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Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
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Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Lugar: Castillo de Maléfica en la montaña prohibida
- Off Ceni y Noligma:
- He aquí el post ^^. Ceni y yo lo rolearemos hasta llegar a las puertas del castillo (o al puente que da acceso al mismo, tanto da). No creo que nos lleve más de uno o dos post más a cada una, y en ese momento Noligma es libre de entrar cuando quiera (o hacer lo que quiera que tenga pensado xD).
Espero que no te importe que Arawn me hablase de tu mami, de lo contrario mi presencia aquí no tendría sentido~ Como no sé si la versión oficial es que está muerta o desaparecida, me he quedado con lo segundo ^^.
Cualquier cosa que haya que editar, me avisáis~
El carruaje se había detenido un kilómetro más abajo, ante la negativa del cochero a seguir avanzando, después de un largo y tedioso viaje por las tierras de Grimm. Se le había metido en la cabeza alguna absurda superstición y afirmaba con rotunda determinación que no se arriesgaría a subir más arriba. Ese era su límite, decía, si las damas querían avanzar tendrían que hacerlo solas, por su cuenta y riesgo. Cuando Morrigan había aceptado y le había ordenado ensillar tres monturas, el tipo se llevó media hora intentando disuadirlas de que era un suicidio, de que la montaña estaba maldita y de que enormes peligros albergaban en ella para que dos mujeres se adentrasen sin protección en ellas… Pero la morena lo ignoró. Tanta superstición le resultaba cansinamente insoportable, y ella nunca estaba completamente indefensa. Su excusa esta vez había sido tajante, llevando al extremo un papel de fanática religiosa, que afirmaba poder limpiar el mundo del mal que lo azotaba. Seguía las órdenes de su diosa, la cual le había encomendado realizar un sacrificio a lo alto de la montaña prohibida, como muestra de su férrea devoción. Eso hizo callar al hombre, y aunque ella sabía que no debía darle explicaciones, pudo ver el terror que su embuste le había ocasionado. Mejor para ella.
-¿Y a quién servís, mi señora?-Había preguntado con cautela, como si temiese el nombre de dicha deidad, mientras terminaba de adecuar los caballos a las necesidades de las dos mujeres, y un tercer individuo de aspecto distante.
-A Morrigan-Dijo con voz queda-Diosa Prydaniana de la Muerte y la Guerra-Cuyo significado era "Reina Espectral". No había elegido ese nombre en vano, y ese era el único nexo de unión con su antigua tierra natal. Todo lo demás era tabú. Se aupó hasta subirse al lomo del caballo, colocándose la capucha sobre el cabello oscuro, sonriendo mientras le daba la espalda, espoleando los costados del animal para iniciar la marcha.
Ahora, Cenicienta cabalgaba a su lado en un jamelgo de color blanco con motas grisáceas. Parecían un reflejo invertido la una de la otra, pues mientras que Morrigan portaba ropajes de color negro intenso, ocultos bajo una larga capa de viaje que se anudaba a la altura de sus senos, la muchacha de Crystal vestía de blanco completamente, con un atuendo muchísimo más provocador que el simple escote insinuante de la primera, el cual la volvía un blanco sumamente visible en el camino de subida a lo alto de la montaña. Esto se debía a un capricho de la propia hechicera, que encontraba muy divertido toda la situación. Era la primera vez que la rubia abandonaba el burdel después de su llegada, la bruja se lo había permitido. Morrigan la había convencido de que, si accedía a acompañarla en aquella empresa, le devolvería su ajado vestido y el zapato a juego, para que hiciese con ellos lo que quisiese… Claro que no era cierto, pero disfrutaba viendo como la chispa de la esperanza se prendía en sus ojos azules. No podría llegar muy lejos si intentaba escapar, de todos modos. Sobre su cuello llevaba una hermosa gargantilla en cuyo centro brillaba una gema del color de sus ojos, cuyo objetivo no era embellecerla, pese a todo. La gema era una redoma con uno de sus venenos; si Cenicienta era tan estúpida como para tratar de escapar, bastaba con que se alejase más de 50 metros de la posición de Morrigan y automáticamente se activaría el mecanismo interno, y la sustancia se inyectaría directamente en su cuello. No la mataría, por supuesto, no le servía de nada muerta… Simplemente la dejaría inconsciente por unas horas, y cuando despertase el dolor sería insoportable hasta que los efectos de la droga se mitigasen por completo. Por desgracia para la rubia, le sería imposible quitarse la joya del cuello, ya que la llave del cierre que se ocultaba tras su nuca sólo la tenía la propia Morrigan.
La miró, admirando su obra de arte, que cabalgaba taciturna para cumplir sus planes, los cuales no había revelado todavía. Eso lo haría todo más divertido, cuando decidiese compartir con ella la tarea que debía llevar a cabo sí o sí, y no tuviese oportunidad de ofrecer una negativa contundente. Los deseos de Morrigan debían ser órdenes para Cenicienta si no quería que su existencia fuese un infierno.
Tras ellas, un tipo cabalgaba sobre un tercer palafrén, pero lo hacía por mero impulso, reflejando una mirada vacía exenta de vida. Su última adquisición. Se llamaba, o más bien había llamado, Hugo, y había muerto por culpa de la ineptitud de unos mercenarios que había contratado para eliminar a un individuo esquivo de nombre Jacobo. Como a Morrigan no le gustaba desperdiciar un cadáver en vano, ahora contaban con un fuerte guardaespaldas que las acompañase durante lo que quedaba de trayecto, aunque por si acaso, el látigo de la bruja seguía enroscado como una sierpe y sujeto a su cinturón, y la daga permanecía oculta dentro de su bota.
El atardecer despuntaba en algún lugar del firmamento, pero la cúpula celestial estaba tan sobrecargada de nubes oscuras que era imposible saber por donde se escondía el sol, volviendo más oscuro y peligroso el paisaje. A medida que avanzaban, el terreno se iba volviendo más pedregoso y empinado, poco apto para subirlo a caballo, pero eso no le importaba en lo más mínimo, pues a decir verdad la vida de su montura le resultaba indiferente. Simplemente no quería cansarse ni estropear su bonito vestido, que ya de por sí estaría arrugado a causa del viaje. Lo único importante era que se hallaban cada vez más cerca, y eso despertaba su regocijo como un oso tras el paso del invierno, clavando los talones en los costados del animal con ensañamiento para obligarlo a ir más deprisa. El tenebroso castillo apareció como un destello cuando un relámpago lejano cruzó el cielo, y sus torreones retorcidos quedaron perfilados por luz azulada antes de sumirse de nuevo en la negrura imperante. Morrigan aspiró el aire enrarecido de la montaña, pensando en lo mucho que le recordaba ese lugar a la perdida Annuvin, aunque a pesar de su parecido, le resultaba distinta.
Ese era el hogar de Maléfica, o lo había sido. El venir de una tierra lejana no le impedía conocer con detalle la existencia de aquella bruja, cuya leyenda traspasaba fronteras con la facilidad con la que una espada cercenaba la carne. Había oído hablar de ella de boca de Arawn, quien la había elogiado sin tapujos en su presencia, en más de una ocasión, lo cual había despertado sus celos. Claro que por aquel entonces, Morrigan, o Crochan, sólo tenía 15 años y pensaba que no había caballero más poderoso que el rey de Annuvin, cegada por su juventud y carácter. Había llovido mucho desde entonces, y la perspectiva de la bruja había sufrido una metamorfosis muy grande. Arawn era un perdedor, y su conquista de Prydain estaba abocada al fracaso. No quería contaminarse con su influencia patética, ella estaba por encima de eso.
Volviendo a Maléfica… Según se rumoreaba, se había esfumado, y que su lugar lo ocupaba su hijo. Aparentemente no había nada allí que atrajese su atención, pero eso era porque las apariencias siempre engañaban. Sentía curiosidad por conocer el destino de aquella reina del mal… Y de paso, hacerse con algunos de sus secretos. Morrigan no sabía qué era lo que buscaba exactamente, pero no tardaría en averiguarlo en cuanto llegasen a lo alto. Y allí era donde entraba Cenicienta, tenía algo preparado para la rubia… Ella sería su llave de acceso a la información deseada.
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Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Hoy en la mañana desperté de golpe, pues Sía abrió mi puerta sin el menor aviso y me dijo que me arreglara, que Lady Hellberg me necesita lista pronto.
Me siento, algo dolorida por la noche anterior, y veo que hay un hermoso vestido blanco sobre la silla. Algo de vanidad me ataca porque me levanto al instante para tocar la suave tela. Es tan bello...
Resignada, tomo desayuno y luego me aseo. Desenredo mis cabellos, luego me pongo el vestido y termino los cabellos. Lo último es el maquillaje, así me enseñó Claudia, cuando volvió a hablarme.
Estoy lista y me miro en el espejo... Como quisiera haber ido a aquél baile... Las sirvientas decían que el príncipe de Crystal es hermoso... Pero ahora nunca lo conoceré...
Iba a empezar a llorar, cuando el recuerdo de las bofetadas me detiene. Ahora debo olvidar todo aquello y dedicarme a...
La puerta se abre y Lady Hellberg en persona entra en la habitación. Luego de saludarme muy amable, me empieza a decir que saldremos de paseo. Por supuesto, no le creo y empiezo a temer alguna cosa terrible, cuando ella abre una cajita y me muestra un hermosísimo collar que me prestará con ocasión del paseo.
Con miedo, observo la hermosa gema, que brilla intensamente. Dejo que ella levante mis cabellos y no puedo ocultar una sonrisa al verme con el collar en mi cuello en el reflejo. Miro de reojo a Lady Hellberg, cuando ella me empieza a explicar que si la acompaño a un paseo, y hago todo lo que ella me indique, recuperaré el vestido de mi madre y el único zapato que me restó:
- ¿Lo dice en serio? -pregunto incrédula, pero ella me dice que sí, aunque me aprieta el mentón al comentar que si trato de huir, ¡el collar que llevo puesto me matará!- ¡Quítemelo! -imploro en vano mientras ella se ríe. Trato en vano de quitármelo, pero, como todas las cosas de la bruja, algo de magia lo protege. Miro hacia el suelo, ya que otra vez caí en una de sus trampas...
(...)
El viaje ha sido silencioso. De mi parte, mirar paisajes nuevos ha sido relajante y entretenido, ya que salir de la mansión, aunque no sepa con cuál fin, me sirve para conocer un poco más del mundo. En realidad, cualquier viaje que haga me hará conocer el mundo, ya que nunca me había alejado mucho de la mansión Barbarac hasta aquella noche... Cierro los ojos y los vuelvo a abrir, determinada a aprovechar el descanso psicológico mientras pueda.
De pronto, cuando el camino había empezado a subir, el carruaje se detiene. Lady Hellberg empieza a discutir con el cochero hasta que se decide que seguiremos viaje cada uno sobre un caballo. Pero... yo no sé andar a caballo...
Miro como el cochero lo dispone todo, y entonces la bruja se sube muy graciosa al caballo azabache. El hermoso caballo blanco moteado está frente a mí, y me pongo nerviosa. Empiezo a subir un pie, con dificultad además porque el hermoso vestido blanco es demasiado justo, cuando siento que perderé el equilibrio. Pero no llego a caer, porque el cochero viene en mi auxilio y me ayuda a acomodarme. Respiro hondo cuando el cochero me dice que tire de las riendas mientras él da un golpecito en el lomo del animal. Trato de no tirarle mucho mientras me sujeto muy lejos del suelo.
No sé si con magia o sólo por observación, pero mi caballo cabalga al lado del caballo de Lady Hellberg. Nos acompaña un hombre demasiado raro, también a caballo. No ha dicho una sola palabra y sus ojos... ¡me dan escalofríos de mirarlo! Hasta su piel se ve algo enferma...
A medida que subimos, el frío aumenta, por lo que subo el cuello al abrigo, tapándome completamente. Para mi suerte, la capa venía con guantes y un gorro de pieles blancas a juego. El sol nos ha abandonado, aunque aún haya luz. Ojalá que lleguemos antes que anochezca, pienso para mis adentros, ya que me parte el corazón ver a los animalitos sufriendo con el terreno desigual. Eso sin hablar que si nos desequilibramos, la caída será mortal.
La noche empieza a cubrir con su manto el valle y el frío aumenta. Mis dientes están a punto de castañear cuando un rayo cruza el cielo y veo la silueta de un castillo. Debería alegrarme, pero se ve tan tétrico que de momento no quiero que entremos allí. La oscuridad oculta cualquier otro destino que no sea aquél lugar... ¿Allá terminará nuestro paseo?
Miro a Lady Hellberg, implorando por no entrar, ya que no me atrevo a realizar el pedido en voz alta, pero el caballo que llevo sigue acompañando los pasos del caballo azabache, por lo que sólo me puedo sujetar.
Me siento, algo dolorida por la noche anterior, y veo que hay un hermoso vestido blanco sobre la silla. Algo de vanidad me ataca porque me levanto al instante para tocar la suave tela. Es tan bello...
Resignada, tomo desayuno y luego me aseo. Desenredo mis cabellos, luego me pongo el vestido y termino los cabellos. Lo último es el maquillaje, así me enseñó Claudia, cuando volvió a hablarme.
Estoy lista y me miro en el espejo... Como quisiera haber ido a aquél baile... Las sirvientas decían que el príncipe de Crystal es hermoso... Pero ahora nunca lo conoceré...
Iba a empezar a llorar, cuando el recuerdo de las bofetadas me detiene. Ahora debo olvidar todo aquello y dedicarme a...
La puerta se abre y Lady Hellberg en persona entra en la habitación. Luego de saludarme muy amable, me empieza a decir que saldremos de paseo. Por supuesto, no le creo y empiezo a temer alguna cosa terrible, cuando ella abre una cajita y me muestra un hermosísimo collar que me prestará con ocasión del paseo.
Con miedo, observo la hermosa gema, que brilla intensamente. Dejo que ella levante mis cabellos y no puedo ocultar una sonrisa al verme con el collar en mi cuello en el reflejo. Miro de reojo a Lady Hellberg, cuando ella me empieza a explicar que si la acompaño a un paseo, y hago todo lo que ella me indique, recuperaré el vestido de mi madre y el único zapato que me restó:
- ¿Lo dice en serio? -pregunto incrédula, pero ella me dice que sí, aunque me aprieta el mentón al comentar que si trato de huir, ¡el collar que llevo puesto me matará!- ¡Quítemelo! -imploro en vano mientras ella se ríe. Trato en vano de quitármelo, pero, como todas las cosas de la bruja, algo de magia lo protege. Miro hacia el suelo, ya que otra vez caí en una de sus trampas...
(...)
El viaje ha sido silencioso. De mi parte, mirar paisajes nuevos ha sido relajante y entretenido, ya que salir de la mansión, aunque no sepa con cuál fin, me sirve para conocer un poco más del mundo. En realidad, cualquier viaje que haga me hará conocer el mundo, ya que nunca me había alejado mucho de la mansión Barbarac hasta aquella noche... Cierro los ojos y los vuelvo a abrir, determinada a aprovechar el descanso psicológico mientras pueda.
De pronto, cuando el camino había empezado a subir, el carruaje se detiene. Lady Hellberg empieza a discutir con el cochero hasta que se decide que seguiremos viaje cada uno sobre un caballo. Pero... yo no sé andar a caballo...
Miro como el cochero lo dispone todo, y entonces la bruja se sube muy graciosa al caballo azabache. El hermoso caballo blanco moteado está frente a mí, y me pongo nerviosa. Empiezo a subir un pie, con dificultad además porque el hermoso vestido blanco es demasiado justo, cuando siento que perderé el equilibrio. Pero no llego a caer, porque el cochero viene en mi auxilio y me ayuda a acomodarme. Respiro hondo cuando el cochero me dice que tire de las riendas mientras él da un golpecito en el lomo del animal. Trato de no tirarle mucho mientras me sujeto muy lejos del suelo.
No sé si con magia o sólo por observación, pero mi caballo cabalga al lado del caballo de Lady Hellberg. Nos acompaña un hombre demasiado raro, también a caballo. No ha dicho una sola palabra y sus ojos... ¡me dan escalofríos de mirarlo! Hasta su piel se ve algo enferma...
A medida que subimos, el frío aumenta, por lo que subo el cuello al abrigo, tapándome completamente. Para mi suerte, la capa venía con guantes y un gorro de pieles blancas a juego. El sol nos ha abandonado, aunque aún haya luz. Ojalá que lleguemos antes que anochezca, pienso para mis adentros, ya que me parte el corazón ver a los animalitos sufriendo con el terreno desigual. Eso sin hablar que si nos desequilibramos, la caída será mortal.
La noche empieza a cubrir con su manto el valle y el frío aumenta. Mis dientes están a punto de castañear cuando un rayo cruza el cielo y veo la silueta de un castillo. Debería alegrarme, pero se ve tan tétrico que de momento no quiero que entremos allí. La oscuridad oculta cualquier otro destino que no sea aquél lugar... ¿Allá terminará nuestro paseo?
Miro a Lady Hellberg, implorando por no entrar, ya que no me atrevo a realizar el pedido en voz alta, pero el caballo que llevo sigue acompañando los pasos del caballo azabache, por lo que sólo me puedo sujetar.
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
-Estás muy callada-Dijo, ladeando la cabeza para mirarla. Estaba cansada del movimiento del caballo, que entumecía sus posaderas con el vaivén constante. No lo diría en voz alta, ella nunca se quejaba de semejantes pamplinas pues sabía que estropearía su porte ególatra, por lo que cabalgaba con la barbilla bien alta, desatendiendo la molestia como la nimiedad que era. Sin embargo, el papel de señora no era el que usaría ese día. No en vano el porte de Cencienta era más elegante que el suyo en ese momento... Normalmente, Morrigan no consentiría el hecho de que cualquier otra mujer pudiese lucir más llamativa que ella. Era una cuestión de orgullo propio, su belleza la hacía sentir superior, pero sabía que no era la única arma de la que podía alardear. Tenía motivos de peso para permitirse interpretar un pequeño teatrillo, sirviéndose de su talento para la mentira, lo cual era crucial y no tardaría mucho en revelar sus intenciones a la rubia.
Ya faltaba poco... Lo sentía en el vello de la nuca que se le erizaba. No era de frío, precisamente, sino por la emoción de un posible premio que tal vez no andaba muy lejos. Sucediese lo que sucediese, Morrigan no saldría de esa montaña con las manos vacías, era un concepto que tenía sumamente claro.
Volvió a mirar a Cenicienta, y después pasó hacia Hugo. Su visión la hizo torcer el gesto, y decidió que cuando llegasen a las puertas del castillo tendría que dejarlo atrás. Cetrino, sin habla y con la mirada perdida. Se "enfrentarían" a un brujo, por lo cual no era sensato llevar a un muerto reanimado para delatarse tan patéticamente. La magia de los hilos no era visible para un humano normal, y aún así algo en el aspecto de los nacidos del caldero era determinante para descubrir que eran algo antinatural y peligroso. Un poseedor de magia, no tendría problemas alguno en destapar la estratagema, y Morrigan no quería empezar a subestimar a sus potenciales enemigos. No en vano era hijo de ESA bruja.
La mujer desmontó con elegancia de su montura, agradeciendo que el aire volviese a correr entre sus piernas, cubiertas de la tela negra y le hizo señas al no-muerto para que ayudase a la rubia.
El puente se mostraba ante ellos como un camino poco fiable y seguro para acceder al castillo que coronaba la montaña. Parecía que en cualquier momento iba a derruirse y arrojar al vacío a cualquiera que osase pasar por el, pero ella sabía que no era más que una impresión equivocada. Dudaba que el brujo viviese en ruinas.
-Quédate aquí-Ordenó a Hugo. Sabía que obedecería, no le quedaba más remedio, pues era su esclavo hasta que decidiese liberar su cuerpo y enviarlo de vuelta al inframundo. Acabado el trayecto sin percances imprevistos, el muerto viviente no le volvería a ser de utilidad hasta que tuviesen que emprender la marcha montaña abajo-Y tú-Dijo en un susurro, dirigiéndose a la chica-Espero que a partir de ahora despliegues todos tus encantos, como se te ha enseñado. No te hagas la sorprendida-Suspiró, con el tono que emplearía para reñirle a una niña pequeña-¿De verdad creías que te había traído hasta aquí solo para que tomases el aire? El señor del castillo aguarda-Se apartó el pelo de la frente, para permitirse observar mejor los torreones, que se fundían con el negro de la noche. Ojalá un lugar así fuese suyo...-Lo harás bien-No era confianza, era una obligación. Más le valía no dejarla en evidencia. Si fracasaba se encargaría personalmente de castigarla, y se aseguraría de que fuese lo más doloroso y desagradable de su arsenal-Ni se te ocurra negarle nada-Agregó como si esas palabras fuesen miel. Morrigan no tenía por costumbre compartir sus juguetes, de hecho, era bastante recelosa en lo que respectaba a su propiedad. Y Cenicienta era de su propiedad, el pergamino que permanecía escondido en su cripta familiar así lo demostraba. Pero de entre todas sus chicas, era la más adecuada para ese trabajo, por lo que cederla temporalmente sería crucial para que el plan saliese a la perfección. Su porte era más elegante y la inocencia no había desaparecido del todo de sus rasgos-Sígueme la corriente, y te prometo que será corto. Antes de que te des cuenta, estaremos de regreso-Le sonrió con arrogancia-Fracasa, y bueno, puedes hacerte una idea-La agarró del brazo, apretando sus dedos en torno a él con intención de hacerle daño-Hablo enserio-Susurró, acercándose hasta su oreja y apartándole un rizo rubio para que pudiese oírla bien. Por supuesto, ella siempre hablaba enserio-Se dice que él es peligroso, pero pase lo que pase, si fallas, yo voy a ser muchísimo peor. Quita esa cara de asustada o no resultarás creíble, y trata de parecer una noble... Aunque para una sirvienta como tu eso sea imposible.-La soltó, esperando que hubiese asimilado el concepto-Y ahora, vayamos pues. Tu delante, si no es molestia.
Se quedó lo suficientemente rezagada como para dar el efecto necesario, caminando con pasos comedidos tras de ella para que su papel tuviese un peso mayor. Cenicienta sería la señora, y ella la humilde criada que la asistía en ese viaje tan peligroso. Sorteó algunas rocas del camino con soltura, casi como si no las viese, mientras las distancias que las separaban del gran portón iban haciéndose más pequeñas. Casi podía sentir el tacto de la información entre sus dedos, ansiosos de poder, que se henchía con el vértigo de la agitación, anticipándose a su victoria. No era una actitud sensata, pero la bruja confiaba mucho en sus posibilidades.
Se detuvo e hizo un gesto sutil a Cenicientsa para que hiciese lo mismo. Avanzó hasta la puerta con naturalidad y golpeó el eslabón para que su visita quedase latente a los habitantes de aquel tenebroso bastión.
-Mi señora, Lady Nicole de Lancre desea ver al amo del casillo, Yer Noligma-Dijo en voz alta, con un tono sosegado y servil que resultaba tan raro en ella para quienes la conocían. Empezaba la partida de ajedrez, y Morrigan movía con astucia a su peón blanco disfrazado de reina.
Ya faltaba poco... Lo sentía en el vello de la nuca que se le erizaba. No era de frío, precisamente, sino por la emoción de un posible premio que tal vez no andaba muy lejos. Sucediese lo que sucediese, Morrigan no saldría de esa montaña con las manos vacías, era un concepto que tenía sumamente claro.
Volvió a mirar a Cenicienta, y después pasó hacia Hugo. Su visión la hizo torcer el gesto, y decidió que cuando llegasen a las puertas del castillo tendría que dejarlo atrás. Cetrino, sin habla y con la mirada perdida. Se "enfrentarían" a un brujo, por lo cual no era sensato llevar a un muerto reanimado para delatarse tan patéticamente. La magia de los hilos no era visible para un humano normal, y aún así algo en el aspecto de los nacidos del caldero era determinante para descubrir que eran algo antinatural y peligroso. Un poseedor de magia, no tendría problemas alguno en destapar la estratagema, y Morrigan no quería empezar a subestimar a sus potenciales enemigos. No en vano era hijo de ESA bruja.
La mujer desmontó con elegancia de su montura, agradeciendo que el aire volviese a correr entre sus piernas, cubiertas de la tela negra y le hizo señas al no-muerto para que ayudase a la rubia.
El puente se mostraba ante ellos como un camino poco fiable y seguro para acceder al castillo que coronaba la montaña. Parecía que en cualquier momento iba a derruirse y arrojar al vacío a cualquiera que osase pasar por el, pero ella sabía que no era más que una impresión equivocada. Dudaba que el brujo viviese en ruinas.
-Quédate aquí-Ordenó a Hugo. Sabía que obedecería, no le quedaba más remedio, pues era su esclavo hasta que decidiese liberar su cuerpo y enviarlo de vuelta al inframundo. Acabado el trayecto sin percances imprevistos, el muerto viviente no le volvería a ser de utilidad hasta que tuviesen que emprender la marcha montaña abajo-Y tú-Dijo en un susurro, dirigiéndose a la chica-Espero que a partir de ahora despliegues todos tus encantos, como se te ha enseñado. No te hagas la sorprendida-Suspiró, con el tono que emplearía para reñirle a una niña pequeña-¿De verdad creías que te había traído hasta aquí solo para que tomases el aire? El señor del castillo aguarda-Se apartó el pelo de la frente, para permitirse observar mejor los torreones, que se fundían con el negro de la noche. Ojalá un lugar así fuese suyo...-Lo harás bien-No era confianza, era una obligación. Más le valía no dejarla en evidencia. Si fracasaba se encargaría personalmente de castigarla, y se aseguraría de que fuese lo más doloroso y desagradable de su arsenal-Ni se te ocurra negarle nada-Agregó como si esas palabras fuesen miel. Morrigan no tenía por costumbre compartir sus juguetes, de hecho, era bastante recelosa en lo que respectaba a su propiedad. Y Cenicienta era de su propiedad, el pergamino que permanecía escondido en su cripta familiar así lo demostraba. Pero de entre todas sus chicas, era la más adecuada para ese trabajo, por lo que cederla temporalmente sería crucial para que el plan saliese a la perfección. Su porte era más elegante y la inocencia no había desaparecido del todo de sus rasgos-Sígueme la corriente, y te prometo que será corto. Antes de que te des cuenta, estaremos de regreso-Le sonrió con arrogancia-Fracasa, y bueno, puedes hacerte una idea-La agarró del brazo, apretando sus dedos en torno a él con intención de hacerle daño-Hablo enserio-Susurró, acercándose hasta su oreja y apartándole un rizo rubio para que pudiese oírla bien. Por supuesto, ella siempre hablaba enserio-Se dice que él es peligroso, pero pase lo que pase, si fallas, yo voy a ser muchísimo peor. Quita esa cara de asustada o no resultarás creíble, y trata de parecer una noble... Aunque para una sirvienta como tu eso sea imposible.-La soltó, esperando que hubiese asimilado el concepto-Y ahora, vayamos pues. Tu delante, si no es molestia.
Se quedó lo suficientemente rezagada como para dar el efecto necesario, caminando con pasos comedidos tras de ella para que su papel tuviese un peso mayor. Cenicienta sería la señora, y ella la humilde criada que la asistía en ese viaje tan peligroso. Sorteó algunas rocas del camino con soltura, casi como si no las viese, mientras las distancias que las separaban del gran portón iban haciéndose más pequeñas. Casi podía sentir el tacto de la información entre sus dedos, ansiosos de poder, que se henchía con el vértigo de la agitación, anticipándose a su victoria. No era una actitud sensata, pero la bruja confiaba mucho en sus posibilidades.
Se detuvo e hizo un gesto sutil a Cenicientsa para que hiciese lo mismo. Avanzó hasta la puerta con naturalidad y golpeó el eslabón para que su visita quedase latente a los habitantes de aquel tenebroso bastión.
-Mi señora, Lady Nicole de Lancre desea ver al amo del casillo, Yer Noligma-Dijo en voz alta, con un tono sosegado y servil que resultaba tan raro en ella para quienes la conocían. Empezaba la partida de ajedrez, y Morrigan movía con astucia a su peón blanco disfrazado de reina.
- Off:
- Cuando Ceni responda, ya puede entrar Noligma~
Sobre mí
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
- Estás muy callada. -me dice de pronto, rompiendo el silencio de la montaña. Yo la observo de reojo, porque todo lo que dice al final me implica algo doloroso. Trato entonces de contestarle de forma amable:
- Nunca antes había estado en un paisaje así, por lo que me dedico a observarlo, Lady Hellberg. -mis manos siguen firmes en la montura, pues no quiero caerme. En todo caso, debería agradecer que el caballo blanco es de lo más manso.
Al parecer, mi respuesta le es suficiente, pues no me dice nada más. En mi fuero interno, agradezco poder quedar callada. Lady Hellberg fuera de la mansión sigue siendo tan intimidante como adentro... Y el collar frío me recuerda su presencia mortal sobre mi cuello.
Pero no hay duda, nos dirigimos al castillo tétrico... Trato de hacer que el caballo se de la vuelta, ¡pero no sé como! Y el caballo camina por ese puente diminuto y llego a cerrar los ojos de miedo a caerme. ¡Lo peor es el viento que nos balancea!
Lady Hellberg baja con mucha gracia de su caballo azabache, y entonces, ahogo un grito al sentir las manos de nuestro acompañante en mi cintura. Ahora que le veo de cerca, ¡me doy cuenta que no está vivo! ¡En vano trato que me suelte, pero el hombre me suspende en el aire y no me suelta hasta que estoy en el suelo. De inmediato corro hacia Lady Hellberg, susurrando:
- ¡Está mu...! -pero no alcanzo a terminar la frase, que pone un dedo sobre mis labios. Su mirada me basta para callar... Se gira hacia el hombre sin vida y le ordena que se quede aquí, frente al portón. ¿Los pobres caballitos se quedarán del lado de afuera? Yo caigo en la indecisión, ¡pues no sé si es peor entrar a ese lugar misterioso o quedarme afuera en el frío con el hombre sin vida!
- Y tú... Espero que a partir de ahora despliegues todos tus encantos, como se te ha enseñado. -Abro mis ojos sorprendida, ¿porque debo entender que ella me trajo aquí sólo para agradar a uno de sus clientes? El hermoso vestido, el collar fatal, la subida por la íngrime montaña, todo se resumía a abrir mis piernas...- No te hagas la sorprendida. ¿De verdad creías que te había traído hasta aquí solo para que tomases el aire? El señor del castillo aguarda.
Miro hacia el portón, gigante y grotesco, con algunas partes quemadas por fuego:
- ¡No quiero entrar ahí...! -le imploro, pero ella sólo me reafirma mi "misión" con tres palabras:
- Lo harás bien. -Trago saliva, pues ella no cambiará de idea. Tendré que entrar y ser cariñosa con el dueño del lúgubre castillo...- Ni se te ocurra negarle nada. Sígueme la corriente, y te prometo que será corto. Antes de que te des cuenta, estaremos de regreso. -Lady Hellberg sigue dejándome claro que DEBO darle en todos sus gustos, incluso, antes que mis ojos se llenen de lágrimias, me aprieta muy fuerte el brazo.
- ¡Ya entendí! -susurro entre dientes, pero éso no le basta:
- Hablo en serio... Se dice que él es peligroso, pero pase lo que pase, si fallas, yo voy a ser muchísimo peor. Quita esa cara de asustada o no resultarás creíble, y trata de parecer una noble... Aunque para una sirvienta como tu eso sea imposible. -Me sobo el brazo adolorido, intentando inútilmente perder "la cara de miedo". Vuelvo a tragar saliva cuando ella me dice que camine adelante. Sólo el miedo a la bruja me hace seguir, paso a paso, acercándome al portón.
Trato de caminar erguida, a pesar del miedo y el frío, hasta que Lady Hellberg se le adelanta y golpea el portón:
- Mi señora, Lady Nicole de Lancre desea ver al amo del castillo, Yer Noligma. -me sorprendo ante el falso nombre, así como la falsa ubicación en la escala social. ¿Entonces quiere que yo me haga pasar por una dama? Oh! Como quisiera que fuera cierto... Pero lo más sorprendente es ver a Lady Hellberg como... ¡mi empleada! Si soy "dura" con ella, ¿se desquitará conmigo después o me felicitará por mi actuación? Mientras tanto, repito el nombre para memorizarlo bien.
- Nunca antes había estado en un paisaje así, por lo que me dedico a observarlo, Lady Hellberg. -mis manos siguen firmes en la montura, pues no quiero caerme. En todo caso, debería agradecer que el caballo blanco es de lo más manso.
Al parecer, mi respuesta le es suficiente, pues no me dice nada más. En mi fuero interno, agradezco poder quedar callada. Lady Hellberg fuera de la mansión sigue siendo tan intimidante como adentro... Y el collar frío me recuerda su presencia mortal sobre mi cuello.
Pero no hay duda, nos dirigimos al castillo tétrico... Trato de hacer que el caballo se de la vuelta, ¡pero no sé como! Y el caballo camina por ese puente diminuto y llego a cerrar los ojos de miedo a caerme. ¡Lo peor es el viento que nos balancea!
Lady Hellberg baja con mucha gracia de su caballo azabache, y entonces, ahogo un grito al sentir las manos de nuestro acompañante en mi cintura. Ahora que le veo de cerca, ¡me doy cuenta que no está vivo! ¡En vano trato que me suelte, pero el hombre me suspende en el aire y no me suelta hasta que estoy en el suelo. De inmediato corro hacia Lady Hellberg, susurrando:
- ¡Está mu...! -pero no alcanzo a terminar la frase, que pone un dedo sobre mis labios. Su mirada me basta para callar... Se gira hacia el hombre sin vida y le ordena que se quede aquí, frente al portón. ¿Los pobres caballitos se quedarán del lado de afuera? Yo caigo en la indecisión, ¡pues no sé si es peor entrar a ese lugar misterioso o quedarme afuera en el frío con el hombre sin vida!
- Y tú... Espero que a partir de ahora despliegues todos tus encantos, como se te ha enseñado. -Abro mis ojos sorprendida, ¿porque debo entender que ella me trajo aquí sólo para agradar a uno de sus clientes? El hermoso vestido, el collar fatal, la subida por la íngrime montaña, todo se resumía a abrir mis piernas...- No te hagas la sorprendida. ¿De verdad creías que te había traído hasta aquí solo para que tomases el aire? El señor del castillo aguarda.
Miro hacia el portón, gigante y grotesco, con algunas partes quemadas por fuego:
- ¡No quiero entrar ahí...! -le imploro, pero ella sólo me reafirma mi "misión" con tres palabras:
- Lo harás bien. -Trago saliva, pues ella no cambiará de idea. Tendré que entrar y ser cariñosa con el dueño del lúgubre castillo...- Ni se te ocurra negarle nada. Sígueme la corriente, y te prometo que será corto. Antes de que te des cuenta, estaremos de regreso. -Lady Hellberg sigue dejándome claro que DEBO darle en todos sus gustos, incluso, antes que mis ojos se llenen de lágrimias, me aprieta muy fuerte el brazo.
- ¡Ya entendí! -susurro entre dientes, pero éso no le basta:
- Hablo en serio... Se dice que él es peligroso, pero pase lo que pase, si fallas, yo voy a ser muchísimo peor. Quita esa cara de asustada o no resultarás creíble, y trata de parecer una noble... Aunque para una sirvienta como tu eso sea imposible. -Me sobo el brazo adolorido, intentando inútilmente perder "la cara de miedo". Vuelvo a tragar saliva cuando ella me dice que camine adelante. Sólo el miedo a la bruja me hace seguir, paso a paso, acercándome al portón.
Trato de caminar erguida, a pesar del miedo y el frío, hasta que Lady Hellberg se le adelanta y golpea el portón:
- Mi señora, Lady Nicole de Lancre desea ver al amo del castillo, Yer Noligma. -me sorprendo ante el falso nombre, así como la falsa ubicación en la escala social. ¿Entonces quiere que yo me haga pasar por una dama? Oh! Como quisiera que fuera cierto... Pero lo más sorprendente es ver a Lady Hellberg como... ¡mi empleada! Si soy "dura" con ella, ¿se desquitará conmigo después o me felicitará por mi actuación? Mientras tanto, repito el nombre para memorizarlo bien.
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Desde lo alto del muro alguien mira hacia abajo y mira las recién llegadas con sus ojillos.
el encapuchado observaba a las mujeres con cierto recelo mientras entrechocaba su pico de ave.
En cierto modo recordaba a un hombre bajito como un duende pero el pico de cuervo y el arco desmentían esa imagen.
un segundo se acerco al primero, este era igual de bajo, pero era rechoncho y con pintas de cerdo o jabalí
-mira que suerte! un par de mujeres macizas! justo cuando las necesitábamos!... no tendremos que ir a buscarlas...
el medio ave lo miro furibundo
-el señor prohibió mas secuestros ¿recuerdas?
-no es un secuestro... ¿ellas quieren entrar no?...
-esta bien... pero como me la cargue por tu culpa... ¡abrid las puertas!
las puertas negras se abrieron permitiendo pasar a las mujeres, una vez dentro una comitiva de extrañas criaturas le formaron un pasillo mientras las miraban.
Sus ojillos codiciosos o curiosos delataban que aquello era inusual, de hecho muchos comentaron aquello en voz alta y incluso empezaron a hacer comentarios que no deberían.
-que raro... ni los hombres valientes vienen sin motivo ¿que les hará venir?
-¿crees que el amo se las beneficiara?
-a la princesa puede... ¡pero a la otra a lo mejor nos la deja para nosotros!
-calla burro! antes de que corten cabezas.
-la de blanco es una princesa? que plana...
-tu que sabrás si es plana si estas bizco!
-yo a la criada me la merendaba ... ¡no se si me entendéis! ¡ha! ¡el mayordomo! ¡a sus sitios!
pronto todos formaron filas firmes y permanecieron en sepulcral silencio, por lo que claramente se escucho un sonido de relojería cuando el mayordomo de Noligma llego ante ellas.
- ropa:
parecía un muñeco andante, su piel recordaba a un saco, mientras sus ojos eran agujeros con un vidrio y unas lentes que se movían (como los objetivos de una cámara antigua)
su boca recordaba a la de un muñeco de ventriloquia, y sus manos solo tenían pulgares y el resto estaba unido en un segundo, por lo que parecían como pinzas de tela.
el las miro soslayado ¿mujeres alli? que valentia, o que estupidez... en cualquier caso, el efecto de su voz era menos en el genero femenino.
-bienvenidas mis señoras... ¿podrían decirme sus nombres? para informar de su presencia al gran señor.
su voz de sirena como no, tan encantadoramente mágica y anormal como siempre.
-sean bienvenidas al castillo negro de la montaña prohibida
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Yer Noligma
Heredero de la Montaña Prohibida
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Morrigan se rezagó, dando un puntapié disimulado a Cenicienta para que se adelantase, caminando tras ella como si fuese una sumisa sirvienta. Había visto muchas veces a la servidumbre de Arawn y también a sus propios criados en Marshovia, por lo que fingir no sería un problema. La divertía tanto interpretar papeles que se saliesen de su personalidad habitual.... El interior los recibió con un inusual comité de bienvenida conformado por extrañas criaturas, demasiado pintorescas como para que las tomase enserio, pero no sonrió ni hizo amago alguno. Que sirvientes tan raros… ¿Qué eran? ¿Goblins? Oh, pero seguro que había una razón para que unos seres de aspecto tan vulgar sirviesen en ese palacio. No parecían muy listos, eso saltaba a la vista, y tal vez precisamente por eso permanecían allí. Si hubiesen sido inteligentes, el lugar estaría desierto pues no en vano su fama de maldito lo precedía, por lo que no podía negar, en cierto modo, la astucia del dueño. O de la anterior dueña, quien sabía. A la bruja poco le importaba, lo único en lo que confiaba era en que esos patanes no estuviesen cerca mientras se dedicase a rondar los pasillos, pues tendría que mancharse las manos innecesariamente de sangre inútil y sucia. Ese vestido era caro, y todo el mundo sabía que ese tipo de manchas no salían con facilidad.
Hizo como que se tiraba del escote hacia arriba al escuchar los cuchicheos, pero cambió de parecer y dejó la mano en su sitio. Tal vez pudiese aprovecharse de sus encantos para sacar algo de información por su cuenta, ya que en realidad Cenicienta era sólo un entretenimiento para el amo. Ella misma podría haberse puesto en su lugar pero, ¿Quién haría de espía? ¿La niñita rubia? Ya, claro…. Morrigan tendría que apañárselas sola, aunque bueno, nunca le había gustado el trabajo en equipo. La estupidez e incompetencia ajena podían arrastrarla al fracaso: Si quieres algo bien hecho, hazlo tú misma.
Una criatura de aspecto extraño hizo su aparición. A la morena le sorprendió que semejante ser, tan disonante con la pequeña guardia demoniaca, pudiese causar ese efecto autoritario en semejantes seres. No sabía quien era, pero dedujo que se trataba de un alto mando bajo aquel techo, por lo que se cuidó de parecer educada y obediente, ocultando su sorpresa al contemplarlo y oirlo. Esa voz femenina le resultaba sumamente enigmática y atractiva, y saltaba a la vista que el ser no era humano… Y sin embargo estaba vivo. ¿Qué magia era esa? Tal vez, si más adelante tenía tiempo, se molestase en averiguarlo, pues su sola presencia había despertado inevitablemente su interés de nigromante: Todo lo que debiese estar muerto y se moviese, era algo que Morrigan debía conocer.
Por supuesto, no podía dejar hablar a la rubia, pues seguro que lo estropearía todo. Carraspeó y dio un paso hacia delante, posicionándose entre el autómata y su criada.
-Mi señora es Lady Nicole de Lancre, natural de Marshovia-La señaló con una mano, haciendo un movimiento circular. Bajó las pestañas hasta que estas acariciaron sus mejillas, y agregó, emulando el tono mojigato de Cenicienta-Y yo soy...-Se detuvo un momento, pensando bien antes de dar un nombre falso. Por norma general, cuando se presentaba, Morrigan siempre usaba el nombre de cualquier otra hechicera poderosa. Pero esta vez no quería llamar demasiado la atención, por lo que tendría que ser discreta y no dar apelativos que la relacionasen con la brujería-...Elisa, su fiel sirvienta-Bien, escoger uno de los reinos más apartados había sido todo un acierto, por si acaso ese tipo se conocía las heráldicas vecinas. Juntó las manos sobre el regazo, bajando la cabeza con timidez fingida-Hemos viajado un largo camino, recorriendo peligrosos senderos con nuestra voluntad como única fuerza-Alzó la cabeza lentamente, como una criada que vacila a la hora de dirigirse a su amo, cuando en realidad lo que hacía era tomarse su tiempo para examinar con detalle al mayordomo, buscando unos secretos que escapaban de sus ojos violetas-Y Lady Nicole he tenido a bien querer presentar sus respetos al gran señor de este castillo…-Se removió, como si tuviese miedo, y retrocedió unos pasos hasta colocarse detrás de la presunta noble, igual que si fuese su protectora.
Hizo como que se tiraba del escote hacia arriba al escuchar los cuchicheos, pero cambió de parecer y dejó la mano en su sitio. Tal vez pudiese aprovecharse de sus encantos para sacar algo de información por su cuenta, ya que en realidad Cenicienta era sólo un entretenimiento para el amo. Ella misma podría haberse puesto en su lugar pero, ¿Quién haría de espía? ¿La niñita rubia? Ya, claro…. Morrigan tendría que apañárselas sola, aunque bueno, nunca le había gustado el trabajo en equipo. La estupidez e incompetencia ajena podían arrastrarla al fracaso: Si quieres algo bien hecho, hazlo tú misma.
Una criatura de aspecto extraño hizo su aparición. A la morena le sorprendió que semejante ser, tan disonante con la pequeña guardia demoniaca, pudiese causar ese efecto autoritario en semejantes seres. No sabía quien era, pero dedujo que se trataba de un alto mando bajo aquel techo, por lo que se cuidó de parecer educada y obediente, ocultando su sorpresa al contemplarlo y oirlo. Esa voz femenina le resultaba sumamente enigmática y atractiva, y saltaba a la vista que el ser no era humano… Y sin embargo estaba vivo. ¿Qué magia era esa? Tal vez, si más adelante tenía tiempo, se molestase en averiguarlo, pues su sola presencia había despertado inevitablemente su interés de nigromante: Todo lo que debiese estar muerto y se moviese, era algo que Morrigan debía conocer.
Por supuesto, no podía dejar hablar a la rubia, pues seguro que lo estropearía todo. Carraspeó y dio un paso hacia delante, posicionándose entre el autómata y su criada.
-Mi señora es Lady Nicole de Lancre, natural de Marshovia-La señaló con una mano, haciendo un movimiento circular. Bajó las pestañas hasta que estas acariciaron sus mejillas, y agregó, emulando el tono mojigato de Cenicienta-Y yo soy...-Se detuvo un momento, pensando bien antes de dar un nombre falso. Por norma general, cuando se presentaba, Morrigan siempre usaba el nombre de cualquier otra hechicera poderosa. Pero esta vez no quería llamar demasiado la atención, por lo que tendría que ser discreta y no dar apelativos que la relacionasen con la brujería-...Elisa, su fiel sirvienta-Bien, escoger uno de los reinos más apartados había sido todo un acierto, por si acaso ese tipo se conocía las heráldicas vecinas. Juntó las manos sobre el regazo, bajando la cabeza con timidez fingida-Hemos viajado un largo camino, recorriendo peligrosos senderos con nuestra voluntad como única fuerza-Alzó la cabeza lentamente, como una criada que vacila a la hora de dirigirse a su amo, cuando en realidad lo que hacía era tomarse su tiempo para examinar con detalle al mayordomo, buscando unos secretos que escapaban de sus ojos violetas-Y Lady Nicole he tenido a bien querer presentar sus respetos al gran señor de este castillo…-Se removió, como si tuviese miedo, y retrocedió unos pasos hasta colocarse detrás de la presunta noble, igual que si fuese su protectora.
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Casi pierdo el equilibrio con el puntapie de Lady Hellberg, pero rápidamente me pongo delante de ella. El castillo no se ve nada mejor por adentro, pero el miedo a mi captora me hace poner un pie delante del otro, mientras camino rígida y con ambas manos con los puños cerrados a cada lado.
Me detengo sólo un momento, ya que el oír los pasos sin interrumpir de Lady Hellberg me indican que tengo que seguir, ¡aunque sea rodeada de pequeños monstruos!
Los miro muy asustada, pero peor es escuchar sus conversaciones, ninguna auspiciosa. Pero al percibir que se callaban y se ponían en posición firme, me congelo y no doy un paso más, ya que una criatura mucho más espantosa se acerca.
¡Por favor que no sea él el amo! Me quedo mirándole, sin huir pero tampoco sin acercarme, sin saber qué hacer en realidad. Escucho extraños sonidos metálicos, y me demoro en asociarlos al ser. Cuando lo hago, me espanto más al ver que no es un "ser", sino que algo sin vida...
- Bienvenidas mis señoras... ¿podrían decirme sus nombres? para informar de su presencia al gran señor. -Al oír la hermosa voz, una gran parte de mi miedo huye... Relajo mis manos, percibiendo lo apretados que tenía mis nudillos, y con la mayor tranquilidad del mundo reitero las palabras de mi "sirvienta":
- Es cierto, soy Lady Nicole de Lancre y deseo ver al amo del castillo. -y sonrío, contenta sin razón.
Me detengo sólo un momento, ya que el oír los pasos sin interrumpir de Lady Hellberg me indican que tengo que seguir, ¡aunque sea rodeada de pequeños monstruos!
Los miro muy asustada, pero peor es escuchar sus conversaciones, ninguna auspiciosa. Pero al percibir que se callaban y se ponían en posición firme, me congelo y no doy un paso más, ya que una criatura mucho más espantosa se acerca.
¡Por favor que no sea él el amo! Me quedo mirándole, sin huir pero tampoco sin acercarme, sin saber qué hacer en realidad. Escucho extraños sonidos metálicos, y me demoro en asociarlos al ser. Cuando lo hago, me espanto más al ver que no es un "ser", sino que algo sin vida...
- Bienvenidas mis señoras... ¿podrían decirme sus nombres? para informar de su presencia al gran señor. -Al oír la hermosa voz, una gran parte de mi miedo huye... Relajo mis manos, percibiendo lo apretados que tenía mis nudillos, y con la mayor tranquilidad del mundo reitero las palabras de mi "sirvienta":
- Es cierto, soy Lady Nicole de Lancre y deseo ver al amo del castillo. -y sonrío, contenta sin razón.
- Spoiler:
- Off: ¡No soy plana! Tengo pechitos pequeños, pero tienen volumen!
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
El automata admiro a una y luego a la otra como si las analizara individualmente.
-Lady Nicole de Marshovia...
Por un momento parecía que había algo en ese nombre que No le gustara, pero enseguida comento
-estáis muy lejos de vuestro hogar... ha debido ser un viaje muy duro.
El automata se volvió a inclinar levemente
-voy a informar al señor de vuestra presencia, les atenderá enseguida.
al alzar la cabeza volvió a mirarlas y fue entonces cuando Morrigan pudo sentirlo, una presencia espiritual dentro de aquella cosa.
Al parecer habían jugado con el mundo de los muertos, aunque a un nivel distinto del que solía hacer gala ella.
Morrigan metía un hechizo en el cuerpo de los muertos para revivirlos como marionetas, mientras que ese era un objeto artificial al que mediante un hechizo se le había implantado un alma, un espíritu determinado que ahora volvía al plano físico dentro de ese muñeco artificial.
Aquello significaba un par de cosas, por mucho que ese muñeco simulara no sentir nada, podía odiar, podía pensar por si mismo, y podía mentir.
Ajeno a todo esto el mayordomo se dirigió a la entrada
-Greed ocúpate de que estén cómodas y de que los soldados no las molestan.
un cuervo que estaba posado en una rama baja salto volando al hombro de cenicienta, el cuervo tubo que maniobrar por que la joven se asusto y se poso en la cabeza de Morrigan, antes de volver a intentarlo y finalmente consiguió posarse en el hombro de la joven de vestido blanco.
El mayordomo sin darle importancia alguna a la situación se retiro al interior del castillo abriendo la gran puerta negra, una que rara vez se habría del todo, pues solo entreabierta cabían perfectamente 2 personas.
el cuervo saludo a la vez que las espoleaba a entrar.
-hola! cruak! adelante adelante!!!
el cuervo aprovecho las vistas desde el hombro de cenicienta para observar... el colgante que colgaba de su cuello, su brillo le llamaba increíblemente la atención y picoteo levemente a ver si averiguaba el material o si podía quitárselo.
-Lady Nicole de Marshovia...
Por un momento parecía que había algo en ese nombre que No le gustara, pero enseguida comento
-estáis muy lejos de vuestro hogar... ha debido ser un viaje muy duro.
El automata se volvió a inclinar levemente
-voy a informar al señor de vuestra presencia, les atenderá enseguida.
al alzar la cabeza volvió a mirarlas y fue entonces cuando Morrigan pudo sentirlo, una presencia espiritual dentro de aquella cosa.
Al parecer habían jugado con el mundo de los muertos, aunque a un nivel distinto del que solía hacer gala ella.
Morrigan metía un hechizo en el cuerpo de los muertos para revivirlos como marionetas, mientras que ese era un objeto artificial al que mediante un hechizo se le había implantado un alma, un espíritu determinado que ahora volvía al plano físico dentro de ese muñeco artificial.
Aquello significaba un par de cosas, por mucho que ese muñeco simulara no sentir nada, podía odiar, podía pensar por si mismo, y podía mentir.
Ajeno a todo esto el mayordomo se dirigió a la entrada
-Greed ocúpate de que estén cómodas y de que los soldados no las molestan.
un cuervo que estaba posado en una rama baja salto volando al hombro de cenicienta, el cuervo tubo que maniobrar por que la joven se asusto y se poso en la cabeza de Morrigan, antes de volver a intentarlo y finalmente consiguió posarse en el hombro de la joven de vestido blanco.
El mayordomo sin darle importancia alguna a la situación se retiro al interior del castillo abriendo la gran puerta negra, una que rara vez se habría del todo, pues solo entreabierta cabían perfectamente 2 personas.
el cuervo saludo a la vez que las espoleaba a entrar.
-hola! cruak! adelante adelante!!!
el cuervo aprovecho las vistas desde el hombro de cenicienta para observar... el colgante que colgaba de su cuello, su brillo le llamaba increíblemente la atención y picoteo levemente a ver si averiguaba el material o si podía quitárselo.
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Yer Noligma
Heredero de la Montaña Prohibida
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Sus fosas nasales se dilataron cuando tomó aire de golpe, clavando sus orbes en la criatura metálica. Sentía el magnetismo que la empujaba a querer seguir al autómata y desarmarlo en busca de los secretos que lo imbuían en la vida, ¿Acaso era eso posible? ¿Animar un objeto? Ese no parecía un cuerpo inerte al que manipular a causa de los movimientos del pasado, delicados hilos que obedecían ciegas órdenes sin remordimiento ni pesar. Mordió su labio inferior cuando este se dio la vuelta… O esta. Morrigan no podía deducirlo a ciencia cierta pues la envolvente voz femenina la confundía, aunque tratándose de una criatura tan ambigua, dudaba siquiera que tuviese una sexualidad definida, preguntándose hasta qué punto se parecería a sus nacidos del caldero. Como distracción era peligroso… No podía dejarse llevar por su instinto de nigromante en plena misión. Justo en ese instante se hallaba danzando en el filo de la navaja, y cualquier paso en falso podía dar al traste con todo. No, Morrigan era toda una profesional.
Unas garras delgadas arañaron su cuero cabelludo con un aleteo sonoro, y el cuervo se apartó de ella para volver hacia Cenicienta. La hechicera no se molestó en preguntarse de donde salía el pajarraco, aunque deseó poder convertirse en urraca y sacarle los ojos a base de picotazos por haberle despeinado su hermosa melena. No obstante se contuvo y fue cuidadosa, alisándose el cabello hasta que los mechones desordenados volvieron a su lugar, gimiendo por lo bajo y emulando temor hacia Greed, cuando lo que verdaderamente sentía era una clara irritación. Por suerte para ella, su paciencia era grande. Además, no era tan rematadamente idiota como para sacar a la luz esa baza, que emplearía cuando despistase al personal y pasearse en forma femenina por los pasillos fuese algo contraproducente. Cuando pudiese sobrevolar entre aquellos muros de fría piedra, no habría ningún secreto para ella ni rincón en el que no pudiese escabullirse. Volvió a centrarse en su rubia, que ahora tenía el amasijo de plumas oscuras encaramado al cuello, golpeándolo con su pico la joya de color azul… Había olvidado esa faceta de los cuervos hacia lo brillante, aunque tampoco es que hubiese sabido que allí se toparía con uno. Lo cual era bueno y malo a la vez. Se acercó hasta Cenicienta para espantarlo con las manos, como una buena criada que asiste a su señora, alejándolo del cuello. No quería que le produjese ningún tipo de herida, por muy superficial que fuese, aunque confiaba en que a su preciada joya no le sucedería nada. Dudaba que Cenicienta fuese capaz de quitarse la gargantilla, ya que la llave la tenía ella a buen recaudo pero, en el hipotético caso de que lo lograse, la chica se vería arrastrada inexorablemente por una fuerza invisible hasta el burdel. Así eran los términos del contrato que a buen recaudo guardaba en su mausoleo… Claro que no se lo había mencionado a la rubia, no por no asustarla, sino más bien para divertirse si eso llegaba a suceder.
-Tranquila, mi señora-Murmuró con ternura, agarrándola de la mano e instándola a caminar hacia delante, mientras le clavaba las uñas pintadas de negro en la mano a modo de advertencia silenciosa. No le hacía ninguna gracia que el cuervo viniese incluido en el lote, pero confiaba en que apartarlo de su camino no fuese especialmente complejo-No titubeéis-Esta vez el avance era más lento, y Morrigan ojeaba con disimulo las altas paredes de aspecto frío, que dibujaba ante ellas amplias y tenebrosas sombras, cuya oscuridad se acentuaba con las antorchas que bañaban de mortecina luz el camino. Lo que ella pensaba… Suspiró hondamente, recordando a la tríada que la habría criado. Ella también era buena tejiendo, aunque otro tipo de tapices...
Unas garras delgadas arañaron su cuero cabelludo con un aleteo sonoro, y el cuervo se apartó de ella para volver hacia Cenicienta. La hechicera no se molestó en preguntarse de donde salía el pajarraco, aunque deseó poder convertirse en urraca y sacarle los ojos a base de picotazos por haberle despeinado su hermosa melena. No obstante se contuvo y fue cuidadosa, alisándose el cabello hasta que los mechones desordenados volvieron a su lugar, gimiendo por lo bajo y emulando temor hacia Greed, cuando lo que verdaderamente sentía era una clara irritación. Por suerte para ella, su paciencia era grande. Además, no era tan rematadamente idiota como para sacar a la luz esa baza, que emplearía cuando despistase al personal y pasearse en forma femenina por los pasillos fuese algo contraproducente. Cuando pudiese sobrevolar entre aquellos muros de fría piedra, no habría ningún secreto para ella ni rincón en el que no pudiese escabullirse. Volvió a centrarse en su rubia, que ahora tenía el amasijo de plumas oscuras encaramado al cuello, golpeándolo con su pico la joya de color azul… Había olvidado esa faceta de los cuervos hacia lo brillante, aunque tampoco es que hubiese sabido que allí se toparía con uno. Lo cual era bueno y malo a la vez. Se acercó hasta Cenicienta para espantarlo con las manos, como una buena criada que asiste a su señora, alejándolo del cuello. No quería que le produjese ningún tipo de herida, por muy superficial que fuese, aunque confiaba en que a su preciada joya no le sucedería nada. Dudaba que Cenicienta fuese capaz de quitarse la gargantilla, ya que la llave la tenía ella a buen recaudo pero, en el hipotético caso de que lo lograse, la chica se vería arrastrada inexorablemente por una fuerza invisible hasta el burdel. Así eran los términos del contrato que a buen recaudo guardaba en su mausoleo… Claro que no se lo había mencionado a la rubia, no por no asustarla, sino más bien para divertirse si eso llegaba a suceder.
-Tranquila, mi señora-Murmuró con ternura, agarrándola de la mano e instándola a caminar hacia delante, mientras le clavaba las uñas pintadas de negro en la mano a modo de advertencia silenciosa. No le hacía ninguna gracia que el cuervo viniese incluido en el lote, pero confiaba en que apartarlo de su camino no fuese especialmente complejo-No titubeéis-Esta vez el avance era más lento, y Morrigan ojeaba con disimulo las altas paredes de aspecto frío, que dibujaba ante ellas amplias y tenebrosas sombras, cuya oscuridad se acentuaba con las antorchas que bañaban de mortecina luz el camino. Lo que ella pensaba… Suspiró hondamente, recordando a la tríada que la habría criado. Ella también era buena tejiendo, aunque otro tipo de tapices...
- Off:
- ¿Hemos llegado a alguna sala en concreto xD? No me he atrevido a ponerlo porque no lo se ^^º
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
- Estáis muy lejos de vuestro hogar... ha debido ser un viaje muy duro.
- Si, en efecto, su castillo está localizado en un lugar muy inaccesible. -digo juntando las manos, aun bajo el efecto de felicidad que la deliciosa voz me deja.
- Voy a informar al señor de vuestra presencia, les atenderá enseguida... Greed ocúpate de que estén cómodas y de que los soldados no las molestan. -Sonrío ante esas palabras. En realidad, ¡todo lo que dice el extraño mayordomo me hace feliz! Sin embargo, el hechizo no dura mucho cuando un cuervo viene a posarse sobre mi hombro.
Lanzo un chillido, y el ave se posa sobre la cabeza de Lady Hellberg. El ver al ser que abusa de mí en problemas me hace reír, y entonces, le recibo mucho más afectuosa cuando el ave vuelve a posarse sobre mi hombro:
- No eres un criaturita muy amable... -y estiro la mano, para ver si puedo hacerle cariño sobre la cabecita. En un primer momento hace ademán de querer morderme, pero lo intento de nuevo, y ahora el ave se tranquiliza.
Miro a la bruja, riendo de cómo se aguanta los nervios y se peina, cuando siento que el ave empieza a tocar mi collar:
- ¡No! ¡No! ¡Deja eso! -Trato de cubrir el collar con mis manos, pero sólo logro recibir un picotazo del cuervo- ¡Ay! -un pequeño hilo de sangre corre por mis dedos, pero alejo la mano para no ensuciar tan hermoso vestido albo. Para mi suerte, Lady Hellberg finalmente lo corretea lejos, y empiezo a chupar el dedo para evitar la menor mancha.
- ¡Hola! cruak! adelante adelante!!! -dice el cuervo sobrevolando nuestras cabezas, cuando ella toma mi mano y entierra las uñas. Acostumbrada a que ella le gusta verme sufrir, aprieto mis labios y aguanto estoica, caminando más rápido de lo que sería prudente, todo con tal que ella me suelte la mano herida cuanto antes.
- Si, en efecto, su castillo está localizado en un lugar muy inaccesible. -digo juntando las manos, aun bajo el efecto de felicidad que la deliciosa voz me deja.
- Voy a informar al señor de vuestra presencia, les atenderá enseguida... Greed ocúpate de que estén cómodas y de que los soldados no las molestan. -Sonrío ante esas palabras. En realidad, ¡todo lo que dice el extraño mayordomo me hace feliz! Sin embargo, el hechizo no dura mucho cuando un cuervo viene a posarse sobre mi hombro.
Lanzo un chillido, y el ave se posa sobre la cabeza de Lady Hellberg. El ver al ser que abusa de mí en problemas me hace reír, y entonces, le recibo mucho más afectuosa cuando el ave vuelve a posarse sobre mi hombro:
- No eres un criaturita muy amable... -y estiro la mano, para ver si puedo hacerle cariño sobre la cabecita. En un primer momento hace ademán de querer morderme, pero lo intento de nuevo, y ahora el ave se tranquiliza.
Miro a la bruja, riendo de cómo se aguanta los nervios y se peina, cuando siento que el ave empieza a tocar mi collar:
- ¡No! ¡No! ¡Deja eso! -Trato de cubrir el collar con mis manos, pero sólo logro recibir un picotazo del cuervo- ¡Ay! -un pequeño hilo de sangre corre por mis dedos, pero alejo la mano para no ensuciar tan hermoso vestido albo. Para mi suerte, Lady Hellberg finalmente lo corretea lejos, y empiezo a chupar el dedo para evitar la menor mancha.
- ¡Hola! cruak! adelante adelante!!! -dice el cuervo sobrevolando nuestras cabezas, cuando ella toma mi mano y entierra las uñas. Acostumbrada a que ella le gusta verme sufrir, aprieto mis labios y aguanto estoica, caminando más rápido de lo que sería prudente, todo con tal que ella me suelte la mano herida cuanto antes.
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Greed se aleja volando al notar que no es bien recibido, no sabia por a que pero aquella mujer vestida de negro no le inspiraba ninguna confianza,
Es mas, la única joya que tenían no tenia muy buena pinta, la gargantilla no era de diamante o piedras preciosas, sino cristal.
Sabiendo esto Greed no tenia ningún interés en las damas por lo que batió las alas y se alejo en la oscuridad, contradiciendo las ordenes del mayordomo de escoltarlas.
Pero no hacia falta, pues un sonido lastimero llego hasta ellas, como la triste sinfonía de un alma condenada, el instrumento parecía ser un violín, pero la melodía debía tener algo mágico, pues despertaba recuerdos con el sentimiento de la melodía, que era triste, era como recordar recuerdos de momentos de tristeza de perdida, también eran recuerdos felices de los que ya no están entre nosotros... por lo que solo traen tristeza.
¿Que clase de maestro de la música es capaz de crear semejante tristeza? ¿Quien crea una obra para que solo lleve el dolor a quienes las escuchan?
el sonido venia de una sala lejana, donde actualmente os encontráis es una sala circular que recuerda en cierto modo a un circo romano, el centro amplio y circular esta mas abajo que el resto de los bordes, de hecho había un borde mucho mas alto que el resto, donde se hallaba un trono donde antiguamente estaría sentada la bruja maléfica, dicho trono estaba vació, pero la sala no estaba vacía, un par de soldados, os miraban sin ningún tipo de disimulo.
Buscaron alguna mascota de Noligma y al no verla ambos sonrieron maliciosos y empezaron a acercarse.
-menos mal que tenemos una distracción... o esa estúpida música nos iba a volver locos...
-no tienen guía... deberíamos ¿guiarlas?... con una pequeña parada claro.
-para cobrarnos el peaje... je je je...
naturalmente quienes se hallaban en la sala (ceni, morri y soldados) no se percataron de que no estaban solos, y de que eran observados por muchos ojos.... exactamente.
Es mas, la única joya que tenían no tenia muy buena pinta, la gargantilla no era de diamante o piedras preciosas, sino cristal.
Sabiendo esto Greed no tenia ningún interés en las damas por lo que batió las alas y se alejo en la oscuridad, contradiciendo las ordenes del mayordomo de escoltarlas.
Pero no hacia falta, pues un sonido lastimero llego hasta ellas, como la triste sinfonía de un alma condenada, el instrumento parecía ser un violín, pero la melodía debía tener algo mágico, pues despertaba recuerdos con el sentimiento de la melodía, que era triste, era como recordar recuerdos de momentos de tristeza de perdida, también eran recuerdos felices de los que ya no están entre nosotros... por lo que solo traen tristeza.
¿Que clase de maestro de la música es capaz de crear semejante tristeza? ¿Quien crea una obra para que solo lleve el dolor a quienes las escuchan?
el sonido venia de una sala lejana, donde actualmente os encontráis es una sala circular que recuerda en cierto modo a un circo romano, el centro amplio y circular esta mas abajo que el resto de los bordes, de hecho había un borde mucho mas alto que el resto, donde se hallaba un trono donde antiguamente estaría sentada la bruja maléfica, dicho trono estaba vació, pero la sala no estaba vacía, un par de soldados, os miraban sin ningún tipo de disimulo.
Buscaron alguna mascota de Noligma y al no verla ambos sonrieron maliciosos y empezaron a acercarse.
-menos mal que tenemos una distracción... o esa estúpida música nos iba a volver locos...
-no tienen guía... deberíamos ¿guiarlas?... con una pequeña parada claro.
-para cobrarnos el peaje... je je je...
naturalmente quienes se hallaban en la sala (ceni, morri y soldados) no se percataron de que no estaban solos, y de que eran observados por muchos ojos.... exactamente.
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Yer Noligma
Heredero de la Montaña Prohibida
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Sus pisadas se perdieron en el fluir de la música, tenue y lejana, que iba ganando fuerza poco a poco, como el lejano lamento de un fantasma encadenado incapaz de hallar el consuelo en la muerte. Morrigan no sabría decir si desentonaba o no dentro de aquel castillo semi-derruido, que posiblemente hubiese visto tiempos mejores pero que, aún así, reflejaba los vestigios de una grandiosidad no muy lejana impregnada en las rocas de sus muros. Los acordes entraron dentro de su cabeza, impidiéndole saber de donde provenía, y arrastrándo un pequeño recodo de su mente hacia un pasado demasiado lejano, que casi parecía un mal sueño, y que ella se esforzaba por reprimir y aniquilar. Sólo recurría a él cuando deseaba dejarse llevar por la ira, y ese no era el momento en cuestión.
Sintió el dolor que le producían sus propias uñas clavadas en la mano, y un hilillo de sangre brotó de la piel rasgada allá donde se había autolesionado, tal y como había hecho antes con Cenicienta. Pero esta vez era una advertencia hacia sí misma, llevándose la palma hacia los labios para poder sentir el ferroso sabor de su propia sangre y no olvidarlo mientras siguiese allí. Bajaron unas escaleras de piedra gastada hasta que una abertura abovedada les dio paso a una sala contigua. Había entrado muy confiada a ese palacio, pese a sus convicciones de anticiparse siempre al peligro. La arrogancia podía pasarle factura si seguía por ese camino, pues no podía permitirse el lujo de subestimar los peligros que podían esconderse en el entramado de rocas derruidas; cada sombra tras los escombros era una amenaza latente, y volver a dejarse llevar por la más mínima distracción supondría la clara diferencia entre la vida y la muerte.
Maléfica había sido la señora de la Montaña Prohibida, y su propia esencia impregnaba las paredes como si sus ojos ambarinos pudiesen observarla a través. Morrigan hizo un movimiento circular con sus hombros, alerta pero también segura de sí misma: No le tenía miedo a ninguna bruja muerta.
Bajó los escalones que daban paso a la parte baja, observando con atención la sala, algo deteriorada por el paso del tiempo. Viejos y raídos tapices de color morado colgaban de las paredes, y la morena supuso que antaño habrían representado algún hermoso escudo de armas que ya había desaparecido por completo de la memoria. Algunas columnas rodeaban la sala circular, sosteniéndose a duras penas, dando la impresión de que de un momento a otro podrían derrumbarse y añadir más escombros al palacio, sin embargo permanecían firmes e imperturbables, como guardianes milenarios que no le temiesen nada a nadie. Unas escalinatas a los lados ascendían hacia un palco más elevado, cubierto por lo que Morrigan supuso sería una alfombra, sobre el cual se alzaba un imponente tono de piedra que hizo las delicias de sus ojos violetas, coronado por una pequeña bóveda tallada en la roca, sobre el cual también colgaban trozos de antiguas banderas. Parecía que estaba hecho para ella… No podía evitar la nostalgia al recordar el palacio de Annuvin, tan similar a ese que le producía escalofríos. Claro que no era igual del todo, empezando por la servidumbre.
La bruja se abstuvo de intentar subir hasta él y sentarse como si fuese suyo al percatarse de la molesta presencia de aquellos vigilantes soldados.
-Mis queridos caballeros-Dijo Morrigan, ignorando deliberadamente los comentarios soeces. Contuvo el deseo de hundir su tacón centro de la achatada cara de uno de ellos, así como una mueca de asco al notar el olor que desprendían, que nada tenía que ver con su elegante perfume de lilas y grosellas. Entrelazó los dedos y se agachó levemente a su altura para poder poner sus orbes a la altura de ellos, apoyando las manos sobre sus rodillas-¿Podríais hacerme un favor? Hemos pasado muchas horas de camino y-Hizo un gesto compungido-Mi señora y yo estamos sedientas... Nadie nos ha ofrecido hasta ahora una buena copa de vino... Agua siquiera-Acercó un dedo hasta la barbilla de uno de ellos, y la acarició, a pesar de la repugnancia que le causaba-Nadie ha sido hospitalario con nosotras hasta ahora. Aunque confío en que dos ejemplares tan gallardos no negarían nada a dos inocentes doncellas-Alzó una ceja-Os recompensaría más adelante, en privado...-Con un bonito corte en su escaso cuello, por supuesto. Le guiñó un ojo y se apartó lentamente, volviendo a la posición inicial. Esperaba librarse así al menos de uno... Eliminar al otro sería más fácil después.
- Recuerdos tristes de Morrigan:
- No podía sentir nada, sólo el frío propio de las bajas temperaturas que traía consigo el otoño en Prydain, pero a pesar de protegerse sobre un lecho de hojas, el barro tiraba de ella hacia abajo. Ese no era el mayor de sus problemas… Un par de ojos castaños la miraban con pavor, y tres pares más se unieron a este, mientras se acercaban lentamente planeando su propio secuestro y posterior asesinato.
Un medallón, ¿Tan poco valía para que la cambiasen por un objeto tan simple?
El agua la besaba con la fuerza de la corriente, y a pesar de llevar horas hundida no había muerto. El rostro dibujado en ella miraba con odio a sus rescatadores, que trataban vanamente de liberarla, atrapada en el lecho del río entre poderosas rocas, que evitaban que la inercia del agua terminase por arrastrarla a lo más hondo.
El cuerpo cálido del príncipe Ellydir, que entró en su interior, entregándose a ella sin vacilación alguna, con la promesa silenciosa de la muerte de ambos en un sacrificio que a él lo convertiría de traidor a héroe, y a ella en un vasto recuerdo del pasado.
La promesa hacia Orddu, Orwen y Orgoch, y el posterior golpe contra la realidad que…
Sintió el dolor que le producían sus propias uñas clavadas en la mano, y un hilillo de sangre brotó de la piel rasgada allá donde se había autolesionado, tal y como había hecho antes con Cenicienta. Pero esta vez era una advertencia hacia sí misma, llevándose la palma hacia los labios para poder sentir el ferroso sabor de su propia sangre y no olvidarlo mientras siguiese allí. Bajaron unas escaleras de piedra gastada hasta que una abertura abovedada les dio paso a una sala contigua. Había entrado muy confiada a ese palacio, pese a sus convicciones de anticiparse siempre al peligro. La arrogancia podía pasarle factura si seguía por ese camino, pues no podía permitirse el lujo de subestimar los peligros que podían esconderse en el entramado de rocas derruidas; cada sombra tras los escombros era una amenaza latente, y volver a dejarse llevar por la más mínima distracción supondría la clara diferencia entre la vida y la muerte.
Maléfica había sido la señora de la Montaña Prohibida, y su propia esencia impregnaba las paredes como si sus ojos ambarinos pudiesen observarla a través. Morrigan hizo un movimiento circular con sus hombros, alerta pero también segura de sí misma: No le tenía miedo a ninguna bruja muerta.
Bajó los escalones que daban paso a la parte baja, observando con atención la sala, algo deteriorada por el paso del tiempo. Viejos y raídos tapices de color morado colgaban de las paredes, y la morena supuso que antaño habrían representado algún hermoso escudo de armas que ya había desaparecido por completo de la memoria. Algunas columnas rodeaban la sala circular, sosteniéndose a duras penas, dando la impresión de que de un momento a otro podrían derrumbarse y añadir más escombros al palacio, sin embargo permanecían firmes e imperturbables, como guardianes milenarios que no le temiesen nada a nadie. Unas escalinatas a los lados ascendían hacia un palco más elevado, cubierto por lo que Morrigan supuso sería una alfombra, sobre el cual se alzaba un imponente tono de piedra que hizo las delicias de sus ojos violetas, coronado por una pequeña bóveda tallada en la roca, sobre el cual también colgaban trozos de antiguas banderas. Parecía que estaba hecho para ella… No podía evitar la nostalgia al recordar el palacio de Annuvin, tan similar a ese que le producía escalofríos. Claro que no era igual del todo, empezando por la servidumbre.
La bruja se abstuvo de intentar subir hasta él y sentarse como si fuese suyo al percatarse de la molesta presencia de aquellos vigilantes soldados.
-Mis queridos caballeros-Dijo Morrigan, ignorando deliberadamente los comentarios soeces. Contuvo el deseo de hundir su tacón centro de la achatada cara de uno de ellos, así como una mueca de asco al notar el olor que desprendían, que nada tenía que ver con su elegante perfume de lilas y grosellas. Entrelazó los dedos y se agachó levemente a su altura para poder poner sus orbes a la altura de ellos, apoyando las manos sobre sus rodillas-¿Podríais hacerme un favor? Hemos pasado muchas horas de camino y-Hizo un gesto compungido-Mi señora y yo estamos sedientas... Nadie nos ha ofrecido hasta ahora una buena copa de vino... Agua siquiera-Acercó un dedo hasta la barbilla de uno de ellos, y la acarició, a pesar de la repugnancia que le causaba-Nadie ha sido hospitalario con nosotras hasta ahora. Aunque confío en que dos ejemplares tan gallardos no negarían nada a dos inocentes doncellas-Alzó una ceja-Os recompensaría más adelante, en privado...-Con un bonito corte en su escaso cuello, por supuesto. Le guiñó un ojo y se apartó lentamente, volviendo a la posición inicial. Esperaba librarse así al menos de uno... Eliminar al otro sería más fácil después.
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Con alivio veo el ave alejarse, ya que tengo suficiente con toda una vida de sufrimientos para más encima ser atacada por cuervos. (Ni que fuera Kim Novak...)
Y de pronto, todas las imágenes de mis tristezas se materializan en mi mente... La muerte de mi papá... La primera noche en el ático... El remate de mi virginidad...
No logro aguantarme las lágrimas, sin percatarme que estropeo el maquillaje, o que consecuentemente Morrigan me castigará por ello... Sólo lloro, secando las lágrimas con el hermoso pañuelo que vino junto al vestido, caminando más despacio, casi rezagándome y poniéndome a la misma altura de Lady Hellberg. De pronto, me sorprendo al verla con su mano sangrando:
- ¿También el cuervo os ha hecho daño? -pregunto preocupada, pero la bruja me hace el quite y me empuja para que vuelva a ir delante de ella.
Recién percibo entonces que hemos llegado a un gran salón circular. Un escalofrío me recorre al imaginar al dueño del lugar, pues todo está medio derruido, abandonado... ¿Será un viejo? Me da algo de asco pensarlo, ya que, de momento, sólo hombres jóvenes han comprado mis "servicios". No puedo negar que, dentro de todo, me ha gustado... Me ruborizo, ajena al lugar donde estamos, sin embargo un par de criaturas horrendas se nos acercan. Por supuesto, llegan primero conmigo, y yo doy una mirada desesperada a Lady Hellberg.
Por supuesto, ella se adueña de la situación, llamándolos y pidiendo refrescos. Me sorprendo pero pronto oculto mi "cara de sorpresa", para no parecer que soy la ama. Si la bruja quiere que actue, daré lo mejor de mí.
Y de pronto, todas las imágenes de mis tristezas se materializan en mi mente... La muerte de mi papá... La primera noche en el ático... El remate de mi virginidad...
No logro aguantarme las lágrimas, sin percatarme que estropeo el maquillaje, o que consecuentemente Morrigan me castigará por ello... Sólo lloro, secando las lágrimas con el hermoso pañuelo que vino junto al vestido, caminando más despacio, casi rezagándome y poniéndome a la misma altura de Lady Hellberg. De pronto, me sorprendo al verla con su mano sangrando:
- ¿También el cuervo os ha hecho daño? -pregunto preocupada, pero la bruja me hace el quite y me empuja para que vuelva a ir delante de ella.
Recién percibo entonces que hemos llegado a un gran salón circular. Un escalofrío me recorre al imaginar al dueño del lugar, pues todo está medio derruido, abandonado... ¿Será un viejo? Me da algo de asco pensarlo, ya que, de momento, sólo hombres jóvenes han comprado mis "servicios". No puedo negar que, dentro de todo, me ha gustado... Me ruborizo, ajena al lugar donde estamos, sin embargo un par de criaturas horrendas se nos acercan. Por supuesto, llegan primero conmigo, y yo doy una mirada desesperada a Lady Hellberg.
Por supuesto, ella se adueña de la situación, llamándolos y pidiendo refrescos. Me sorprendo pero pronto oculto mi "cara de sorpresa", para no parecer que soy la ama. Si la bruja quiere que actue, daré lo mejor de mí.
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
los dios guardias no eran muy listos, pero desde luego sabían interpretar el significado de las palabras de Morrigan.
el mas avispado de los dos, con pico de cuervo exclamo
-claro bellas damas! somos muy caballerosos, solo tienen que seguirnos...
-si... les daremos de beber... si...
-y ya veremos como nos lo agradecen.
los soldados se encaminaron al otro lado de la sala guiando a las jóvenes, a un gran y inmenso salón, tan grande y amplio que costaba ver el otro lado, hay dentro podría caber una montaña.
había una pequeña montaña de oro al fondo, pero no se acercaron o suficiente, simplemente los soldados las guiaron por unas escaleras que bajaban.
Aunque ciertamente las guiaron, cualquiera con ciertas luces se daría cuenta de que había algo que iba mal, entre las constantes miradas lujuriosas y preocupadas como si temieran ser observados y de que no paraban de bajar escaleras, pronto quedo claro que las intenciones de esos soldados era llevarlas a un lugar intimo y apartado.
Y a saber que pensaban hacer al llegar a un lugar así.
El violín volvió a sonar pero esta vez acompañado de un tambor y una trompeta, pero la melodía seguía siendo triste pero esta vez estaba muy cerca, tanto que hasta los soldados se sobresaltaron.
-permaneced junto a nosotros, no huyáis por el castillo solas... incluso los soldados no podemos separarnos.
no era raro que hubieran desapariciones dentro del castillo, pero últimamente estaban habiendo muchas mas de lo normal, por lo que se habían incrementado la seguridad.
(OFF: se debía a que Envy se hallaba en el castillo, no obstante ella no volverá a ser un problema)
De repente alguien giro la esquina que estaba delante de ellos, y apareció un ser bastante raro, en contraste con el castillo o la sinfonía que eras tristes y lúgubres, el color de sus ropas eran de colores mucho mas alegres, y incluso se movía como si estuviera animado o contento.
Uno de los soldados tembló y se encogió mientras decía
-Es el maestro de sinfonías!
el otro mas tranquilo y veterano comento
-todos quietos, déjenlo pasar a ver si se va...
Maestro de sinfonías posee la básica apariencia de un director de orquesta, que lleva un largo shako con colores dorado y magenta, pantalones anchos decorados con un adorno color oro, y un traje formal de color rosa rojizo. Sus brazos negros terminan con unos guantes blancos en sus manos, una de ellas sosteniendo una batuta dorada y unas botas formales.
No obstante hay acababa la belleza, pues su rostro estaba oculto por un casco metálico que ni siquiera le permitía ver, no obstante no tapaba su boca.
Como el director de una orquesta movía la batuca a un compás determinado con gran sentimiento, y los instrumentos... lo seguían... flotando moviéndose por si mismos creando la melodía... ¡no había nadie tocando! como si los instrumentos tocaran con vida propia siguiendo el ritmo la batuca.
Morrigan pudo sentir energía espiritual, residuos de almas que habían sido condenadas a esos instrumentos, para tocar eternamente.
Pero el mas importante era la batuca, era la que mayor energía desprendía, y a la que estaban atadas las demás, era la fuente del poder de el maestro de sinfonías, su anclaje a esta existencia.
Quedaba claro que el mayordomo de Noligma solo era la versión perfecta de años de fracasos como ese ser que ahora desfilaba ante ella.
Pues a diferencia del mayordomo, que aun conservaba su ser, aquel había degenerado en esa cosa que se alimentaba como una alimaña de el fruto de los sentimientos de otras almas, que luego encerraba en esos instrumentos... ¿que si no es la música para su creador?
Aquel era una sanguijuela incapaz de crear sus propios sentimientos y por eso robaba el alma y el arte de los músicos de los que se alimentaba.
El ser de repente se detuvo, y con el la musica, los instrumentos quedaron pendiendo en el aire a su alrededor, mientras se puso al lado de Cenicienta, y ladeo la cabeza sonriendo con lo que sin duda era el peor de sus aspectos
la poca piel que se veía alrededor de su boca era grisaseo y húmedo, como si hubiera sido encerrado en una celda húmeda durante muchos años, tenia muchas heridas como si le hubieran rasgado la piel, o tal ves se debiera al casco que se me metía entro de la piel. carecía de labias como si se los hubieran cortado, y todos sus dientes eran de oro, pero estaban muy viejos y aun conservaba partes podridas de los originales.
Sobre que estaría mirando el ser en cenicienta era difícil saber.
-lárgate! son invitadas del señor...
el maestro de sinfonías no aparto la mirada... si es que se lo podía llamar mirada pues no había ojos con los que ver.
-...¿invitadas...que van... a las mazmorras?...
la voz del ser era rasposa y oxidada si se pudiera definir así, era como si hablara por primera vez en muchos años, de hecho tuvo que toser después de esas pocas palabras.
-NO te metas por donde no te incumbe ...lárgate ya! o te volveré a meter en la celda!
el simple gesto de desagrado quedo claro lo poco que eso le agradaría, y sin mas dilación volvió a su deber con la batuca y continuo su espectral melodía y se alejo por donde ellos habían venido.
-seguimos bajando señoritas?
insistió el soldado con una sonrisa torcida y ojos lujuriosos.
el mas avispado de los dos, con pico de cuervo exclamo
-claro bellas damas! somos muy caballerosos, solo tienen que seguirnos...
-si... les daremos de beber... si...
-y ya veremos como nos lo agradecen.
los soldados se encaminaron al otro lado de la sala guiando a las jóvenes, a un gran y inmenso salón, tan grande y amplio que costaba ver el otro lado, hay dentro podría caber una montaña.
había una pequeña montaña de oro al fondo, pero no se acercaron o suficiente, simplemente los soldados las guiaron por unas escaleras que bajaban.
Aunque ciertamente las guiaron, cualquiera con ciertas luces se daría cuenta de que había algo que iba mal, entre las constantes miradas lujuriosas y preocupadas como si temieran ser observados y de que no paraban de bajar escaleras, pronto quedo claro que las intenciones de esos soldados era llevarlas a un lugar intimo y apartado.
Y a saber que pensaban hacer al llegar a un lugar así.
El violín volvió a sonar pero esta vez acompañado de un tambor y una trompeta, pero la melodía seguía siendo triste pero esta vez estaba muy cerca, tanto que hasta los soldados se sobresaltaron.
-permaneced junto a nosotros, no huyáis por el castillo solas... incluso los soldados no podemos separarnos.
no era raro que hubieran desapariciones dentro del castillo, pero últimamente estaban habiendo muchas mas de lo normal, por lo que se habían incrementado la seguridad.
(OFF: se debía a que Envy se hallaba en el castillo, no obstante ella no volverá a ser un problema)
De repente alguien giro la esquina que estaba delante de ellos, y apareció un ser bastante raro, en contraste con el castillo o la sinfonía que eras tristes y lúgubres, el color de sus ropas eran de colores mucho mas alegres, y incluso se movía como si estuviera animado o contento.
Uno de los soldados tembló y se encogió mientras decía
-Es el maestro de sinfonías!
el otro mas tranquilo y veterano comento
-todos quietos, déjenlo pasar a ver si se va...
Maestro de sinfonías posee la básica apariencia de un director de orquesta, que lleva un largo shako con colores dorado y magenta, pantalones anchos decorados con un adorno color oro, y un traje formal de color rosa rojizo. Sus brazos negros terminan con unos guantes blancos en sus manos, una de ellas sosteniendo una batuta dorada y unas botas formales.
- Aspecto:
No obstante hay acababa la belleza, pues su rostro estaba oculto por un casco metálico que ni siquiera le permitía ver, no obstante no tapaba su boca.
Como el director de una orquesta movía la batuca a un compás determinado con gran sentimiento, y los instrumentos... lo seguían... flotando moviéndose por si mismos creando la melodía... ¡no había nadie tocando! como si los instrumentos tocaran con vida propia siguiendo el ritmo la batuca.
Morrigan pudo sentir energía espiritual, residuos de almas que habían sido condenadas a esos instrumentos, para tocar eternamente.
Pero el mas importante era la batuca, era la que mayor energía desprendía, y a la que estaban atadas las demás, era la fuente del poder de el maestro de sinfonías, su anclaje a esta existencia.
Quedaba claro que el mayordomo de Noligma solo era la versión perfecta de años de fracasos como ese ser que ahora desfilaba ante ella.
Pues a diferencia del mayordomo, que aun conservaba su ser, aquel había degenerado en esa cosa que se alimentaba como una alimaña de el fruto de los sentimientos de otras almas, que luego encerraba en esos instrumentos... ¿que si no es la música para su creador?
Aquel era una sanguijuela incapaz de crear sus propios sentimientos y por eso robaba el alma y el arte de los músicos de los que se alimentaba.
El ser de repente se detuvo, y con el la musica, los instrumentos quedaron pendiendo en el aire a su alrededor, mientras se puso al lado de Cenicienta, y ladeo la cabeza sonriendo con lo que sin duda era el peor de sus aspectos
la poca piel que se veía alrededor de su boca era grisaseo y húmedo, como si hubiera sido encerrado en una celda húmeda durante muchos años, tenia muchas heridas como si le hubieran rasgado la piel, o tal ves se debiera al casco que se me metía entro de la piel. carecía de labias como si se los hubieran cortado, y todos sus dientes eran de oro, pero estaban muy viejos y aun conservaba partes podridas de los originales.
Sobre que estaría mirando el ser en cenicienta era difícil saber.
-lárgate! son invitadas del señor...
el maestro de sinfonías no aparto la mirada... si es que se lo podía llamar mirada pues no había ojos con los que ver.
-...¿invitadas...que van... a las mazmorras?...
la voz del ser era rasposa y oxidada si se pudiera definir así, era como si hablara por primera vez en muchos años, de hecho tuvo que toser después de esas pocas palabras.
-NO te metas por donde no te incumbe ...lárgate ya! o te volveré a meter en la celda!
el simple gesto de desagrado quedo claro lo poco que eso le agradaría, y sin mas dilación volvió a su deber con la batuca y continuo su espectral melodía y se alejo por donde ellos habían venido.
-seguimos bajando señoritas?
insistió el soldado con una sonrisa torcida y ojos lujuriosos.
Sobre mí
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Yer Noligma
Heredero de la Montaña Prohibida
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
La bruja mostró sus blancos dientes cuando esbozó su sonrisa número 3, y maldecía en su fuero interno a ese par de patanes por sacarlas de la sala del trono. Su idea había sido dejar sola allí a Cenicienta para que actuase como cebo, mientras ella lograba distraer al que parecía más tonto. Bueno, un fallo de cálculo lo tiene cualquiera, y tampoco era nada que no tuviese solución. A fin de cuentas estaba en territorio enemigo, y la improvisación iba a ser su aliado más fiable, por no hablar de su sentido común. Todo seguía estando bajo control, y es más, puede que adentrarse de nuevo en los pasillos fuese lo más conveniente si pretendía darles esquinazo a esos dos. Diría que lo lamentaba por su pequeño juguete… Pero sería mentira. De todos modos no pensaba salir de allí sin ella, Morrigan no tenía por costumbre desprenderse de las cosas que le eran de utilidad, y la rubia era su amuleto, por así decirlo. O lo sería, si ella creyese en la superchería.
Miró de refilón la montaña de oro, sin prestarle especial atención. Tenía cebo escrito con letras mayúsculas, y parecía el típico tesoro por el cual algún héroe incauto se interesaría. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Estaría custodiado por un dragón? Morrigan se jactó mentalmente.
Por otro lado, tampoco perdía detalle, y mientras avanzaban en silencio la hechicera morena trazaba su propio mapa mental de la zona, ubicándose desde la entrada hasta aquel lugar y calculando los metros que habían recorrido desde entonces. El lugar parecía ser inmenso por dentro, lo cual era un punto en su contra, aunque también podía deberse a que su ignorancia sobre sus recodos propiciase que fuese fácilmente engañada y llevada en más de una ocasión por el mismo camino… No, no era posible, cada nuevo paso era legítimo, a pesar de que el hecho de que todo estuviese medio derruido no ayudase a la orientación. Descendían por el interior del edificio, a no ser que se tratase de una treta para desorientar sus sentidos. Tendría que contentarse con asumir las grandes dimensiones del bastión en el que se hallaba, como medida de seguridad contra un exceso de confianza. No importaba, en cualquier caso, a Morrigan le gustaban los retos.
Música, ¿Por qué música en un lugar como aquel? ¿Formaría parte de alguna táctica disuasoria? No se sentía intimidada en absoluto, aunque procuró no volver a pensar en los recuerdos que evocaba, echando mano de su arrogancia para mantener a raya el pasado. No volvería a caer.
-¿Tan peligroso es?-Se aventuró a preguntar con un tono tembloroso, juntando las manos y frotándolas como si tuviese frío. La daga seguía en su sitio, y el látigo también. Ese castillo podía no ser el más hogareño del mundo, pero la bruja estaba curada de espanto, aunque tuviese que fingir ser una dama en peligro. Entrelazó su brazo con el de su “señora” en un acto que claramente se extralimitaba de su “condición”, pero que podía interpretarse fácilmente como un intento de insuflarle ánimos a la jovencita rubia. Los iba a necesitar, ella no se había criado en un pantano tan peligroso como Morva, ni tampoco había tenido el inmenso placer de entrar en Annuvin, donde los nidos de Gwythaints dejaban escapar augurios de muerte. Oh, ahora que lo pensaba, aquellas bestias aladas no desentonarían para nada en la Montaña Prohibida. Una lástima que en su lugar, estuviesen esas alimañas embutidas en uniforme.
Una nueva presencia no se hizo esperar, brotando prácticamente de la nada con un halo misterioso que hizo a Morrigan entrecerrar los ojos. Ese tipo tan estrafalario no podía ser el dueño, ¿O sí? Deseó que no, pues eso precipitaría las cosas de forma imprevista y podría desequilibrar una balanza que ya de por si se tambaleaba peligrosamente.
-¡Es el maestro de sinfonías!-Exclamó uno de los secuaces. Morrigan apretó contra sí el brazo de Cenicienta, dejando que sus pechos lo rozaran. Parecía que queriese escudarse en ella, buscando su protección bajo el presunto título nobiliario que le había sido otorgado a la rubia, cuando sólo quería dar más dramatismo a su papel de criada estúpida. Se permitió esos segundos para mirarlo con la claridad y descaro de sus ojos del color de la ponzoña, mientras la silueta era seguida por instrumentos musicales que flotaban en el aire como por arte de magia… Que pensamiento más estúpido, ¿Acaso había algo que no se hiciese con magia hoy en día? Bajó los parpados para entrecerrar los ojos, notando los retazos de la esencia mística y vagamente conocida en el aura que rodeaba al maestro de sinfonías… O más bien a sus instrumentos. No era con lo que ella se manejaba bien, pero guardaba algún tipo de relación remota con su magia, aunque fuese opuesta. Las respuestas llegarían a su debido momento, pero la bruja sospechaba que sus intenciones se alejaban cada vez más del plan inicial al que había pretendido ceñirse, arrastrando hacia su boca el dulce sabor de la miel que traía consigo la incitación. ¿Qué más escapaba de su conocimiento? ¿Qué más podía saber para ser más poderosa? Por algún motivo, Morrigan empezaba a sentirse claramente amenazada, no por tales presencias, sino por lo que estas entrañaban en sí. Tanto el mayordomo como esa criaturas eran incógnitas que había que despejar a toda costa. Escrutó a la figura maltrecha que acababa de silenciar los lamentos que manaban de los instrumentos musicales, mostrando una mueca plagada de dientes de oro viejo, aparentemente corrompidos por la putrefacción que rodeaba su boca, llena de cortes en su superficie cetrina. Totalmente encantador. Casi un amago de sonrisa divertida afloró en los labios rojos de la mujer. Casi. No se permitiría tal desliz-¡Lárgate! son invitadas del señor...
-...¿invitadas...que van... a las mazmorras?...
Exacto, lo eran, al menos porque Morrigan se había encargado de autoinvitarse.
¿Mazmorras? Muy listos, sí. Se preguntó si debía arriesgarse y seguirles el juego. Con un poco de suerte, las celdas estarían desiertas, la Montaña Prohibida no parecía un lugar al que atraer prisioneros, aunque nunca se sabía. En ese caso matar a los soldados sería coser y cantar, pero tendría el inconveniente de que el amo del castillo sabría que habría dos mujeres sueltas por su hogar. Morrigan sabía esconderse, sus alas serían el refugio, pero Cenicienta no parecía especialmente selectiva a la hora de escoger sus escondites, pues no en vano había ido a parar a su burdel.
-Ya hemos caminado mucho-Se quejó entonces-Mis pies se hallan doloridos-Gimió lastimeramente, agachándose y acariciándose el talón mientras pensaba que alternativa le convenía más. Lo que pensase una sirvienta no era importante, pero tiró del brazo de su juguete para que entendiese-No puedo dar un paso más… Avanzad vos sin mí, Mi señora. No deseo retrasaros con mi honda torpeza.
Miró de refilón la montaña de oro, sin prestarle especial atención. Tenía cebo escrito con letras mayúsculas, y parecía el típico tesoro por el cual algún héroe incauto se interesaría. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Estaría custodiado por un dragón? Morrigan se jactó mentalmente.
Por otro lado, tampoco perdía detalle, y mientras avanzaban en silencio la hechicera morena trazaba su propio mapa mental de la zona, ubicándose desde la entrada hasta aquel lugar y calculando los metros que habían recorrido desde entonces. El lugar parecía ser inmenso por dentro, lo cual era un punto en su contra, aunque también podía deberse a que su ignorancia sobre sus recodos propiciase que fuese fácilmente engañada y llevada en más de una ocasión por el mismo camino… No, no era posible, cada nuevo paso era legítimo, a pesar de que el hecho de que todo estuviese medio derruido no ayudase a la orientación. Descendían por el interior del edificio, a no ser que se tratase de una treta para desorientar sus sentidos. Tendría que contentarse con asumir las grandes dimensiones del bastión en el que se hallaba, como medida de seguridad contra un exceso de confianza. No importaba, en cualquier caso, a Morrigan le gustaban los retos.
Música, ¿Por qué música en un lugar como aquel? ¿Formaría parte de alguna táctica disuasoria? No se sentía intimidada en absoluto, aunque procuró no volver a pensar en los recuerdos que evocaba, echando mano de su arrogancia para mantener a raya el pasado. No volvería a caer.
-¿Tan peligroso es?-Se aventuró a preguntar con un tono tembloroso, juntando las manos y frotándolas como si tuviese frío. La daga seguía en su sitio, y el látigo también. Ese castillo podía no ser el más hogareño del mundo, pero la bruja estaba curada de espanto, aunque tuviese que fingir ser una dama en peligro. Entrelazó su brazo con el de su “señora” en un acto que claramente se extralimitaba de su “condición”, pero que podía interpretarse fácilmente como un intento de insuflarle ánimos a la jovencita rubia. Los iba a necesitar, ella no se había criado en un pantano tan peligroso como Morva, ni tampoco había tenido el inmenso placer de entrar en Annuvin, donde los nidos de Gwythaints dejaban escapar augurios de muerte. Oh, ahora que lo pensaba, aquellas bestias aladas no desentonarían para nada en la Montaña Prohibida. Una lástima que en su lugar, estuviesen esas alimañas embutidas en uniforme.
Una nueva presencia no se hizo esperar, brotando prácticamente de la nada con un halo misterioso que hizo a Morrigan entrecerrar los ojos. Ese tipo tan estrafalario no podía ser el dueño, ¿O sí? Deseó que no, pues eso precipitaría las cosas de forma imprevista y podría desequilibrar una balanza que ya de por si se tambaleaba peligrosamente.
-¡Es el maestro de sinfonías!-Exclamó uno de los secuaces. Morrigan apretó contra sí el brazo de Cenicienta, dejando que sus pechos lo rozaran. Parecía que queriese escudarse en ella, buscando su protección bajo el presunto título nobiliario que le había sido otorgado a la rubia, cuando sólo quería dar más dramatismo a su papel de criada estúpida. Se permitió esos segundos para mirarlo con la claridad y descaro de sus ojos del color de la ponzoña, mientras la silueta era seguida por instrumentos musicales que flotaban en el aire como por arte de magia… Que pensamiento más estúpido, ¿Acaso había algo que no se hiciese con magia hoy en día? Bajó los parpados para entrecerrar los ojos, notando los retazos de la esencia mística y vagamente conocida en el aura que rodeaba al maestro de sinfonías… O más bien a sus instrumentos. No era con lo que ella se manejaba bien, pero guardaba algún tipo de relación remota con su magia, aunque fuese opuesta. Las respuestas llegarían a su debido momento, pero la bruja sospechaba que sus intenciones se alejaban cada vez más del plan inicial al que había pretendido ceñirse, arrastrando hacia su boca el dulce sabor de la miel que traía consigo la incitación. ¿Qué más escapaba de su conocimiento? ¿Qué más podía saber para ser más poderosa? Por algún motivo, Morrigan empezaba a sentirse claramente amenazada, no por tales presencias, sino por lo que estas entrañaban en sí. Tanto el mayordomo como esa criaturas eran incógnitas que había que despejar a toda costa. Escrutó a la figura maltrecha que acababa de silenciar los lamentos que manaban de los instrumentos musicales, mostrando una mueca plagada de dientes de oro viejo, aparentemente corrompidos por la putrefacción que rodeaba su boca, llena de cortes en su superficie cetrina. Totalmente encantador. Casi un amago de sonrisa divertida afloró en los labios rojos de la mujer. Casi. No se permitiría tal desliz-¡Lárgate! son invitadas del señor...
-...¿invitadas...que van... a las mazmorras?...
Exacto, lo eran, al menos porque Morrigan se había encargado de autoinvitarse.
¿Mazmorras? Muy listos, sí. Se preguntó si debía arriesgarse y seguirles el juego. Con un poco de suerte, las celdas estarían desiertas, la Montaña Prohibida no parecía un lugar al que atraer prisioneros, aunque nunca se sabía. En ese caso matar a los soldados sería coser y cantar, pero tendría el inconveniente de que el amo del castillo sabría que habría dos mujeres sueltas por su hogar. Morrigan sabía esconderse, sus alas serían el refugio, pero Cenicienta no parecía especialmente selectiva a la hora de escoger sus escondites, pues no en vano había ido a parar a su burdel.
-Ya hemos caminado mucho-Se quejó entonces-Mis pies se hallan doloridos-Gimió lastimeramente, agachándose y acariciándose el talón mientras pensaba que alternativa le convenía más. Lo que pensase una sirvienta no era importante, pero tiró del brazo de su juguete para que entendiese-No puedo dar un paso más… Avanzad vos sin mí, Mi señora. No deseo retrasaros con mi honda torpeza.
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Mis ojos se van a la montaña de oro... Si tuviera todo ese dinero, podría irme lejos, y no depender de nadie... Bueno, antes tendría que huir de Morrigan... Suspiro, porque el sueño de hundirme en esa montaña de oro no es mala. Pero los soldados nos indican otra dirección.
Hago un ligero gesto de "no" con mi cabeza a Lady Hellberg, porque el camino se ve muy tenebroso y, hacia abajo por así decirlo, pero ella tras un momento me dice que los siga. Suspiro y sigo a los tipos feos, confundida porque todo indica que ellos nos manosearán. Pero Morrigan parece confiada, así que algo se trae. Y eso, en teoría, debería tranquilizarme.
Pero la triste melodía regresa más alta ahora, y de inmediato las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos, ya que no hago el menor esfuerzo de aguantarme. Sin embargo, el ver al músico, con su real figura... Me congela en el acto. Siento la mano de Lady Hellberg tirándome, para usarme de escudo. Eso no me gusta, y peor me siento cuando el "Maestro de sinfonías" se acerca a mí...
Aguanto mi respiración, pues el maestro tiene un olor... a podrido. La criatura por alguna razón se interesa por mí... No me muevo, pero feliz elijo ser ultrajada por los soldados que por... ésa cosa.
- ¡Lárgate! son invitadas del señor... -"Si, lárgate... por favor." imploro con toda mi alma.
- ...¿Invitadas...que van... a las mazmorras?... -dice esa voz de ultratumba, y por un momento, miro a Lady Hellberg, porque era lo obvio, pero ahora que la criatura horrenda lo dice, ahora podríamos dejar de ir a las mazmorras.
- NO te metas por donde no te incumbe ...lárgate ya! o te volveré a meter en la celda! ¿Seguimos bajando señoritas? -Nuevamente hago que no con mi cabeza, desesperada por salir luego de esta situación. Entonces, ¡ella se hace la cansada! En un principio no comprendo nada, pero cuando ella sugiere que vayamos nosotros mientras ella se queda, doy un grito en mi fuero interno y aprovecho de dar un paso hacia atrás, hacia arriba, hacia el salón redondo, o hacia la puerta. En realidad, cualquier lugar lejos de ellos tres:
- Yo también estoy muy cansada. Ustedes -miro a los soldados- no nos habéis traido los refrescos solicitados, por lo que nos quejaremos con su superior. -Tomo la mano de Lady Hellberg- Querida, subamos y esperemos al dueño del castillo en un lugar más confortable.
Me aprovecho de mi "autoridad temporal" para tirar a la bruja lejos de todos, escaleras arriba. Claro que eso no signifique que hagamos el "mismo" trayecto, por lo que en algun momento me fijo que estamos en otro lugar del castillo.
- ¿Lady Hellberg? -pregunto hacia donde vamos cuando nos encontramos con una encrucijada.
Hago un ligero gesto de "no" con mi cabeza a Lady Hellberg, porque el camino se ve muy tenebroso y, hacia abajo por así decirlo, pero ella tras un momento me dice que los siga. Suspiro y sigo a los tipos feos, confundida porque todo indica que ellos nos manosearán. Pero Morrigan parece confiada, así que algo se trae. Y eso, en teoría, debería tranquilizarme.
Pero la triste melodía regresa más alta ahora, y de inmediato las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos, ya que no hago el menor esfuerzo de aguantarme. Sin embargo, el ver al músico, con su real figura... Me congela en el acto. Siento la mano de Lady Hellberg tirándome, para usarme de escudo. Eso no me gusta, y peor me siento cuando el "Maestro de sinfonías" se acerca a mí...
Aguanto mi respiración, pues el maestro tiene un olor... a podrido. La criatura por alguna razón se interesa por mí... No me muevo, pero feliz elijo ser ultrajada por los soldados que por... ésa cosa.
- ¡Lárgate! son invitadas del señor... -"Si, lárgate... por favor." imploro con toda mi alma.
- ...¿Invitadas...que van... a las mazmorras?... -dice esa voz de ultratumba, y por un momento, miro a Lady Hellberg, porque era lo obvio, pero ahora que la criatura horrenda lo dice, ahora podríamos dejar de ir a las mazmorras.
- NO te metas por donde no te incumbe ...lárgate ya! o te volveré a meter en la celda! ¿Seguimos bajando señoritas? -Nuevamente hago que no con mi cabeza, desesperada por salir luego de esta situación. Entonces, ¡ella se hace la cansada! En un principio no comprendo nada, pero cuando ella sugiere que vayamos nosotros mientras ella se queda, doy un grito en mi fuero interno y aprovecho de dar un paso hacia atrás, hacia arriba, hacia el salón redondo, o hacia la puerta. En realidad, cualquier lugar lejos de ellos tres:
- Yo también estoy muy cansada. Ustedes -miro a los soldados- no nos habéis traido los refrescos solicitados, por lo que nos quejaremos con su superior. -Tomo la mano de Lady Hellberg- Querida, subamos y esperemos al dueño del castillo en un lugar más confortable.
Me aprovecho de mi "autoridad temporal" para tirar a la bruja lejos de todos, escaleras arriba. Claro que eso no signifique que hagamos el "mismo" trayecto, por lo que en algun momento me fijo que estamos en otro lugar del castillo.
- ¿Lady Hellberg? -pregunto hacia donde vamos cuando nos encontramos con una encrucijada.
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
los soldados se miraron entre si cuando se quedaron solos
-idiota! volvamos a por ellas!
-si claro... maldito entrometido, desvelo nuestro plan...
-ya ajustaremos cuentas con el músico... pero primero debe...¡AH!!!
de repente uno de los soldados había desaparecido fueron unos instantes nada mas, pero pronto había un solo soldado que temblaba de terror
-Ya voy con ustedes señoras!!!
el soldado subió detrás de las damas corriendo sin lanzar ninguna alarma ni nada, no era raro que desaparecieran soldados, y mas cuando esto se debía alguna de las mascotas.
Una Tarántula de tamaño normal bajo en un hilo de araña al suelo, bastante divertida con ese dia, el soldado no estaba muerto, sino atado y amordazado al techo.
Habían estado a punto de coartarle la diversión.
Hoy podía volver a ser un día normal ¡por fin! la lujuria corrió con sus 8 patas post el soldado que seguía a las damas.
..............................
las damas entraron en una encrucijada, pero algunas pistas estaban claras, el camino de la derecha se oía mucho barullo y destilaba pestilencia, sin duda los barracones de los soldados.
El de la izquierda bajaba, pero no podían ser mas calabozos, un ruido compasado se producía desde allí, al parecer había algún tipo de artilugio funcionando allí.
Si seguíais de frente, el camino ascendía por una escalera, probablemente ascendía a la sala gigante con la pequeña montaña de oro... no obstante podíais sentir levemente la música del compositor oscuro desde allí abajo, tal vez seria prudente no encontraros con el a solas.
Detrás de vosotras llegaba el ruido del soldado que intentaba dar con vosotras.
Podiais esperarle... pero si queríais "investigar" era vuestro momento de escoger un camino.
-idiota! volvamos a por ellas!
-si claro... maldito entrometido, desvelo nuestro plan...
-ya ajustaremos cuentas con el músico... pero primero debe...¡AH!!!
de repente uno de los soldados había desaparecido fueron unos instantes nada mas, pero pronto había un solo soldado que temblaba de terror
-Ya voy con ustedes señoras!!!
el soldado subió detrás de las damas corriendo sin lanzar ninguna alarma ni nada, no era raro que desaparecieran soldados, y mas cuando esto se debía alguna de las mascotas.
Una Tarántula de tamaño normal bajo en un hilo de araña al suelo, bastante divertida con ese dia, el soldado no estaba muerto, sino atado y amordazado al techo.
Habían estado a punto de coartarle la diversión.
Hoy podía volver a ser un día normal ¡por fin! la lujuria corrió con sus 8 patas post el soldado que seguía a las damas.
..............................
las damas entraron en una encrucijada, pero algunas pistas estaban claras, el camino de la derecha se oía mucho barullo y destilaba pestilencia, sin duda los barracones de los soldados.
El de la izquierda bajaba, pero no podían ser mas calabozos, un ruido compasado se producía desde allí, al parecer había algún tipo de artilugio funcionando allí.
Si seguíais de frente, el camino ascendía por una escalera, probablemente ascendía a la sala gigante con la pequeña montaña de oro... no obstante podíais sentir levemente la música del compositor oscuro desde allí abajo, tal vez seria prudente no encontraros con el a solas.
Detrás de vosotras llegaba el ruido del soldado que intentaba dar con vosotras.
Podiais esperarle... pero si queríais "investigar" era vuestro momento de escoger un camino.
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Yer Noligma
Heredero de la Montaña Prohibida
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Cenicienta despuntaba maneras como actriz, pero no era más que una aficionada. No iba a elogiarla por su trabajo, precisamente porque era su obligación, además, la muy estúpida acababa de estropear su salida triunfal, y su rostro revelaba que se jactaba de ello. Pero como intérprete consumada que era, la bruja bajó la cabeza con sumisión y obedeció sus órdenes. Una vena palpitaba en su frente, movida por la irritación de sentirse rodeada de incompetentes, y continuó las líneas de su papel al tiempo que la seguía, hasta asegurarse de que no había miradas indiscretas que pudiesen descubrir sus oscuros planes. El cruce de camino era la señal latente que había estado buscando, aunque las cosas no estaban saliendo como ella había planeado, y sentía la ira de no saberse controladora de su propia estratagema. Tendría que vengarse de Cenicienta por su insensatez más adelante. Bueno, no era eso precisamente lo que había pensado, pero tampoco estaba mal del todo. Tenía que quitársela de encima, o más bien, ponerla en su sitio para que hiciese su función, de lo contrario, no tenía sentido habérsela llevado hasta allí. Las palabras “Si quieres algo bien hecho, hazlo tú misma” volvieron a su cabeza, evocadas por el hastío. Bueno, no había que precipitarse, tal vez no estaba todo perdido. Nunca nada es lo suficiente definitivo, siempre había lugar para una buena negociación.
-Cállate-La cortó, tirante. Las sirvientas no solían tener apellido, debían contentarse con servir a una casa noble, ahí radicaba su escaso y miserable honor. Y esa tonta se atrevía a llamarla en territorio enemigo “Lady Hellberg”. Miró con cautela a su alrededor, y después fulminó a la rubia con sus ojos purpúreos. ¿Cómo se atrevía a mencionar su nombre “real”? ¿Acaso estaba loca o algo por el estilo? Contuvo unos deseos viscerales de abofetearla, pero se contuvo al no desear que el sonido de su mano golpeando su mejilla hiciese eco contra los pasillos. Después recordó que era Cenicienta, su dulce rubita, la misma que había ido a pedirle refugio a ella, y todo cuadró dentro de su cabeza. Claro. No se podía pedir peras al olmo. Los pasos tras ellas eran una clara advertencia de que los soldados no andaban lejos, por lo que debían ser rápidas. Había llegado el momento de separarse, ¡Por fin! El conocimiento estaba casi a un suspiro de distancia, invitándola a recorrer los pasillos y a perderse en ellos con una promesa silenciosa, que parecía retumbar dentro de su cabeza con el vaivén de su respiración. Nadie iba a frenarla, a partir de ahora quien se cruzase en su camino pagaría las consecuencias-Sube hacia arriba-Ordenó en voz baja, en un tono que no admitía réplica alguna, bajo pena de castigo severo-Fracasa y desearás que los guardias nos hayan llevado antes a la mazmorra. ¡Rápido! ¡Muévete, estúpida! No tenemos todo el día-Tiró de un extremo de su capa, que hizo el sonido de la tela al agitarse, y comenzó a descender hacia abajo. Primero apresuradamente, hasta que dejó de escuchar pisadas tras ella, y sólo entonces redujo la velocidad. Batió las pestañas un par de veces, dejando que su ritmo cardiaco se acompasase, y acariciando la pared con los dedos desnudos, como si estos pudiesen revelarle sus secretos más oscuros. Lamentablemente carecía de tales poderes, pero eso no era ningún impedimento para deleitarse con el tacto rugoso y arcaico que había dejado tras de sí el tiempo. La edad de ese castillo era irrelevante, pero era delicioso cerrar los ojos y dejarse guiar por la intuición mientras bajaba con la arrogancia de una ganadora. No había lugar para riesgos innecesarios. Morrigan juntó los brazos, evocando mentalmente aquel hechizo que deseaba conjurar, cuando el negro de su vestido empezó a fundirse con su piel pálida, brotando de ella plumas negras a medida que su tamaño se reducía y en su lugar aparecía un cuervo que aleteaba con frenesí. Su visión se vio reducida, pero sus instintos de pájaro se agudizaron. Agradeció solo entonces la existencia del cuervo entrometido que había osado picotear la preciosa joya de su juguete, ahora había otro más. Graznó a la nada, y agitó las alas en su descenso hacia los recodos oscuros de la Montaña Prohibida. Ahora pasar desapercibida sería mucho más fácil, pensaba, mientras planeaba segura en busca del sonido acompasado.
-Cállate-La cortó, tirante. Las sirvientas no solían tener apellido, debían contentarse con servir a una casa noble, ahí radicaba su escaso y miserable honor. Y esa tonta se atrevía a llamarla en territorio enemigo “Lady Hellberg”. Miró con cautela a su alrededor, y después fulminó a la rubia con sus ojos purpúreos. ¿Cómo se atrevía a mencionar su nombre “real”? ¿Acaso estaba loca o algo por el estilo? Contuvo unos deseos viscerales de abofetearla, pero se contuvo al no desear que el sonido de su mano golpeando su mejilla hiciese eco contra los pasillos. Después recordó que era Cenicienta, su dulce rubita, la misma que había ido a pedirle refugio a ella, y todo cuadró dentro de su cabeza. Claro. No se podía pedir peras al olmo. Los pasos tras ellas eran una clara advertencia de que los soldados no andaban lejos, por lo que debían ser rápidas. Había llegado el momento de separarse, ¡Por fin! El conocimiento estaba casi a un suspiro de distancia, invitándola a recorrer los pasillos y a perderse en ellos con una promesa silenciosa, que parecía retumbar dentro de su cabeza con el vaivén de su respiración. Nadie iba a frenarla, a partir de ahora quien se cruzase en su camino pagaría las consecuencias-Sube hacia arriba-Ordenó en voz baja, en un tono que no admitía réplica alguna, bajo pena de castigo severo-Fracasa y desearás que los guardias nos hayan llevado antes a la mazmorra. ¡Rápido! ¡Muévete, estúpida! No tenemos todo el día-Tiró de un extremo de su capa, que hizo el sonido de la tela al agitarse, y comenzó a descender hacia abajo. Primero apresuradamente, hasta que dejó de escuchar pisadas tras ella, y sólo entonces redujo la velocidad. Batió las pestañas un par de veces, dejando que su ritmo cardiaco se acompasase, y acariciando la pared con los dedos desnudos, como si estos pudiesen revelarle sus secretos más oscuros. Lamentablemente carecía de tales poderes, pero eso no era ningún impedimento para deleitarse con el tacto rugoso y arcaico que había dejado tras de sí el tiempo. La edad de ese castillo era irrelevante, pero era delicioso cerrar los ojos y dejarse guiar por la intuición mientras bajaba con la arrogancia de una ganadora. No había lugar para riesgos innecesarios. Morrigan juntó los brazos, evocando mentalmente aquel hechizo que deseaba conjurar, cuando el negro de su vestido empezó a fundirse con su piel pálida, brotando de ella plumas negras a medida que su tamaño se reducía y en su lugar aparecía un cuervo que aleteaba con frenesí. Su visión se vio reducida, pero sus instintos de pájaro se agudizaron. Agradeció solo entonces la existencia del cuervo entrometido que había osado picotear la preciosa joya de su juguete, ahora había otro más. Graznó a la nada, y agitó las alas en su descenso hacia los recodos oscuros de la Montaña Prohibida. Ahora pasar desapercibida sería mucho más fácil, pensaba, mientras planeaba segura en busca del sonido acompasado.
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Morrigan
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Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
- Cállate. -dice la bruja y llego a cerrar mis ojos, a la espera de la bofetada habitual, pero me sorprendo de que no pase nada más. Por supuesto, no abro mi boca de nuevo.
Abro los ojos y la veo observarme por un instante antes de darme la orden de subir:
- Pero... -trato de protestar, sin embargo Lady Hellberg me interrumpe:
- ¡Rápido! ¡Muévete, estúpida! No tenemos todo el día. -y se aleja sin mirar siquiera una vez hacia atrás.
Pronto sus pasos ya no se oyen y... me encuentro sola en el castillo.
La idea de huir me llena el corazón, pero cuando oigo un cuervo a lo lejos de inmediato pongo la mano sobre el collar. El collar... Si huyo ahora, moriré envenenada... Salir del burdel es sólo una ilusión, estoy presa con corrientes, no de metal, pero de sangre y piel quemada... Bajo mi mano desde el collar hacia la quemadura sobre mi seno... Y cierro mi puño.
Miro las tres alternativas, ya que no puedo seguir a Lady Hellberg de vuelta a las mazmorras, cuando oigo los pasitos del soldado. Asustada, empiezo a correr sin mucha elegancia, subiendo, que donde hay luz hay esperanza.
La escalera se estrecha, lo que me comprueba que estoy yendo a otro lugar del castillo, cuando me encuentro con varias puertas. Para ocultarme del soldado, empiezo a empujar una a una, hasta que una se abre y, luego de mirar atrás, entro.
Abro los ojos y la veo observarme por un instante antes de darme la orden de subir:
- Pero... -trato de protestar, sin embargo Lady Hellberg me interrumpe:
- ¡Rápido! ¡Muévete, estúpida! No tenemos todo el día. -y se aleja sin mirar siquiera una vez hacia atrás.
Pronto sus pasos ya no se oyen y... me encuentro sola en el castillo.
La idea de huir me llena el corazón, pero cuando oigo un cuervo a lo lejos de inmediato pongo la mano sobre el collar. El collar... Si huyo ahora, moriré envenenada... Salir del burdel es sólo una ilusión, estoy presa con corrientes, no de metal, pero de sangre y piel quemada... Bajo mi mano desde el collar hacia la quemadura sobre mi seno... Y cierro mi puño.
Miro las tres alternativas, ya que no puedo seguir a Lady Hellberg de vuelta a las mazmorras, cuando oigo los pasitos del soldado. Asustada, empiezo a correr sin mucha elegancia, subiendo, que donde hay luz hay esperanza.
La escalera se estrecha, lo que me comprueba que estoy yendo a otro lugar del castillo, cuando me encuentro con varias puertas. Para ocultarme del soldado, empiezo a empujar una a una, hasta que una se abre y, luego de mirar atrás, entro.
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
^I^LABORTORIO ^I^ (MORRIGAN)
El sonido provenía de una puerta cerrada gruesa con unos barrotes por done un ave podría caber perfectamente, de hecho habían claros signos de que un cuervo se había pasado muchas veces hay.
desde dentro el ruido se detuvo de golpe y una conversacion llego a tus oídos.
-espera... ¡¿que?! me dices... ¡¿que tengo visita?!
-así es señor...
-estas de broma o tienes una aguja clavada mal...
-no señor tal y como le cuento 2 damas preguntan por voz.
Noligma ladeo el rostro con un gesto confuso
-es inaudito... desde que estoy en el trono no ha habido ninguna visita...
el mayordomo convino
-si , sera que les gusta mas la compañía de Maléfica.
-no bromees con eso...
parecía dificil pensar que el mayordomo pudiera decir algo en broma.
Estaba claro que su comportamiento con Noligma era totalmente distinto que con el resto.
-bueno... debo asistir ... por favor terminarme de recoger esto.
-claro señor... es una pena que no hayan venido antes de que la conociera verdad?
Noligma que estaba a punto de salir por otra puerta distinta se volvió a su mayordomo
-no se de que me hablas, pero no es el momento.
Noligma salio de la habitación y dejo a su mayordomo a solas
El laboratorio era un lugar iluminado por unas bombillas que se están apagando, al parecer el ruido compasado era de una maquina que les daba energía (como un gran motor primitivo)
hay estanterías llenas de libros, botes con especímenes en formol.
También habían algunos asuntos mas mágicos, como pergaminos y algunas pócimas en recipientes de cristal.
***CUARTO INFANTIL*** (CENICIENTA)
El guardia perdió absolutamente la orientación persiguiendo en vano a cenicienta y su acompañante, sin saber que ella se había escondido en un cuarto continuo su avance ha saber donde... días mas tarde se encontraría desnutrido y sediento aun buscándola
El cuarto donde te habías metido era aterradoramente alegre, semi empapeladas con papel, donde algún niño había dibujado muchas cosas, de entre ellas destacaba una mujer alta con cuernos junto con dos niños muy pequeños que se cogían de la mano.
El resto eran resultado de la imaginación o pesadilla de ellos, en algunas partes el papel estaba quemado al igual que los pocos muebles de la habitación.
Habían juguetes por el suelo, algunos quemados, y también habían pintadas en el suelo.
una cama ahora mohosa estaba rodeada por rejas como si fuera una celda de aislamiento, como si fuera un prisionero.
Toda la habitación tenia una increíble gruesa capa de polvo.
Hacia años que nadie entraba allí.
podías permanecer todo el tiempo que quisieras, pero no podías quedarte eternamente
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Yer Noligma
Heredero de la Montaña Prohibida
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Revoloteó, procurando hacer el más mínimo ruido posible, hasta posarse en el saliente lleno de plumas y excrementos. No había tiempo para volverse escrupulosa, por lo que dio un par de saltitos hacia delante, escuchando las voces que retumbaban dentro con suma atención. Las conversaciones ajenas tenían algo realmente atractivo, ese deseo perverso de escuchar cualquier intercambio de ideas clandestino, que siempre proporcionaban más datos de los debidos.
Dos voces… Una másculina y otra femenina. Pero la femenina no era Cenicienta, pues no tenía constancia de que la hubiese seguido, ni de que fuese más rápida que ella al bajar los escalones. El cuervo ladeó la cabeza y parpadeó, luchando por ponerle cara a ese vibrar de cuerdas vocales, que le hicieron recordar al estrafalario mayordomo y su cantarino sonido envolvente que tanto chocaba con el aspecto del que hacía gala. Perfecto.
-Es inaudito... Desde que estoy en el trono no ha habido ninguna visita...
Un pequeño graznido escapó por su pico. Vaya, eso si que era muy interesante y revelador, atrayendo su atención de forma irremediable. Su significado era claro, y pocas conjeturas podían rebatirlo y darle otro motivo: La antigua dueña era historia, y otro ocupaba su sitio. Su hijo. Eso le produjo algún tipo de regocijo, pero también la inquietante sensación de que si verdadermente ese tipo sentaba sus posaderas en el trono de piedra que coronaba la sala circular, posiblemente se debía a que su poder competía directamente con el de su difunta madre. Eso no era nada halagüeño, y despertaba en Morrigan el amargo escozor de la amenaza. Si no andaba mal encaminada, tanto la criatura metálica como el esperpéntico músico, debían ser indudables siervos… Siervos cuyas existencias se tambaleaban en un estado entre la vida y la muerte, desafiando a toda lógica con un poder que pocos poseían. De haberse hallado en forma humana, habría rechinado los dientes. Lo interpretó como un claro desafío, un reto hacia sus propias habilidades mágicas como nigromante. Queriendo o no, eso era una amenaza para Morrigan.
Pero todo a su momento. Aguzó el oído. El resto de la información le resultó inconexa e insuficiente. Una verdadera lástima, pues precisamente era lo que más necesitaba en ese momento; aún así no la desechó, ya que nunca se sabía cuando iba a poder necesitarla. Aunque fuese una dosis pequeña, toda averiguación era poca.
Una puerta se cerró, y se hizo el silencio. No era total, aún podía escuchar al mayordomo manipulando algunos objetos, junto con un constante sonido, por lo que se aventuró hacia delante para poder ver mejor.
Esa sí que era una sala del tesoro, o al menos lo era para la hechicera, que revoloteó sin perder detalle hasta posarse encima de una estantería cargada de volúmenes. Todo lo que veía era una pequeña fortuna en objetos de interés de estudio, y posiblemente más valioso que cualquier chisme de la nobleza de los que le traían las chicas de su burdel. Sin duda su elección había sido la acertada, y no se lamentaba de ello, pues había matado casi sin quererlo dos pájaros de un tiro, no literalmente hablando. Había muchas más cosas que le interesasen más allá de los pergaminos, que sin duda serían algo digno de ojear. Era el mayordomo lo que impulsaba la adrenalina que corría en torrente por sus venas: tocar su superficie metálica e ir más allá. Arrebatarle esos hilos que lo agarraban al mundo de los vivos para ser ella quien los manejase.
Miró hacia la puerta. En ese preciso instante cometió una imprudencia, pero no pensaba dejar más tiempo pasar cuando tenía lo que quería en bandeja de plata. El ave saltó de la estantería, y cayó al suelo entre el susurrar de las telas negras que componían el atuendo de la mujer. Morrigan agarró un objeto de los que atestaban la sala y bloqueó con él la puerta, para después encaminarse hacia el ser de voz femenina, contoneándose como una cazadora dispuesta a abatir a su presa.
-Por fin solos…-Susurró con voz empalagosa.
Dos voces… Una másculina y otra femenina. Pero la femenina no era Cenicienta, pues no tenía constancia de que la hubiese seguido, ni de que fuese más rápida que ella al bajar los escalones. El cuervo ladeó la cabeza y parpadeó, luchando por ponerle cara a ese vibrar de cuerdas vocales, que le hicieron recordar al estrafalario mayordomo y su cantarino sonido envolvente que tanto chocaba con el aspecto del que hacía gala. Perfecto.
-Es inaudito... Desde que estoy en el trono no ha habido ninguna visita...
Un pequeño graznido escapó por su pico. Vaya, eso si que era muy interesante y revelador, atrayendo su atención de forma irremediable. Su significado era claro, y pocas conjeturas podían rebatirlo y darle otro motivo: La antigua dueña era historia, y otro ocupaba su sitio. Su hijo. Eso le produjo algún tipo de regocijo, pero también la inquietante sensación de que si verdadermente ese tipo sentaba sus posaderas en el trono de piedra que coronaba la sala circular, posiblemente se debía a que su poder competía directamente con el de su difunta madre. Eso no era nada halagüeño, y despertaba en Morrigan el amargo escozor de la amenaza. Si no andaba mal encaminada, tanto la criatura metálica como el esperpéntico músico, debían ser indudables siervos… Siervos cuyas existencias se tambaleaban en un estado entre la vida y la muerte, desafiando a toda lógica con un poder que pocos poseían. De haberse hallado en forma humana, habría rechinado los dientes. Lo interpretó como un claro desafío, un reto hacia sus propias habilidades mágicas como nigromante. Queriendo o no, eso era una amenaza para Morrigan.
Pero todo a su momento. Aguzó el oído. El resto de la información le resultó inconexa e insuficiente. Una verdadera lástima, pues precisamente era lo que más necesitaba en ese momento; aún así no la desechó, ya que nunca se sabía cuando iba a poder necesitarla. Aunque fuese una dosis pequeña, toda averiguación era poca.
Una puerta se cerró, y se hizo el silencio. No era total, aún podía escuchar al mayordomo manipulando algunos objetos, junto con un constante sonido, por lo que se aventuró hacia delante para poder ver mejor.
Esa sí que era una sala del tesoro, o al menos lo era para la hechicera, que revoloteó sin perder detalle hasta posarse encima de una estantería cargada de volúmenes. Todo lo que veía era una pequeña fortuna en objetos de interés de estudio, y posiblemente más valioso que cualquier chisme de la nobleza de los que le traían las chicas de su burdel. Sin duda su elección había sido la acertada, y no se lamentaba de ello, pues había matado casi sin quererlo dos pájaros de un tiro, no literalmente hablando. Había muchas más cosas que le interesasen más allá de los pergaminos, que sin duda serían algo digno de ojear. Era el mayordomo lo que impulsaba la adrenalina que corría en torrente por sus venas: tocar su superficie metálica e ir más allá. Arrebatarle esos hilos que lo agarraban al mundo de los vivos para ser ella quien los manejase.
Miró hacia la puerta. En ese preciso instante cometió una imprudencia, pero no pensaba dejar más tiempo pasar cuando tenía lo que quería en bandeja de plata. El ave saltó de la estantería, y cayó al suelo entre el susurrar de las telas negras que componían el atuendo de la mujer. Morrigan agarró un objeto de los que atestaban la sala y bloqueó con él la puerta, para después encaminarse hacia el ser de voz femenina, contoneándose como una cazadora dispuesta a abatir a su presa.
-Por fin solos…-Susurró con voz empalagosa.
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
Entro a la habitación y me apoyo en la puerta cerrada. Pongo mi mano en mi boca, para que no se escuche mi respiración mientras oigo más altos los pasos en el pasillo. Por suerte, los pasitos no se detienen, sino que siguen, hasta que se apagan en la lejanía.
Una vez que estoy segura que estoy sola, me doy vuelta y percibo algo tarde que no revisé dónde había entrado. Ya sería la segunda vez, si contamos mi entrada estúpida al burdel. Suspiro al pensar que no he aprendido nada de las terribles experiencias de mi vida.
Bueno, miro ahora, y reconozco a una habitación infantil, abandonada. Luego de una mirada general, me pican las manos por limpiar... Y a duras penas me aguanto, ya que la gran capa de polvo me indica que a nadie le importará si lo hago.
Avanzo y me tomo un juguete del suelo. Es un muñeco, con media cabeza, sin una pierna, quemado y rajuñado. Con cuidado, le empiezo a quitar las telarañas.
Por más que la habitación no sea de mi agrado, por las jaulas principalmente, tampoco quiero salir a los pasillos. Pero... no puedo quedarme aquí por siempre...
Respiro hondo, sin soltar el muñequito, y me asomo a la puerta. Silencio.
Con mucho recelo, vuelvo a caminar, muy incómoda de que mis zapatitos hagan ruido al pisar las piedras del suelo.
Una vez que estoy segura que estoy sola, me doy vuelta y percibo algo tarde que no revisé dónde había entrado. Ya sería la segunda vez, si contamos mi entrada estúpida al burdel. Suspiro al pensar que no he aprendido nada de las terribles experiencias de mi vida.
Bueno, miro ahora, y reconozco a una habitación infantil, abandonada. Luego de una mirada general, me pican las manos por limpiar... Y a duras penas me aguanto, ya que la gran capa de polvo me indica que a nadie le importará si lo hago.
Avanzo y me tomo un juguete del suelo. Es un muñeco, con media cabeza, sin una pierna, quemado y rajuñado. Con cuidado, le empiezo a quitar las telarañas.
Por más que la habitación no sea de mi agrado, por las jaulas principalmente, tampoco quiero salir a los pasillos. Pero... no puedo quedarme aquí por siempre...
Respiro hondo, sin soltar el muñequito, y me asomo a la puerta. Silencio.
Con mucho recelo, vuelvo a caminar, muy incómoda de que mis zapatitos hagan ruido al pisar las piedras del suelo.
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
^I^ LABORATORIO^I^
El mayordomo continuo limpiando sin volverse, estaba recogiendo una mesa llena de herramientas alrededor de un cuerpo mecanico, parecido al del mayordomo, pero sin duda echo para parecer femenina, tenia caderas y pechos aunque no muy grandes, era flacucho y de aspecto delicado.
El mayordomo finalmente respondio
-Asi que has dejado las plumas... creeme no te sentaban bien a tu piel.
Aquello debio coger desprevenido a Morrigan
-Greed pasa tiempo por aqui... pero picotea todo lo brillante del laboratorio... es mas me extraña que mi amo no lo notase... sin duda es un necio, pero me sorprende verlo tan increiblemente despistado ultimamente... ademas ella te persigue.
El mayordomo seguia trabajando mientras hablaba.
-Bueno, bruja ¿que te trae por aqui?
Parecia que el mayordomo era dado a los mismos golpes bajos de su amo, pero eran tambien propios de los mortales, no de las maquinas, demostrando definitivamente que habia un alma en el.
El mayordomo termino y se volvio a ella.
-Admito que como trozo de un alma... no es que sea un reto encontrar nigromantes, pero tu eres mas que eso ¿verdad? Siento como bibro en tu presencia... pero tranquila mi amo no sabe nada... ni creo que lo valla a saber.
El mayordomo entrecerro sus lentes.
-Pero mas vale que tu acompañante sea lo que finge ser, una doncella... por que sera tonto para algunas cosas, pero un dragon sabe si una doncella es o no lo es... es naturaleza egoista de esas asombrosas criaturas.
[] TORRE NORTE []
Pronto comprendiste que te debias hayar en un torreon del castillo, solo habian escaleras circulares y cuartos, algunos estaban llenos de muebles mohosos, y otros completamente vacios.
Uno en especial tenia cama, mesa y incluso un horno, se veia la mas elegante de por alli (para mayor descripcion leer "provando sabores")
Pronto cenicienta ollo una voz que subia por las escaleras.
-La habeis perdido?! A mis unicas invitadas?! Mas vale que las encuentre en la habitacion de invitados ¡o rodaran cabezas!
El mayordomo continuo limpiando sin volverse, estaba recogiendo una mesa llena de herramientas alrededor de un cuerpo mecanico, parecido al del mayordomo, pero sin duda echo para parecer femenina, tenia caderas y pechos aunque no muy grandes, era flacucho y de aspecto delicado.
El mayordomo finalmente respondio
-Asi que has dejado las plumas... creeme no te sentaban bien a tu piel.
Aquello debio coger desprevenido a Morrigan
-Greed pasa tiempo por aqui... pero picotea todo lo brillante del laboratorio... es mas me extraña que mi amo no lo notase... sin duda es un necio, pero me sorprende verlo tan increiblemente despistado ultimamente... ademas ella te persigue.
El mayordomo seguia trabajando mientras hablaba.
-Bueno, bruja ¿que te trae por aqui?
Parecia que el mayordomo era dado a los mismos golpes bajos de su amo, pero eran tambien propios de los mortales, no de las maquinas, demostrando definitivamente que habia un alma en el.
El mayordomo termino y se volvio a ella.
-Admito que como trozo de un alma... no es que sea un reto encontrar nigromantes, pero tu eres mas que eso ¿verdad? Siento como bibro en tu presencia... pero tranquila mi amo no sabe nada... ni creo que lo valla a saber.
El mayordomo entrecerro sus lentes.
-Pero mas vale que tu acompañante sea lo que finge ser, una doncella... por que sera tonto para algunas cosas, pero un dragon sabe si una doncella es o no lo es... es naturaleza egoista de esas asombrosas criaturas.
[] TORRE NORTE []
Pronto comprendiste que te debias hayar en un torreon del castillo, solo habian escaleras circulares y cuartos, algunos estaban llenos de muebles mohosos, y otros completamente vacios.
Uno en especial tenia cama, mesa y incluso un horno, se veia la mas elegante de por alli (para mayor descripcion leer "provando sabores")
Pronto cenicienta ollo una voz que subia por las escaleras.
-La habeis perdido?! A mis unicas invitadas?! Mas vale que las encuentre en la habitacion de invitados ¡o rodaran cabezas!
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Yer Noligma
Heredero de la Montaña Prohibida
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
- Spoiler:
- Off: ¿La habitación que le diste a Blanca Nieves? o.0
Avanzo por los pasillos, y de pronto encuentro una ventana angosta y me asomo:
- Oh... -la vista es preciosa... El aire frío hace que una columna de vapor salga de mi boca, pero de todas formas me quedo un momento allí, observando las múltiples montañas, llenas de nieve, toda la naturaleza en su máxima belleza. Está vacío, sólo las rocas y la nieve, pero quizás es la gran soledad lo que hace todo tan lindo.
Suspiro antes de dejar la ventana, porque me he enfriado un poco donde el abrigo que me pasó Lady Hellberg no me protege. Sigo subiendo, caminando, hasta que encuentro una puerta semiabierta.
Sin la prisa que tenía antes, me detengo a observar la habitación desde el umbral, fijándome en la cama desordenada y algo manchada. ¿Pero tienen una cocina aquí? Finalmente entro, porque está todo sucio de harina, masa y manzanas.
Me tapo la nariz, ya que las manzanas están medio podridas, ¿y nadie limpia nada aquí? Ya iba a tomar una bolsa para empezar a juntar la basura, cuando el muñequito estropeado que sujeto en mi mano me recuerda que no estoy en un lugar "normal".
¡De pronto, oigo voces en el pasillo! Me quedo sin saber qué hacer, escondiendo el muñequito detrás mío, cuando la puerta se abre.
- Spoiler:
- Off: ¿Me parezco a Elsa? Soy rubia y visto un traje blanco... (al menos por segundos)
Re: Sacrificando la doncella al dragón [Cenicienta, Noligma y Hikari]
-Asi que has dejado las plumas... creeme no te sentaban bien a tu piel-Oyó como decía su voz, ese sutil acorde femenino que escapaba de su boca metálica. Morrigan se detuvo en seco, ladeando la cabeza para componer una expresión suspicaz y divertida a partes iguales- Greed pasa tiempo por aqui... pero picotea todo lo brillante del laboratorio... es mas me extraña que mi amo no lo notase... sin duda es un necio, pero me sorprende verlo tan increiblemente despistado ultimamente... -¿Un criado rebelde? Vaya, eso era algo con lo que no había contado, pero que igualmente le gustaba. Tenía la vaga impresión de que el mayordomo consideraba indigno a su amo, o tal vez no terminaba de estar en total sintonía con él. Podía ser perfectamente una trampa, claro está, ya que su desconocimiento sobre el lugar y sus moradores era completamente ajeno a ella, y allá donde pisaba podían ser arenas movedizas- ademas ella te persigue-¿Ella? ¿Quién era ella? No hizo ningún comentario al respecto. La información tenía un precio, pero con algo de habilidad podría sortearlo. Fingiría saber de que hablaba para atar los cabos por su cuenta, y se limitaría a formular solo las preguntas pertinentes cuyas respuestas no tuviese modo de hallar.
Sin embargo había llegado a un punto en el que debía hablar claro, fingir ya no tenía sentido cuando acababa de ser delatada de una forma tan evidente. Ese ser destilaba inteligencia, algo que encontró terriblemente inusual, lo cual la obliga a, como buena jugadora, poner sus cartas sobre la mesa. Que no todas. Sólo las suficientes para estar en igualdad de condiciones en lo que respectaba a información.
-No me interesan las baratijas-Contestó con condescendencia, golpeándose el labio inferior con el dedo índice. No se rebajaría al nivel de un animal-Bruja… ¡Que poco adecuado!-Negó con la cabeza, suspirando como si sus palabras le doliesen enormemente-Si no te importa, prefiero otros términos menos… Violentos-Se acercó un poco, mostrando una sonrisa lobuna que dejaba ver todos y cada uno de sus dientes blancos-Tengo la impresión de que tú y yo podemos entendernos-Bajó fugazmente la mirada hacia el proyecto que se hallaba sobre la mesa, y alzó una ceja, con una expresión extraña en su rostro-Depende de a lo que te refieras…-¿Trozo de un alma? Curioso… Muy curioso. Ese poder era inverso al suyo, que era incapaz de dotar de espíritu al cuerpo reanimado. Los nacidos del caldero eran especímenes sin voluntad, cáscaras vacías que sólo vivían para obedecer hasta que sus cuerpos fuesen reducidos a la nada. Pero ese armatoste estaba muy vivo. Al parecer el hijito de Maléfica tonteaba con las artes oscuras, bueno, ¿Acaso debía extrañarle? A no ser que fuese obra de su queridisima madre. ¡Arg!, odiaba pensar en los elogios que vertía Arawn, ese estúpido pelota. Sólo esperaba que el autómata no hubiese intentado engañarla o que su juicio no estuviese nublado por algún tipo de rencor residual. Si el duelo era un necio, mejor para ella. Los ilusos eran más fáciles de manejar. Morrigan agarró una pieza extraña que había sobre la mesa. La miró de mala gana y volvió a dejarla en su sitio, como si careciese del interés suficiente como para dedicarle más tiempo-Y por qué… ¿Debo creer en tu silencio? Tengo la impresión de que tu consideración está siendo demasiado grande-Inquirió con cierta suspicacia, apretando los labios para hacer un mohín falsamente inocente, tratando de anticiparse a sus pensamientos.
-Pero mas vale que tu acompañante sea lo que finge ser, una doncella... por que sera tonto para algunas cosas, pero un dragon sabe si una doncella es o no lo es... es naturaleza egoista de esas asombrosas criaturas-Un dragón… Su rostro se alteró ligeramente, pero volvió a serenarse y a componer su sonrisa número tres, tan cálida como falsa. En sus ojos se percibía la amenaza. Claro, eso lo explicaba todo, y lo hacía todo más interesante aún… A la par que suicida. Sin duda Maléfica se había asegurado de dejar tras de sí una descendencia que, en cierto modo, continuase su legado. Pero casi sin quererlo había acudido a una de las fuentes que podía sacar sus trapos sucios con mayor precisión. La cuestión era creérselo o no.
-Mi doncella será lo que yo le ordene que sea-Comentó, quitando con el dedo una mancha de grasa que había sobre la mesa, y expandiéndola entre las yemas-Tal vez me subestimas-Agregó, entrelazando sus falanges con gesto afligido-¿Tan vulgar me consideras?
Sin embargo había llegado a un punto en el que debía hablar claro, fingir ya no tenía sentido cuando acababa de ser delatada de una forma tan evidente. Ese ser destilaba inteligencia, algo que encontró terriblemente inusual, lo cual la obliga a, como buena jugadora, poner sus cartas sobre la mesa. Que no todas. Sólo las suficientes para estar en igualdad de condiciones en lo que respectaba a información.
-No me interesan las baratijas-Contestó con condescendencia, golpeándose el labio inferior con el dedo índice. No se rebajaría al nivel de un animal-Bruja… ¡Que poco adecuado!-Negó con la cabeza, suspirando como si sus palabras le doliesen enormemente-Si no te importa, prefiero otros términos menos… Violentos-Se acercó un poco, mostrando una sonrisa lobuna que dejaba ver todos y cada uno de sus dientes blancos-Tengo la impresión de que tú y yo podemos entendernos-Bajó fugazmente la mirada hacia el proyecto que se hallaba sobre la mesa, y alzó una ceja, con una expresión extraña en su rostro-Depende de a lo que te refieras…-¿Trozo de un alma? Curioso… Muy curioso. Ese poder era inverso al suyo, que era incapaz de dotar de espíritu al cuerpo reanimado. Los nacidos del caldero eran especímenes sin voluntad, cáscaras vacías que sólo vivían para obedecer hasta que sus cuerpos fuesen reducidos a la nada. Pero ese armatoste estaba muy vivo. Al parecer el hijito de Maléfica tonteaba con las artes oscuras, bueno, ¿Acaso debía extrañarle? A no ser que fuese obra de su queridisima madre. ¡Arg!, odiaba pensar en los elogios que vertía Arawn, ese estúpido pelota. Sólo esperaba que el autómata no hubiese intentado engañarla o que su juicio no estuviese nublado por algún tipo de rencor residual. Si el duelo era un necio, mejor para ella. Los ilusos eran más fáciles de manejar. Morrigan agarró una pieza extraña que había sobre la mesa. La miró de mala gana y volvió a dejarla en su sitio, como si careciese del interés suficiente como para dedicarle más tiempo-Y por qué… ¿Debo creer en tu silencio? Tengo la impresión de que tu consideración está siendo demasiado grande-Inquirió con cierta suspicacia, apretando los labios para hacer un mohín falsamente inocente, tratando de anticiparse a sus pensamientos.
-Pero mas vale que tu acompañante sea lo que finge ser, una doncella... por que sera tonto para algunas cosas, pero un dragon sabe si una doncella es o no lo es... es naturaleza egoista de esas asombrosas criaturas-Un dragón… Su rostro se alteró ligeramente, pero volvió a serenarse y a componer su sonrisa número tres, tan cálida como falsa. En sus ojos se percibía la amenaza. Claro, eso lo explicaba todo, y lo hacía todo más interesante aún… A la par que suicida. Sin duda Maléfica se había asegurado de dejar tras de sí una descendencia que, en cierto modo, continuase su legado. Pero casi sin quererlo había acudido a una de las fuentes que podía sacar sus trapos sucios con mayor precisión. La cuestión era creérselo o no.
-Mi doncella será lo que yo le ordene que sea-Comentó, quitando con el dedo una mancha de grasa que había sobre la mesa, y expandiéndola entre las yemas-Tal vez me subestimas-Agregó, entrelazando sus falanges con gesto afligido-¿Tan vulgar me consideras?
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