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Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
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Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
No sabía si es que acaso era idea mía o cuál era la razón para ello, pero me parecía que la concentración de la chica iba de una relativamente dispersa y centrada en sí misma a una en la que casi parecía que no hubiera más que yo frente a ella. Era una sensación extraña pero no desagradable, sin que pudiera precisar la razón para que fuese de esa manera. Por mi parte, no podía evitar el fijar mi mirada en ella, como si una parte de mí necesitase hacer algún tipo de conexión que a la vez se encontraba ahí y me eludía por completo. ¿Cómo era que iba a poder continuar con la vida que llevaba hasta el momento si es que ese tipo de sensaciones empezaba a asaltarme cuando menos lo esperaba?
Seguí sin escuchar absolutamente nada de parte de ella, aparte del sonido de su respiración, pero esta vez estaba mucho más atento, por lo que cuando sus labios comenzaron a moverse mis pupilas siguieron cada una de sus curvas.
-Ariel...- repitió tanto para sí como para recibir algún tipo de confirmación de su parte, si es que era ése efectivamente su nombre. Bien podía serlo, ya que de alguna manera se ajustaba de manera perfecta a ella. ¿Que cómo lo sabía? No habría podido explicarlo ni aún cuando hubiese tenido un sable al cuello, lo cual lo hacía más extraño aún.
Su mano se sentía suave ante mi tacto. Algo fría, pero de todas maneras suave, como si se tratase de seda dejada a la intemperie. Y una vez más hacía aparición aquella bonita sonrisa con la que ya le relacionaba en mi mente, incluso mientras una nueva respuesta se formaba en mis labios. -El placer es mío, Ariel- le dije, sonriéndole igualmente mientras elevaba lentamente su mano hasta rozar con mis labios su dorso, mis ojos volviendo a los suyos.
Seguí sin escuchar absolutamente nada de parte de ella, aparte del sonido de su respiración, pero esta vez estaba mucho más atento, por lo que cuando sus labios comenzaron a moverse mis pupilas siguieron cada una de sus curvas.
-Ariel...- repitió tanto para sí como para recibir algún tipo de confirmación de su parte, si es que era ése efectivamente su nombre. Bien podía serlo, ya que de alguna manera se ajustaba de manera perfecta a ella. ¿Que cómo lo sabía? No habría podido explicarlo ni aún cuando hubiese tenido un sable al cuello, lo cual lo hacía más extraño aún.
Su mano se sentía suave ante mi tacto. Algo fría, pero de todas maneras suave, como si se tratase de seda dejada a la intemperie. Y una vez más hacía aparición aquella bonita sonrisa con la que ya le relacionaba en mi mente, incluso mientras una nueva respuesta se formaba en mis labios. -El placer es mío, Ariel- le dije, sonriéndole igualmente mientras elevaba lentamente su mano hasta rozar con mis labios su dorso, mis ojos volviendo a los suyos.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
“Sí, respira, eso. Ahora imagina que eres vegetariana.”
Pues no, no era vegetariana. Amaba la carne y dijera lo que dijera la otra, no podría solo olvidarlo e imaginar que amaba las algas. Pero ahora el problema no era exactamente ese, aunque su voz interior parecía no notarlo. Ahora el problema eran los nervios, el deseo irrefrenable de seguir con el contacto un poco más. Sobretodo ese que resultaba tan… intimo, con semejantes ojos fijos sobre los suyos, los labios rozando su piel. El segundo problema era justamente la parte mala de ese deseo.
Así con los sentidos tan concentrados en el ya no tan extraño, sintió como si de alguna forma extraña, ya lo hubiese visto en alguna otra ocasión. Acaso mucho, mucho tiempo atrás. ¿Cómo era eso posible? No pudo evitar preguntarlo directamente. La chica era tan cuirosa…
–¿Nos hemos visto antes?
La duda era tan grande. Simplemente su cerebro le decía que no, que era imposible, porque claramente recordaría un encuentro previo con semejante… aroma. Pero algo, algo muy dentro de sí misma, le susurraba muy despacio que sí, no era su primer encuentro.
Y volvió el dolor de cabeza. Hizo una pequeña mueca, alejando su mano y llevándola a la cabeza. Esta vez fue un poco más fuerte, suficiente para hacerla “decidir” cambiar de tema lo más pronto posible. Que no irse, se sentía demasiado bien como para hacer caso de esa idea.
Se alejó un poco, acercándose más a la salida del callejón que le sirvió de refugio. Segura de la distancia, volvió a mirar al extraño. No podía hablarle de espaldas, que no se enteraba de nada.
–Es… la primera vez que vengo al puerto. Todo es muy bonito, ¿no crees?
O al menos así lo veía ella. Nunca antes se había acercado a esa zona, demasiados pescadores para que una sirena deambule por allí. Y bueno, deseaba salir a verlo mejor...
Pues no, no era vegetariana. Amaba la carne y dijera lo que dijera la otra, no podría solo olvidarlo e imaginar que amaba las algas. Pero ahora el problema no era exactamente ese, aunque su voz interior parecía no notarlo. Ahora el problema eran los nervios, el deseo irrefrenable de seguir con el contacto un poco más. Sobretodo ese que resultaba tan… intimo, con semejantes ojos fijos sobre los suyos, los labios rozando su piel. El segundo problema era justamente la parte mala de ese deseo.
Así con los sentidos tan concentrados en el ya no tan extraño, sintió como si de alguna forma extraña, ya lo hubiese visto en alguna otra ocasión. Acaso mucho, mucho tiempo atrás. ¿Cómo era eso posible? No pudo evitar preguntarlo directamente. La chica era tan cuirosa…
–¿Nos hemos visto antes?
La duda era tan grande. Simplemente su cerebro le decía que no, que era imposible, porque claramente recordaría un encuentro previo con semejante… aroma. Pero algo, algo muy dentro de sí misma, le susurraba muy despacio que sí, no era su primer encuentro.
Y volvió el dolor de cabeza. Hizo una pequeña mueca, alejando su mano y llevándola a la cabeza. Esta vez fue un poco más fuerte, suficiente para hacerla “decidir” cambiar de tema lo más pronto posible. Que no irse, se sentía demasiado bien como para hacer caso de esa idea.
Se alejó un poco, acercándose más a la salida del callejón que le sirvió de refugio. Segura de la distancia, volvió a mirar al extraño. No podía hablarle de espaldas, que no se enteraba de nada.
–Es… la primera vez que vengo al puerto. Todo es muy bonito, ¿no crees?
O al menos así lo veía ella. Nunca antes se había acercado a esa zona, demasiados pescadores para que una sirena deambule por allí. Y bueno, deseaba salir a verlo mejor...
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Los ojos de la chica se mantenían obsevándome con insistencia mientras completaba aquel ritual de presentación que en esos momentos poco tenía de ritual, quizás por aquella familiaridad que no era tal y que volvía con insistencia a rozar mi mente sin que llegase a traspasar a mi conciencia, como si hubiera una barrera de algún tipo erigida ahí. ¿Y cómo era que sabía que no sólo su mirada sino que también su sonrisa se mantenían constantes? Simple, porque mis ojos tampoco se apartaban de ella. Claro, podría haber atribuido eso al que tuviera que estar concentrado en los movimientos que pudiesen provenir de sus labios formando palabras que tendría que interpretar, pero tenía que admitir al menos para mí mismo que no era la única razón para ello, por más que no pudiese explicar exactamente cuál vendría a ser la alternativa correcta en ese caso.
Mi cabeza se ladeó ligeramente mientras trataba de entender lo que ahora me preguntaba, ayudándome para saber que era efectivamente una pregunta con los gestos en su rostro. -No podría asegurarlo por completo, pero... diría que no, que nos hemos visto antes, aunque...- dije, dejando las palabras en el aire por unos instantes antes de volver a retomar. -Hay algo en ti que se me hace familiar, pero no puedo situarlo exactamente- terminé diciendo, ladeando mi sonrisa sabiendo lo extraño que debía escucharse eso si para mí también lo era el decirlo.
Noté el gesto de incomodidad en ella, frunciendo el ceño, y algo iba a decirle cuando de pronto se alejó, yendo hacia la entrada del callejón, haciéndome pensar que se iría hasta que se detuvo, girándose hacia mí. -No podría decirlo. He estado en muchos puertos y no suelo fijarme mucho. Pero siendo tu primera vez, ¿quieres ir a dar una vuelta por ahí?- le pregunté, sonriéndole.
Mi cabeza se ladeó ligeramente mientras trataba de entender lo que ahora me preguntaba, ayudándome para saber que era efectivamente una pregunta con los gestos en su rostro. -No podría asegurarlo por completo, pero... diría que no, que nos hemos visto antes, aunque...- dije, dejando las palabras en el aire por unos instantes antes de volver a retomar. -Hay algo en ti que se me hace familiar, pero no puedo situarlo exactamente- terminé diciendo, ladeando mi sonrisa sabiendo lo extraño que debía escucharse eso si para mí también lo era el decirlo.
Noté el gesto de incomodidad en ella, frunciendo el ceño, y algo iba a decirle cuando de pronto se alejó, yendo hacia la entrada del callejón, haciéndome pensar que se iría hasta que se detuvo, girándose hacia mí. -No podría decirlo. He estado en muchos puertos y no suelo fijarme mucho. Pero siendo tu primera vez, ¿quieres ir a dar una vuelta por ahí?- le pregunté, sonriéndole.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
–Hombre de mar… Me gusta eso…
Casualidades, tantas casualidades. Ella conocía el mar y sus profundidades, él… pues conocía los puertos. Justo lo que Ariel necesitaba. Y le gustaba. Suponía que tendrían cosas en común.
Sonrió, pues lo que más deseaba era conocerlo todo. Y todo es todo, hasta la más pequeña de las piedras de ese reino. Luego vendrían los otros, si soportaba estar tan lejos del mar.
En lugar de responder regresó junto a Iñigo, tomándose de su brazo. El típico gesto de “vamos donde tú quieras”.
Zapatitos ya en mano, aunque pensando al mismo tiempo en donde estaría la pobre vieja. ¿Le llegaría un sermón al volver a casa? Debería estar junto a la mini pelirroja, después de todo para eso estaba en esa casa. Pero Melody era igual que ella, en parte. Y bueno, no eran del todo compatibles. Ariel no deseaba estar en la playa todo el día. Justo ahora, prefería pasar el día junto al extraño, dando vueltas por ahí, comiendo las delicias del puerto… Ah, el sueño de cualquier chica: tener una aventura.
Casualidades, tantas casualidades. Ella conocía el mar y sus profundidades, él… pues conocía los puertos. Justo lo que Ariel necesitaba. Y le gustaba. Suponía que tendrían cosas en común.
Sonrió, pues lo que más deseaba era conocerlo todo. Y todo es todo, hasta la más pequeña de las piedras de ese reino. Luego vendrían los otros, si soportaba estar tan lejos del mar.
En lugar de responder regresó junto a Iñigo, tomándose de su brazo. El típico gesto de “vamos donde tú quieras”.
Zapatitos ya en mano, aunque pensando al mismo tiempo en donde estaría la pobre vieja. ¿Le llegaría un sermón al volver a casa? Debería estar junto a la mini pelirroja, después de todo para eso estaba en esa casa. Pero Melody era igual que ella, en parte. Y bueno, no eran del todo compatibles. Ariel no deseaba estar en la playa todo el día. Justo ahora, prefería pasar el día junto al extraño, dando vueltas por ahí, comiendo las delicias del puerto… Ah, el sueño de cualquier chica: tener una aventura.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
No pude evitar sonreír ante aquel silencioso comentario, que dentro de todo era un halago y una caricia para mi ego, sin saber si es que era eso lo que intentaba o no, pero recibiendo aquel subidón de todas maneras. Claro, no siempre había sido así, pero a estas alturas era algo que difícilmente habría cambiado por otra ocupación. Incluso había dejado en buena medida el alcohol con aquella nueva vida, y los resultados eran notorios para mí mismo, que al final de cuentas era el único que tenía que pudiese ver la diferencia con lo que había sido mi pasado.
Ninguna otra respuesta "verbal" vino de Ariel, sino que en lugar de eso se devolvió sobre sus pasos, llegando a mi lado y tomando mi brazo en una tácita petición de que la llevase a dar una vuelta por ahí. Por mi parte, no era como si conociese el puerto tan bien, pero no me importaba en lo absoluto el conocer rincones del mismo a su lado. Por el contrario, incluso podría decir que me gustaba la idea. Sujetándola bien del brazo me dirigí a la salida del callejón, tomando un segundo para decidirme antes de tomar la dirección contraria a aquella de la que habíamos venido para iniciar nuestro recorrido.
-Bueno, Ariel, veamos qué podemos conocer- comenté.
Ninguna otra respuesta "verbal" vino de Ariel, sino que en lugar de eso se devolvió sobre sus pasos, llegando a mi lado y tomando mi brazo en una tácita petición de que la llevase a dar una vuelta por ahí. Por mi parte, no era como si conociese el puerto tan bien, pero no me importaba en lo absoluto el conocer rincones del mismo a su lado. Por el contrario, incluso podría decir que me gustaba la idea. Sujetándola bien del brazo me dirigí a la salida del callejón, tomando un segundo para decidirme antes de tomar la dirección contraria a aquella de la que habíamos venido para iniciar nuestro recorrido.
-Bueno, Ariel, veamos qué podemos conocer- comenté.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Lo bueno de ir en la dirección contraria de donde venías, contraria incluyendo el propio océano, es que se desaparecen los nervios porque tu “nana” te vea con un desconocido. Sobre todo un macho desconocido.
“¿Qué diría Sebastián si me viera? – “Seguramente iría con Tritón a contarle el chisme, típico”. –Sí, tal vez lo haría. Y Tritón se enfadaría bastante…
A su majestad no le gustaría para nada que su niña estuviera ocupada vagando en tierra con un extraño hombre que olía a mar, eso es seguro. Pero basta de esas cosas, estamos ocupados con el humano.
La caminata era lenta, sin dudas. No había prisa, ni la necesidad de verlo todo a la vez. Ariel se sentía bastante cómoda con ese ritmo, en parte porque así sentía de cerca el calor que emanaba Iñigo.
Aunque claro, el recorrer significaba ver otros humanos a tu alrededor, igual que acercarse al mercado. ¿Y que había en el mercado? Pues lo típico. Pescados y mariscos recién sacados del agua, frutas venidas de las huertas del reino o de los vecinos. Objetos curiosos y sin aparente utilidad, joyería hecha por artesanos hábiles o de dudosa procedencia, ropa de todos los colores y telas para confeccionarlos. En fin. Lo típico. También estaba la gente, claro, que a Ariel le causaba igual curiosidad que las cosas. Personas bien vestidas acompañadas de sus criados (nunca falta la gente rica que es tan caprichosa que debe comprar las cosas él mismo, que sino no funciona), criados solos siguiendo órdenes, personas comunes y corrientes comprando para la semana, y vendedores gritando cada una de sus mercancías, con el fin de atraer clientes. Estas personas atraían la curiosidad de Ariel en especial. La forma en que ofrecían sus mercancías, el cómo hablaban y hablaban con tantas personas a la vez, el cómo intentaban vender… Era tal vez demasiado. La chiquilla no sabía dónde mirar.
Al menos hasta que vio al extraño tipo flacucho con tatuajes en su piel, que ofrecía nada más ni nada menos que objetos robados de las mismísimas sirenas: peines, joyas, tesoros dignos de un rey. Además de cosas más extrañas, como pequeños frascos con lágrimas de sirenas, con cabellos, ¡hasta había escamas!
La sirenita no sabía qué pensar. Ella sabía que no podían ser reales, que Tritón mantenía a los humanos muy lejos de su territorio, pero… ¿Y las sirenas de agua dulce? ¿Y los exiliados?
Sus pasos la guiaron justo en esa dirección, hasta quedar frente al puesto. El humano, ni tonto, comenzó a ofrecerle todo a un precio supuestamente razonable. Ariel no escuchaba. Reconocía algunos de esos objetos. Formaban parte de su propia cultura…
“¿Qué diría Sebastián si me viera? – “Seguramente iría con Tritón a contarle el chisme, típico”. –Sí, tal vez lo haría. Y Tritón se enfadaría bastante…
A su majestad no le gustaría para nada que su niña estuviera ocupada vagando en tierra con un extraño hombre que olía a mar, eso es seguro. Pero basta de esas cosas, estamos ocupados con el humano.
La caminata era lenta, sin dudas. No había prisa, ni la necesidad de verlo todo a la vez. Ariel se sentía bastante cómoda con ese ritmo, en parte porque así sentía de cerca el calor que emanaba Iñigo.
Aunque claro, el recorrer significaba ver otros humanos a tu alrededor, igual que acercarse al mercado. ¿Y que había en el mercado? Pues lo típico. Pescados y mariscos recién sacados del agua, frutas venidas de las huertas del reino o de los vecinos. Objetos curiosos y sin aparente utilidad, joyería hecha por artesanos hábiles o de dudosa procedencia, ropa de todos los colores y telas para confeccionarlos. En fin. Lo típico. También estaba la gente, claro, que a Ariel le causaba igual curiosidad que las cosas. Personas bien vestidas acompañadas de sus criados (nunca falta la gente rica que es tan caprichosa que debe comprar las cosas él mismo, que sino no funciona), criados solos siguiendo órdenes, personas comunes y corrientes comprando para la semana, y vendedores gritando cada una de sus mercancías, con el fin de atraer clientes. Estas personas atraían la curiosidad de Ariel en especial. La forma en que ofrecían sus mercancías, el cómo hablaban y hablaban con tantas personas a la vez, el cómo intentaban vender… Era tal vez demasiado. La chiquilla no sabía dónde mirar.
Al menos hasta que vio al extraño tipo flacucho con tatuajes en su piel, que ofrecía nada más ni nada menos que objetos robados de las mismísimas sirenas: peines, joyas, tesoros dignos de un rey. Además de cosas más extrañas, como pequeños frascos con lágrimas de sirenas, con cabellos, ¡hasta había escamas!
La sirenita no sabía qué pensar. Ella sabía que no podían ser reales, que Tritón mantenía a los humanos muy lejos de su territorio, pero… ¿Y las sirenas de agua dulce? ¿Y los exiliados?
Sus pasos la guiaron justo en esa dirección, hasta quedar frente al puesto. El humano, ni tonto, comenzó a ofrecerle todo a un precio supuestamente razonable. Ariel no escuchaba. Reconocía algunos de esos objetos. Formaban parte de su propia cultura…
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
No tenía realmente una idea clara de a dónde iríamos o qué haríamos, y es que después de todo aquello de ir a pasear por la ciudad portuaria era bastante amplio, así que por lo menos no habría problema en improvisar si es que era necesario. De todas maneras, no era que tuviese mucho más plan para aquel paseo que el simplemente hacerle compañía a la cada vez menos desconocida pelirroja, que de alguna manera tenía algún tipo particular de atracción poderosa sobre mí, sin que llegase a entenderlo y sin que ella tampoco pareciese estar haciendo algo en particular para lograrlo. El solo intentar pensar al respecto hacía que un inicio de dolor de cabeza me atacase, por lo que prefería pasar de hacerlo.
No había apuro alguno ya que después de todo estaba consciente de que ella iba descalza, y asimismo de lo molesto que podía ser caminar por las calles de aquella manera, incluso aunque en la ciudad costera hubiese un empedrado que pudiese aliviar hasta cierto punto esas molestias. Después de todo, en algún momento de mi vida había pasado por una situación parecida, aunque no de manera voluntaria, después de haber perdido a mi padre en manos de Rugen. Tenía igualmente cuidado con que la gente que pasaba cerca a ella no terminase aplastándola o haciéndole daño de manera alguna, sintiéndome responsable por ella, y no de una forma pesada, como si fuese una carga, sino que era todo lo contrario. Siendo así, poca o ninguna atención le prestaba a la gente en sí, a sus rasgos o a sus vestimentas, siendo algo más relevantes las miradas que se dirigían hacia la pareja que hacíamos. Podría haber seguido por un tiempo indefinido de aquella manera, caminando con calma, pero fue ella misma quien se detuvo de pronto frente a un puesto en el mercado, uno en el que un tipo decía ofrecer los tesoros de bajo el mar. No le habría prestado mayor atención por mi parte de no haber sido por ella. Ahora, por ello, sí empecé a revisar de manera algo curiosa lo que tenía desplegado en su puesto.
-¿Quieres algo de eso?- le pregunté a la muchacha en voz baja, observando su expresión concentrada.
No había apuro alguno ya que después de todo estaba consciente de que ella iba descalza, y asimismo de lo molesto que podía ser caminar por las calles de aquella manera, incluso aunque en la ciudad costera hubiese un empedrado que pudiese aliviar hasta cierto punto esas molestias. Después de todo, en algún momento de mi vida había pasado por una situación parecida, aunque no de manera voluntaria, después de haber perdido a mi padre en manos de Rugen. Tenía igualmente cuidado con que la gente que pasaba cerca a ella no terminase aplastándola o haciéndole daño de manera alguna, sintiéndome responsable por ella, y no de una forma pesada, como si fuese una carga, sino que era todo lo contrario. Siendo así, poca o ninguna atención le prestaba a la gente en sí, a sus rasgos o a sus vestimentas, siendo algo más relevantes las miradas que se dirigían hacia la pareja que hacíamos. Podría haber seguido por un tiempo indefinido de aquella manera, caminando con calma, pero fue ella misma quien se detuvo de pronto frente a un puesto en el mercado, uno en el que un tipo decía ofrecer los tesoros de bajo el mar. No le habría prestado mayor atención por mi parte de no haber sido por ella. Ahora, por ello, sí empecé a revisar de manera algo curiosa lo que tenía desplegado en su puesto.
-¿Quieres algo de eso?- le pregunté a la muchacha en voz baja, observando su expresión concentrada.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Tan concentrada estaba que casi no oyó la voz de Iñigo. Comenzaba a detestar a ese humano, a él y sus narices metiches. ¡Claro que eran objetos reales! Tal vez las lágrimas y el resto de cosas no funcionaran como el humano decía, pero de alguna forma terrible las había conseguido. Las sirenas no lloran, para nada. Son demasiado orgullosas para llorar frente a un cazador, a no ser que tuviesen una razón de peso para hacerlo.
¡Asesino, es un asesino! ¿Cómo no pueden verlo? – “Tal vez porque la mayoría no cree que sean objetos reales y los que sí, no les interesa”
Seguía siendo algo muy cruel. Ariel aun no tenía crías, con lo que desconocía donde exactamente daban a luz las sirenas. Pero bueno, ahí podía haber una excelente razón para que una sirena llorara. Sus hijos. Se sintió asqueada. Apretó con un poco más de fuerza el brazo de Iñigo.
Y por un momento, solo uno, sus ojos normalmente curiosos dejaron paso a los ojos de una sirena mucho más vieja. Mermaid. Por el latido algo más errático del otro humano, este lo había notado. Ariel sonrió. Ahora podrían comprenderse.
Como no había pasado demasiado desde la pregunta de Iñigo, que su cerebro había procesado bastante bien y ahora se la recordaba, decidió responderle.
–Me gustaría algo de eso…
Su mano libre indicó, curiosamente, uno de los frascos de lágrimas de sirena. Deseaba poder destaparlo y olerlo, saber si eran lágrimas de una sirena de verdad. Tenían un olor bastante característico que la sirenita reconocía muy bien: sus hermanas y ella lloraron bastante la muerte de su madre, lo suficiente para que ella supiese exactamente su aroma y sabor.
–¿Son de verdad? – moduló en dirección al humano, aunque a la vista de Iñigo para que este pudiese repetir su pregunta en caso de que el otro no la comprendiese.
El humano asintió, algo nervioso. Otra vez su corazón se aceleró y una pequeña gota de sudor se asomó en su frente. –Sacadas directamente de una sirena, señorita. Yo mismo las saqué…
Listo, lo había dicho. Tal vez fuese real, tal vez fuese una mentira, pero Ariel inspiró fuerte. Quería recordar ese aroma a lo largo del tiempo. Estaba bastante segura que esa noche iría de cacería. Al menos para mantener a ese humano lejos de sus secretos. Hecho esto, sonrió lo más inocentemente posible. Tal vez bajo sus labios se asomasen ligeramente la punta de sus colmillos. ¿Sabían que a la niña le gusta ir de cacería cuando se trata de defender sus tierras?
Ya no deseaba demasiado estar ahí, pero se quedó quietecita junto a Iñigo. El oír su corazón la calmaba ligeramente.
¡Asesino, es un asesino! ¿Cómo no pueden verlo? – “Tal vez porque la mayoría no cree que sean objetos reales y los que sí, no les interesa”
Seguía siendo algo muy cruel. Ariel aun no tenía crías, con lo que desconocía donde exactamente daban a luz las sirenas. Pero bueno, ahí podía haber una excelente razón para que una sirena llorara. Sus hijos. Se sintió asqueada. Apretó con un poco más de fuerza el brazo de Iñigo.
Y por un momento, solo uno, sus ojos normalmente curiosos dejaron paso a los ojos de una sirena mucho más vieja. Mermaid. Por el latido algo más errático del otro humano, este lo había notado. Ariel sonrió. Ahora podrían comprenderse.
Como no había pasado demasiado desde la pregunta de Iñigo, que su cerebro había procesado bastante bien y ahora se la recordaba, decidió responderle.
–Me gustaría algo de eso…
Su mano libre indicó, curiosamente, uno de los frascos de lágrimas de sirena. Deseaba poder destaparlo y olerlo, saber si eran lágrimas de una sirena de verdad. Tenían un olor bastante característico que la sirenita reconocía muy bien: sus hermanas y ella lloraron bastante la muerte de su madre, lo suficiente para que ella supiese exactamente su aroma y sabor.
–¿Son de verdad? – moduló en dirección al humano, aunque a la vista de Iñigo para que este pudiese repetir su pregunta en caso de que el otro no la comprendiese.
El humano asintió, algo nervioso. Otra vez su corazón se aceleró y una pequeña gota de sudor se asomó en su frente. –Sacadas directamente de una sirena, señorita. Yo mismo las saqué…
Listo, lo había dicho. Tal vez fuese real, tal vez fuese una mentira, pero Ariel inspiró fuerte. Quería recordar ese aroma a lo largo del tiempo. Estaba bastante segura que esa noche iría de cacería. Al menos para mantener a ese humano lejos de sus secretos. Hecho esto, sonrió lo más inocentemente posible. Tal vez bajo sus labios se asomasen ligeramente la punta de sus colmillos. ¿Sabían que a la niña le gusta ir de cacería cuando se trata de defender sus tierras?
Ya no deseaba demasiado estar ahí, pero se quedó quietecita junto a Iñigo. El oír su corazón la calmaba ligeramente.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
En un principio llegué a pensar que no me había oído, tan centrada como estaba en la mercancía que el vendedor tenía ahí adelante. No sabía cuál era la atracción que le llamaba tanto la atención de aquel puesto en particular, o al menos había algo que me impedía entenderlo, como si cada vez que quisiera hacer alguna relación entre aquella curiosidad y la chica pelirroja hubiese una barrera en la que mis pensamientos rebotaban, dejándome algo confundido, cosa que se expresaba en mi rostro sin que realmente estuviese consciente de ello. Tampoco era algo exagerado, sino que se notaba en la manera en que entrecerraba mis ojos y éstos iban cambiando su objetivo de la chica al vendedor y viceversa.
Recién salió más o menos de aquella distracción, si es que así se le podía llamar, cuando el brazo de ella se apretó un poco más contra el mío, haciendo que la mirase con atención y fijeza, extrañándome por un instante una fugaz mirada que nunca le habría atribuido a ella de no haber sido porque se la acababa de ver, mirada que desapareció tan pronto como apareció. Asentí al descifrar lo que quería.
-Páseme uno de esos frascos, por favor- le pedí al comerciante. -¿Cuánto es que cuesta?- aproveché de preguntarle mientras lo recibía y se lo pasaba a mi acompañante, escuchando el precio que mencionaba. Éste era algo elevado, pero si es que la mercancía era legítima, debía ser más o menos lo que realmente costaba. Por mi parte, por alguna razón estaba más que dispuesto a pagar el precio si es que era lo que Ariel quería.
Estaba a punto de repetir lo que había interpretado a partir de sus labios, sorprendiéndome un poco al ver que el tipo también lo había entendido sin más. Siendo así, simplemente esperó por su respuesta. No tenía idea de para qué podían servir aquellas lágrimas, pero habiendo expresado ella su interés por el frasco, saqué de mi bolsa el dinero requerido y le pagué al vendedor
Recién salió más o menos de aquella distracción, si es que así se le podía llamar, cuando el brazo de ella se apretó un poco más contra el mío, haciendo que la mirase con atención y fijeza, extrañándome por un instante una fugaz mirada que nunca le habría atribuido a ella de no haber sido porque se la acababa de ver, mirada que desapareció tan pronto como apareció. Asentí al descifrar lo que quería.
-Páseme uno de esos frascos, por favor- le pedí al comerciante. -¿Cuánto es que cuesta?- aproveché de preguntarle mientras lo recibía y se lo pasaba a mi acompañante, escuchando el precio que mencionaba. Éste era algo elevado, pero si es que la mercancía era legítima, debía ser más o menos lo que realmente costaba. Por mi parte, por alguna razón estaba más que dispuesto a pagar el precio si es que era lo que Ariel quería.
Estaba a punto de repetir lo que había interpretado a partir de sus labios, sorprendiéndome un poco al ver que el tipo también lo había entendido sin más. Siendo así, simplemente esperó por su respuesta. No tenía idea de para qué podían servir aquellas lágrimas, pero habiendo expresado ella su interés por el frasco, saqué de mi bolsa el dinero requerido y le pagué al vendedor
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
El peso del frasco en sus manos le sacó una sonrisa, leve, pero sonrisa al final. Se mantuvo en la misma posición junto a Iñigo, no queriendo alejarse demasiado.
Ya que el pago estaba hecho, inclinó la cabeza frente al vendedor a modo de despedida y prácticamente se llevó a su compañero a rastras, hablando entre dientes pese a saber que nadie oiría su voz aunque intentara gritar. Costumbre, tal vez. En segundo plano podía oír la voz entre dientes del propio humano.
Una vez estuvieron a una distancia considerable, se obligó a si misma a calmarse y volver a prestar atención a Iñigo. Se suponía que estaban paseando juntos. Aún estaba bien agarrada a su brazo, con la otra mano sosteniendo el frasquito. Estaba bien.
Le tocó la mano un momento para llamar su atención. Fue un gesto suave, tal vez hasta demasiado.
–Gracias, Iñigo. – por el regalo, la compañía, quien sabe. Ya se lo pagaría, claro. De momento, solo pudo darle un fugaz besito en la mejilla. –Es agradable pasear contigo… ¿Dónde iremos ahora?
Tenía curiosidad por seguir viendo cosas a su lado. O que le contara algunas cosas típicas del puerto, cuyas respuestas no podía dárselas su guardiana nueva. Y por qué no, responder alguna pregunta también. Debía ser aburrido eso de estar con una muda…
Ya que el pago estaba hecho, inclinó la cabeza frente al vendedor a modo de despedida y prácticamente se llevó a su compañero a rastras, hablando entre dientes pese a saber que nadie oiría su voz aunque intentara gritar. Costumbre, tal vez. En segundo plano podía oír la voz entre dientes del propio humano.
Una vez estuvieron a una distancia considerable, se obligó a si misma a calmarse y volver a prestar atención a Iñigo. Se suponía que estaban paseando juntos. Aún estaba bien agarrada a su brazo, con la otra mano sosteniendo el frasquito. Estaba bien.
Le tocó la mano un momento para llamar su atención. Fue un gesto suave, tal vez hasta demasiado.
–Gracias, Iñigo. – por el regalo, la compañía, quien sabe. Ya se lo pagaría, claro. De momento, solo pudo darle un fugaz besito en la mejilla. –Es agradable pasear contigo… ¿Dónde iremos ahora?
Tenía curiosidad por seguir viendo cosas a su lado. O que le contara algunas cosas típicas del puerto, cuyas respuestas no podía dárselas su guardiana nueva. Y por qué no, responder alguna pregunta también. Debía ser aburrido eso de estar con una muda…
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Tuve la posibilidad de observar una sonrisa en el rostro de la chica después de aquello que casi podría haberse tomado fácilmente como un conflicto, sin que pudiera entender realmente cuál había sido la razón para el mismo. De todas maneras, una sonrisa era una sonrisa, o al menos así empezaba a considerarlo de alguna manera y sin que pudiese darme a mí mismo una explicación para aquello.
Antes de que pudiera darme cuenta, después de haber pagado por el frasco me vi casi arrastrado por ella en una dirección cualquiera, teniendo que apresurarme por mi cuenta para no terminar trastabillando en el empedrado, tratando de mirarla al rostro para adivinar qué era lo que le pasaba por la cabeza, sin que tuviera éxito en ello, y tuve que esperar en realidad a que su apresuramiento se calmase por cuenta, aminorando el paso y girándose hacia mí.
El toque en mi mano no había sido necesario realmente para llamar mi atención, que ya estaba de por sí centrada en ella, ¿y es que en qué más la iba a enfocar si era mi compañera en esos momentos? Un agradecimiento "verbal" tomó lugar en esos momentos y ahora fui yo el de la sonrisa, negando con la cabeza. -No hay de qué- le respondí, y la sonrisa se amplió más con el ligero beso en mi mejilla que me hizo pensar en mar y olas y una breve dolor de cabeza. -Podemos ir por los puertos, aunque no sé por dónde es que puedas ir sin tener que esconderte...- propuse, observándola.
Antes de que pudiera darme cuenta, después de haber pagado por el frasco me vi casi arrastrado por ella en una dirección cualquiera, teniendo que apresurarme por mi cuenta para no terminar trastabillando en el empedrado, tratando de mirarla al rostro para adivinar qué era lo que le pasaba por la cabeza, sin que tuviera éxito en ello, y tuve que esperar en realidad a que su apresuramiento se calmase por cuenta, aminorando el paso y girándose hacia mí.
El toque en mi mano no había sido necesario realmente para llamar mi atención, que ya estaba de por sí centrada en ella, ¿y es que en qué más la iba a enfocar si era mi compañera en esos momentos? Un agradecimiento "verbal" tomó lugar en esos momentos y ahora fui yo el de la sonrisa, negando con la cabeza. -No hay de qué- le respondí, y la sonrisa se amplió más con el ligero beso en mi mejilla que me hizo pensar en mar y olas y una breve dolor de cabeza. -Podemos ir por los puertos, aunque no sé por dónde es que puedas ir sin tener que esconderte...- propuse, observándola.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Cierto… el tema de estar escondiéndose de esa mujer tan desagradable. Por un momento hasta se había olvidado de ella. ¿Se encontrarían con la anciana acaso? Lo dudaba. Pero mejor prevenir que curar.
De todas formas, le gustaba la idea de pasear, así que no vio razones para negarse a semejante propuesta. Mientras después la regresara ahí mismo todo bien, que después la niña terminaba perdida y no era la gracia.
Asintió a su propuesta, vuelta a tomarse de su brazo como quien no quiere la cosa, sonriente.
–Vamos entonces…
Vuelta a caminar, esta vez con un frasco de recuerdo, Ariel parecía nuevamente ser la sirenita de siempre, con ese buen humor suyo y la curiosidad infantil. Le estaba gustando esto de conocer ese lado de Marshovia.
Por un momento se mantuvo calladita, mirando todo para no perderse detalle, pero pronto estuvo de nuevo dando un toque a Iñigo para llamar su atención.
–¿Vienes mucho por aquí? ¿Cuánto tiempo pasas en un barco? ¿Te marcharas pronto?
Eran preguntas que tenía desde hace un rato dando vuelta por su cabecita pelirroja. La curiosidad de cuándo podría verle de nuevo, porque, bueno… era un hombre de mar. Y ella estaba ahora en tierra. Tal vez hasta no se verían de nuevo. Por alguna razón, esa idea le desagradó, pero se cuidó de no demostrarlo. Incluso de borrarlo. No debía olvidar que estaba en ese reino por otra razón: el príncipe azul...
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Por un momento me había parecido que la había sorprendido con el comentario que le había hecho, como si no hubiera considerado eso, lo que me llevó a pensar que había estado lo suficientemente distraída como para dejar esos pensamientos de lado por un momento, fuesen los que fueran. Y eso no podía ser tan malo, ¿verdad? De todas maneras, aquello se pasó bastante pronto, notándose la decisión y determinación sonriente por su parte al momento de indicar, con su silenciosa voz, que siguieran con el recorrido.
-Hacia los puertos, pues- dictaminé, volviendo a emprender el paso aunque sin dejar de dirigir cortas miradas en dirección hacia la chica pelirroja, más bien de reojo, como si algo me estuviese atrayendo la atención hacia lo que fuera que sintiese que era el vínculo que compartíamos, sin saber siquiera si algo así realmente existía.
Fue nuevamente un gesto de parte de ella el que me hizo detenerme, pues básicamente no quería perderme ninguna palabra de ella, pues se me antojaba que si lo hacía algo fundamental habría desaparecido para siempre. Seguramente exageraba.
-¿Por Marshovia? No lo sé, quizás un par de veces al año, a veces tres. Depende de muchas cosas... Suelo pasar más tiempo en alta mar que en tierra firme, y ahora estamos repostando por unos cuantos días- le expliqué, y ésa era la extensión de los planes que tenía por el momento. -Pero cuando esté por aquí te pasaré a ver- salieron las palabras sin que las pudiese realmente contener. Era una tontería, ¿por qué lo había dicho? Ella evidentemente tampoco era de ahí, por lo que no había seguridad alguna de que la volviese a ver después de aquella ocasión.
-Hacia los puertos, pues- dictaminé, volviendo a emprender el paso aunque sin dejar de dirigir cortas miradas en dirección hacia la chica pelirroja, más bien de reojo, como si algo me estuviese atrayendo la atención hacia lo que fuera que sintiese que era el vínculo que compartíamos, sin saber siquiera si algo así realmente existía.
Fue nuevamente un gesto de parte de ella el que me hizo detenerme, pues básicamente no quería perderme ninguna palabra de ella, pues se me antojaba que si lo hacía algo fundamental habría desaparecido para siempre. Seguramente exageraba.
-¿Por Marshovia? No lo sé, quizás un par de veces al año, a veces tres. Depende de muchas cosas... Suelo pasar más tiempo en alta mar que en tierra firme, y ahora estamos repostando por unos cuantos días- le expliqué, y ésa era la extensión de los planes que tenía por el momento. -Pero cuando esté por aquí te pasaré a ver- salieron las palabras sin que las pudiese realmente contener. Era una tontería, ¿por qué lo había dicho? Ella evidentemente tampoco era de ahí, por lo que no había seguridad alguna de que la volviese a ver después de aquella ocasión.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
La cara de pena que puso no la disimulaba ni queriendo. La idea de no verlo era bastante triste, por no decir molesto. Que ella deseaba volver a verlo, tercamente… aunque fuese la segunda tontería más grande que pensara hacer. La primera fue aceptar el trato de Noligma. Tal vez debió pedir otra cosa.
Pero sonrió como una niña ante su siguiente oración, olvidando por completo a Noligma, su voz, incluso las dudas que le venían de quién sabe dónde. Porque él iría a verla a ella. ¡A ella! Suspiró, risueña. ¿Qué importaba un príncipe que conocía solo de vista, cuando tenía ese “algo” ahí con ella? Apretó un poco su brazo, más que para llamar la atención, para asegurarse que de verdad estaba ahí. Vaya tontería. En lugar de estar pensando en cómo diantres entrar al palacio, estaba haciendo planes para verse nuevamente con un marino. ¡Un marino!
–Me encantaría que lo hicieras… -dijo, bajando un poco la mirada, más tímida que antes. Que las sensaciones que le provocaba el marino eran nuevas, muy diferentes de las que trajo Eric. Le traía la vaga sensación de una playa, de agua a la luz de la luna. De melodías y, curiosamente, de caricias.
Pensando en que tal vez no sería vista, llevó uno de sus dedos a sus labios. Curioso, porque, que recordara, nunca había besado a nadie. En medio del mar, rodeada de sus hermanas y los cuidados de Tritón, esas cosas de besos a escondidas con un tritón cualquiera nunca le interesaron; estaba más pendiente de viajar y tener alguna aventura. ¿Por qué ahora presentía que los labios de Iñigo tendrían sabor a sal?
Pero bueno, el dolor de cabeza se hizo presente, sacándole una mueca. Cosa más desagradable. En cualquier momento tomaba algunas monedas y se compraba un remedio. Aunque, si Iñigo cumplía y se iba, no haría falta: el dolor venía solo con él.
–Aunque no tienes idea de donde vivo. –risita nerviosa, si pudiera. El movimiento no falta, claro. –Y yo no tengo idea de cuando volverás al puerto… ¿Vendrás mañana?
La pregunta se le escapa. Ella no tiene la menor idea de cómo explicarle que vive en una mansión de ricos, cerca de la playa. Seguramente Melody podría escribirle su dirección, ¿no? O podría ir con Babette, seguro que ella sabía todo sobre los barcos del puerto, por algo Paul la llevó con ella. Sin embargo, todo eso le resulta ridículo. En el fondo, lo que deseaba decirle era: ¿Volverías a verme aquí mañana?
Qué bueno, el encanto propio de una sirena casi que no le valía de mucho, porque sin voz podía ser muy aburrida. Y así, aprendiendo a caminar, se veía igual que un ganso. Y, vaya… estaba más flacucha que las hermanas Bimbette. ¿Y lo que tenía cerca de los hombros eran pecas? ¡¿Cómo diantres pensaba irse con el príncipe así?! Definitivamente, tendría que buscar la forma de volver a ver al brujo. Necesitaba su voz de regreso.
Pero sonrió como una niña ante su siguiente oración, olvidando por completo a Noligma, su voz, incluso las dudas que le venían de quién sabe dónde. Porque él iría a verla a ella. ¡A ella! Suspiró, risueña. ¿Qué importaba un príncipe que conocía solo de vista, cuando tenía ese “algo” ahí con ella? Apretó un poco su brazo, más que para llamar la atención, para asegurarse que de verdad estaba ahí. Vaya tontería. En lugar de estar pensando en cómo diantres entrar al palacio, estaba haciendo planes para verse nuevamente con un marino. ¡Un marino!
–Me encantaría que lo hicieras… -dijo, bajando un poco la mirada, más tímida que antes. Que las sensaciones que le provocaba el marino eran nuevas, muy diferentes de las que trajo Eric. Le traía la vaga sensación de una playa, de agua a la luz de la luna. De melodías y, curiosamente, de caricias.
Pensando en que tal vez no sería vista, llevó uno de sus dedos a sus labios. Curioso, porque, que recordara, nunca había besado a nadie. En medio del mar, rodeada de sus hermanas y los cuidados de Tritón, esas cosas de besos a escondidas con un tritón cualquiera nunca le interesaron; estaba más pendiente de viajar y tener alguna aventura. ¿Por qué ahora presentía que los labios de Iñigo tendrían sabor a sal?
Pero bueno, el dolor de cabeza se hizo presente, sacándole una mueca. Cosa más desagradable. En cualquier momento tomaba algunas monedas y se compraba un remedio. Aunque, si Iñigo cumplía y se iba, no haría falta: el dolor venía solo con él.
–Aunque no tienes idea de donde vivo. –risita nerviosa, si pudiera. El movimiento no falta, claro. –Y yo no tengo idea de cuando volverás al puerto… ¿Vendrás mañana?
La pregunta se le escapa. Ella no tiene la menor idea de cómo explicarle que vive en una mansión de ricos, cerca de la playa. Seguramente Melody podría escribirle su dirección, ¿no? O podría ir con Babette, seguro que ella sabía todo sobre los barcos del puerto, por algo Paul la llevó con ella. Sin embargo, todo eso le resulta ridículo. En el fondo, lo que deseaba decirle era: ¿Volverías a verme aquí mañana?
Qué bueno, el encanto propio de una sirena casi que no le valía de mucho, porque sin voz podía ser muy aburrida. Y así, aprendiendo a caminar, se veía igual que un ganso. Y, vaya… estaba más flacucha que las hermanas Bimbette. ¿Y lo que tenía cerca de los hombros eran pecas? ¡¿Cómo diantres pensaba irse con el príncipe así?! Definitivamente, tendría que buscar la forma de volver a ver al brujo. Necesitaba su voz de regreso.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Noté la expresión en el rostro de la chica, por supuesto, ¿cómo podía no notarla con lo descubierta que se mostraba para quien quisiera verla? La única manera en que podría haberla ignorado sería haber tenido la intención de hacerlo y eso estaba lejos de ser lo que quería, con mis ojos volviendo cada tanto, casi por voluntad propia, hacia ella. Y el ver la angustia ahí hacía que se me encogiese el pecho sin poder entender nada de aquello. Seguramente sería una tontería, la poca costumbre de encontrarme en una situación más cercana con mujeres, ya que desde mi niñez había estado completamente concentrado en mejorar mi esgrima, con la sola idea de vengar la muerte de mi padre y poco más. Después de ello, la única otra mujer con quien había tenido un trato más cercano había sido Buttercup y, bueno, ella estaba bastante comprometida con Wesley, que a continuación procedió a enseñarme lo que sabía de la piratería, y mi tiempo se había ido en eso hasta hace poco, que Wesley se había marchado, supuestamente a hacer su vida con Buttercup, aunque la última vez que les había visto me había parecido que existía cierta tensión sin resolver entre ambos, una no precisamente positiva. De todas maneras divagaba, el punto era que debía controlar aquellos impulsos o lo que fueran, y al menos logré hacerlo con el de acariciar su rostro como si con eso pudiese lograr quitar su pesar.
Las cosas mejoraron en ese sentido, pues una nueva sonrisa se dibujó sobre sus labios al escucharme decir que podía visitarla, presionando un poco más mi brazo y haciéndome saber que eso le gustaría, por lo que yo también sonreí. El siguiente gesto de su parte se me hizo sumamente curioso, al llevarse un dedo a sus labios, haciendo que tragase saliva por alguna razón y que una sensación de mis labios contra los suyos me invadiese, incluso llegando a imaginarme lo suaves y algo ¿salados? serían... todo esto antes de que un punzante dolor de cabeza me sobrepasase, haciendo que dejase esa idea de lado y entrecerrase los ojos, notando cómo pasaba de largo, y sin darme cuenta de que ella había tenido una expresión parecida.
-Oh, tienes razón en eso...- dije ante su comentario. -Pero siempre puedes darme las indicaciones- agregué sonriéndole. En cuanto a su pregunta... -Me quedaré aún unos cuantos días en la ciudad. Todavía tengo que buscar una posada donde quedarme- y tenía un dato sobre una que podía valer la pena. -Así que todavía podremos dar unos cuantos paseos, si no te atrapan y te encierran- bromeé.
Las cosas mejoraron en ese sentido, pues una nueva sonrisa se dibujó sobre sus labios al escucharme decir que podía visitarla, presionando un poco más mi brazo y haciéndome saber que eso le gustaría, por lo que yo también sonreí. El siguiente gesto de su parte se me hizo sumamente curioso, al llevarse un dedo a sus labios, haciendo que tragase saliva por alguna razón y que una sensación de mis labios contra los suyos me invadiese, incluso llegando a imaginarme lo suaves y algo ¿salados? serían... todo esto antes de que un punzante dolor de cabeza me sobrepasase, haciendo que dejase esa idea de lado y entrecerrase los ojos, notando cómo pasaba de largo, y sin darme cuenta de que ella había tenido una expresión parecida.
-Oh, tienes razón en eso...- dije ante su comentario. -Pero siempre puedes darme las indicaciones- agregué sonriéndole. En cuanto a su pregunta... -Me quedaré aún unos cuantos días en la ciudad. Todavía tengo que buscar una posada donde quedarme- y tenía un dato sobre una que podía valer la pena. -Así que todavía podremos dar unos cuantos paseos, si no te atrapan y te encierran- bromeé.
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Asintió. Sí, claro que le daría indicaciones. En caso de necesidad, tal vez la señora pudiese escribir su dirección. Ya sabemos todos como era ella en esas cosas: le encantaban las visitas, sobre todo para mostrar su hermosa mansión, su hermoso perro, su hermoso... bueno, todo era hermoso. Aunque Ariel lo consideraba bastante vacío y muy frío. Esa casa en general era muy fría.
Casi, casi que dio unas palmadas cuando oye lo de días. Así, en plural. No un día, ni dos... ¿Serían tres? Por alguna razón, el tema de tres días le sacó una mueca. ¿Qué podías hacer en tres días? Pero no es momento para pensar en partidas, no cuando recién comenzaba ese "primer día", los dos paseando tranquilamente.
Cuando mencionó el tema de la posada, se le escapó el nombre de Babette. ¿Qué mejor lugar que ese? Bueno, bueno, Ariel no podía opinar demasiado de esas cosas, después de todo, solo conocía esa. Pero la intención es lo que cuenta...
-Podrías ir al Poney Pisador, es un sitio bonito... - sugiere, despacio, intentando no sonreír como tonta. Si se quedara allí, pues estaría mejor. Babette lo trataría bien y ella... ¡pues iría a visitarlo cuando quisiera! Al menos mientras estuviese en tierra. En ese reino. Y cuando regresara al puerto, la rubia podría avisarle. Intentó no darle vueltas al hecho de que estaba pensando en un futuro que, seguramente, no se daría. -Nadie me encerrará. No me pagan para eso. Pero ya sabes, si no llegó a la próxima cita, es que mi jefa me tiene en el sótano.
Aunque cuando la señora se enterara que había eludido su responsabilidad con su hija para dar la hora con un malhechor (palabras suyas, de veras), pues tal vez terminase con un horario más estricto. O de patitas en la calle. La segunda opción no le molestaba demasiado. Estar tanto tiempo en la mansión, había logrado que extrañase la playa como nunca.
Soltó un insonoro suspiro, antes de apoyar su cabecita en el hombro de Iñigo. Siquiera lo pensó, ni lo notó. En su mente solo estaba una pregunta. ¿Por qué el mundo de los humanos era tan complejo? Y, ¿por qué diantres había dicho cita?
Casi, casi que dio unas palmadas cuando oye lo de días. Así, en plural. No un día, ni dos... ¿Serían tres? Por alguna razón, el tema de tres días le sacó una mueca. ¿Qué podías hacer en tres días? Pero no es momento para pensar en partidas, no cuando recién comenzaba ese "primer día", los dos paseando tranquilamente.
Cuando mencionó el tema de la posada, se le escapó el nombre de Babette. ¿Qué mejor lugar que ese? Bueno, bueno, Ariel no podía opinar demasiado de esas cosas, después de todo, solo conocía esa. Pero la intención es lo que cuenta...
-Podrías ir al Poney Pisador, es un sitio bonito... - sugiere, despacio, intentando no sonreír como tonta. Si se quedara allí, pues estaría mejor. Babette lo trataría bien y ella... ¡pues iría a visitarlo cuando quisiera! Al menos mientras estuviese en tierra. En ese reino. Y cuando regresara al puerto, la rubia podría avisarle. Intentó no darle vueltas al hecho de que estaba pensando en un futuro que, seguramente, no se daría. -Nadie me encerrará. No me pagan para eso. Pero ya sabes, si no llegó a la próxima cita, es que mi jefa me tiene en el sótano.
Aunque cuando la señora se enterara que había eludido su responsabilidad con su hija para dar la hora con un malhechor (palabras suyas, de veras), pues tal vez terminase con un horario más estricto. O de patitas en la calle. La segunda opción no le molestaba demasiado. Estar tanto tiempo en la mansión, había logrado que extrañase la playa como nunca.
Soltó un insonoro suspiro, antes de apoyar su cabecita en el hombro de Iñigo. Siquiera lo pensó, ni lo notó. En su mente solo estaba una pregunta. ¿Por qué el mundo de los humanos era tan complejo? Y, ¿por qué diantres había dicho cita?
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Me sentía tan cómodo con ella como nunca había estado en compañía de nadie más. No tenía ni siquiera que compararlo con la gente del Revenge, que serían mi tripulación, pero más allá de eso siempre tenía que mantenerme a cierta distancia de ellos por un simple tema de disciplina. Como amistades, podría recordar a Fezzik y a Wesley, pero tampoco era lo mismo, partiendo por la sensación de gravitación que me producía la pelirroja, como si necesitase mantenerme cerca o no fuera capaz de ir a alejarme más de unos metros sin sentir una fuerte atracción queriendo llevarme de regreso en su dirección.
Esta vez, para poder leer lo que ella decía, tuve que detenerme, quizás porque era de lo más largo que me hubiese dicho, teniendo que ser bastante cuidadoso para no perderme palabra, que tampoco era como si quisiera hacerlo. O tal vez era que quería fijarme mejor en sus labios que se movían de manera encantadora, dejándome en el mismo sitio. Una excusa que estaba lejos de ser cualquiera y que debería preocuparme más de lo que lo hacía. Después de todo, era un pirata, alguien fuera de la ley, no debería estar teniendo ningún tipo de fijación con una chica que acababa de conocer, pero aparentemente era justo lo que me estaba ocurriendo. ¿Cómo había sucedido? Y, más importante, ¿cómo podía salir de aquello antes de que alguien resultase herido? Particularmente antes de que Ariel terminase en una mala situación por cualquier asociación que se le pudiese hacer conmigo.
Pero bueno, por el momento tenía que centrarme en el ahora, porque no había mucho más que eso. -Estuve una vez ahí antes, pero parecía bastante popular así que no sé si habrá espacio...- pero si era ella quien lo sugería, como mínimo tenía que intentarlo. -No pierdo nada con fijarme si hay un lugar disponible después de todo, ¿no?- señalé, dejando de lado la posibilidad de que repetir un lugar de estadía podía resultar en que alguien que se enterase de mi identidad pudiese llevar a las autoridades ahí. -Y si tu jefa te tiene en el sótano, iré a rescatarte- le aseguré. Rescate, qué cosa tan poco común por parte de un pirata, y sin embargo me lo inspiraba. Más por haber dicho "cita".
Esta vez, para poder leer lo que ella decía, tuve que detenerme, quizás porque era de lo más largo que me hubiese dicho, teniendo que ser bastante cuidadoso para no perderme palabra, que tampoco era como si quisiera hacerlo. O tal vez era que quería fijarme mejor en sus labios que se movían de manera encantadora, dejándome en el mismo sitio. Una excusa que estaba lejos de ser cualquiera y que debería preocuparme más de lo que lo hacía. Después de todo, era un pirata, alguien fuera de la ley, no debería estar teniendo ningún tipo de fijación con una chica que acababa de conocer, pero aparentemente era justo lo que me estaba ocurriendo. ¿Cómo había sucedido? Y, más importante, ¿cómo podía salir de aquello antes de que alguien resultase herido? Particularmente antes de que Ariel terminase en una mala situación por cualquier asociación que se le pudiese hacer conmigo.
Pero bueno, por el momento tenía que centrarme en el ahora, porque no había mucho más que eso. -Estuve una vez ahí antes, pero parecía bastante popular así que no sé si habrá espacio...- pero si era ella quien lo sugería, como mínimo tenía que intentarlo. -No pierdo nada con fijarme si hay un lugar disponible después de todo, ¿no?- señalé, dejando de lado la posibilidad de que repetir un lugar de estadía podía resultar en que alguien que se enterase de mi identidad pudiese llevar a las autoridades ahí. -Y si tu jefa te tiene en el sótano, iré a rescatarte- le aseguré. Rescate, qué cosa tan poco común por parte de un pirata, y sin embargo me lo inspiraba. Más por haber dicho "cita".
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Asintió. Claro que no perdía nada, si no intentas no ganas. Aunque eso de ganar era muy relativo. Ella estaba viviendo su sueño y, si lo pensaba bien, era bastante feo. Extrañaba a su padre y hermanas, extrañaba su casa, extrañaba a Flounder y a Sebastián. Pero estando ahí con Iñigo, la sensación se volvía más pequeña. Menos molesta. ¿No tiene unos bonitos ojos?
Y la sirenita se sonrojó. ¿No era dulce? Sonaba como un cuento de hadas, donde el príncipe iba a buscar a la princesa de las garras de un dragón rosa. Excepto porque la señora Moore no era un dragón, era su jefa. Iñigo no era un príncipe, siquiera tenía el aspecto de uno. Parecía más ese algo prohibido, lo que no se toca, el chico malo de la historia. Y ella,aunque sí fuera princesa, tampoco tenía mucho que ver. ¿Dónde se ha visto una muda de sangre azul?
Lo dejó pasar. Es más, no volvió a hacer comentario alguno durante algún rato, quedándose en un incomodo silencio. El pensamiento anterior la había deprimido. Había algo que la molestaba, esa sensación de añoranza y rechazo. Ambas emociones no parecían ser suyas.
Sus pasos se volvieron más rápidos, pero se mantuvo apoyada en el hombro de Iñigo. No quería separarse, aunque estaba segura que si se alejaba recuperaría el control sobre sus... marinas emociones descontroladas. Igual sobre su cabeza, donde su mente parecía haberse multiplicado y hablaba a la vez. Así no hay quien entienda...
Se detuvo de pronto, mordiéndose el labio. No le gustaba sentirse fuera de control en ese frágil cuerpo de humana. Así era incapaz de huir de sus problemas. Con cola solo necesitaba nadar un rato y las cosas fluían de vuelta a su cause. Allí estaba estancada.
O tal vez no. De algo servía caminar, aunque fuese mucho más lento que nadar. Igual llegabas a tu destino. En este caso, lo notó solo porque el aroma a mar era más intenso. Más agradable. Olía a casa.
Eso la relajó. Marshovia en general apestaba a sal y peces, algo desagradable para muchos, pero a Ariel le sacó una sonrisa. Su cuerpo entero pareció calmarse, aunque fuese más bien para dejar salir la molestia y que entrase la impaciencia. ¡Ella necesitaba llegar ahí!
Se soltó del brazo de Iñigo, tomando en su lugar su mano. Era más cómodo para avanzar más rápido. De haber podido hablar, hubiese dicho algo como "date prisa", pero ya que estaba muda y demasiado nerviosa para modular correctamente, pues solo le sonrió. Una de esas sonrisas nerviosas. Porque iba a ver algo nuevo...
Iba a ver una parte de su mundo, mezclado con el de los humanos. ¡Y barcos!
Sin embargo, cuando al fin lo vio, no le resultó lo que esperaba. Habían barcos, claro. Y había mucha gente, claro. Pero era gente apurada, gente enfadada, gente triste... Unos pocos tenían sonrisas. Seguramente serían turistas, emocionados con la infraestructura. Nada era parecido a su hogar con peces danzarines.
Ariel, como una niña, se detuvo abruptamente. Puso su mejor cara de interrogación y preguntó: ¿Ese es el puerto? No dio siquiera una segunda mirada a los barcos, ni a lo bonito que en el fondo era el sitio. Se sentía traicionada. Ella esperaba un sitio con gente más animada. Esperaba música y gente bailando. ¿No ven que ella lo que más quería era bailar un poco?
Y la sirenita se sonrojó. ¿No era dulce? Sonaba como un cuento de hadas, donde el príncipe iba a buscar a la princesa de las garras de un dragón rosa. Excepto porque la señora Moore no era un dragón, era su jefa. Iñigo no era un príncipe, siquiera tenía el aspecto de uno. Parecía más ese algo prohibido, lo que no se toca, el chico malo de la historia. Y ella,aunque sí fuera princesa, tampoco tenía mucho que ver. ¿Dónde se ha visto una muda de sangre azul?
Lo dejó pasar. Es más, no volvió a hacer comentario alguno durante algún rato, quedándose en un incomodo silencio. El pensamiento anterior la había deprimido. Había algo que la molestaba, esa sensación de añoranza y rechazo. Ambas emociones no parecían ser suyas.
Sus pasos se volvieron más rápidos, pero se mantuvo apoyada en el hombro de Iñigo. No quería separarse, aunque estaba segura que si se alejaba recuperaría el control sobre sus... marinas emociones descontroladas. Igual sobre su cabeza, donde su mente parecía haberse multiplicado y hablaba a la vez. Así no hay quien entienda...
Se detuvo de pronto, mordiéndose el labio. No le gustaba sentirse fuera de control en ese frágil cuerpo de humana. Así era incapaz de huir de sus problemas. Con cola solo necesitaba nadar un rato y las cosas fluían de vuelta a su cause. Allí estaba estancada.
O tal vez no. De algo servía caminar, aunque fuese mucho más lento que nadar. Igual llegabas a tu destino. En este caso, lo notó solo porque el aroma a mar era más intenso. Más agradable. Olía a casa.
Eso la relajó. Marshovia en general apestaba a sal y peces, algo desagradable para muchos, pero a Ariel le sacó una sonrisa. Su cuerpo entero pareció calmarse, aunque fuese más bien para dejar salir la molestia y que entrase la impaciencia. ¡Ella necesitaba llegar ahí!
Se soltó del brazo de Iñigo, tomando en su lugar su mano. Era más cómodo para avanzar más rápido. De haber podido hablar, hubiese dicho algo como "date prisa", pero ya que estaba muda y demasiado nerviosa para modular correctamente, pues solo le sonrió. Una de esas sonrisas nerviosas. Porque iba a ver algo nuevo...
Iba a ver una parte de su mundo, mezclado con el de los humanos. ¡Y barcos!
Sin embargo, cuando al fin lo vio, no le resultó lo que esperaba. Habían barcos, claro. Y había mucha gente, claro. Pero era gente apurada, gente enfadada, gente triste... Unos pocos tenían sonrisas. Seguramente serían turistas, emocionados con la infraestructura. Nada era parecido a su hogar con peces danzarines.
Ariel, como una niña, se detuvo abruptamente. Puso su mejor cara de interrogación y preguntó: ¿Ese es el puerto? No dio siquiera una segunda mirada a los barcos, ni a lo bonito que en el fondo era el sitio. Se sentía traicionada. Ella esperaba un sitio con gente más animada. Esperaba música y gente bailando. ¿No ven que ella lo que más quería era bailar un poco?
Re: Un paso a la vez, que te puedes caer {Roberts}
Si es que la pelirroja tenía una vivienda en la ciudad, no sabía cómo era que pudiese conocer la posada de la que estaban hablando, siendo que al final de cuentas no se veía tampoco como alguien que frecuentase el local en su calidad de taberna. No, era más bien delicada, o al menos aquella era la impresión que me daba por mi parte, como si fuera necesario protegerla, y para ello influía mucho más que el simple hecho de que le faltase la voz, aunque no era como si supiese exactamente qué era lo que me llevaba a pensar de aquella manera. Quizás su sonrisa, su manera de expresarse con cada uno de sus gestos, o la manera en que me miraba.
El color que subió a sus mejillas fue diferente al de su cabello, aunque por supuesto que se combinaba con facilidad con la tonalidad, y era ese conjunto que se me hacía adorable, por más que nunca antes recordaba haber tenido un pensamiento de ese tipo, por lo que no sabía exactamente qué era lo que me estaba ocurriendo, siendo algo que no creía que ocurriese muy a menudo en mi línea de trabajo. De todas maneras, habría preferido que volviese a hablar, o más bien a vocalizar palabras, en lugar de aquel silencio que iba más allá de la detención de sus labios y el continuar de nuestros pasos, como si de alguna manera ya no estuviese conmigo, sino en algún otro lugar mientras nuestros pasos se apresuraban por sobre el empedrado, tratando de distraerme al menos poniendo atención a que ella no tropezase o se hiciera daño en sus pies descalzos. Igualmente, cualquier incomodidad que pudiese sentir se veía ahogada en gran manera por la sensación de su cabeza en mi hombro, gesto y posición de los que era más que consciente y de los que guardaba en mi memoria el mayor tiempo posible.
En general, no hubieron realmente problemas en cuanto a sus pies, sino que más temprano que tarde nos vimos llegando a una apertura entre los edificios que daba paso al movimiento constante que era la firma común del puerto. El olor a mar era más fuerte ahí, y llené mis pulmones de aquel aire que se había convertido en una parte de mi vida. En las últimas decenas de metros, ella había avanzado aún más rápido aún, tomándome de la mano, sonriéndome y llevándose con ello cualquier resto de incomodidad que pudiese haber existido. Sin embargo, al llegar finalmente a la ajetreada escena, su rostro se vio transformado rápidamente en una mueca de decepción. El ambiente no era siempre el mejor, aunque se me hacía algo extraño que, viviendo en esa comunidad, no hubiese estado nunca antes en el puerto. Y aún así, sentía la necesidad de volver a poner una sonrisa en su rostro. -Sí, lo es...- respondí, y en lugar de darle más explicaciones, le sonreí por mi parte. -Ven conmigo, quiero mostrarte algo- le pedí, siendo ahora yo quien iba tirando de ella mientras avanzaba rápidamente.
La primera idea había sido llevarla al Revenge, pero cabía la posibilidad de que hubiera alguno de los piratas ahí de guardia, por lo que preferí no arriesgarla. Nuestros pasos nos dirigirían a lo largo de la costa aún, y a esa velocidad no demoraríamos mucho en llegar al destino que tenía en mente.
Off: Pondré de mi parte para eso. xP
El color que subió a sus mejillas fue diferente al de su cabello, aunque por supuesto que se combinaba con facilidad con la tonalidad, y era ese conjunto que se me hacía adorable, por más que nunca antes recordaba haber tenido un pensamiento de ese tipo, por lo que no sabía exactamente qué era lo que me estaba ocurriendo, siendo algo que no creía que ocurriese muy a menudo en mi línea de trabajo. De todas maneras, habría preferido que volviese a hablar, o más bien a vocalizar palabras, en lugar de aquel silencio que iba más allá de la detención de sus labios y el continuar de nuestros pasos, como si de alguna manera ya no estuviese conmigo, sino en algún otro lugar mientras nuestros pasos se apresuraban por sobre el empedrado, tratando de distraerme al menos poniendo atención a que ella no tropezase o se hiciera daño en sus pies descalzos. Igualmente, cualquier incomodidad que pudiese sentir se veía ahogada en gran manera por la sensación de su cabeza en mi hombro, gesto y posición de los que era más que consciente y de los que guardaba en mi memoria el mayor tiempo posible.
En general, no hubieron realmente problemas en cuanto a sus pies, sino que más temprano que tarde nos vimos llegando a una apertura entre los edificios que daba paso al movimiento constante que era la firma común del puerto. El olor a mar era más fuerte ahí, y llené mis pulmones de aquel aire que se había convertido en una parte de mi vida. En las últimas decenas de metros, ella había avanzado aún más rápido aún, tomándome de la mano, sonriéndome y llevándose con ello cualquier resto de incomodidad que pudiese haber existido. Sin embargo, al llegar finalmente a la ajetreada escena, su rostro se vio transformado rápidamente en una mueca de decepción. El ambiente no era siempre el mejor, aunque se me hacía algo extraño que, viviendo en esa comunidad, no hubiese estado nunca antes en el puerto. Y aún así, sentía la necesidad de volver a poner una sonrisa en su rostro. -Sí, lo es...- respondí, y en lugar de darle más explicaciones, le sonreí por mi parte. -Ven conmigo, quiero mostrarte algo- le pedí, siendo ahora yo quien iba tirando de ella mientras avanzaba rápidamente.
La primera idea había sido llevarla al Revenge, pero cabía la posibilidad de que hubiera alguno de los piratas ahí de guardia, por lo que preferí no arriesgarla. Nuestros pasos nos dirigirían a lo largo de la costa aún, y a esa velocidad no demoraríamos mucho en llegar al destino que tenía en mente.
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