Barquitos de papel (Bailarina + libre)

Lugar: Costa.

Correr, mi cuerpo, aunque humano, me pide correr. ¿Os es mi corazón el que me pide correr? De todas formas, vine al único lugar que me tranquiliza... el mar.

Me quito las botas y mis pies se hunden en la arena. Entonces, aunque ya estoy transpirado, sigo corriendo, con todas mis fuerzas, con el objetivo único de agotarme y no pensar...

En ella.

¿Y por qué no puedo hacer nada para evitar la opresión de Shana sobre ella? Porque yo... no soy nadie...

Suspiro amargamente, tratando de sacar toda la tristeza y desilusión que me trae ver la luna en esta noche que parece tan tranquila, una más sin él, una más fuera de casa. Mirando las estrellas y la falta de nubes en el cielo, me muerdo los labios pensando que tal vez el Duende tenía razón con mi Soldado. Vagar sin sentido no ha sido muy útil para encontrarlo, aunque me ha servido para llegar hasta aquí. Al agua. Al ente que tanto me gusta, pero que irónicamente se ha llevado a mi amor.

Me llevo las manos al cabello intentando calmar mi tristeza, sin dejar de caminar por la suave arena. No quiero llorar, alguien puede verme. Aunque con suerte, podría ser él.

Sigo corriendo, con la idea ciega de correr hasta agotarme, cuando veo una figura que contrasta en contra de la arena.

Empiezo a frenar mi galope, deteniéndome justo a tiempo antes de chocar, pero infelizmente sin lograr evitar tirarle arena a... ¿una chica?

- ¡Perdona! ¡Venía muy rápido, sino me hubiera detenido antes! -explico aún ofegante. Lo primero que me fijo es en el color de pelo, que a la luz de la luna se ve negro, y espero que siga así cuando llegue el sol. Mira que hasta ahora, todas las pelirrojas que se han cruzado en mi camino me han traído problemas...

Pero aunque sea morena, no es normal que una chica sola esté en la playa. Bueno, no "debiera" ser normal, que es de lo más común en mi equina vida. Busco alrededor, pero la chica parece sola:

- ¿Qué haces sola en la orilla del mar de noche? -y mientras observo su vestido que no parece de aldeana común, sigo preguntando- ¿Eres una princesa o una náufraga? ¿O ambas cosas? -He visto tanta gente diferente que todo es posible en estos días...

OFF: Perdón por la enorme tardanza


Miro fijamente a la luna, sintiendo cómo mi visión se nubla gradualmente  por algunas lágrimas traviesas que se me salieron de control. Me quito las manos del cabello y me dispongo a secar esas gotas delatoras de mi rostro, cuando siento un impacto de... ¿arena? Comenzaba a pensar que había una ventisca cuando escuché una voz masculina, que por fortuna no era la del Duende, pero por mala suerte tampoco era la de mi Soldado.

Giro mi cabeza rápidamente por enojo: ¡Me ha llenado de arena! ¡Me veo espantosa y así mi amado nunca me reconocerá! Sin embargo, miro su expresión preocupada y no parece tener malas intenciones o portar la misma expresión lúgubre del Duende. Recobro la calma perdida el segundo anterior y le sonrío antes de responder, sacudiéndome la arena que me queda en la cara y las ropas. -Oh, no te preocupes, entiendo que fuera un accidente...-. Lo miro a los ojos y sé que es cierto, si hubiera sido intencional su tono de voz sería similar al de la Cocinera. Señora tan poco elegante, tuve que reprimir un gesto de desagrado al pensar en ella.

-Oh, yo solo... daba un paseo, me gusta el agua- dije. Aunque no sé cómo llegué aquí y nunca había estado con agua tan ruidosa o arena tan suave, pensé. -Ahm no, ni una ni otra. Soy bailarina... de ballet- le explico a este hombre mientras hago una posición de ballet y acto seguido procedo a sacudir mi cabello por restos de arena. No podía entrar en más detalles, porque un castillo de cartón con realeza a la que nunca había visto pero a la que tan fielmente trabajé por tanto tiempo no sería algo aceptable en el mundo humano. -¿Y tú?- le pregunto mirando su ropa, creo que me recuerdan a algunos juguetes de los niños pero no estoy segura.

Suelto un resoplido de alivio ante sus palabras, ya que no se ha enojado conmigo ni nada. De hecho... ¡hago una mueca al ver que le he tirado arena hasta en el pelo!

- Gracias por entenderlo... Es que la playa se veía desierta y, aunque hay luz de luna, como dije, ¡venía demasiado rápido como para detenerme a tiempo! -En realidad, hasta podría haber chocado con ella de no haber visto su contraste contra la arena plateada por la luna.

Pero me sorprendo al ver que en un instante hace una postura de lo más elegante y fina, que incluso me recuerda un poco los gestos de Lady Katrina. Sin embargo, las únicas bailarinas que he visto en los diferentes puertos no tenían nada de graciosas y elegantes, sino todo lo contrario:

- ¿Ballet? -pregunto confundido- ¿Es un baile sólo para la corte? -Eso explicaría que nunca lo hubiera visto, ya que aparte de la fiesta de Ela, o la vez que entré en el castillo de Desirée, no tengo el menor contacto con todo eso de la nobleza.

Pero el verla quitándose arena me provoca ayudarle, aunque me sujeto las manos, ya que las damas de la nobleza son mucho más quisquillosas que las aldeanas:

- ¿Y tú? -me pregunta a su vez. Respiro hondo antes de responder, ya que debo pensar bien lo que saldrá de mi hocico. Mira que sería muy torpe si con todo lo que me ha pasado en mi vida no hubiera aprendido algo, como por ejemplo, evitar problemas:

- Soy el capataz de un finca que produce los mejores vinos de Marshovia. -listo: he dicho poco, sólo lo justo y necesario, como debe ser.- No tengo nada que ver con la piratería, o con caballos, ni nada por el estilo. Soy Paul, a sus órdenes. -Hago una ligera reverencia y quedo muy satisfecho ya que no dije que soy un pirata expulsado, o que nascí poney, ni nada que me delate.- ¿Así que os gusta el agua, eh? Pues el océano es el mejor lugar donde podrías haber llegado, ya que te lo puedo decir por experiencia propia, que por más que te subas en un barco, puedes seguir en línea recta hacia cualquier dirección ¡y verás que el agua simplemente no se acaba! -apunto hacia el norte, el oeste y el sur, siempre en dirección al mar, la única cosa que logra hacer que respire tranquilo de nuevo.

Spoiler:

-¿Es un baile sólo para la corte?- me pregunta con gesto claramente confundido. Abrí la boca para explicarle, pero lo que dijo me hizo pensar. La corte... eso me ayudaría a entender mejor mi labor en aquel castillo. Tal vez yo pertenecía a la corte del castillo de cartón, solo que mi lugar no era junto a sus majestades, sino afuera cuidando del lago y de los cisnes y dando el espectáculo de mi vida, y por eso nunca vi a los reyes. Por un momento eso me trajo paz, ya que ese era otro de los asuntos que me había estado dando vueltas en la cabeza las últimas horas. Sí, debía ser eso. -Eh, digamos que algo así, estaba a las órdenes de los reyes del castillo de donde vengo. Los entretenía con mi baile- respondo con seguridad, como si fuera humana auténtica.

Con su explicación levanto una ceja. Al menos estaba hablando con alguien de cierto nivel, que convenientemente estaba deambulando por la playa como yo, con la diferencia de que él sí parecía saber dónde se encontraba, no haber llegado por accidente como me había pasado. Aunque a decir verdad me confundió con lo último que dijo, con lo que dejo la ceja levantada e intento sonreír, comprensiva. Tal vez todos los humanos son así de confusos. -Encantada, Paul, yo soy...-, ¿qué iba a decirle, una Bailarina de papel en busca de su Soldado de plomo? De pronto recordé el nombre de quien había sido inspiración para que aquel anciano me creara. -...Balbina, Balbina Papier- le digo inclinándome levemente mientras tomo los laterales de mi falda.

De pronto unas palabras que él dice me sacan de mi crítica interna: el océano, mientras señala esa agua tan ruidosa y olor peculiar. Con que así se llama... océano, ese es el mar, solo le había escuchado esos términos a los humanos y al Duende, lo que hace que mi corazón dé un salto en mi pecho. Si este hombre conocía ese tal océano, y éste no tenía fin... no puedo evitar soltar un jadeo, ¿mi Soldado estará bien? ¿estará perdido? ¿y si nunca lo encuentro? Comienzo a sentirme abrumada. -Paul... ¿de verdad que nunca termina?- pregunto mientras siento que el aire en mis pulmones se va.

Spoiler:

- Eh, digamos que algo así, estaba a las órdenes de los reyes del castillo de donde vengo. Los entretenía con mi baile.

- Oh, vaya... -respondo comprendiendo que las cosas en la corte siempre son diferentes a las cosas en los puertos y aldeas. (Como la bailarina está de espaldas a la luna, Paul no se fija en la ceja de confusión ante sus palabras, quedando con la ilusión de que no se ha delatado.)

"Balbina Papier"... ¿Será de Marshovia o de otro reino? Que no me acuerdo de haber oído un nombre parecido al suyo antes. Sin embargo, antes de preguntarle, escucho su voz llorosa. Entonces doy un paso hacia adelante, quedando ambos con mitad de la luz de la luna en nuestros rostros:

- Bueno... Luego de mucho navegar, finalmente llegas a otros pedazos de tierras, pero ¡por Neptuno os digo que llevo años recorriendo los siete mares y aún no llego al fin!- digo para tranquilizarla, sin embargo, el efecto es totalmente lo contrario. Las mujeres que lloran me ponen nervioso, y cuando me pongo nervioso mi lengua no descansa- ¿Por qué lo preguntas? En realidad, el océano no es taaaaan grande, digo, es grande, pero no es inmenso. Bueno, igual nos demoramos mucho en llegar a aquellas heladas, incluso ví a mi capitán nervioso aquella vez, sin embargo, llegamos a tierra firme. Aunque la nieve no se puede considerar como "firme", ¿me sigues?

No puedo evitar que algunas lágrimas vuelvan a nublarme la vista, aunque con suerte él no me ve. Respiro profundamente y me llevo las manos a la cabeza pensando en uno y mil planes para encontrarlo a ÉL, pero entre más habla Paul más me desilusiono. Tal vez, y solo tal vez, el duende tenía razón y no volvería a ver a mi soldado. Al final finjo que me llevé las manos a la cabeza porque me estoy arreglando el cabello. -Sí Paul, te sigo, con eso de la nieve...- le digo algo distraída, recordando una vez que los niños jugaron a que era invierno en el castillo y nos cubrieron (a todos los juguetes y a mí) de una sustancia blanca que habían fabricado en su cuarto de baño. Por poco acaban conmigo. -Resbaladiza y a veces pegajosa, ¿eh?- le digo intentando sonreír, más no me sale muy bien. Entre el recuerdo de aquella nieve extraña y mis intentos mentales de encontrar a mi soldado, una sonrisa no es precisamente lo más natural que sale de mis labios.

Reúno el valor suficiente de hacerle una pregunta más, aunque sé que muy probablemente me tilde de loca, dado lo que me acaba de decir. Ultimadamente, esa pregunta no hacía daño a nadie más que a mí misma. -Paul, tal vez estoy siendo insistente pero...- poso mi mano derecha sobre su hombro izquierdo. -...dime, ¿encontrar a alguien que se ha ido a navegar por el mar, eh, es difícil? Bueno, mejor dicho, ¿imposible?-. Ya está. No puedo sentirme más ridícula, ni siquiera se compara a esa ocasión en que el niño más pequeño quería ver bajo mi tutú. O tal vez sí, pero mi cabeza está muy revuelta y solo quiero saber sobre ÉL y ese enorme, enorme mar al que huyó.



OFF: Una vez más, lo siento u.u

- Sí Paul, te sigo, con eso de la nieve... Resbaladiza y a veces pegajosa, ¿eh?

- Si, resbaladiza sí, pero no me acuerdo que fuera pegajosa... Mojada y muy helada, en realidad todo en aquellas tierras era helado. -digo recordando aquél viaje con un escalofrío. Fue muy interesante y de hecho, nunca más regresamos a ese lugar. Nieve no combina con piratas.

Me había ido lejos en mis pensamientos, pero la bailarina de la corte me pregunta si es dificil encontrar a alguien en el mar:

- Pues... el mar es inmenso pero hay algunas cosas fijas, como por ejemplo las corrientes. ¿Sabes cuándo viajó esa persona? ¿Y adónde se dirigía? Porque puedes intentar seguir su rastro, y si tienes la suerte a tu favor, encuentras el galeón español que supiste que zarpó hace dos semanas desde el puerto... ¡Ejem! -Me interrumpo forzando un ataque de tos fingido, que no me había dado cuenta que estaba dando demasiada información.- Si sabes el nombre del barco, eso también ayuda mucho, si preguntas en los bares de puerto. -digo para hacer que el diálogo avance y no se detenga a pensar en mi torpeza.

Miro con más atención a la chica, ya que es obvio que busca urgentemente a alguien que se ha echo a la mar:

- ¿Puedo saber a quién buscas? -con mi mano, tomo el mentón de la chica, para observarla bien. No... no la he visto antes, así que, por lo menos en teoría, no debiera ser otra "víctima" de alguno de los piratas del Revenge, como tanto alegaba Gruñón en contra de mi capitán. Claro que, por otra parte, hace rato ya que no estoy con ellos.

Off: Perdonada.

Lo escucho hablar sobre la nieve y algo parece no cuadrar en mi versión de nieve y la suya. Sobre todo el énfasis que hace en lo frío... sería invierno, tal vez, y cuando los niños nos lanzaron su mejunje sería primavera... No le doy importancia y sigo escuchándolo atentamente, ese tipo de detalles no deben distraerme de mi verdadero objetivo.

-Ahm...- comienzo a decir al escuchar sus preguntas, y de pronto uno de sus comentarios me devuelve la esperanza: ¡un barco parece haber zarpado hace poco! Empiezo a esbozar una sonrisa y a sentir que mi corazón late muy deprisa, aunque hay algo en mi interior que me indica que no me emocione tanto. -Bueno pues... no sé el nombre del barco, ni a dónde se dirige, solo sé que fue al mar...- respondo señalando las olas frente a nosotros, sintiéndome algo ridícula con la poca información que poseo, y que tan ciegamente pienso que me llevará a él.

Paul me saca de mi ensimismamiento con un leve sobresalto cuando toca mi mentón. Espero que no me reconozca, no me convienen informantes al Duende justo en este momento en que parece haber esperanzas de encontrar a mi soldado. De pronto su pregunta me provoca una cálida sensación en las mejillas: me sonrojo. Bajo la mirada y busco desesperadamente en mi cabeza una respuesta. -Eh, bueno Paul... él es un soldado, sí, del castillo donde solía trabajar como bailarina- respondo. Suelto un suspiro, en parte por recordarlo allí, parado muy rígido en su labor, y en parte por el alivio de encontrar qué decir. -No es misión oficial, antes de que preguntes. Es solo que éramos... conocidos, me preocupé.- Listo, creo que con eso no nos delato como juguetes ni doy a conocer mi amor por él. En otras circunstancias no habría confiado esa información tan rápidamente, pero Paul se ve como alguien que podría ayudarme. -Y bueno, ¿es que salen muchos barcos siempre? Es decir, ¿muy frecuentemente?- pregunto para acto seguido morderme el labio, en mi interior estoy deseando fuertemente que la respuesta sea negativa y que aquel barco que mencionó sea el de mi soldado. Aunque si esto es como el puerto de juguete de los niños, donde jugaban con algunos barcos mercantiles que iban y venían...

Suelto un resoplido, ya que la chica no tiene ninguna pista para poder localizar el barco. Y así, queda todo relegado a una gota en medio de la inmensidad del océano...

La chica baja la mirada, evitando el contacto visual y dice que busca a...

- ¿Un soldado? -digo haciendo una mueca. Pedazos de engreídos caza-piratas, siempre al acecho, con sus uniformes iguales como si no tuvieran identidad- No sacas mucho preocupándote de un soldado... -A la chica no le gusta mi reacción, porque parece que aprecia al susodicho, y sólo por eso, ignoro mi rabia y sigo tratando de ayudarla:

- Y bueno, ¿es que salen muchos barcos siempre? Es decir, ¿muy frecuentemente?

- Pues, puedes ir al castillo de Marshovia y preguntar cuando ha zarpado un barco con soldados. -digo encogiéndome los hombros- Ellos llevan registro de todo, unos controladores de ... -me tapo la boca, porque casi suelto una palabrota delante de la chica- ¡Perdón! Pero por ahí ya tienes un lugar donde empezar. -digo avergonzado por mi pésima conducta. ¡Pero es que no sé mentir!

Estoy muy preocupada por que Paul pueda ayudarme a encontrarlo, la ilusión me motiva a cada segundo y yo intento poner toda mi atención en cada  una de sus palabras... hasta que osa hablar tan mal de mi soldado. Bueno, no de él directamente, pero algo así. Comienzo a sentir cómo el enojo me cosquillea en el estómago y  se transporta a mis brazos. ¿Cómo que no saco  mucho preocupándome por él? ¡Eso que lo diga el envidioso Duende! ¡Ni siquiera conoce a mi soldado!

Sin embargo intento controlarme porque, en este día de andar deambulando, él ha sido la única persona que parece poder ayudarme, y no debo cometer arrebatos que lo arruinen... no por ahora. Me trago el enojo bajando más la cabeza y colocando mis manos en la cintura, escuchando a lo que continúa diciendo.

El esfuerzo valió la pena, y levanto la cabeza rápidamente para mirarlo a los ojos, aunque todavía con los brazos en jarras. -¿Castillo, eh?- pregunto sorprendida. Es obvio que en ese castillo no me conocen, pero que mencione Marshovia me hace sentir familiar. Por fin algo que me suena. -No tienes que disculparte por lo que dijiste del castillo, Paul... tal vez por lo de los soldados, pero eso no importa ahora- respondo agitando la mano como quitándole importancia. Sonrío y suspiro. -¡Creo que sí es un gran inicio! Y qué bueno que sean así de controladores, ¿eh?- digo dándole un golpecito en el hombro, contenta por lo que me acaba de decir. -¿La finca donde trabajas pertenece al castillo?-

- ¿Castillo, eh?

- Si, el castillo de Marshovia. Quizás incluso ese soldado que buscas puede haber zarpado con el príncipe Eric. -Admiro al príncipe, que no se queda en tierra sino que aprovecha de zurcar los mares, sin embargo... ¿por qué tiene que ir rodeado de soldados? ¿Es que acaso no sabe defenderse solo? Así cualquiera puede conquistar nuevos territorios...

- No tienes que disculparte por lo que dijiste del castillo, Paul... tal vez por lo de los soldados, pero eso no importa ahora. -dice la chica mientras yo hago una nueva mueca. ¿Quiere que hable bien de soldados? ¡No en esta vida!

La chica se entusiasma con la pista que le he dado, y aunque me agrada que se le haya pasado la carita de tristeza, no comparto que su alegría se base en los controladores soldados:

- Espero que lo encuentres, pero sólo porque eso te alegra, porque no le veo utilidad. -digo luego de recibir el suave golpecito que me da en el hombro. Ella es de esas chicas que no tienen fuerzas, delicadas y frágiles, aunque no por ello feas, sino que justamente esa delicadeza te empuja a querer protegerlas. Lady Katrina me pareció asi la primera vez que la ví, pero pronto descubrí su gran fuerza interna. Balbina quizás también fuera así, delicada solo en aparencia. Pero de momento aún no me convenzo de ello, por lo que me decido a llevarla al castillo... Más bien sólo cerca del castillo, que los piratas nunca son bienvenidos por esos lados.

- ¿La finca donde trabajas pertenece al castillo? -me pregunta antes que abra mi hocico.

- ¡No! Digo... Lady Katrina es del reino de Marshovia, pero su finca es propia. Ella no tiene nada que responderle al rey, y en realidad a nadie, ya que es viuda y lo decide todo. -digo con mi pecho inflado y una sonrisa en el rostro. ¡Tengo mucho orgullo de ser su capataz!

Pero ver a la chica mirando al mar me recuerda lo pensado:

- Puedo llevarte cerca del castillo de Marshovia. ¿Quieres que te acompañe? -pero agrego rápido- No puedo llevarte al portón, ¿eh? Pero os dejaré muy cerca, ya en medio del bullicio de la alde... -Me doy cuenta que estamos de noche, y la aldea debe estar muy callada a estas horas. ¿La llevo a la posada de Babette?

-Si, el castillo de Marshovia. Quizás incluso ese soldado que buscas puede haber zarpado con el príncipe Eric.-. Abrí mucho los ojos, sonriendo ampliamente. ¡Por fin ¡Una pista de su paradero! Aunque una vocecilla en mi interior me dice que no me entusiasme demasiado, ya que podría no tratarse de mi soldado, pero qué más da ilusionarse por ahora, es maravilloso. Y me entra una gran duda, algo que no había visto antes: ¿y si él también se convirtió en humano de alguna manera, y Paul tiene razón en que fue con ese príncipe? ¡Qué tonta al pensar que se quedaría en forma de juguete! ¿O no? Como fuera, hice bien en no portarme grosera con Paul. Sigo escuchándolo atentamente, ya que cada segundo que pasa este hombre se va haciendo más valioso para mí.

Vuelve a hacer un comentario que no me encanta, pero no importa. Decido dejarlo pasar puesto que podría ser un gran paso a mi destino: encontrarme con él y ser felices juntos. Suelto un suspiro pensando en la gran pareja que seríamos, y sigo poniendo atención a lo que dice, aunque con las últimas palabras me distraigo. Pobre mujer de la que habla, Lady Katrina, quien es viuda. Yo puedo comprender el dolor y soledad que sufrió al perder a su amado, lo cual hace que inconscientemente mire al mar, a donde podría estar el mío.

Nueva y afortunadamente Paul me saca de mis pensamientos con palabras importantes, como se está haciendo costumbre en él. Qué accidente tan encantador el encontrarlo. -Puedo llevarte cerca del castillo de Marshovia. ¿Quieres que te acompañe? No puedo llevarte al portón, ¿eh? Pero os dejaré muy cerca, ya en medio del bullicio de la alde...-. Se detiene mirando en dirección a la aldea que dejé hace unas horas, antes de caminar sin esperanzas y chocáramos. No sé si sea normal este silencio a estas horas, aunque supongo que sí porque es cuando las personas duermen y los juguetes retozamos. El único escándalo que escuché en esa aldea fue durante el día, el cual por cierto fue algo molesto: gritos por todos lados, personas caminando apresuradamente, cosas asquerosas a la venta como aquellos peces muertos y expuestos sin preocupaciones en los puestos, y hasta me pareció ver a la cocinera comprando por allí... ugh. -Paul, ¿no crees que en el castillo estén durmiendo? Porque si no es así, yo encantada de ir en este mismo instante, y por supuesto que agradecería mucho que me acompañaras, si no es mucha molestia, ya que no quiero interferir con tus labores o nada por el estilo.- respondí sonriéndole y haciendo una pequeña reverencia que le había visto hacer a mi soldado cuando recién llegó a la casa, a manera de respeto y agradecimiento ya que no me apetece del todo aceptar en voz alta que no sé de cuál castillo me habla ni que mi sentido de la orientación no es muy bueno.

Otra vez en la misma: la duda entre ayudar o no a una jovencita que encuentro a la orilla del mar... ¿De seguro que no es pelirroja? La observo de cerca y es bien morena. Pero igual sigo en la misma: ¿la llevo con Babette?

- Ya es tarde... -digo sin atreverme a decirle que a estas horas sólo los guardias intrometidos deben estar despiertos haciendo guardia. ¿Qué clase de cosas podrían hacerle a esta chica tan delicada?- Y no me confío en que entres al castillo sola. Y ya os dije que no puedo entrar allá. -Y para asegurarle, agrego práctico- Además, quién te puede dar información con toda seguridad debe estar durmiendo.

Pero debo regresar a la finca... Antes que el sol aparezca, que no queda bien que el capataz llegue a trabajar después de los campesinos. Pero, ¿qué hago con Balbina?

- Pues... ¿Conoces la posada del Poney Pisador? La maneja Babette, una de las trillizas Bimbette, y... podrías esperar el amanecer a salvo allá. -La única diferencia es que ahora tengo monedas para pagarle la estadía, por lo menos esta noche, o más bien, esta madrugada.- Yo ya debo regresar a mi finca.

En los segundos que dura su silencio, mientras piensa, me hago ilusiones de ir en este momento. Parece imprudente por la hora y me siento algo cansada, pero probablemente en ese castillo trabajen todo el día y noche sin parar. Sin embargo, al escuchar sus palabras no me sorprende mucho que decline, todo lo que dice parece razonable, a excepción de su condición de no entrar. Temo preguntarle sobre eso, se me antoja un asunto muy personal con el cual sería yo muy grosera entrometiéndome, tanto que me ha ayudado el hombre y qué mal gusto de mi parte, casi como lo que haría la cocinera. Decido no adentrarme en ese tema y mantengo mi sonrisa, únicamente asintiendo con la cabeza a lo que dice, pensando en que tiene razón. Para ser mi primer día como humana, ya he avanzado algo en mi camino hacia mi soldado, cosa que me hubiera parecido imposible unas horas atrás.


- Pues... ¿Conoces la posada del Poney Pisador? La maneja Babette, una de las trillizas Bimbette, y... podrías esperar el amanecer a salvo allá. Yo ya debo regresar a mi finca. No puedo evitar bajar la sonrisa y dejar salir un suspiro ante la realidad. ¿Qué hora será? -Hmm, no, no la... es decir, el nombre me suena, pero no recuerdo bien cómo llegar- añado rápidamente tratando de no darme a conocer. Me ha ayudado bastante con sus palabras como para mostrarme totalmente vulnerable con él, no quiero que piense que lo hago a propósito o que me tilde de abusiva. -No quiero importunarte aún más, Paul...- y me interrumpe un bostezo. ¡Un bostezo! Alcanzo a cubrir mi boca con mi mano en el último momento y suelto una risita. -Qué vergüenza, disculpa eso. Decía que no quiero pesarte aún más, Paul, y mucho menos causarte problemas con Lady Katrina-. No podía olvidar el nombre de esa mujer tan fuerte que Paul me había descrito. -Así pues, si prefieres solo dame indicaciones para no quitarte más tiempo, oriéntame en cómo llegar con Ba... Babette, a la posada- dije esperando haber memorizado bien el nombre de la posadera.

Me rompe el corazón ver como se entristece de que la dejaré sola, sin embargo, el deber es el deber, y pronto se me terminará el tiempo.

- Hmm, no, no la... es decir, el nombre me suena, pero no recuerdo bien cómo llegar.

- ¡Pero es fácil de llegar! Yo puedo llevarte...

- No quiero importunarte aún más, Paul... -dice de pronto, interrumpiéndome, aunque un bostezo luego la interrumpe a ella. Encuentro normal que esté cansada, dada la hora y quizás desde cuando que está caminando, pero me llama la atención los ojos que abre después, como si hubiera hecho algo malo. ¿Es de mala educación bostezar en la corte?- Qué vergüenza, disculpa eso. Decía que no quiero pesarte aún más, Paul, y mucho menos causarte problemas con Lady Katrina.

- Un bostezo sólo me ofendería si estuviera narrando algo, pero no es el caso. -digo con mitad de mi mente distraida en la imagen de Lady Katrina sentada en el pasto, junto a sus hijos, escuchando atenta mis relatos de piratas...

- Así pues, si prefieres solo dame indicaciones para no quitarte más tiempo, oriéntame en cómo llegar con Ba... Babette, a la posada. -Perdido en mis pensamientos, me demoro en responderle, pero una vez despabilado, le digo:

- No te dejaré sola a estas horas, así que te llevaré hasta la puerta de la posada. -Y antes que la chica proteste, agrego- Está en mi camino, de todas maneras. ¡Vamos!

Caminamos lado a lado, hasta que el relieve del puerto de Marshovia se hace visible. Un escalofrío me recorre al reconocer la silueta del Revenge... ¿Me verán ahora? Depende del vigía, que si está Boca Muerta de turno, podría reconocerme a esta distancia. Trato de levantar el cuello de la camisa, para ver si me camuflo un poco. Y también empiezo a caminar más rápido, dejando a ratos a la delicada chica un poco atrás.

- Se me hace tarde... -digo entredientes, para justificar en algo mi actitud. ¿Se dará cuenta de que llevo mi mano en la empuñadura de la espada? Yo no me di cuenta hasta que mis dedos apretaron el acero, listo para defenderme, aunque sin ganas de herir a los que un día fueron mis amigos y hermanos.

- No te dejaré sola a estas horas, así que te llevaré hasta la puerta de la posada. Está en mi camino, de todas maneras. ¡Vamos! - me dice amablemente Paul, sin dejar lugar a alguna protesta u otra clase de ofrecimiento amable de independencia. En el fondo me alivia que me ayude, ya que solo con indicaciones sí hubiera llegado sola, pero tal vez hasta dentro de dos días o algo parecido, aún no me acostumbro a mi sentido de orientación humano.

Comenzamos a caminar y así seguimos por un buen trecho, sin hablar pero para mí este silencio no es incómodo, como lo fue con algunas personas en el mercado durante el día. Lo único que había preguntado era 'Disculpe, ¿hacia dónde está el océano?', y causé todo tipo de reacciones. Suspiro al recordar eso y ruego internamente por no haberme visto tan ridícula. Sacudo mi cabeza para poner atención en el camino que sigo junto a Paul, estoy segura de que me será útil más adelante cuando no cuente con Paul a mi lado y tenga que valerme en este pueblo. Marshovia, susurro más para mí que para él.

De pronto noto un cambio en su actitud: camina más deprisa y se le nota tenso en los hombros, nervioso en su andar. No sé si vio algo sospechoso o si es normal, así que lo único que hago es tratar de alcanzarlo cuando se adelanta ya que no quiero parecer entrometida ni indiscreta. Aunque sí logra que voltee para todos lados para asegurarme de que no nos siguen ni algo parecido. - Se me hace tarde... - me dice de manera algo forzada, y decido creer en sus palabras como justificación de su actitud. -Oh Paul, disculpa mis pasos que no son presurosos, te repito que no quiero importunarte.- lo miro dedicándole una sonrisa cansada. De pronto tengo una idea. -Además de mi lentitud, ¿todo bien?- pregunto intentando disimular el miedo que de pronto siento al pensar que el Duende nos estuviera siguiendo y fuera eso lo que lo pusiera alerta. Despego mi mirada de él y la dirijo hacia lo que nos rodea: al parecer ya nos vamos acercando a la aldea.

- Además de mi lentitud, ¿todo bien? -dice la chica, y me siento el peor equino del mundo. ¿Qué culpa tiene ella de mis problemas con la tripulación del Revenge? Suelto un resoplido mientras detengo mis pasos para que ella deje de correr:

- No tiene nada que ver contigo... -digo reanudando mis pasos, pero en un ritmo más relajado- Es que hace tiempo atrás tuve un problema con ellos. -digo apuntando a mi antiguo hogar- Y no sería agradable que me vieran ahora...

Mi mano deja la empuñadura de la espada, ya que hablar de mi antiguo puesto de contramaestre siempre me deprime un poco. Aunque podría decir que ese es un sentimiento casi superado... Casi, porque ahora nuevamente me dolió.

Una vez lejos de la visión directa del puerto, mi incapacidad de permanecer callado hace que mi hocico vuelva a la carga:

- Bueno, atrás quedó el puerto, donde se anclan los barcos. Aquí empieza la aldea de Marshovia, con esta hilera de casitas. -todo apuntándole con mis brazos, que de lo contrario no sería yo- En esta fuente los pastores y sus ovejas, y los aldeanos en general, se detienen para refrescar en verano. Allá, es la tienda del sombrere... pues, ya no lo es... Bueno, ya verás todo de mañana con la luz del sol, que ahora de noche es difícil observar las vitrinas. Ah! Importante, si sigues esta calle en línea recta, llegarás al castillo donde tanto quieres preguntar sobre ese -me encojo de hombros antes de decir- soldado... Bueno, y como puedes ver por el cartelito del poney blanco, aqui es la posada del Poney Pisador, propiedad de Babette Bimbette y sus hermanas. -finalizo cuando me detengo frente a la puerta de la posada prometida. Doy unos golpes en la puerta, olvidando que no quería que me vieran trayendo una nueva "rescatada"...

- No tiene nada que ver contigo... Es que hace tiempo atrás tuve un problema con ellos. Y no sería agradable que me vieran ahora... -. Su seña hace que voltee a ver hacia donde indica, y al ver un navío a lo lejos asiento comprendiendo algunas cosas. La primera, que efectivamente Paul conoce mucho sobre estas aguas; dos, que tuve suerte al encontrarme con que fuera tan amable conmigo, porque por su expresión y sus hombros tensos me imagino que en batalla debe ser igual de hostil y valiente que mi... punto número tres, mi soldado. Sacudo la cabeza imperceptiblemente para Paul, solo es para alejar los pensamientos sobre mi soldado viajando en ese navío. Nunca vi que fuera conflictivo, al contrario, siempre muy respetable, pero no estaba tan segura de quienes lo rodeaban.

Nuevamente sus palabras me sacan de mis pensamientos sobre el soldado. Y, como se le está haciendo costumbre, son buenas noticias. Me describe la aldea y me señala todo aquello que menciona con un entusiasmo que contagia, y no puedo evitar sonreír al admirar la aldea a esta media luz: todo se ve diferente y, con la descripción, hasta amigable. Incluso se me pasa por la mente la idea de que no estaría mal vivir como humana con mi soldado en esta aldea... aunque Paul aún no crea en él como lo hago yo, puedo sentirlo en su tono. No le doy importancia, seguro cuando se conozcan se caen bien. O eso espero. - Bueno, y como puedes ver por el cartelito del poney blanco, aqui es la posada del Poney Pisador, propiedad de Babette Bimbette y sus hermanas.- Sonrío. -Hey, así se llama la posada, por eso el cartel, ¡ahora entiendo!- digo soltando una risita. -Me gusta su ingenio, ¿y así son las tiendas en general por aquí, no?- pregunto recordando lo que vi durante el día. Babette, pienso, contenta de haber memorizado el nombre correctamente, aunque preocupada por la mención de hermanas. ¿Es toda una familia, como el juguetero y su esposa? ¿O como la familia del niño que era mi antiguo dueño y sus hermanitos? Carraspeo ligeramente y trato de alisarme el cabello y la ropa, no quiero causar una mala impresión o que piensen que soy tan vulgar como la cocinera... e intento esconder mi miedo a lo que venga después de abrir esa puerta.


OFF: MP enviado

- Me gusta su ingenio, ¿y así son las tiendas en general por aquí, no?

- Si, todos los locales tienen carteles bien representativos, así la gente que no sabe leer no queda perdida... -¿Pero de nuevo mi hocico dice más de lo necesario?- Pero claro que yo sé leer, los únicos que no saben leer son los campesinos y... -quiero decir soldados, pero infelizmente todos los que se han cruzado en mi camino sabían leer... Doy un resoplido antes de agregar de mala gana- ... y piratas también. ¡Pero no todos! -agrego justo a tiempo, ya que mi capitán sabía leer muy bien.

En fin, me quedo mirando la puerta mientras ella se arregla. Iba a reírme de sus costumbres de mujer cuando me acuerdo que hice lo mismo antes de mi entrevista con Lady Katrina... Y me río, pero de mí mismo, ya que no sabía lo importante que sería para mí. En aquél momento, me preocupaba por obtener un lugar donde dormir, y ahora... Me preocupo de nunca irme de allá...

- Buenas noches, ¿en qué los puedo ayudar? -estaba distraido cuando la puerta se abre y aparece Babette en persona! Mis ojos no pueden evitar ir a sus pechos, casi visibles en ese camison delgado. Doy un resoplido para dejar de mirarla abajo y concentrarme en su rostro:

- Buenas noches Babette, espero que no te enojes, pero traje a... -¡Lo imposible sucede! Mi hocico se calla al percibir que la posadera NO ME RECUERDA! De inmediato empiezo a dar resoplidos de forma descontrolada, recordando mis sufrimientos cuando perdí mi lugar en el Revenge, hasta que comprendo que, si ella no me recuerda, no tiene motivos para estar enojada conmigo. Al final, ¿eso es bueno, no? Para ella el conteo de gente que he traído baja entonces a una.

Y como tuve ese minuto de nervios, la chica aprovecha de presentarse solita. Más recuperado, vuelvo a la carga:

- Ella está buscando a un soldado, que se ha ido a la mar. -empiezo a buscar en mis bolsillos hasta encontrar dos monedas- Aquí está el dinero para el hospedaje por una noche y comida para ella. -¿Será suficiente con un día para encontrar al tipejo ese? Rebusco en mis otros bolsillos y le paso dos monedas más- Mejor dos noches. ¿Puedes ayudarla en su búsqueda?

Miro de reojo al cielo, y algunas estrellas empiezan a perder su brillo. ¡Debo irme para llegar a la cabaña antes del amanecer!

Off: Babette se encargará de tí ahora! No te preocupes, que ella es buena persona! Jajajaja

OFF: Jaja muy bien Y gracias Babette, te necesitábamos para continuar xD

Sonrío ante las palabras de Paul sobre los carteles. ¡Qué imaginación de esta gente! Mi percepción sobre este lugar comienza a cambiar, ya que pienso que la gente que tiene tiempo y dedicación para este tipo de detalles no puede ser tan, tan, tan mala. O vulgar, como la cocinera que no era para nada detallista... aunque apuesto a que sabía leer. No me explico cómo, pero yo también puedo leer. Enunciados cortos, palabras, no textos largos porque me tardo más, pero ese es un dato que pienso guardarme para mí, me avergüenza. Tal vez cuando encuentre a mi soldado me dé el tiempo de practicar mi lectura, para impresionarlo con esa habilidad además de la del baile.

Después de segundos de insoportable incertidumbre, la puerta se abre. Inconscientemente contengo la respiración. -Buenas noches, ¿en qué los puedo ayudar?- Abro mucho mis ojos y mi boca al no saber qué decir, y algo sorprendida por la forma en que está vestida. No sé quién es, pero se ve... ¿sensual es la palabra? Como las muñecas del can-can, las que siempre intentaban ponerme celosa. Y su sonrisa se ve sincera, ojalá sea tan amable como aparenta, y como lo ha sido Paul. Sin embargo quien articula palabra no soy yo, sino mi guía. -Buenas noches Babette, espero que no te enojes, pero traje a...- y se detiene. Volteo a verlo con un movimiento rápido, preocupada por que olvidara mi nombre. Bueno, al menos yo no olvidaré lo que ha hecho por mí y sus indicaciones para poder encontrar a mi soldado. -...Balbina, mi nombre es Balbina, encantada- digo tomando los bordes de mi vestido e inclinándome ligeramente como señal de respeto hacia la chica, que ahora sé que es Babette, la posadera. Para ser posadera no creí que fuera tan bella, pero en fin, así no me siento fuera de lugar. Me dispongo a hablar un poco más, sin estar segura de qué más decirle, cuando Paul afortunadamente continúa.

No puedo evitar sonreír y suspirar al escuchar la referencia que hace a mi soldado, pero la realidad me saca de mi ensoñación: veo cómo le da monedas a Babette. Carraspeo apenada, ya que no tengo dinero ni nada qué dar, lo único que tengo es amor para dar. Sin embargo, con eso no se paga en el mundo de las personas. Hasta por mí pagaron los padres del niño que solía ser mi dueño... veo que Paul busca y saca más monedas de su bolsillo y yo bajo la mirada. Tengo una deuda más grande de lo que pensaba con este hombre, su ayuda está siendo muchísima, y no solo el oro: el apoyo. -Mejor dos noches. ¿Puedes ayudarla en su búsqueda?-. Levanto la mirada hacia Babette, esperanzada, y le lanzo otra mirada con la misma carga de esperanza a Paul. Serán días de búsqueda y de saldar deudas, por lo que veo.

-Veré en qué puedo ayudarla, pero mañana temprano. Voy a acomodaros ahora.-. Babette me lleva adentro de la posada, donde inmediatamente siento menos frío, mientras miro por última vez hacia afuera, hacia donde está Paul. Le dedico una sonrisa y muevo mi mano en gesto de despedida, lamentándome no tener un pañuelo para hacerlo completa y correctamente, todas sus atenciones lo merecen. E incluso me atrevo a fantasear un poco conmigo en la arena de la playa agitando ese pañuelo deseado, y mi soldado partiendo en un gran navío por una misión importante, con la promesa de volver a vernos y...

-¿Queréis comer algo ahora? Puedo calentar un poco de sopa, o leche.- Su voz me devuelve a la realidad y yo solo atino a balbucear. -Ahm... bueno pues yo... esto... sí, lo que tengáis, gracias, no quiero causar molestias tan pronto... solo para ir a descansar...- le respondo sonriendo y encogiéndome de hombros. Sé que Paul se lo pidió, pero aún así me apena. Miro todo el lugar que nos rodea, se ve cálido y acogedor, en cierta forma me recuerda más a los muebles que tenía el anciano que me creó que la familia que me compró. Además, es cierto que siento algo en mi barriga, algo diferente a lo que normalmente siento cuando veo a mi soldado. ¡Con que esto es el hambre, la razón de ser de la cocinera en aquella casa! Me llevo una mano al estómago y sigo pensando en lo complicado y demandante que es ser humano. -...¿y tal vez mañana puedo ayudar en la preparación de algo?- respondo con un débil brillo en los ojos, en parte para compensar el haberle despertado a estas horas tan imprudentes, y en parte por vulgar curiosidad. De juguete no hacía nada manual, eso era para los otros, pero Babette en este momento se me antoja como alguien con quien me da confianza experimentar estas cosas humanas, aunque no me esperanzo mucho al verla algo cansada, o al pensar que tal vez ella no sea quien cocine. Me muerdo el labio en espera de su respuesta, con un leve dejo de miedo por ensuciar mi vestido o quedar a la manera de la cocinera de mi antigua casa. Vaya mujer desagradable, que si ella podía mantener satisfecha a una familia con todo y servidumbre, no veo el por qué yo no pueda hacer lo mismo por mí misma. O para mi soldado, en un futuro...