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En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
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En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
Cuando: Día tres tras el regreso del Tiempo
Dónde: Castillo de la reina Circe, habitación del espejo.
Es curioso cómo funcionan las ninfas. Como obedecen sus impulsos más íntimos y avanzan viviendo solo el momento. Olvidan lo malo del pasado e ignoran las presiones del futuro. Independiente de cómo han nacido, si acaso de un árbol, una flor o del mismísimo invierno. Todas viven la regla del carpe diem. Es para lo que fueron creadas. La muestra más grande de la perfección de la naturaleza, y sus protectoras. O al menos eso eran antes de la llegada de la Bruja y sus seguidores, cuando comenzaron a desaparecer, junto al resto de seres mágicos de las Tierras Encantadas. Dragones, duendes, hadas, ogros… Todos iban dejando su lugar a los humanos venidos del otro mundo.
Nívea recordaba con melancolía esos días. Recordaba caminar por los valles perdidos, por montañas heladas y jugar con animales en el bosque que más tarde se transformó en su dominio. Ella era la reina, la dueña del invierno, la señora del bosque de ese reino que sería bautizado como M’Apple. Era la dama del invierno, la que llega con la primera nevada, una ninfa de sonrisa pícara y gesto juguetón. No cambió demasiado con el paso de los años, excepto el porte claro. Ya no era la misma ninfa de 16 años, ataviada con lana y plumas, con el pelo muy largo lleno de copos de nieve de diversas formas. Se había transformado en la mujer de alguien, la reina de… ¿Y de quién? Ay, por las ninfas…
Ella recordaba tan bien la primera vez que lo había visto, cuando era un joven aun sin otra aspiración que mantenerse en las faltas de la Bruja del Tiempo. Fue en el bosque, en medio de una persecución de un pobre animal indefenso. Y ella, la ninfa libre, la dueña de todo un bosque, había caído presa de esos encantos y sinceridad. De esa mirada que parecía devorarla y a la vez adorarla. Mirror. Siempre sería el gran amor de su eternidad. No podía ser de otra manera. A ojos de una enamorada y muy joven Nívea, ella había nacido para amarlo. Para disfrutar de esa compañía. Pero, ay de ella, no disfrutaba la vida que le había dado. Amaba a los niños, amaba a Mirror, amaba al pueblo que debió llamar suyo. Pero no amaba esa vida de lujos, no amaba tener que oír los problemas de nadie, no amaba esa conspiración política. ¡Ella era una ninfa! Su lugar era en el bosque, danzando, jugando, riendo con sus compañeras hasta terminar exhausta. No vestida de seda, no llevando esas joyas, no durmiendo en una cama tan grande. No era su destino.
Hay veces que se pregunta si su vida hubiese sido mejor de no haber dudado en disparar esa flecha directo al corazón del que sería más tarde su esposo. Si en vez de acercarse con curiosidad a charlar con los extraños, hubiese huido con sus hermanas. Por supuesto, el recordar el cuadro familiar entre Mirror, ella y sus niños, la hacía cambiar de idea. Adoraba su papel de madre y esposa. Era lo demás lo que le causaba dolor de cabeza.
Si estuviera viva, claro. Ya no lo estaba. Estaba muerta y su cadáver estaba pudriéndose en una de las tumbas del cementerio de M’Apple. Y en cierta forma, es libre de nuevo. Excepto para una cosa, la que más desea.
Nívea observa con lastima la entrada al palacio. Y lo siente en su… etérea forma. La magia que la mantiene apartada del castillo, de su castillo, ya no existe. Lleva ahí flotando invisible desde hace horas. No está segura de sí quiere entrar y verse reflejada en el espejo que siempre fue su marido. De si desea ver en lo que se ha convertido. Lo sabe por Ela, la pelirroja siempre cuenta lo que ve por medio de sus dones, pero no lo ha visto, no con sus ojos. No ha sentido el dolor de saberse una desconocida por el hombre que amó. Que aun ama.
Al final, cuando siente que los habitantes del castillo están en sus camas, recorre el camino en dirección a él. Despacio, sin mucha prisa. Dejando ya su versión invisible para dejar paso a su nuevo yo. Una criatura ligeramente traslucida y brillante. Sube escaleras, recorre pasillos fingiendo que puede caminar. Entonces llega.
Se queda mirando un largo rato ese espejo colgado en la pared. Años sin sentir su cercanía y no puede decir nada, excepto un tonto:
–Espejito, espejito…
Dónde: Castillo de la reina Circe, habitación del espejo.
Es curioso cómo funcionan las ninfas. Como obedecen sus impulsos más íntimos y avanzan viviendo solo el momento. Olvidan lo malo del pasado e ignoran las presiones del futuro. Independiente de cómo han nacido, si acaso de un árbol, una flor o del mismísimo invierno. Todas viven la regla del carpe diem. Es para lo que fueron creadas. La muestra más grande de la perfección de la naturaleza, y sus protectoras. O al menos eso eran antes de la llegada de la Bruja y sus seguidores, cuando comenzaron a desaparecer, junto al resto de seres mágicos de las Tierras Encantadas. Dragones, duendes, hadas, ogros… Todos iban dejando su lugar a los humanos venidos del otro mundo.
Nívea recordaba con melancolía esos días. Recordaba caminar por los valles perdidos, por montañas heladas y jugar con animales en el bosque que más tarde se transformó en su dominio. Ella era la reina, la dueña del invierno, la señora del bosque de ese reino que sería bautizado como M’Apple. Era la dama del invierno, la que llega con la primera nevada, una ninfa de sonrisa pícara y gesto juguetón. No cambió demasiado con el paso de los años, excepto el porte claro. Ya no era la misma ninfa de 16 años, ataviada con lana y plumas, con el pelo muy largo lleno de copos de nieve de diversas formas. Se había transformado en la mujer de alguien, la reina de… ¿Y de quién? Ay, por las ninfas…
Ella recordaba tan bien la primera vez que lo había visto, cuando era un joven aun sin otra aspiración que mantenerse en las faltas de la Bruja del Tiempo. Fue en el bosque, en medio de una persecución de un pobre animal indefenso. Y ella, la ninfa libre, la dueña de todo un bosque, había caído presa de esos encantos y sinceridad. De esa mirada que parecía devorarla y a la vez adorarla. Mirror. Siempre sería el gran amor de su eternidad. No podía ser de otra manera. A ojos de una enamorada y muy joven Nívea, ella había nacido para amarlo. Para disfrutar de esa compañía. Pero, ay de ella, no disfrutaba la vida que le había dado. Amaba a los niños, amaba a Mirror, amaba al pueblo que debió llamar suyo. Pero no amaba esa vida de lujos, no amaba tener que oír los problemas de nadie, no amaba esa conspiración política. ¡Ella era una ninfa! Su lugar era en el bosque, danzando, jugando, riendo con sus compañeras hasta terminar exhausta. No vestida de seda, no llevando esas joyas, no durmiendo en una cama tan grande. No era su destino.
Hay veces que se pregunta si su vida hubiese sido mejor de no haber dudado en disparar esa flecha directo al corazón del que sería más tarde su esposo. Si en vez de acercarse con curiosidad a charlar con los extraños, hubiese huido con sus hermanas. Por supuesto, el recordar el cuadro familiar entre Mirror, ella y sus niños, la hacía cambiar de idea. Adoraba su papel de madre y esposa. Era lo demás lo que le causaba dolor de cabeza.
Si estuviera viva, claro. Ya no lo estaba. Estaba muerta y su cadáver estaba pudriéndose en una de las tumbas del cementerio de M’Apple. Y en cierta forma, es libre de nuevo. Excepto para una cosa, la que más desea.
Nívea observa con lastima la entrada al palacio. Y lo siente en su… etérea forma. La magia que la mantiene apartada del castillo, de su castillo, ya no existe. Lleva ahí flotando invisible desde hace horas. No está segura de sí quiere entrar y verse reflejada en el espejo que siempre fue su marido. De si desea ver en lo que se ha convertido. Lo sabe por Ela, la pelirroja siempre cuenta lo que ve por medio de sus dones, pero no lo ha visto, no con sus ojos. No ha sentido el dolor de saberse una desconocida por el hombre que amó. Que aun ama.
Al final, cuando siente que los habitantes del castillo están en sus camas, recorre el camino en dirección a él. Despacio, sin mucha prisa. Dejando ya su versión invisible para dejar paso a su nuevo yo. Una criatura ligeramente traslucida y brillante. Sube escaleras, recorre pasillos fingiendo que puede caminar. Entonces llega.
Se queda mirando un largo rato ese espejo colgado en la pared. Años sin sentir su cercanía y no puede decir nada, excepto un tonto:
–Espejito, espejito…
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Bruja del Tiempo
Señora de las Tierras Encantadas
Re: En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
(Viene de Nuevo amanecer)
La reina está furiosa. Ella fue la mujer más feliz del reino hoy. ¡Con qué alegría comió el corazón de Blanca Nieves! Pero su alegría duró poco, pues luego del grandioso festín, vino a preguntarme la misma pregunta de siempre y tuve que decirle la misma respuesta de siempre. Ella vociferó que Blanca Nieves estaba muerta, pero sin mayor emoción en mi tono le dije la verdad: sólo había comido el corazón de un cerdo.
El cazador ya estaba lejos, por lo que ella descargó su furia en quién se cruzó en su camino, incluyéndome de paso. Por un momento pensé que me iba a destrozar, pero la superstición de los 7 años de azar me dejaron entero. En cambio, muchos criados fueron a las mazmorras, y los demás se han convertido en sombras, todos evitando la ira de Circe.
Como resultado, el castillo se ve más solitario de lo normal esta noche... Recuerdo cuando ambos reyes aún vivían... Todos vivían satisfechos, los subditos no cesaban de venir, algunos para pedir consejos, ayuda, pero también venían a traer regalos simples. A la reina le encantaban cuando le traían flores, mientras más silvestres, más contenta...
De pronto me veo perdido entre mis recuerdos, porque la madre de Blanca NIeves tenía cabellos oscuros, pero por un momento, tuve la visión de una hermosa dama rubia, sonriendo al recibir flores. ¿Quién es ella?
Como si me fuera prohibido verla, fuerzo mis poderes, pero no la encuentro en ningun rincón del reino, con mis ojos enfocando sólo oscuridad. De hecho, siento un ardor en los ojos, algo inusual si consideramos que no tengo ojos en realidad.
Me abandono ante ese dolor inusual, enfrascado dentro mío, con mis ojos cerrados hacia el mundo para ver si de esa forma me siento mejor. Por lo visto, nunca sabré quién es la misteriosa dama...
Pierdo la noción del tiempo, y me asusto al oír una voz femenina nueva para mí:
- Espejito, espejito... -y me asusto aún más al percibir que la dueña de esa voz es la misteriosa dama que ví fugazmente recibiendo las flores. Ahora que la tengo frente a mí, aprovecho de observarla a fondo, fijándome en el brillo de sus ojos y en la calidez de su sonrisa.
- ¿Quién eres? -pregunto olvidando que mi misión es responder y no preguntar. La imagen que mi cristal refleja debe mostrar como arrugo mi frente, tratando de descubrir algo sobre ella, pero es como si una magia superior me prohibiera de siquiera saber su nombre- Os ruego que me digas como os llamais hermosa dama.
La reina está furiosa. Ella fue la mujer más feliz del reino hoy. ¡Con qué alegría comió el corazón de Blanca Nieves! Pero su alegría duró poco, pues luego del grandioso festín, vino a preguntarme la misma pregunta de siempre y tuve que decirle la misma respuesta de siempre. Ella vociferó que Blanca Nieves estaba muerta, pero sin mayor emoción en mi tono le dije la verdad: sólo había comido el corazón de un cerdo.
El cazador ya estaba lejos, por lo que ella descargó su furia en quién se cruzó en su camino, incluyéndome de paso. Por un momento pensé que me iba a destrozar, pero la superstición de los 7 años de azar me dejaron entero. En cambio, muchos criados fueron a las mazmorras, y los demás se han convertido en sombras, todos evitando la ira de Circe.
Como resultado, el castillo se ve más solitario de lo normal esta noche... Recuerdo cuando ambos reyes aún vivían... Todos vivían satisfechos, los subditos no cesaban de venir, algunos para pedir consejos, ayuda, pero también venían a traer regalos simples. A la reina le encantaban cuando le traían flores, mientras más silvestres, más contenta...
De pronto me veo perdido entre mis recuerdos, porque la madre de Blanca NIeves tenía cabellos oscuros, pero por un momento, tuve la visión de una hermosa dama rubia, sonriendo al recibir flores. ¿Quién es ella?
Como si me fuera prohibido verla, fuerzo mis poderes, pero no la encuentro en ningun rincón del reino, con mis ojos enfocando sólo oscuridad. De hecho, siento un ardor en los ojos, algo inusual si consideramos que no tengo ojos en realidad.
Me abandono ante ese dolor inusual, enfrascado dentro mío, con mis ojos cerrados hacia el mundo para ver si de esa forma me siento mejor. Por lo visto, nunca sabré quién es la misteriosa dama...
Pierdo la noción del tiempo, y me asusto al oír una voz femenina nueva para mí:
- Espejito, espejito... -y me asusto aún más al percibir que la dueña de esa voz es la misteriosa dama que ví fugazmente recibiendo las flores. Ahora que la tengo frente a mí, aprovecho de observarla a fondo, fijándome en el brillo de sus ojos y en la calidez de su sonrisa.
- ¿Quién eres? -pregunto olvidando que mi misión es responder y no preguntar. La imagen que mi cristal refleja debe mostrar como arrugo mi frente, tratando de descubrir algo sobre ella, pero es como si una magia superior me prohibiera de siquiera saber su nombre- Os ruego que me digas como os llamais hermosa dama.
Re: En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
La sonrisa no desaparece, aunque sí se vuelve algo forzada. Claro que no la reconoce. ¿En qué mundo podría hacerlo, si no en el de sus sueños? No responde de inmediato, ocupada en ver el rostro que muestra el cristal. No ha cambiado demasiado de como lo muestran sus recuerdos, exceptuando el claro hecho de que no es más que una cara dentro de un espejo. Un frío y lejano espejo.
Y aunque no fuera un espejo, tampoco podría tocarme. Estoy muerta…
Dolorosa realidad. Seguían casados y en el fondo enamorados, en el dedo de Nívea seguía el anillo que Mirror puso en su dedo el día de la boda, y ella lo recordaba todo. Pero él no. Él era un espejo, sin recuerdos ni cuerpo. Y ella un fantasma. Durante unos segundos, Nívea añora uno un abrazo que sabe nunca llegará. Tal vez un beso, aunque no recordaba bien el contacto de esos labios sobre los suyos. Ella era del tipo abrazos.
– ¿Acaso no deberíais saberlo? –Dice pasado un momento, observando con curiosidad. – ¿No sois ese mágico espejo que todo lo sabe y todo lo ve, que tanta desgracia trajo a este reino?
No dice nada más. Ay, esa lengua tan impertinente la suya, que sigue trayendo problemas hasta muerta. Debería callar, por un largo tiempo. ¿Dónde estaban las espías atrapa fantasmas cuando se necesitan?
Pero no es el momento para verse asustada o indecisa. Debe verse como lo que Mirror vio en ella esa primera vez: Una ninfa juguetona, sin temores, algo MUY curiosa. Muy… Nívea.
Así que cambia de actitud, como quien cambia de mascara en una de esas mascaradas tan interesantes propias de Larousse.
–Si no es capaz de saberlo, entonces no puede ser llamado Espejo Mágico. –indica, fingiendo ser pensativa, algo juguetona. –Tal vez la reina debería deshacerse de algo que no le sirve…
Sí, sería una excelente idea. La pared de Ela se vería muy bien con su hermano colgado. Y estarían cerca, que es lo más importante a ojos de la difunta reina.
–Adivine, espejito, solo al verme, ¿Cuál es mi nombre? ¿Quién es la misteriosa dama que ha invadido el castillo de semejante bruja? Si lo adivina, responderé tranquilamente sus demás preguntas. En caso contrario, deberá de responder mis preguntas…
Y aunque no fuera un espejo, tampoco podría tocarme. Estoy muerta…
Dolorosa realidad. Seguían casados y en el fondo enamorados, en el dedo de Nívea seguía el anillo que Mirror puso en su dedo el día de la boda, y ella lo recordaba todo. Pero él no. Él era un espejo, sin recuerdos ni cuerpo. Y ella un fantasma. Durante unos segundos, Nívea añora uno un abrazo que sabe nunca llegará. Tal vez un beso, aunque no recordaba bien el contacto de esos labios sobre los suyos. Ella era del tipo abrazos.
– ¿Acaso no deberíais saberlo? –Dice pasado un momento, observando con curiosidad. – ¿No sois ese mágico espejo que todo lo sabe y todo lo ve, que tanta desgracia trajo a este reino?
No dice nada más. Ay, esa lengua tan impertinente la suya, que sigue trayendo problemas hasta muerta. Debería callar, por un largo tiempo. ¿Dónde estaban las espías atrapa fantasmas cuando se necesitan?
Pero no es el momento para verse asustada o indecisa. Debe verse como lo que Mirror vio en ella esa primera vez: Una ninfa juguetona, sin temores, algo MUY curiosa. Muy… Nívea.
Así que cambia de actitud, como quien cambia de mascara en una de esas mascaradas tan interesantes propias de Larousse.
–Si no es capaz de saberlo, entonces no puede ser llamado Espejo Mágico. –indica, fingiendo ser pensativa, algo juguetona. –Tal vez la reina debería deshacerse de algo que no le sirve…
Sí, sería una excelente idea. La pared de Ela se vería muy bien con su hermano colgado. Y estarían cerca, que es lo más importante a ojos de la difunta reina.
–Adivine, espejito, solo al verme, ¿Cuál es mi nombre? ¿Quién es la misteriosa dama que ha invadido el castillo de semejante bruja? Si lo adivina, responderé tranquilamente sus demás preguntas. En caso contrario, deberá de responder mis preguntas…
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Bruja del Tiempo
Señora de las Tierras Encantadas
Re: En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
Una mueca se forma en la imagen de mi boca, ya que la hermosa dama me desafía. Y tiene razón, yo debiera saber quién es ella, pero salvo esa imagen única de ella, tan bella recibiendo flores de los súbditos, no tengo nada más a mi alcance:
- Sólo puedo veros como alguien que perteneció a la corte... -Alguien que de seguro embelleció la corte pienso mientras muestro esa imagen algo borrosa en mi superficie- pero sospecho que eres una hechicera al lograr bloquear mis ojos. -La más hermosa de todas las hechiceras...
Sin embargo, no me gusta que diga que traje desgracia a este reino... Un hondo pesar me inunda, por alguna razón, que el reproche venga de la misteriosa dama me hiere más que todas las amenazas de Circe.
- Sólo digo lo que veo... La verdad y nada más. -me defiendo, pero diría que no es necesario, ya que ella se ven tan... indiferente a mis palabras. Siento la necesidad de impresionarla, llamar su atención, pero todo parece inútil, ya que de pronto recuerdo que no soy más que un espejo colgado en la pared.- Pero de usted no logro saber siquiera su nombre.
- Si no es capaz de saberlo, entonces no puede ser llamado Espejo Mágico. -dice sin la menor piedad, riéndose de mi- Tal vez la reina debería deshacerse de algo que no le sirve...
- Pertenezco a M'Apple desde que fuí hecho por... -iba a repetir la información de mi creación cuando de pronto se me ocurre la idea de que ella es la hechicera que me creó. Eso explicaría mi profunda necesidad de agradarle, así como la razón por la que no tengo acceso a ninguna información de ella. (Salvo ese fugaz momento en que sonríe al recibir flores...)
- Adivine, espejito, solo al verme, ¿Cuál es mi nombre? ¿Quién es la misteriosa dama que ha invadido el castillo de semejante bruja? Si lo adivina, responderé tranquilamente sus demás preguntas. En caso contrario, deberá de responder mis preguntas...
- No puedo saber su nombre, y usted lo sabe bien. Me ha hecho caer en una trampa que supongo os tiene muy entretenida. Pero sí puedo saber su oficio, pues soy uno de sus productos: es usted la hechicera que me ha creado. -Los ojos de la bella dama centellean y sonrío antes de señalar- Estoy listo para sus preguntas, hermosa dama, e infelizmente no puedo haceros ninguna, por más que miles acudan a mi mente. -desearía inclinarme luego de mis palabras, pero objetos no acostumbran hacer eso.
- Sólo puedo veros como alguien que perteneció a la corte... -Alguien que de seguro embelleció la corte pienso mientras muestro esa imagen algo borrosa en mi superficie- pero sospecho que eres una hechicera al lograr bloquear mis ojos. -La más hermosa de todas las hechiceras...
Sin embargo, no me gusta que diga que traje desgracia a este reino... Un hondo pesar me inunda, por alguna razón, que el reproche venga de la misteriosa dama me hiere más que todas las amenazas de Circe.
- Sólo digo lo que veo... La verdad y nada más. -me defiendo, pero diría que no es necesario, ya que ella se ven tan... indiferente a mis palabras. Siento la necesidad de impresionarla, llamar su atención, pero todo parece inútil, ya que de pronto recuerdo que no soy más que un espejo colgado en la pared.- Pero de usted no logro saber siquiera su nombre.
- Si no es capaz de saberlo, entonces no puede ser llamado Espejo Mágico. -dice sin la menor piedad, riéndose de mi- Tal vez la reina debería deshacerse de algo que no le sirve...
- Pertenezco a M'Apple desde que fuí hecho por... -iba a repetir la información de mi creación cuando de pronto se me ocurre la idea de que ella es la hechicera que me creó. Eso explicaría mi profunda necesidad de agradarle, así como la razón por la que no tengo acceso a ninguna información de ella. (Salvo ese fugaz momento en que sonríe al recibir flores...)
- Adivine, espejito, solo al verme, ¿Cuál es mi nombre? ¿Quién es la misteriosa dama que ha invadido el castillo de semejante bruja? Si lo adivina, responderé tranquilamente sus demás preguntas. En caso contrario, deberá de responder mis preguntas...
- No puedo saber su nombre, y usted lo sabe bien. Me ha hecho caer en una trampa que supongo os tiene muy entretenida. Pero sí puedo saber su oficio, pues soy uno de sus productos: es usted la hechicera que me ha creado. -Los ojos de la bella dama centellean y sonrío antes de señalar- Estoy listo para sus preguntas, hermosa dama, e infelizmente no puedo haceros ninguna, por más que miles acudan a mi mente. -desearía inclinarme luego de mis palabras, pero objetos no acostumbran hacer eso.
Re: En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
–Ohh, es muy antigua esa imagen, espejo. De otra era, cuando todo estaba bien en este reino y la gente era feliz. Aunque se ve tan borrosa…
Sí, Nívea adoraba recibir flores, aunque muchas veces sintiese pena por ello. Era una ninfa, las ninfas protegen la naturaleza, pero el gesto de inocencia de sus súbditos al entregarle dicho presente, hermoso a sus ojos humanos, bastaba para que ella los aceptase de todo corazón. Sobretodo de los niños. Chiquitines adorables, siempre sonrientes y dispuestos a… Espera, ¿hechicera? ¡Pero si ella no tenía magia de ese tipo! Ella era parte del elemento, y el elemento era parte de ella. Controlaba el invierno, la nieve, el frío viento venido de las montañas eternas del norte, el hielo de un lago congelado, el agua fría que beben los seres vivos. Cosas de ninfas, al menos de su especie. El hechicero era otro.
¿Y ahora era además su creadora? Tal vez. En parte. Ella lo había moldeado, igual que Mirror moldeó a esa joven e inexperta ninfa. Pero no fue ella quien creó al espejo. ¿Cómo podría ser capaz de hacer algo que dañase a su amado marido?
–Mi nombre es un reflejo de lo que ahora mismo ve, mi lord. –se inclinó ligeramente ante él, aunque sin burla en sus gestos. Si hablaba en serio, él estaba por encima de ella en esas cosas. Era su señor. –Y si le soy sincera, las trampas son cosas humanas. Yo solo juego, actúo por instintos, como dicta mi naturaleza. Y mi naturaleza misma me impide algo semejante como a crear espejos mágicos. Me temo, querido, que ha errado en esto...
Ah, Circe. ¿Acaso no puedes tener un sitio donde sentarse tranquilo a charlar? Le disgusta no poder sentarse y actuar como una dama refinada frente a Mirror. Por mucho que ya no sea exactamente él.
Da un par de vueltas por el lugar, comportándose cual ninfa juguetona. Aunque encerrada, más brillante y traslucida y claro, más vieja. Que no tenía 16 años exactamente cuando murió.
–Sigamos, es lo mejor. Responda con sinceridad mis preguntas, y si me siento satisfecha, respondere alguna de las suyas. Esta es la primera. ¿Dónde está mi dulce Blanca Nieves? – como buena abuela hay que preguntar por la seguridad de la nieta. Aunque significase mostrar al espejo que conocía a la nena. –¿Está a salvo?
–La siguiente tiene que ver con este castillo. ¿Circe ha derribado las habitaciones de los antiguos reyes? No hablo de los padres de la princesa Blanca, hablo de los anteriores. ¿Siguen ahí?
Ay, el corazón dulce de Nívea necesitaba saberlo. Si su hogar, sus pertenencias, sus memorias, habían sido destruidas por el odio de alguien que ha perdido la razón.
Ese cuarto tan bello, donde nacieron sus niños, donde amó y fue amada cada noche. Donde estaba viva junto al hombre que amaba.
–Y mi siguiente pregunta tiene que ver con el pueblo. ¿Son felices, espejo? ¿Circe escucha sus peticiones? ¿Cena en sus hogares cada cierto tiempo? ¿Sabe el nombre de sus hijos, la enfermedad de sus padres, sus necesidades más profundas? ¿Viaja de norte a sur, de este a oeste, para ver la situación de las fronteras? ¿Se sienta en compañía de los ancianos más sabios del reino? ¿Llora al esposo ausente durante las noches? ¿Acaso amaba a ese hombre? Dime, mágico espejo… ¿Es una buena reina?
Muchas cosas que ha dicho tienen que ver directamente con ella. Nívea solía cenar en las casas de sus súbditos, encantada de saber de sus vidas, de saber qué requerían. Normalmente al día siguiente les entregaba lo necesario. Como esa familia, que necesitaba grano para sus plantaciones. Una estación más tarde, Nívea disfrutaba la noticia de una magnifica cosecha. O aquella otra que soñaba con que su única hija tuviese educación de señorita. La niña terminó bajo su tutela hasta cumplir los 17, quedando más tarde como dama de compañía de la joven princesa Madeleine.
Eran detalles, tal vez. Pero su reinado fue prospero, el pueblo los adoraba. Y fueron felices…
Sí, Nívea adoraba recibir flores, aunque muchas veces sintiese pena por ello. Era una ninfa, las ninfas protegen la naturaleza, pero el gesto de inocencia de sus súbditos al entregarle dicho presente, hermoso a sus ojos humanos, bastaba para que ella los aceptase de todo corazón. Sobretodo de los niños. Chiquitines adorables, siempre sonrientes y dispuestos a… Espera, ¿hechicera? ¡Pero si ella no tenía magia de ese tipo! Ella era parte del elemento, y el elemento era parte de ella. Controlaba el invierno, la nieve, el frío viento venido de las montañas eternas del norte, el hielo de un lago congelado, el agua fría que beben los seres vivos. Cosas de ninfas, al menos de su especie. El hechicero era otro.
¿Y ahora era además su creadora? Tal vez. En parte. Ella lo había moldeado, igual que Mirror moldeó a esa joven e inexperta ninfa. Pero no fue ella quien creó al espejo. ¿Cómo podría ser capaz de hacer algo que dañase a su amado marido?
–Mi nombre es un reflejo de lo que ahora mismo ve, mi lord. –se inclinó ligeramente ante él, aunque sin burla en sus gestos. Si hablaba en serio, él estaba por encima de ella en esas cosas. Era su señor. –Y si le soy sincera, las trampas son cosas humanas. Yo solo juego, actúo por instintos, como dicta mi naturaleza. Y mi naturaleza misma me impide algo semejante como a crear espejos mágicos. Me temo, querido, que ha errado en esto...
Ah, Circe. ¿Acaso no puedes tener un sitio donde sentarse tranquilo a charlar? Le disgusta no poder sentarse y actuar como una dama refinada frente a Mirror. Por mucho que ya no sea exactamente él.
Da un par de vueltas por el lugar, comportándose cual ninfa juguetona. Aunque encerrada, más brillante y traslucida y claro, más vieja. Que no tenía 16 años exactamente cuando murió.
–Sigamos, es lo mejor. Responda con sinceridad mis preguntas, y si me siento satisfecha, respondere alguna de las suyas. Esta es la primera. ¿Dónde está mi dulce Blanca Nieves? – como buena abuela hay que preguntar por la seguridad de la nieta. Aunque significase mostrar al espejo que conocía a la nena. –¿Está a salvo?
–La siguiente tiene que ver con este castillo. ¿Circe ha derribado las habitaciones de los antiguos reyes? No hablo de los padres de la princesa Blanca, hablo de los anteriores. ¿Siguen ahí?
Ay, el corazón dulce de Nívea necesitaba saberlo. Si su hogar, sus pertenencias, sus memorias, habían sido destruidas por el odio de alguien que ha perdido la razón.
Ese cuarto tan bello, donde nacieron sus niños, donde amó y fue amada cada noche. Donde estaba viva junto al hombre que amaba.
–Y mi siguiente pregunta tiene que ver con el pueblo. ¿Son felices, espejo? ¿Circe escucha sus peticiones? ¿Cena en sus hogares cada cierto tiempo? ¿Sabe el nombre de sus hijos, la enfermedad de sus padres, sus necesidades más profundas? ¿Viaja de norte a sur, de este a oeste, para ver la situación de las fronteras? ¿Se sienta en compañía de los ancianos más sabios del reino? ¿Llora al esposo ausente durante las noches? ¿Acaso amaba a ese hombre? Dime, mágico espejo… ¿Es una buena reina?
Muchas cosas que ha dicho tienen que ver directamente con ella. Nívea solía cenar en las casas de sus súbditos, encantada de saber de sus vidas, de saber qué requerían. Normalmente al día siguiente les entregaba lo necesario. Como esa familia, que necesitaba grano para sus plantaciones. Una estación más tarde, Nívea disfrutaba la noticia de una magnifica cosecha. O aquella otra que soñaba con que su única hija tuviese educación de señorita. La niña terminó bajo su tutela hasta cumplir los 17, quedando más tarde como dama de compañía de la joven princesa Madeleine.
Eran detalles, tal vez. Pero su reinado fue prospero, el pueblo los adoraba. Y fueron felices…
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Bruja del Tiempo
Señora de las Tierras Encantadas
Re: En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
Ella niega mis palabras. Y sinceramente, le creo. En realidad su mirada es demasiado pura para ser una hechicera. Concentro mi mirada en ella, pues dice que su nombre es un reflejo de lo que veo ahora. ¿Y qué veo? A la dama más bella que ha pisado este reino...
Pero quiero saber su nombre, y para ello debo descubrir el acertijo. Además de su belleza, veo unos ojos llenos de intensidad, unos labios delicados y platinados cabellos con... ¿cositas blancas? Uso mis ojos para ver mejor y escubro que son copos de nieve.
- ¿Eres la dama de las nieves? -pregunto expectante, y cuando ella sonríe, me siento más liviano. No es específicamente un nombre, pero responde exactamente a lo que veo. De pronto, siento un gran dolor pero logro ver una imagen invernal del bosque, con ella... La imagen no es muy nítida, pero, la reconozco allí. Pero mantener esa imagen visible me duele demasiado, por lo que se desvanece pronto.
La "dama de las nieves" al parecer se entristece luego de la imagen fallida, pues empieza a explorar la habitación donde estamos. Por un instante me temo que se aburra y se aleje, pero ella termina regresando a mí, solicitándome respuestas. Me preparo para ver si no me pregunta por cosas que no puedo ver, cuando la famosa chiquilla de los tormentos de todos vuelve a aparecer en escena:
- No puedo deciros donde está Blanca Nieves, que ella siempre busca el refugio de los árboles para impedirme que pueda identificar en cuál bosque se encuentra... Pero podéis verla, si os place. -y de inmediato una imagen nítida y clara de la princesa, ahora con su embarazo a la vista, aparece en mi reflejo. Ella, como siempre, le está cantando a los animales, con un par de avecillas en sus brazos, Una ardilla le trae una nuez y ella la abre, comiendo la mitad y devolviendo la otra parte para el animalito.- La ardilla se ve inofensiva, pero también usted aparenta ser inofensiva. ¿Dónde estabáis antes que sólo ahora os conozco? Porque he acompañado toda la vida de esta princesa y nunca la había visto a usted, dama de las nieves. Y Circe se ha asegurado de mantener a la princesa aislada desde la muerte de su padre.
Observo la avidez con que sus claros ojos observan a la princesa heredera de M'Apple, y la duda de por qué la dama de las nieves se interesa por ella sólo se agranda dentro mío. Tras una pausa, ella me hace la segunda pregunta:
- Circe en efecto... - la imagen de Blanca se deshace para dar lugar a los aposentos de sus padres- ... ha destruido las habitaciones de su difunto esposo. Y sólo una de las pinturas de la difunta reina sobrevivió a su ataque de ira, porque estaba en el otro ala del castillo.
-No hablo de los padres de la princesa Blanca, hablo de los anteriores. ¿Siguen ahí? -me interrumpe la dama, y me confundo. La imagen se pone borrosa, pero luego muestra un pasillo abandonado, lleno de telarañas y armaduras derrumbadas. Hojas secas cubren la alfombra descolorida, entrando donde los cristales de las ventanas están rotos.
- Esa es una parte prohibida del castillo. Ni los sirvientes pueden entrar allí. -Años y años dejada a la interperie. Sólo las piedras de sus murallas han impedido que se desplome.- Mis ojos no pueden ver más allá de los pasillos. De seguro está todo abajo por atrás de aquellas puertas.
Yo mismo termino la imagen, atento para responder a su tercera pregunta. Cuando la superficie del espejo refleja mi rostro, ella lo comprende:
- Os puedo mostrar la aldea que rodea al castillo de M'Apple.- y de inmediato las imágenes muestras las calles principales, con sus casas en forma de "A", especiales para la nieve. Y la fuente de agua, donde algunas mujeres van a buscar el vital líquido. El recorrido sigue, con aldeanos cargando sus caballos con alimentos, todos atareados en las actividades del día a día. Pero no se ven sonrisas en sus rostros. Estoy obligado a decir la verdad:- Circe ya no hace audiencias, y hasta los sirvientes están acostumbrados a estar lo más lejos de ella.
Pero quiero saber su nombre, y para ello debo descubrir el acertijo. Además de su belleza, veo unos ojos llenos de intensidad, unos labios delicados y platinados cabellos con... ¿cositas blancas? Uso mis ojos para ver mejor y escubro que son copos de nieve.
- ¿Eres la dama de las nieves? -pregunto expectante, y cuando ella sonríe, me siento más liviano. No es específicamente un nombre, pero responde exactamente a lo que veo. De pronto, siento un gran dolor pero logro ver una imagen invernal del bosque, con ella... La imagen no es muy nítida, pero, la reconozco allí. Pero mantener esa imagen visible me duele demasiado, por lo que se desvanece pronto.
La "dama de las nieves" al parecer se entristece luego de la imagen fallida, pues empieza a explorar la habitación donde estamos. Por un instante me temo que se aburra y se aleje, pero ella termina regresando a mí, solicitándome respuestas. Me preparo para ver si no me pregunta por cosas que no puedo ver, cuando la famosa chiquilla de los tormentos de todos vuelve a aparecer en escena:
- No puedo deciros donde está Blanca Nieves, que ella siempre busca el refugio de los árboles para impedirme que pueda identificar en cuál bosque se encuentra... Pero podéis verla, si os place. -y de inmediato una imagen nítida y clara de la princesa, ahora con su embarazo a la vista, aparece en mi reflejo. Ella, como siempre, le está cantando a los animales, con un par de avecillas en sus brazos, Una ardilla le trae una nuez y ella la abre, comiendo la mitad y devolviendo la otra parte para el animalito.- La ardilla se ve inofensiva, pero también usted aparenta ser inofensiva. ¿Dónde estabáis antes que sólo ahora os conozco? Porque he acompañado toda la vida de esta princesa y nunca la había visto a usted, dama de las nieves. Y Circe se ha asegurado de mantener a la princesa aislada desde la muerte de su padre.
Observo la avidez con que sus claros ojos observan a la princesa heredera de M'Apple, y la duda de por qué la dama de las nieves se interesa por ella sólo se agranda dentro mío. Tras una pausa, ella me hace la segunda pregunta:
- Circe en efecto... - la imagen de Blanca se deshace para dar lugar a los aposentos de sus padres- ... ha destruido las habitaciones de su difunto esposo. Y sólo una de las pinturas de la difunta reina sobrevivió a su ataque de ira, porque estaba en el otro ala del castillo.
-No hablo de los padres de la princesa Blanca, hablo de los anteriores. ¿Siguen ahí? -me interrumpe la dama, y me confundo. La imagen se pone borrosa, pero luego muestra un pasillo abandonado, lleno de telarañas y armaduras derrumbadas. Hojas secas cubren la alfombra descolorida, entrando donde los cristales de las ventanas están rotos.
- Esa es una parte prohibida del castillo. Ni los sirvientes pueden entrar allí. -Años y años dejada a la interperie. Sólo las piedras de sus murallas han impedido que se desplome.- Mis ojos no pueden ver más allá de los pasillos. De seguro está todo abajo por atrás de aquellas puertas.
Yo mismo termino la imagen, atento para responder a su tercera pregunta. Cuando la superficie del espejo refleja mi rostro, ella lo comprende:
- Os puedo mostrar la aldea que rodea al castillo de M'Apple.- y de inmediato las imágenes muestras las calles principales, con sus casas en forma de "A", especiales para la nieve. Y la fuente de agua, donde algunas mujeres van a buscar el vital líquido. El recorrido sigue, con aldeanos cargando sus caballos con alimentos, todos atareados en las actividades del día a día. Pero no se ven sonrisas en sus rostros. Estoy obligado a decir la verdad:- Circe ya no hace audiencias, y hasta los sirvientes están acostumbrados a estar lo más lejos de ella.
Re: En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
La dama de las nieves… Oh, que buenos recuerdos trae ese nombre a su memoria. De tiempos mejores, donde la nieve cubría M’Apple gran parte del año, donde las ninfas danzaban libres en medio del bosque, donde las cosas eran libres y todos vivían en perfecta armonía. Ese apelativo había recibido de parte de Mirror en ese primer encuentro suyo. Tan suyo…
A juego aparece una imagen suya, con lo que Nívea sonríe más. ¡Su primer encuentro! Por desgracia, el espejo no logra dejar allí la imagen.
Blanca, dulce Blanca. Así que está bien, en el bosque. Tal vez él no lo reconozca, pero ella sí. Sabe que está cerca de la corte de Ela, al fin lejos de las manos de la Bruja del Tiempo. Su cuñada cumplió con su parte del trato. Su nieta, en medio de tanto animalito, le recuerda a su propia hija, Madeleine. Tan dulce… Tan humana.
–Tal vez una ardilla solitaria sea inofensiva, pero intenta con una docena de ellas. Te comerán vivo. –bromea en parte. Claro que el animalito no era un peligro. ¿Cómo la naturaleza dañaría a una descendiente de sí misma? Nívea había nacido del bosque, directamente de una tormenta de nieve. No tenía lo que se conoce como “padres”. Por eso le había resultado tan complejo el tener sus propios hijos. –He estado lejos, espejo. Muy lejos, donde el viento no corre, donde todo es demasiado cálido y no existe la seguridad de una noche fría. Pero siempre he estado pendiente de mi dulce niña. Ninguna bruja me mantendrá lejos de ella.
No de su segunda niña al menos. Y si no puede estar con su hija, al menos desea estar con su nieta.
Se siente furiosa al oír sobre la destrucción de un ala del castillo que ella misma ayudó a levantar. El cuarto de su hija, donde había dado a luz, destruido por una aparecida deseosa de poder. ¡Maldita! ¿Cómo se atrevía a destruir los recuerdos de su hija? Y ahora, lo único que quedaba de ella estaba en una memoria que, día tras día, iba desvaneciéndose producto de una maldición ajena. Nívea sabe que en unos meses siquiera recordaría su propio nombre. Entonces, ¿quién recordaría a su niña?
Al menos sus aposentos seguían allí. ¿Acaso también sus viejos tesoros? Tal vez debería averiguarlo. Pero no ahora. Estaba ocupada con un espejo.
Su pueblo sufría, sin dudas. Pobre gente… Pobres humanos inocentes. ¿Qué culpa tenían ellos de que sus señores hubiesen roto sus votos?
–Hubo un tiempo en que sonreían… –Nívea se acerca despacio, hasta “tocar” con uno de sus dedos el cristal del espejo. Parece hablar más para sí que con su “acompañante”.–¿Qué hiciste amor mío? ¿En qué convertiste nuestro hogar?
Tantos inocentes condenados a esa vida miserable. Pobre gente. Pobres humanos incautos que confíaron en quien no debían. Y pobre de ella, que ya no podía bailar en medio de una tormenta de nieve, que ya no podía sentir la frescura del agua bajando por su garganta, ni podía oír el canto del viento que soplaba directamente de las montañas… y ya no podría volver a nacer. Nunca más. Había muerto siendo más humana que ninfa. La tierra nunca la reconocería como hija suya. Pobre Nívea, la ninfa enamorada.
–Dime, espejo… ¿puedes soñar? Yo desearía poder hacerlo. Cerrar mis ojos y ver algo mejor que ahora.
Los ojos de Nívea parecen más cristalinos ahora, pero ninguna lágrima baja. Siquiera puede tener esa gloriosa sensación de descanso tras un poco de llanto. No sale.
Alza su mirada. Una idea nueva ha pasado por su cabeza. Algo que debe saber y, tal vez, él si pudiera saber. ¿Era un espejo mágico, no?
–Espejo, necesito saber una cosa. Te lo ruego, tu debes saberlo, pues te crearon para ver cosas que los demás no… ¿Dónde estoy?
Sí, necesitaba saber dónde estaba su cuerpo. Tal vez si lo encontraba, un brujo podría liberarla de sus cadenas. Y volvería a nacer, como sus hermanas. Sería el viento, sería la nieve… O tal vez madre le regresase un nuevo cuerpo. Sería otra vez la Nívea de siempre. Y podría tocar el cabello de su nieta, sentir el calor de su bisnieto… tal vez incluso tocar ese cristal que ahora era su esposo. Quién sabe.
No se le ocurre pensar que seguramente el espejo no comprendería su pregunta y, si lo hacía, no podría ver donde estaba su cuerpo. Era algo que solo sabría de poder recordar…
A juego aparece una imagen suya, con lo que Nívea sonríe más. ¡Su primer encuentro! Por desgracia, el espejo no logra dejar allí la imagen.
Blanca, dulce Blanca. Así que está bien, en el bosque. Tal vez él no lo reconozca, pero ella sí. Sabe que está cerca de la corte de Ela, al fin lejos de las manos de la Bruja del Tiempo. Su cuñada cumplió con su parte del trato. Su nieta, en medio de tanto animalito, le recuerda a su propia hija, Madeleine. Tan dulce… Tan humana.
–Tal vez una ardilla solitaria sea inofensiva, pero intenta con una docena de ellas. Te comerán vivo. –bromea en parte. Claro que el animalito no era un peligro. ¿Cómo la naturaleza dañaría a una descendiente de sí misma? Nívea había nacido del bosque, directamente de una tormenta de nieve. No tenía lo que se conoce como “padres”. Por eso le había resultado tan complejo el tener sus propios hijos. –He estado lejos, espejo. Muy lejos, donde el viento no corre, donde todo es demasiado cálido y no existe la seguridad de una noche fría. Pero siempre he estado pendiente de mi dulce niña. Ninguna bruja me mantendrá lejos de ella.
No de su segunda niña al menos. Y si no puede estar con su hija, al menos desea estar con su nieta.
Se siente furiosa al oír sobre la destrucción de un ala del castillo que ella misma ayudó a levantar. El cuarto de su hija, donde había dado a luz, destruido por una aparecida deseosa de poder. ¡Maldita! ¿Cómo se atrevía a destruir los recuerdos de su hija? Y ahora, lo único que quedaba de ella estaba en una memoria que, día tras día, iba desvaneciéndose producto de una maldición ajena. Nívea sabe que en unos meses siquiera recordaría su propio nombre. Entonces, ¿quién recordaría a su niña?
Al menos sus aposentos seguían allí. ¿Acaso también sus viejos tesoros? Tal vez debería averiguarlo. Pero no ahora. Estaba ocupada con un espejo.
Su pueblo sufría, sin dudas. Pobre gente… Pobres humanos inocentes. ¿Qué culpa tenían ellos de que sus señores hubiesen roto sus votos?
–Hubo un tiempo en que sonreían… –Nívea se acerca despacio, hasta “tocar” con uno de sus dedos el cristal del espejo. Parece hablar más para sí que con su “acompañante”.–¿Qué hiciste amor mío? ¿En qué convertiste nuestro hogar?
Tantos inocentes condenados a esa vida miserable. Pobre gente. Pobres humanos incautos que confíaron en quien no debían. Y pobre de ella, que ya no podía bailar en medio de una tormenta de nieve, que ya no podía sentir la frescura del agua bajando por su garganta, ni podía oír el canto del viento que soplaba directamente de las montañas… y ya no podría volver a nacer. Nunca más. Había muerto siendo más humana que ninfa. La tierra nunca la reconocería como hija suya. Pobre Nívea, la ninfa enamorada.
–Dime, espejo… ¿puedes soñar? Yo desearía poder hacerlo. Cerrar mis ojos y ver algo mejor que ahora.
Los ojos de Nívea parecen más cristalinos ahora, pero ninguna lágrima baja. Siquiera puede tener esa gloriosa sensación de descanso tras un poco de llanto. No sale.
Alza su mirada. Una idea nueva ha pasado por su cabeza. Algo que debe saber y, tal vez, él si pudiera saber. ¿Era un espejo mágico, no?
–Espejo, necesito saber una cosa. Te lo ruego, tu debes saberlo, pues te crearon para ver cosas que los demás no… ¿Dónde estoy?
Sí, necesitaba saber dónde estaba su cuerpo. Tal vez si lo encontraba, un brujo podría liberarla de sus cadenas. Y volvería a nacer, como sus hermanas. Sería el viento, sería la nieve… O tal vez madre le regresase un nuevo cuerpo. Sería otra vez la Nívea de siempre. Y podría tocar el cabello de su nieta, sentir el calor de su bisnieto… tal vez incluso tocar ese cristal que ahora era su esposo. Quién sabe.
No se le ocurre pensar que seguramente el espejo no comprendería su pregunta y, si lo hacía, no podría ver donde estaba su cuerpo. Era algo que solo sabría de poder recordar…
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Bruja del Tiempo
Señora de las Tierras Encantadas
Re: En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
Me sorprendo al ver tanto hielo en la mirada de la bella dama. ¿Por qué le importa tanto el destino de los monarcas de M'Apple? A parte que es uno de los reinos donde más nieva, no encuentro su relación con ellos. Pero ella tiene relación, estoy seguro aunque no tenga una explicación.
Pero me admiro al ver que se acerca, sin embargo me sorprendo al no sentir su toque en mi cristal. Mis ojos "ven" que ella me está tocando, pero realmente no siento nada. ¿Por qué?
- ¿Amor mío? -repito con un dolor recorriendo toda mi madera y cristal. Ella sufre, lo veo en cómo encoje su cuerpo. -No sufras por ellos. -¿Por qué? No se me ocurre una buena razón para ello, sólo quiero verla feliz de nuevo, como en las imágenes borrosas que me duele mostrar.
- Dime, espejo… ¿puedes soñar? Yo desearía poder hacerlo. Cerrar mis ojos y ver algo mejor que ahora. -Su pregunta me descoloca. ¿Los objetos pueden soñar?
- Pues, a veces veo imágenes, pero los objetos no sueñan... -digo algo inseguro. Respondo con la verdad, como siempre, pero hoy las respuestas se escapan de la lógica, dando a mi voz un tono muy distinto de la voz monocorde acostumbrada con Circe.
La "dama de las nieves" me observa. Su mirada intensa precede una nueva pregunta, tan enigmática como las anteriores:
- ¿No estás frente a mí? -pregunto confuso, pero la oscuridad toma forma en una imagen que reflejo. Quien mira ve todo negro, pero sé que es falta de luz.- ¿Cómo puedes estar en dos lugares a la vez? -mi voz suena temblorosa, pues aunque me duele, me esfuerzo y veo que la falta de luz se debe a tierra. ¿O piedras? No, es tierra. -¿Estás bajo tierra? -respondo de forma interrogativa, pues ella no puede estar enterrada: ¡La veo aquí!
El espejo se mueve ligeramente contra el clavo de la pared.
Pero me admiro al ver que se acerca, sin embargo me sorprendo al no sentir su toque en mi cristal. Mis ojos "ven" que ella me está tocando, pero realmente no siento nada. ¿Por qué?
- ¿Amor mío? -repito con un dolor recorriendo toda mi madera y cristal. Ella sufre, lo veo en cómo encoje su cuerpo. -No sufras por ellos. -¿Por qué? No se me ocurre una buena razón para ello, sólo quiero verla feliz de nuevo, como en las imágenes borrosas que me duele mostrar.
- Dime, espejo… ¿puedes soñar? Yo desearía poder hacerlo. Cerrar mis ojos y ver algo mejor que ahora. -Su pregunta me descoloca. ¿Los objetos pueden soñar?
- Pues, a veces veo imágenes, pero los objetos no sueñan... -digo algo inseguro. Respondo con la verdad, como siempre, pero hoy las respuestas se escapan de la lógica, dando a mi voz un tono muy distinto de la voz monocorde acostumbrada con Circe.
La "dama de las nieves" me observa. Su mirada intensa precede una nueva pregunta, tan enigmática como las anteriores:
- ¿No estás frente a mí? -pregunto confuso, pero la oscuridad toma forma en una imagen que reflejo. Quien mira ve todo negro, pero sé que es falta de luz.- ¿Cómo puedes estar en dos lugares a la vez? -mi voz suena temblorosa, pues aunque me duele, me esfuerzo y veo que la falta de luz se debe a tierra. ¿O piedras? No, es tierra. -¿Estás bajo tierra? -respondo de forma interrogativa, pues ella no puede estar enterrada: ¡La veo aquí!
El espejo se mueve ligeramente contra el clavo de la pared.
Re: En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
–Sufrir por ellos es inevitable. –musita, con una ligera sonrisa. –Su sufrimiento es el nuestro, decía mi esposo. Mientras ellos sean infelices, también lo seré yo, puesto que ellos son el reflejo de mi propia existencia.
No dice vida, puesto que, siendo sinceros, lo suyo no puede considerarse como una vida. Recordemos que está bien muerta, enterrada y lo que ahora se ve no es más que una parte de sí misma que quedó allí, entre ambos mundos.
Los objetos deberían poder soñar, piensa Nívea. Claramente tendrían sueños interesantes. Quien sabe, tal vez incluso soñaran con una época diferente, sabedores que su destino aguarda en algún otro sitio. Tal vez fuesen sueños coloridos, llenos de brillo. Mucho más bonitos que su aburrida vida de espejo…
Sabe que el espejo se mueve, por mucho que no lo sienta, por lo que aparta rápido la mano para evitar que la traspase. Aunque sea una de las pocas veces que siente algo, prefiere que él no vea su situación. Aún no.
–Estoy y a la vez no estoy, espejo. –dice, como si fuera de lo más sencillo. –Los seres como yo pueden viajar muy lejos, por mucho que estén en el fondo de la tierra…
Desea poder saber dónde queda ese pedazo de tierra, pero termina pensando que el espejo no se lo dirá. Solo puede presentir que, en medio de toda esa oscuridad, está ella. Eterna y muy muerta. ¿Se la habrán comido ya los gusanos? ¿O sigue exactamente igual que cuando murió?
Se aleja un poco, porque lo siente. Circe levantándose, despacio. Abriendo los ojos como quién se sabe reina del mundo. Nívea sabe que, al menos en esta realidad ella es reina de dicho mundo.
–He de irme, espejo… Tu señora no puede verme aquí o ambos tendremos problemas. – se siente tan nerviosa. No desea marcharse, pero debe hacerlo. Es muy necesario. Pero no puede evitar pensarlo. ¿Si fuera al revés? ¿Él la buscaría? No tiene tiempo para seguir soñando. Sabe que no regresará a ese castillo. –Oh, Mirror… – no puede evitar volver a acercarse, dejando uno de sus dedos sobre el “rostro” que refleja el espejo mágico. Es suyo y a la vez un extraño. –Sé que sabes dónde estoy, tú lo sabes… Y te esperaré hasta que lo recuerdes. Siempre, mi dulce rey…
Lleva sus dedos sobre sus labios, en un beso. Luego los lleva al reflejo. Es lo más que puede hacer. Vaya pedazo de llorona se siente...
Le sonríe al espejo, o mejor dicho a su Mirror, antes de dar media vuelta… y desaparecer. Así, sin más. No tiene tiempo para hacer una salida más discreta.
No dice vida, puesto que, siendo sinceros, lo suyo no puede considerarse como una vida. Recordemos que está bien muerta, enterrada y lo que ahora se ve no es más que una parte de sí misma que quedó allí, entre ambos mundos.
Los objetos deberían poder soñar, piensa Nívea. Claramente tendrían sueños interesantes. Quien sabe, tal vez incluso soñaran con una época diferente, sabedores que su destino aguarda en algún otro sitio. Tal vez fuesen sueños coloridos, llenos de brillo. Mucho más bonitos que su aburrida vida de espejo…
Sabe que el espejo se mueve, por mucho que no lo sienta, por lo que aparta rápido la mano para evitar que la traspase. Aunque sea una de las pocas veces que siente algo, prefiere que él no vea su situación. Aún no.
–Estoy y a la vez no estoy, espejo. –dice, como si fuera de lo más sencillo. –Los seres como yo pueden viajar muy lejos, por mucho que estén en el fondo de la tierra…
Desea poder saber dónde queda ese pedazo de tierra, pero termina pensando que el espejo no se lo dirá. Solo puede presentir que, en medio de toda esa oscuridad, está ella. Eterna y muy muerta. ¿Se la habrán comido ya los gusanos? ¿O sigue exactamente igual que cuando murió?
Se aleja un poco, porque lo siente. Circe levantándose, despacio. Abriendo los ojos como quién se sabe reina del mundo. Nívea sabe que, al menos en esta realidad ella es reina de dicho mundo.
–He de irme, espejo… Tu señora no puede verme aquí o ambos tendremos problemas. – se siente tan nerviosa. No desea marcharse, pero debe hacerlo. Es muy necesario. Pero no puede evitar pensarlo. ¿Si fuera al revés? ¿Él la buscaría? No tiene tiempo para seguir soñando. Sabe que no regresará a ese castillo. –Oh, Mirror… – no puede evitar volver a acercarse, dejando uno de sus dedos sobre el “rostro” que refleja el espejo mágico. Es suyo y a la vez un extraño. –Sé que sabes dónde estoy, tú lo sabes… Y te esperaré hasta que lo recuerdes. Siempre, mi dulce rey…
Lleva sus dedos sobre sus labios, en un beso. Luego los lleva al reflejo. Es lo más que puede hacer. Vaya pedazo de llorona se siente...
Le sonríe al espejo, o mejor dicho a su Mirror, antes de dar media vuelta… y desaparecer. Así, sin más. No tiene tiempo para hacer una salida más discreta.
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Bruja del Tiempo
Señora de las Tierras Encantadas
Re: En algún momento tenía que pasar {Privado Espejo}
- No hablas con lógica. -me quejo, confundido, pues salvo los hechiceros, no sé de nadie más que pueda estar en dos lugares a la vez. Unicornios se teletransportan, y ella podría perfectamente ser una dama-unicornio, por su pureza natural, pero así y todo, unicornios viajan completamente, y estoy cada vez más seguro de que ella está rodeada de tierra.
- ¡NO! -grito al oír que ella se irá, pero de inmediato veo a Circe despertando, y la dama de las nieves tiene razón.
- Oh, Mirror... -dice y... un gran dolor estremece mi cristal. Mirror, Mirror... ¿Dónde oí ese nombre antes? Pero la dama sigue con sus mensajes enigmáticos- Sé que sabes dónde estoy, tú lo sabes… Y te esperaré hasta que lo recuerdes. Siempre, mi dulce rey…
¡Y se desvanece!
Observo el vacío donde antes ella estaba, ahora mucho más vacío, pues la echo de menos... Iba a gritar su nombre cuando percibo que Circe se acerca. Debo fingir que nada ha pasado pero, eso es difícil... A duras penas dejo de mostrar la oscuridad de la tierra, justo a tiempo antes que ella entre y me pregunte:
- Espejo, espejo mío. ¿Quién es la más bella?
- La dama de las nieves... -digo sin poder aguantarme. Pero antes que Circe desconfíe, arrojo una imagen de Blanca Nieves en invierno, sonriendo rodeada de copos de nieve. Su vientre ni siquiera está abultado. Y en realidad, ver a la chiquilla jugando con nieve me hace odiarla menos...
La pregunta es, si a la dama de las nieves le importa, ¿por qué he de odiarla? Me concentro en olvidarla, por lo menos en presencia de Circe, pero una vez que me deje a solas, me concentraré en encontrarla, por más dolor que me cause.
- ¡NO! -grito al oír que ella se irá, pero de inmediato veo a Circe despertando, y la dama de las nieves tiene razón.
- Oh, Mirror... -dice y... un gran dolor estremece mi cristal. Mirror, Mirror... ¿Dónde oí ese nombre antes? Pero la dama sigue con sus mensajes enigmáticos- Sé que sabes dónde estoy, tú lo sabes… Y te esperaré hasta que lo recuerdes. Siempre, mi dulce rey…
¡Y se desvanece!
Observo el vacío donde antes ella estaba, ahora mucho más vacío, pues la echo de menos... Iba a gritar su nombre cuando percibo que Circe se acerca. Debo fingir que nada ha pasado pero, eso es difícil... A duras penas dejo de mostrar la oscuridad de la tierra, justo a tiempo antes que ella entre y me pregunte:
- Espejo, espejo mío. ¿Quién es la más bella?
- La dama de las nieves... -digo sin poder aguantarme. Pero antes que Circe desconfíe, arrojo una imagen de Blanca Nieves en invierno, sonriendo rodeada de copos de nieve. Su vientre ni siquiera está abultado. Y en realidad, ver a la chiquilla jugando con nieve me hace odiarla menos...
La pregunta es, si a la dama de las nieves le importa, ¿por qué he de odiarla? Me concentro en olvidarla, por lo menos en presencia de Circe, pero una vez que me deje a solas, me concentraré en encontrarla, por más dolor que me cause.
Off: Yer Noligma le dio cuerpo humano a Espejo antes del cambio en el tiempo. Déjame revisar si el texto sirve para "después", para ver si aprovecho el regalo, o si tendré que transformarme en humano de nuevo, pero será de otra forma.
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