardo. Ahora tendré que esperar que salga de su cuerpo para poder eliminarlo, ya que antes podría eliminar a la madre también.
Observo cómo peina sus largos cabellos negros, mientras Circe empieza a subir las largas escaleras principales. Blanca ya está cerrando la puerta de la cabaña cuando Circe llega al pasillo donde estoy. Cierro mis ojos, para aparentar estar dormido cuando ella entre. Sé que a ella le gusta verse y admirar su belleza antes de hacer la desesperante pregunta:
Finalmente abro los ojos cuando me llama, y muy a mi pesar, debo responderle mostrando a su rival muy bien vestida y bella, caminando por el bosque. Circe dice palabras que no combinan con un castillo de la realeza, sin embargo, luego me deja solo.
La observo ir a su laboratorio, donde empieza a preparar una poción. Yo empiezo a mirar la aldea, viendo como todos viven su vida por el resto de la tarde. Vuelvo mis ojos hacia el puerto, ya que me gusta observar el sol hundirse en el mar. Salvo cuando hice el intercambio con el hijo de Malévola, nunca había visto un atardecer en el mar. Lo extraño fue que sentí la falta de alguien a mi lado... alguien con quien admirar tanta belleza junta.
No comprendo por qué, pero me invade una gran melancolía. Es absurdo, por lo que enfoco mi vista en cosas más útiles, como en saber dónde está la heredera de M'Apple.
Me sorprendo al verla en un baile, rodeada de enmascarados. De pronto, veo cabellos de fuego... Ela... La bruja del bosque, la protectora de las criaturas pequeñas... Rebelde e imposible de disciplinar...
Cierro mis ojos, confuso por la mirada intensa que recebi de ella. ¿Es capaz de verme como yo a ella? Vuelvo a buscar a Blanca Nieves y entonces, la veo...
- ¡Nívea! -exclamo al reconocer sus cabellos de oro, sus ojos llenos de dulzura- ¡Nívea! -llamo inútilmente a mi amada, puesto que ella no puede oírme. Trato de moverme, y siento como hago presión contra los clavos que me sujetan a la pared. Nívea sonríe, conversando con su nieta.- ¡Blanca! -exclamo al recordar que ella es la hija de mi tierna Madeleine.
De pronto, recuerdo su cuerpo inerte, frío, con esa expresión de horror en su delicado rostro. Tomé su cuerpo en mis brazos, pero ya estaba fría y con el peso de la muerte.
Fría. Mi cristal se llena de gotas de condensación y entonces percibo que la temperatura debe haber bajado. Miro a la aldea y veo como una capa de polvo verde inunda el lugar. Miro al puerto y la misma capa se apodera de todo. Miro al desierto, a las montañas, al bosque, hasta que mis ojos se deparan con la joven-anciana de cabellos blancos. Ella grita, pero ya es tarde para ella. Pronto morirá y todo seguirá igual. ¡Todo seguirá igual! Me muevo frenéticamente, logrando por fin distanciarme un poco de la pared, forzando mi peso contra los clavos. El polvo verde me rodea cuando finalmente me libero de los clavos y empiezo mi trayectoria hacia el suelo. Veo la alfombra cada vez más cerca cuando una luz blanca me enceguece...
Una nueva mañana empieza en el reino de M'Apple. Los sirvientes ya empiezan a ocuparse de las tareas domésticas, mientras Circe se levanta y viste su bata. Viene a mí, y sin importarse de quitarme las telarañas, me pregunta:
- Espejo, espejo mío, ¿existe en el reino alguien más bello que yo?
- En el reino de M'Apple sería usted la más bella si... -contesto sin emoción en mi voz- no fuera porque Blanca Nieves es la más bella de todas.
Re: Nuevo Amanecer
Estaba más que acostumbrado a los fuertes ruidos de la mina, sin embargo el mero hecho de mirar aquella figura circular y plana, repleta de números, lo hacía temblar. No era idiota, sabía que no era más que un reloj, pero el brillo dorado que emitía parecía convertirlo en un ojo grande que todo lo veía… Y eso no le gustaba. Es más, lo detestaba. Se dio la vuelta para no tener que encarar el paisaje que se veía más allá de la ventana que junto a sus hermanas dejaban entrar la luz al pasillo, protegiéndolos de un mundo hostil, peligroso, frío, estéril… Muerto. Londres y su espesa capa de humo gris y ruido no era lo que el entendería como paraíso. Metió las manos en sus bolsillos por el mero hecho de hacer algo, a la par que soltaba gruñidos de mal humor, dando a entender que estar allí era una pesadilla, y que deseaba de volver a su vida cuanto antes. No era de extrañar, Gruñón nunca se sentía a gusto en un sitio que no fuese su casa o su lugar de trabajo, y ese no era ninguna de las dos cosas. Habían llegado a través de un portal. La llamada repentina había sido de lo más sobrecogedora, y no se habían demorado ni un segundo… Apenas habían tenido tiempo para salir andando, por lo que aún llevaban puestas las ropas de trabajo, llenas de hollín y mugre de la mina. Ahora, eran un par de figuras desentonantes en el imponente castillo del tiempo, más acordes con un par de vagabundos de la calle que con la variedad de selectos guardianes que habían acudido allí ese día. Y como escoria esperaban fuera de la sala donde todos se hallaban reunidos… En el fondo lo agradecía. Lo que hubiese de puertas para adentro prefería que quedase en su más absoluta ignorancia.
-Tranquilizate, por favor-Murmuró a su lado Sabio. El hecho de tener a su lado a su hermano no ayudaba a mitigar su nerviosismo, pues seguían faltando otras cinco partes de su equipo, ¿Qué eran ellos dos allí, más que un par de enanos? Algunos más experimentados no los verían más que como primerizos, meros aficionados, pero Sabio y Gruñón estaban allí por algo, frente a la ausencia de sus otros hermanos. El mayor de todos no recibía su nombre precisamente por ser un necio. La experiencia se la daba la edad, y su carácter racional lo convertían en el líder de los siete enanos, con un temple y sosiego que pocos poseían. En cambio Gruñón… Bueno, él era de los pocos capaces de afrontar la verdad, cosa que no era para nada desdeñable-Parece que estés nervioso.
-¿Enserio?-Preguntó con sarcasmo, pensando que a veces Sabio no era de lo más ocurrente. No era de extrañar, el también tenía los nervios a flor de piel y eso se notaba, o al menos lo notaba él, ya que no en vano eran familia.
-¿Qué crees que pasará?-Inquirió este, demostrando que todo erudito tiene lagunas en su saber.
-Ni lo sé, ni me importa-Mintió. Ojala no hubiese ido, sería feliz en su ignorancia, como hacía siempre… Pero no podía decir que no aunque quisiese, por no hablar de que guardaba relación con la vida de su Blanquita. Gruñón notó un incómodo vacío en el estómago, anhelante de volver a ver su sonrisa inocente, pensando que no la había protegido lo suficientemente bien. No lo reconocería, pero estaba convencido de haber fracasado como su guardián en los momentos que más lo necesitaba, y la culpabilidad pesaba sobre el a punto de aplastarlo y hacerlo añicos.
Pero la espera parecía haber llegado a su fin casi sin darse cuenta. Algo en el ambiente pareció vibrar, y Gruñón tubo la impresión de estar en mitad de un derrumbe, como aquellos que solían sacudir la mina de vez en cuando. A pesar de ello, el cielo no se caía sobre sus cabezas, ni siquiera había un temblor. Todo estaba en su mente turbada. Un halo verdoso empezó a extenderse lentamente a través de las paredes, Gruñón lo contempló con horror, al tiempo que Sabio tragaba saliva sonoramente. El polvo resplandeciente se deslizó a través del cristal, hasta perderse en los confines del mundo, mientras los enanos aún trataban de recuperarse a causa de tan imprevista impresión. ¿Eso era…? Un sudor frío recorrió su espina dorsal con su beso helado, trasmitiéndose hasta el resto de sus músculos, sintiéndose terriblemente vulnerable y expuesto ante lo inevitable. ¿Por qué tenía tanto miedo?
Sacudió la cabeza, apesadumbrado, tardando en asimilar lo que significaba todo aquello, lo que estaba viviendo… Cuando el grito agónico puso fin a todo, y el enano supo que nada volvería a ser como antes en su vida.
-Tranquilizate, por favor-Murmuró a su lado Sabio. El hecho de tener a su lado a su hermano no ayudaba a mitigar su nerviosismo, pues seguían faltando otras cinco partes de su equipo, ¿Qué eran ellos dos allí, más que un par de enanos? Algunos más experimentados no los verían más que como primerizos, meros aficionados, pero Sabio y Gruñón estaban allí por algo, frente a la ausencia de sus otros hermanos. El mayor de todos no recibía su nombre precisamente por ser un necio. La experiencia se la daba la edad, y su carácter racional lo convertían en el líder de los siete enanos, con un temple y sosiego que pocos poseían. En cambio Gruñón… Bueno, él era de los pocos capaces de afrontar la verdad, cosa que no era para nada desdeñable-Parece que estés nervioso.
-¿Enserio?-Preguntó con sarcasmo, pensando que a veces Sabio no era de lo más ocurrente. No era de extrañar, el también tenía los nervios a flor de piel y eso se notaba, o al menos lo notaba él, ya que no en vano eran familia.
-¿Qué crees que pasará?-Inquirió este, demostrando que todo erudito tiene lagunas en su saber.
-Ni lo sé, ni me importa-Mintió. Ojala no hubiese ido, sería feliz en su ignorancia, como hacía siempre… Pero no podía decir que no aunque quisiese, por no hablar de que guardaba relación con la vida de su Blanquita. Gruñón notó un incómodo vacío en el estómago, anhelante de volver a ver su sonrisa inocente, pensando que no la había protegido lo suficientemente bien. No lo reconocería, pero estaba convencido de haber fracasado como su guardián en los momentos que más lo necesitaba, y la culpabilidad pesaba sobre el a punto de aplastarlo y hacerlo añicos.
Pero la espera parecía haber llegado a su fin casi sin darse cuenta. Algo en el ambiente pareció vibrar, y Gruñón tubo la impresión de estar en mitad de un derrumbe, como aquellos que solían sacudir la mina de vez en cuando. A pesar de ello, el cielo no se caía sobre sus cabezas, ni siquiera había un temblor. Todo estaba en su mente turbada. Un halo verdoso empezó a extenderse lentamente a través de las paredes, Gruñón lo contempló con horror, al tiempo que Sabio tragaba saliva sonoramente. El polvo resplandeciente se deslizó a través del cristal, hasta perderse en los confines del mundo, mientras los enanos aún trataban de recuperarse a causa de tan imprevista impresión. ¿Eso era…? Un sudor frío recorrió su espina dorsal con su beso helado, trasmitiéndose hasta el resto de sus músculos, sintiéndose terriblemente vulnerable y expuesto ante lo inevitable. ¿Por qué tenía tanto miedo?
Sacudió la cabeza, apesadumbrado, tardando en asimilar lo que significaba todo aquello, lo que estaba viviendo… Cuando el grito agónico puso fin a todo, y el enano supo que nada volvería a ser como antes en su vida.
- Off:
- ¡Perdón por la demora! No he sido capaz de encontrar el tema.
El reloj que ve Gruñón es uno random de cualquier iglesia cercana, o incluso el Big Ben (?). Si eso es completamente erróneo, avisad y lo quito sin problemas. Me ha quedado forzado pero es que lo llevaba escrito mucho tiempo y quería subirlo ya x_x.
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