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¡Sin salida! (Lady Morrigan)
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¡Sin salida! (Lady Morrigan)
Lugar: Burdel Le Masquerade
En un arroyo, me lavo la sangre de mis manos. ¡La sangre de Lady Rodmilla! El agua está fría, pero aunque tirite por completo, el estar limpia me hace sentir mucho mejor. Ahora... ¿hacia dónde voy? Al sur, que esas tierras son más cálidas... si tengo que pasar la noche en la calle, sobreviviré mejor... O eso espero.
Camino con la luna y las estrellas como guía, hasta que mis zapatos se empiezan a desarmar. Me miro a los pies y me fijo que ya he perdido uno. ¡Lloro de rabia porque había sido el zapato de mi madre! Y su vestido... apenas me cubre ahora... Me quito el otro zapato y lo dejo en mi mano, que algo de recuerdo, aunque estropeado, tendré que guardar.
"¡Papá!" pienso entremedio de mis lágrimas... ¿Por qué tenía que encantarse con esa pérfida mujer? Aún estaría vivo si no se hubiera casado con ella... Tengo los ojos borrosos, por lo que me tropiezo... y me quedo allí un rato llorando.
De pronto, un ruido de caballos me alerta: Me levanto y oculto tras un árbol. El carruaje pasa, y entonces, me seco las lágrimas (ensuciando mi rostro con tierra) y empiezo a avanzar hacia el sur.
(...)
He caminado toda la noche, y tengo las piernas con calambres... La diáfana luz del amanecer empieza a iluminar lo que es el comienzo de una aldea. Todas las cabañas y casas tienen sus luces apagadas, con excepción de una grande y bonita. Agotada, me dirijo a esta, ya que si están en la abundancia, podrán darme un poco de pan que sea...
Me acerco, e insegura, golpeo la puerta, la que se abre frente a mí. Adentro veo gente contenta, chicas con bellos vestidos y hombres que les sonríen. La música que llega a mis oídos es alegre, y por contagio me hace sonreír un poco.
No me fijo que algunos hombres me observan la pierna, que puede verse desde el muslo, o mi hombro, desnudo donde anoche había un hermoso tirante gris perlado. Me detengo allí, a observarlos, sin saber a quién pedirle ayuda.
Camino con la luna y las estrellas como guía, hasta que mis zapatos se empiezan a desarmar. Me miro a los pies y me fijo que ya he perdido uno. ¡Lloro de rabia porque había sido el zapato de mi madre! Y su vestido... apenas me cubre ahora... Me quito el otro zapato y lo dejo en mi mano, que algo de recuerdo, aunque estropeado, tendré que guardar.
"¡Papá!" pienso entremedio de mis lágrimas... ¿Por qué tenía que encantarse con esa pérfida mujer? Aún estaría vivo si no se hubiera casado con ella... Tengo los ojos borrosos, por lo que me tropiezo... y me quedo allí un rato llorando.
De pronto, un ruido de caballos me alerta: Me levanto y oculto tras un árbol. El carruaje pasa, y entonces, me seco las lágrimas (ensuciando mi rostro con tierra) y empiezo a avanzar hacia el sur.
(...)
He caminado toda la noche, y tengo las piernas con calambres... La diáfana luz del amanecer empieza a iluminar lo que es el comienzo de una aldea. Todas las cabañas y casas tienen sus luces apagadas, con excepción de una grande y bonita. Agotada, me dirijo a esta, ya que si están en la abundancia, podrán darme un poco de pan que sea...
Me acerco, e insegura, golpeo la puerta, la que se abre frente a mí. Adentro veo gente contenta, chicas con bellos vestidos y hombres que les sonríen. La música que llega a mis oídos es alegre, y por contagio me hace sonreír un poco.
No me fijo que algunos hombres me observan la pierna, que puede verse desde el muslo, o mi hombro, desnudo donde anoche había un hermoso tirante gris perlado. Me detengo allí, a observarlos, sin saber a quién pedirle ayuda.
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
Claudia se paseó con su particular contoneo de caderas por una de las salas principales, con su melena de desordenados rizos castaños azotando su espalda semi descubierta, que por el contrario no dejaba ver nada de sus encantos delanteros, tapados hasta el cuello. Sin embargo, para el ojo experto, sus curvas serían bien apreciables con una tela tan fina. Pasó al lado de un orondo caballero de elegante vestimenta, cuyo rostro permanecía tapado por una bonita máscara negra, el cual le tocó el trasero con descaro. Ella no se molestó en ofenderse, a fin de cuentas estaba más que acostumbrada. Todos los clientes, indistintamente de si eran hombres o mujeres, llevaban máscara puesta siempre que paseaban por las zonas comunes del burdel. La razón era simple, al tratarse de gente adinerada y pudiente, posiblemente de la nobleza o cualquier otro cargo influyente, sería vergonzoso que se les pudiese reconocer, por no hablar del escándalo si ese tipo de escapadas salían a la luz. Así, con el rostro cubierto, todos se sentían un poco más a salvo entre las paredes del burdel, dando rienda suelta a sus deseos más oscuros.
Claro que sus identidades no pasaban por alto a los trabajadores que intimaban con ellos en las alcobas, y por lo tanto, a la dueña del burdel.
Claudia intercambió una sonrisa con una mujer que alzaba una copa, mirándola a través del antifaz con sus ojos azules, y se detuvo de golpe al ver una figura maltrecha en el umbral. De un cliente no se trataba, en absoluto, y no sólo era porque su rostro juvenil y delicado quedaba perfectamente a la vista bajo aquella cortina de oro que era su pelo, sino que su vestimenta estaba hecha un asco e iba descalza. La meretriz dudaba seriamente que bajo esos harapos llevase siquiera la mitad del dinero necesario para costear las caras tarifas de precios del luoanar, sin embargo sintió lástima por su aspecto, del cual creyó que podría sacarse muchísimo partido. Cambió su semblante arrugado por uno más amable al acercarse a ella.
-¿Te has perdido?-Preguntó. Tiró de uno de los extremos de lo que quedaba de su atuendo, como si fuese un trapo inservible que debía ser quemado en la chimenea de inmediato. Posiblemente su actitud podía parecer invasiva, pero realmente sólo pretendía asegurarse de que no estaba herida. Casi parecía haber recibido una paliza, o haber sido perseguida por lobos. En cualquier caso ese no era el lugar apropiado-Pareces cansada.
Claro que sus identidades no pasaban por alto a los trabajadores que intimaban con ellos en las alcobas, y por lo tanto, a la dueña del burdel.
Claudia intercambió una sonrisa con una mujer que alzaba una copa, mirándola a través del antifaz con sus ojos azules, y se detuvo de golpe al ver una figura maltrecha en el umbral. De un cliente no se trataba, en absoluto, y no sólo era porque su rostro juvenil y delicado quedaba perfectamente a la vista bajo aquella cortina de oro que era su pelo, sino que su vestimenta estaba hecha un asco e iba descalza. La meretriz dudaba seriamente que bajo esos harapos llevase siquiera la mitad del dinero necesario para costear las caras tarifas de precios del luoanar, sin embargo sintió lástima por su aspecto, del cual creyó que podría sacarse muchísimo partido. Cambió su semblante arrugado por uno más amable al acercarse a ella.
-¿Te has perdido?-Preguntó. Tiró de uno de los extremos de lo que quedaba de su atuendo, como si fuese un trapo inservible que debía ser quemado en la chimenea de inmediato. Posiblemente su actitud podía parecer invasiva, pero realmente sólo pretendía asegurarse de que no estaba herida. Casi parecía haber recibido una paliza, o haber sido perseguida por lobos. En cualquier caso ese no era el lugar apropiado-Pareces cansada.
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
La gente me sonríe, pero siguen en sus lugares. Yo, de piedra plantada en la puerta, sin saber qué hacer, porque mis pies me duelen pero no me atrevo a sentarme...
De pronto, una chica de cabellos castañosy un antifaz cubriéndole el rostro camina en mi dirección. Incierta de si me va a echar o si me viene a ayudarme, le sonrío:
- ¿Te has perdido? -me pregunta. ¿Acaso sé dónde estoy, a cuál aldea he llegado? Pues, no, no lo sé, por lo que le asiento con mi cabeza, aún demasiado temerosa para abrir mi boca.
De pronto, sin el menor aviso, ella toma mi falda y la levanta, y sólo entonces me doy cuenta que mi el vestido está demasiado destrozado abajo. Me ruborizo en seguida, pero no me atrevo a quitarle la mano. Lo peor es que los hombres más cercanos, ahora me fijo que están enmascarados, sonríen aún más. En realidad, casi todos están enmascarados, lo que me empieza a alertar que quizás éste no sea el mejor lugar para pedir ayuda...
Iba a hacer el ademán de retirarme, cuando ella suelta el que otrora fue el hermoso vestido de mi madre y me dice:
- Pareces cansada.
Y es verdad, nunca había caminado tanto, y al parecer los nervios me tienen los músculos más tensos, por lo que asiento nuevamente, implorándole con mis ojos celestes. Entonces la mujer me toma de la mano y avanzamos por entremedio de la mansión. Lo malo es que los hombres nos miran cuando pasamos, ¡incluso uno se atreve a tocarme los cabellos! (Cenicienta no comprende que en realidad trató de tocar sus senos)
Finalmente, ella levanta una cortina, la cual oculta una habitación muy bellamente decorada, con todas las paredes cubiertas de cortinas llenas de bordados dorados, en diseños totalmente diferentes a los salones de la mansión Barbarac. En todo caso, los tonos son vivos y me agradan.
Veo una mesa con comida, y dos sillas. Quiero sentarme y comer aunque sea un bocado, sin embargo, no sé si puedo...
De pronto, una chica de cabellos castaños
- ¿Te has perdido? -me pregunta. ¿Acaso sé dónde estoy, a cuál aldea he llegado? Pues, no, no lo sé, por lo que le asiento con mi cabeza, aún demasiado temerosa para abrir mi boca.
De pronto, sin el menor aviso, ella toma mi falda y la levanta, y sólo entonces me doy cuenta que mi el vestido está demasiado destrozado abajo. Me ruborizo en seguida, pero no me atrevo a quitarle la mano. Lo peor es que los hombres más cercanos, ahora me fijo que están enmascarados, sonríen aún más. En realidad, casi todos están enmascarados, lo que me empieza a alertar que quizás éste no sea el mejor lugar para pedir ayuda...
Iba a hacer el ademán de retirarme, cuando ella suelta el que otrora fue el hermoso vestido de mi madre y me dice:
- Pareces cansada.
Y es verdad, nunca había caminado tanto, y al parecer los nervios me tienen los músculos más tensos, por lo que asiento nuevamente, implorándole con mis ojos celestes. Entonces la mujer me toma de la mano y avanzamos por entremedio de la mansión. Lo malo es que los hombres nos miran cuando pasamos, ¡incluso uno se atreve a tocarme los cabellos! (Cenicienta no comprende que en realidad trató de tocar sus senos)
Finalmente, ella levanta una cortina, la cual oculta una habitación muy bellamente decorada, con todas las paredes cubiertas de cortinas llenas de bordados dorados, en diseños totalmente diferentes a los salones de la mansión Barbarac. En todo caso, los tonos son vivos y me agradan.
Veo una mesa con comida, y dos sillas. Quiero sentarme y comer aunque sea un bocado, sin embargo, no sé si puedo...
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
Claudia colocó un rizo marrón detrás de su oreja, torciendo los labios con serias dudas. La política del local la impelía a echar de patitas a la calle a todo aquel que no tuviese un solo doblón, y el maltrecho vestido de la chica quizás en su mejor momento hubiese sido bastante para costear que se le permitiese respirar allí dentro, pero ahora desde luego no valía nada. Aún así, la joven tenía su corazoncito, aunque estuviese revestido por una capa de dureza para impedir que las palabras vacías de los clientes y sus falsos regalos caros la afectasen a esas alturas.
Con un suspiro de resignación, se atrevió a hacer algo que a nadie osaría dentro de la engañosa seguridad del lupanar, controlado por la impasible mirada de su oscura señora. Tomándola de su mano, que ella notó como fría a causa del calor que recorría el local (tanto literal como metafórico), la asió con suavidad, conduciéndola por los pasillos con todo el sigilo que pudo, aunque a esas alturas sería imposible, pero nada perdía por intentarlo.
Después de escapar de algunos obstáculos más que habían encontrado en el camino, la meretriz se deslizó hacia un lado, revelando una bonita estancia bien adornada. Todo allí derrochaba lujo, una muestra de la arrogancia de la persona que llevaba el local, aunque no podía negarse que todo estaba muy limpio y cuidado hasta el más mínimo detalle. En aquel burdel no había miseria, al menos no física…
-Siéntate-Pidió amablemente, señalando con su uña larga la silla junto a la mesa. La comida había sido preparada para un noble que aún tardaría en volver, demasiado ocupado con ciertos “asuntos” en una habitación contigua a la suya. Para fomentar un ambiente de buenas vibraciones, Claudia se sentó sobre la otra silla y señaló otra vez el plato-¿Eres muda?-Preguntó de pronto, al ver que todavía no había mediado palabra alguna-Vamos, no tengas miedo.
Unos pasos apresurados retumbaron por el pasillo, y las cortinas se corrieron con violencia para revelar a una chica de pelo negro como el ébano sujetándolas con expresión incrédula. Era bastante bonita, aunque en realidad casi todas (y todos) allí lo eran, y su vestido resaltaba con su tono gris marengo bajo su piel melocotón, pero su expresión terminaba de afearse debido a los labios fruncidos de forma ruin y su mirada de triunfo.
-¡Por un momento pensé que el Duque Wellington había bebido demasiado! Pero me parecía muchísima casualidad que la cotorra de Angelique lo confirmase ¡No puedo creerme que lo hayas hecho!-Dijo con cierta nota de maldad-Cuando ella se entere te la vas a cargar-Parecía que eso último le producía un perverso placer, y pronto resultó evidente que Claudia y ella no eran precisamente amigas.
-No se enterará, Sía-Espetó la castaña, acercándose hasta ella y arrastrándola dentro de la habitación con delicadeza nula-Tú no se lo vas a decir.
-¿Y cómo piensas impedírmelo?-La amenazó, con un tono que no dejaba lugar a dudas sobre que ya lo había hecho-Las normas hay que cumplirlas-Espetó, como si fuese un argumento tan válido como cualquier otro, una ley divina imposible de ignorar. A Sía el cumplimiento de los mandatos sólo le interesaba cuando era otro quien los rompía. Claudia la empujó furiosa contra el diván, ajena por un momento a la joven que había traído consigo, demasiado furiosa con Sía, que parecía buscar su perdición con cada cosa que hiciese dentro del burdel. En otro tiempo habían sido amigas, pero ahora lo único que quedaba de esa amistad era el deseo de hacerse daño mutuamente. Casi habían empezado a pelearse, cuando un fortachón volvió a interrumpir el improvisado desayuno de la recién llegada, separando en el proceso a ambas mujeres que se tiraban como animales de los pelos.
-Ya basta-Rugió el tipo, de nombre Iván, encargado de la solución de conflictos dentro de los dominios de la dueña-¿Qué espectáculo es este? Sía, vuelve a tu trabajo. Tu cliente no está nada contento con que lo hayas dejado sólo para irte a chismorrear como una ama de casa aburrida. Tú, Claudia, vete y busca algo que hacer antes de que me arrepienta, y tú…-Clavó sus ojos verdes en Cenicienta, sin poder reconocer en ella a ninguna de las trabajadoras del burdel, lo cual confirmaba que los rumores se habían extendido con demasiada rapidez, y que su destino estaba sellado de forma inevitable. Parecía, desde su punto de vista, un cachorrillo asustado. El hombre, de piel curtida y ojos pequeños, emitió un gruñido por lo bajo, a sabiendas de que no podría hacer nada por ella-Termínate eso y ven conmigo-Se limitó a decir, mirando la comida.
Con un suspiro de resignación, se atrevió a hacer algo que a nadie osaría dentro de la engañosa seguridad del lupanar, controlado por la impasible mirada de su oscura señora. Tomándola de su mano, que ella notó como fría a causa del calor que recorría el local (tanto literal como metafórico), la asió con suavidad, conduciéndola por los pasillos con todo el sigilo que pudo, aunque a esas alturas sería imposible, pero nada perdía por intentarlo.
Después de escapar de algunos obstáculos más que habían encontrado en el camino, la meretriz se deslizó hacia un lado, revelando una bonita estancia bien adornada. Todo allí derrochaba lujo, una muestra de la arrogancia de la persona que llevaba el local, aunque no podía negarse que todo estaba muy limpio y cuidado hasta el más mínimo detalle. En aquel burdel no había miseria, al menos no física…
-Siéntate-Pidió amablemente, señalando con su uña larga la silla junto a la mesa. La comida había sido preparada para un noble que aún tardaría en volver, demasiado ocupado con ciertos “asuntos” en una habitación contigua a la suya. Para fomentar un ambiente de buenas vibraciones, Claudia se sentó sobre la otra silla y señaló otra vez el plato-¿Eres muda?-Preguntó de pronto, al ver que todavía no había mediado palabra alguna-Vamos, no tengas miedo.
Unos pasos apresurados retumbaron por el pasillo, y las cortinas se corrieron con violencia para revelar a una chica de pelo negro como el ébano sujetándolas con expresión incrédula. Era bastante bonita, aunque en realidad casi todas (y todos) allí lo eran, y su vestido resaltaba con su tono gris marengo bajo su piel melocotón, pero su expresión terminaba de afearse debido a los labios fruncidos de forma ruin y su mirada de triunfo.
-¡Por un momento pensé que el Duque Wellington había bebido demasiado! Pero me parecía muchísima casualidad que la cotorra de Angelique lo confirmase ¡No puedo creerme que lo hayas hecho!-Dijo con cierta nota de maldad-Cuando ella se entere te la vas a cargar-Parecía que eso último le producía un perverso placer, y pronto resultó evidente que Claudia y ella no eran precisamente amigas.
-No se enterará, Sía-Espetó la castaña, acercándose hasta ella y arrastrándola dentro de la habitación con delicadeza nula-Tú no se lo vas a decir.
-¿Y cómo piensas impedírmelo?-La amenazó, con un tono que no dejaba lugar a dudas sobre que ya lo había hecho-Las normas hay que cumplirlas-Espetó, como si fuese un argumento tan válido como cualquier otro, una ley divina imposible de ignorar. A Sía el cumplimiento de los mandatos sólo le interesaba cuando era otro quien los rompía. Claudia la empujó furiosa contra el diván, ajena por un momento a la joven que había traído consigo, demasiado furiosa con Sía, que parecía buscar su perdición con cada cosa que hiciese dentro del burdel. En otro tiempo habían sido amigas, pero ahora lo único que quedaba de esa amistad era el deseo de hacerse daño mutuamente. Casi habían empezado a pelearse, cuando un fortachón volvió a interrumpir el improvisado desayuno de la recién llegada, separando en el proceso a ambas mujeres que se tiraban como animales de los pelos.
-Ya basta-Rugió el tipo, de nombre Iván, encargado de la solución de conflictos dentro de los dominios de la dueña-¿Qué espectáculo es este? Sía, vuelve a tu trabajo. Tu cliente no está nada contento con que lo hayas dejado sólo para irte a chismorrear como una ama de casa aburrida. Tú, Claudia, vete y busca algo que hacer antes de que me arrepienta, y tú…-Clavó sus ojos verdes en Cenicienta, sin poder reconocer en ella a ninguna de las trabajadoras del burdel, lo cual confirmaba que los rumores se habían extendido con demasiada rapidez, y que su destino estaba sellado de forma inevitable. Parecía, desde su punto de vista, un cachorrillo asustado. El hombre, de piel curtida y ojos pequeños, emitió un gruñido por lo bajo, a sabiendas de que no podría hacer nada por ella-Termínate eso y ven conmigo-Se limitó a decir, mirando la comida.
- Off:
- Este post me ha salido más largo, y creo que intimidatorio para la pobre Ceni, pero tranquila que Morrigan es una persona amable (?)... De momento
Si quieres que edite lo que sea, sólo dímelo y lo hago sin problemas .
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
- Siéntate -me dice, y yo de inmediato le obedezco. De inmediato estiro mis pies, tan adoloridos, que hasta llego a cerrar los ojos por poder sentirme un poco mejor.
La mujer se sienta también, y de pronto me indica el plato de comida. Estoy tan asustada, por los nervios de la noche anterior, que no atino a nada, sólo a mirarla:
- ¿Eres muda? -y muevo mi cabeza en gesto negativo, sin embargo, no abro mi boca. Pero ella me muestra de nuevo el plato, y ahora, con algo más de confianza estiro la mano y tomo el cuchillo y el tenedor, comiendo como si fuera la noble doncella que sería... si mi padre aún estuviera vivo...
¡Pero trago un trozo de carne de puro susto al ver a una mujer entrando de repente! Es muy bella, sin embargo, su rostro está contraido de una forma que no le favorece. De inmediato le empieza a hablar mal a la mujer que tan amablemente me ha ofrecido asiento y comida, acusándola de algo que no comprendo bien.
Y la mujer que me ha recibido de pronto me sorprende, reaccionando de una forma que no creí posible, empujando a la desafiante, quien tras perder el equilibrio cae en el diván, pero de inmediato levanta una de sus piernas, para contraatacar. ¿Yo? Me quedo sin saber qué hacer, puesto que tendría que ayudar a la mujer de cabellos castaños, ¡pero la violencia de ambas me abruma!
¡Pero abro mis ojos como platos cuando un hombre gigantesto hace aparición! De inmediato detiene la pelea de ambas mujeres, sin embargo, no me gusta cómo me mira...
- Termínate eso y ven conmigo- me dice, y yo... me había congelado nuevamente, pero como él se me queda mirando, entiendo que debo comer "ahora", y lo hago de prisa, sin poder disfrutar mucho del sabor, aunque la comida sea muy sabrosa. Para finalizar, me tomo la copa de jugo de una vez, ¡pero empiezo a toser al sentir su gusto tan fuerte! Miro la copa, y entonces percibo que era algun tipo de licor. En mi casa, la madrastra me tenía prohibido cualquier lujo, como por ejemplo tomar, y ahora me siento un poco mal por no estar acostumbrada...
Pero sintiéndome mal y todo, el tipo sigue mirándome, por lo que con lo que me queda de dignidad me levanto. Entonces él me toma por el brazo, no muy gentilmente confieso, y me lleva por pasillos, entrando cada vez más en esa mansión. Subimos unas escaleras, él casi arrastrándome que no puedo seguirle muy bien el paso rápido, hasta que él golpea una puerta.
Mientras esperamos en el silencio, me fijo que el pasillo es oscuro aunque el día empiece a clarear afuera, ya que no hay ninguna ventana hacia afuera, sólo puertas... Unas antorchas iluminan muy pobremente el lugar. ¿Dije silencio? En realidad, logro escuchar unos sonidos raros, como de animales, lejanos detrás de algunas de esas puertas.
Finalmente, el hombre recibe una respuesta y abre la puerta, casi que empujándome adentro.
La mujer se sienta también, y de pronto me indica el plato de comida. Estoy tan asustada, por los nervios de la noche anterior, que no atino a nada, sólo a mirarla:
- ¿Eres muda? -y muevo mi cabeza en gesto negativo, sin embargo, no abro mi boca. Pero ella me muestra de nuevo el plato, y ahora, con algo más de confianza estiro la mano y tomo el cuchillo y el tenedor, comiendo como si fuera la noble doncella que sería... si mi padre aún estuviera vivo...
¡Pero trago un trozo de carne de puro susto al ver a una mujer entrando de repente! Es muy bella, sin embargo, su rostro está contraido de una forma que no le favorece. De inmediato le empieza a hablar mal a la mujer que tan amablemente me ha ofrecido asiento y comida, acusándola de algo que no comprendo bien.
Y la mujer que me ha recibido de pronto me sorprende, reaccionando de una forma que no creí posible, empujando a la desafiante, quien tras perder el equilibrio cae en el diván, pero de inmediato levanta una de sus piernas, para contraatacar. ¿Yo? Me quedo sin saber qué hacer, puesto que tendría que ayudar a la mujer de cabellos castaños, ¡pero la violencia de ambas me abruma!
¡Pero abro mis ojos como platos cuando un hombre gigantesto hace aparición! De inmediato detiene la pelea de ambas mujeres, sin embargo, no me gusta cómo me mira...
- Termínate eso y ven conmigo- me dice, y yo... me había congelado nuevamente, pero como él se me queda mirando, entiendo que debo comer "ahora", y lo hago de prisa, sin poder disfrutar mucho del sabor, aunque la comida sea muy sabrosa. Para finalizar, me tomo la copa de jugo de una vez, ¡pero empiezo a toser al sentir su gusto tan fuerte! Miro la copa, y entonces percibo que era algun tipo de licor. En mi casa, la madrastra me tenía prohibido cualquier lujo, como por ejemplo tomar, y ahora me siento un poco mal por no estar acostumbrada...
Pero sintiéndome mal y todo, el tipo sigue mirándome, por lo que con lo que me queda de dignidad me levanto. Entonces él me toma por el brazo, no muy gentilmente confieso, y me lleva por pasillos, entrando cada vez más en esa mansión. Subimos unas escaleras, él casi arrastrándome que no puedo seguirle muy bien el paso rápido, hasta que él golpea una puerta.
Mientras esperamos en el silencio, me fijo que el pasillo es oscuro aunque el día empiece a clarear afuera, ya que no hay ninguna ventana hacia afuera, sólo puertas... Unas antorchas iluminan muy pobremente el lugar. ¿Dije silencio? En realidad, logro escuchar unos sonidos raros, como de animales, lejanos detrás de algunas de esas puertas.
Finalmente, el hombre recibe una respuesta y abre la puerta, casi que empujándome adentro.
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
El despacho estaba iluminado por la tenue y vibrante luz de las velas, cuya llama titilaba a causa de la cercanía con la cera derretida, dibujando grandes sombras allí donde los destellos anaranjados tocaban. Una gran estantería revestida de libros cubría una de las paredes, del suelo hasta el techo, con tantos volúmenes que un humano normal no habría podido ser capaz de leer a no ser que dedicase toda su vida íntegramente a ello… Aunque para la mujer que permanecía sentada en el escritorio de madera de cerezo, observando las cuentas de su negocio, no eran más que un mero adorno. A la gente le gustaba emplear el papel en cosas inútiles como escribir novelas sobre romances imposibles, pero ella sabía darles un buen uso de vez en cuando, avivando las llamas de la chimenea con los ejemplares más inútiles y empalagosos. Aquellos cuyo contenido merecía la pena salvarse, quedaban resguardados en la pared contraria, y no eran precisamente muchos. No, la mujer prefería emplear la fibra de la celulosa para apuntar cosas más útiles, pues como medio para llevar las cuentas resultaba imprescindible… Aunque todo trozo de papel con información era un potencial peligro si caía en malas manos.
Morrigan se incorporó y mojándose los dedos en saliva, apagó las vela de sebo. El alba despuntaba a través del cortinaje, irrumpiendo en retazos que dejaban caer charcos de luz sobre el mobiliario, y dejando el resto de la sala en la penumbra. No solía quedarse hasta tan tarde revisando los datos económicos del local cuando podía estar resguardada en su bonita mansión, sin embargo era primeros de mes, y como tal, esa revisión exhaustiva era necesaria. La mujer observó otro papel que estaba encima del escritorio, con expresión enigmática, y lo tomó entre sus dedos. Un seco sonido en la puerta le indicó que tenía visita.
Sin vacilar, Morrigan se acercó hasta la chimenea, cuyas brasas agonizaban pero seguían desprendiendo un inconfundible calor, y lo arrojó hacia ellas, dejando que una mancha negra se extendiese por su superficie bañada de tinta hasta devorar por completo las palabras que portaba.
-Adelante-Dijo quedamente, dejando que sus ojos se acostumbrasen al fuego. Notaba como se le secaban y la sangre en su cara subía de temperatura, pero seguía siendo un espectáculo hermoso el ver danzar las llamas que lamían y consumían la carta, avivándose para después acabar escondidas de nuevo entre los rescoldos. El chirrido de las bisagras informó de que la persona al otro lado de la puerta había oído su invitación para pasar. Normalmente ella no recibía visitas, salvo puntuales ocasiones, y siempre que se trataba de alguno de sus trabajadores los obsequiaba con una mirada de advertencia: Si era para molestarla por una tontería, ya podían empezar a correr. No le gustaba la incompetencia, ella no contrataba a inútiles para que estuviesen bajo su mando. Rara vez recibía visitas, por lo tanto, acentuando aún más las sombras que rodeaban su existencia.
Le sorprendió ver a Iván, uno de sus gorilas favoritos, precisamente por su efectividad a la hora de hacer su trabajo, el cual rara vez la molestaba. Le lanzó una mirada interrogante, pero pronto comprendió el motivo que lo llevaba a molestarla directamente.
-Señorita Hellberg-Dijo el hombretón, haciéndole una marcada y respetuosa reverencia para complacerla. A su lado, presa por sus fuertes manos, había una jovencita de cabellos rubios que Morrigan estaba convencida de no haber visto nunca-Parece que alguien ha dejado pasar a esta intrusa…
La bruja juntó las cejas y entrecerró los ojos.
-¿Qué tipo de vergüenza es esta para mi casa?-Espetó para sorpresa del matón-Mira el aspecto de esta chica, ¡Podría estar herida! Mira sus pies, ¡Descalza!-Bramó, empezando a alzar la voz con indignación-Alguien responderá por este descuido…-Exhaló el aire-Ordena que me traigan unas prendas limpias y que llenen un barreno de agua caliente para esta muchacha-Agitó la mano señalando con dureza la puerta, con una mirada que no permitía réplicas de ningún tipo. De todos modos no iba a recibirlas, pues Iván intercambió un par de miradas entre su señora y la chica, y salió en silencio, cerrando la puerta tras de sí como respondiendo a una orden silenciosa-Disculpadles, querida. A veces es duro vivir rodeada de tanto inepto-Dijo de forma dulce-¿Te encuentras bien? Espero que no estés hambrienta. Dime, ¿Cómo has llegado hasta aquí?-preguntó, aprovechando para mirarla mientras tanto de forma experta, desde sus cabellos alborotados, pasando por la blanca piel de su cuerpo hasta centrarse con más detalle en los harapos que portaba para cubrir sus partes pudendas. El sol se reflejaba en sus ojos de color azul claro, dándole un aspecto más inocente si cabe. Parecía haberse escapado de un baile, eso o haber sido raptada. Pero dejaría las conjeturas para luego, sin duda se hallaba ante una buena pieza de cacería, en varios sentidos.
Morrigan se incorporó y mojándose los dedos en saliva, apagó las vela de sebo. El alba despuntaba a través del cortinaje, irrumpiendo en retazos que dejaban caer charcos de luz sobre el mobiliario, y dejando el resto de la sala en la penumbra. No solía quedarse hasta tan tarde revisando los datos económicos del local cuando podía estar resguardada en su bonita mansión, sin embargo era primeros de mes, y como tal, esa revisión exhaustiva era necesaria. La mujer observó otro papel que estaba encima del escritorio, con expresión enigmática, y lo tomó entre sus dedos. Un seco sonido en la puerta le indicó que tenía visita.
Sin vacilar, Morrigan se acercó hasta la chimenea, cuyas brasas agonizaban pero seguían desprendiendo un inconfundible calor, y lo arrojó hacia ellas, dejando que una mancha negra se extendiese por su superficie bañada de tinta hasta devorar por completo las palabras que portaba.
-Adelante-Dijo quedamente, dejando que sus ojos se acostumbrasen al fuego. Notaba como se le secaban y la sangre en su cara subía de temperatura, pero seguía siendo un espectáculo hermoso el ver danzar las llamas que lamían y consumían la carta, avivándose para después acabar escondidas de nuevo entre los rescoldos. El chirrido de las bisagras informó de que la persona al otro lado de la puerta había oído su invitación para pasar. Normalmente ella no recibía visitas, salvo puntuales ocasiones, y siempre que se trataba de alguno de sus trabajadores los obsequiaba con una mirada de advertencia: Si era para molestarla por una tontería, ya podían empezar a correr. No le gustaba la incompetencia, ella no contrataba a inútiles para que estuviesen bajo su mando. Rara vez recibía visitas, por lo tanto, acentuando aún más las sombras que rodeaban su existencia.
Le sorprendió ver a Iván, uno de sus gorilas favoritos, precisamente por su efectividad a la hora de hacer su trabajo, el cual rara vez la molestaba. Le lanzó una mirada interrogante, pero pronto comprendió el motivo que lo llevaba a molestarla directamente.
-Señorita Hellberg-Dijo el hombretón, haciéndole una marcada y respetuosa reverencia para complacerla. A su lado, presa por sus fuertes manos, había una jovencita de cabellos rubios que Morrigan estaba convencida de no haber visto nunca-Parece que alguien ha dejado pasar a esta intrusa…
La bruja juntó las cejas y entrecerró los ojos.
-¿Qué tipo de vergüenza es esta para mi casa?-Espetó para sorpresa del matón-Mira el aspecto de esta chica, ¡Podría estar herida! Mira sus pies, ¡Descalza!-Bramó, empezando a alzar la voz con indignación-Alguien responderá por este descuido…-Exhaló el aire-Ordena que me traigan unas prendas limpias y que llenen un barreno de agua caliente para esta muchacha-Agitó la mano señalando con dureza la puerta, con una mirada que no permitía réplicas de ningún tipo. De todos modos no iba a recibirlas, pues Iván intercambió un par de miradas entre su señora y la chica, y salió en silencio, cerrando la puerta tras de sí como respondiendo a una orden silenciosa-Disculpadles, querida. A veces es duro vivir rodeada de tanto inepto-Dijo de forma dulce-¿Te encuentras bien? Espero que no estés hambrienta. Dime, ¿Cómo has llegado hasta aquí?-preguntó, aprovechando para mirarla mientras tanto de forma experta, desde sus cabellos alborotados, pasando por la blanca piel de su cuerpo hasta centrarse con más detalle en los harapos que portaba para cubrir sus partes pudendas. El sol se reflejaba en sus ojos de color azul claro, dándole un aspecto más inocente si cabe. Parecía haberse escapado de un baile, eso o haber sido raptada. Pero dejaría las conjeturas para luego, sin duda se hallaba ante una buena pieza de cacería, en varios sentidos.
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Morrigan
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Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
El gigante no me suelta el brazo, el cual en estos momentos ya debe haber marcado mi piel clara. Pero yo no me fijo ya en eso, sino que mis ojos celestes se posan en la dama que está junto a la chimenea. Es muy bella y su vestido con seguridad está fabricado en una carísima seda negra. ¡Ay como quisiera acercarme y tocarle la suavidad de ese vestido! Y su mirada, se posa en mis ojos, luego baja por mi cuerpo:
-Señorita Hellberg, parece que alguien ha dejado pasar a esta intrusa… -¿Intrusa, yo? No, yo no soy intrusa... ¿O si? Yo sólo estoy cansada...
De pronto, la bella dama le empieza a gritar! En un principio, pienso que me va a echar, pero pronto sus palabras son de reproche sólo para el gigantón, pues a mí me dice palabras amables, preguntándome si estoy bien y, ¿será verdad? Me ha ofrecido baño y trajes nuevos!
Le sonrío, ¡feliz de haber encontrado una dama tan amable para ayudarme en este momento tan dificil! El gigante se va, dejándonos a solas:
-Disculpadles, querida. A veces es duro vivir rodeada de tanto inepto. ¿Te encuentras bien? Espero que no estés hambrienta. Dime, ¿Cómo has llegado hasta aquí? -me pregunta, y entonces ya no puedo permanecer callada. Su dulzura es tal que por fin me siento bien, en confianza:
- Una mujer me ha alimentado abajo, señora... Hellberg. -recuerdo su nombre dicho por el gigantón justo a tiempo- Y pues... he caminado... desde el reino de Crystal. -confieso sin que se me ocurriera que tendría que haber mentido mejor.
De inmediato, el mencionar en voz alta mi lugar de origen hace que toda la pesadilla de ayer regrese de golpe: El baile al cual no asistí, la madrastra a quién dejé tirada sangrando en el piso, la noche huyendo...
Pero no puedo ser una ingrata, que debo demostrar de alguna forma mi agradecimiento. Entonces, me aclaro la garganta y le digo:
- Os agradezco los alimentos, el baño y la ropa que me ofrecéis... ¿Cómo puedo pagaros? -pregunto pensando si debo o no decir en voz que puedo hacer el aseo. Si, mejor lo digo- Puedo hacer el aseo, si estás de acuerdo...
-Señorita Hellberg, parece que alguien ha dejado pasar a esta intrusa… -¿Intrusa, yo? No, yo no soy intrusa... ¿O si? Yo sólo estoy cansada...
De pronto, la bella dama le empieza a gritar! En un principio, pienso que me va a echar, pero pronto sus palabras son de reproche sólo para el gigantón, pues a mí me dice palabras amables, preguntándome si estoy bien y, ¿será verdad? Me ha ofrecido baño y trajes nuevos!
Le sonrío, ¡feliz de haber encontrado una dama tan amable para ayudarme en este momento tan dificil! El gigante se va, dejándonos a solas:
-Disculpadles, querida. A veces es duro vivir rodeada de tanto inepto. ¿Te encuentras bien? Espero que no estés hambrienta. Dime, ¿Cómo has llegado hasta aquí? -me pregunta, y entonces ya no puedo permanecer callada. Su dulzura es tal que por fin me siento bien, en confianza:
- Una mujer me ha alimentado abajo, señora... Hellberg. -recuerdo su nombre dicho por el gigantón justo a tiempo- Y pues... he caminado... desde el reino de Crystal. -confieso sin que se me ocurriera que tendría que haber mentido mejor.
De inmediato, el mencionar en voz alta mi lugar de origen hace que toda la pesadilla de ayer regrese de golpe: El baile al cual no asistí, la madrastra a quién dejé tirada sangrando en el piso, la noche huyendo...
Pero no puedo ser una ingrata, que debo demostrar de alguna forma mi agradecimiento. Entonces, me aclaro la garganta y le digo:
- Os agradezco los alimentos, el baño y la ropa que me ofrecéis... ¿Cómo puedo pagaros? -pregunto pensando si debo o no decir en voz que puedo hacer el aseo. Si, mejor lo digo- Puedo hacer el aseo, si estás de acuerdo...
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
Vaya, con que había quienes se extralimitaban en sus funciones. Bueno, más tarde se encargaría de ello, no tardaría en averiguar de quien se trataba. Parpadeó un par de veces hasta que pareció que se sentía desconcertada, meditado mentalmente sobre el reino que le había mencionado la joven. No recordaba si en sus muchos viajes había pasado por Crystal, aunque decidió que lo más posible fuese que sí. En cualquier caso no figuraba en su lista de lugares interesantes.
-Eso explica el estado en el que te encuentras-Observó, fijándose en sus harapos, que posiblemente habrían visto tiempos mejores. O no. Morrigan elucubraba, estaba claro que no pertenecía a la nobleza, de lo contrario no habría llegado de esa guisa. Si bien había jovencitas poco obedientes que escapaban de matrimonios indeseados, no tardaban en volver debido a su incapacidad para afrontar la vida como tal, se aventuró a creer que no era ninguna de las dos cosas… Una simple plebeya que nadie echaría de menos, supuso, de lo contrario, ¿Por qué afirmaba haber venido caminando? Sus pies y su vestido atestiguaban la veracidad de sus palabras-Querida, ¿No te parece un poco pronto para eso? Supongo que primero querrás descansar, o como poco, darte un buen baño-Se acercó hasta ella, alargando la mano con deliberada lentitud para acariciarle la mejilla, eliminando con su dedo blanco una mancha de barro-No quiero ser una mala anfitriona-Sus labios tiraron hasta mostrar sus dientes, y con ello su sonrisa número 12, una mueca que pretendía resultar reconfortante-Sígueme, por favor-Pasó por su lado, arrastrando la cola de su vestido, y abrió una puerta contigua, y después otra más, hasta llegar a lo que parecía una habitación donde el aire estaba más cargado. La razón era simple, una gran bañera de porcelana permanecía en el centro, y su contenido humeaba hacia arriba dibujando volutas de vaho.
-Eso explica el estado en el que te encuentras-Observó, fijándose en sus harapos, que posiblemente habrían visto tiempos mejores. O no. Morrigan elucubraba, estaba claro que no pertenecía a la nobleza, de lo contrario no habría llegado de esa guisa. Si bien había jovencitas poco obedientes que escapaban de matrimonios indeseados, no tardaban en volver debido a su incapacidad para afrontar la vida como tal, se aventuró a creer que no era ninguna de las dos cosas… Una simple plebeya que nadie echaría de menos, supuso, de lo contrario, ¿Por qué afirmaba haber venido caminando? Sus pies y su vestido atestiguaban la veracidad de sus palabras-Querida, ¿No te parece un poco pronto para eso? Supongo que primero querrás descansar, o como poco, darte un buen baño-Se acercó hasta ella, alargando la mano con deliberada lentitud para acariciarle la mejilla, eliminando con su dedo blanco una mancha de barro-No quiero ser una mala anfitriona-Sus labios tiraron hasta mostrar sus dientes, y con ello su sonrisa número 12, una mueca que pretendía resultar reconfortante-Sígueme, por favor-Pasó por su lado, arrastrando la cola de su vestido, y abrió una puerta contigua, y después otra más, hasta llegar a lo que parecía una habitación donde el aire estaba más cargado. La razón era simple, una gran bañera de porcelana permanecía en el centro, y su contenido humeaba hacia arriba dibujando volutas de vaho.
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Morrigan
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Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
La dama me observa con mucha ternura y cariño, pero de todas formas me sorprendo cuando se acerca a tocarme la mejilla mientras dice que después veremos la forma de retribuirle:
- Pero es verdad, no puedo irme sin haberos retribuido de alguna forma... -digo y ella me sonríe complacida con mi respuesta.
- No quiero ser una mala anfitriona... Sígueme, por favor. -yo, por supuesto que le sigo obediente. Mis pies me duelen, pero la madera del piso es suave, y mejor aún los pedazos alfombrados. He de confesar que me he perdido un poco, ya que no sé cuantas puertas hemos pasado hasta que llegamos a un lugar cubierto de humo... No, es vapor... Me detengo entonces a observar una hermosísima bañera, llena de detalles dorados, con patas de león, y de su agua surge el vapor, indicando que está caliente y deliciosa...
No recuerdo desde cuando que no me doy un baño con agua caliente, ya que en la mansión Barbarac eso era sólo permitido para la señora y sus hijas. ¿Y que el baño tenga éstas sales aromáticas tan exquisitas? Eso sí que pongo en mi lista de "nuncas", por lo que sonrío, ¡tan feliz que me empiezo a desnudar ahí mismo! Sin embargo, cuando ya tengo parte del vestido abierto (visible mi hombro y uno de mis senos) me detengo, ya que la dama permanece allí, observándome.
- Lady Hellberg, de seguro tiene cosas más importantes que hacer... Os agradezco su amabilidad, pero podré bañarme sola. -digo sonriéndole y cubriendo por pudor el seno con mi mano, a la espera que se retire.
- Pero es verdad, no puedo irme sin haberos retribuido de alguna forma... -digo y ella me sonríe complacida con mi respuesta.
- No quiero ser una mala anfitriona... Sígueme, por favor. -yo, por supuesto que le sigo obediente. Mis pies me duelen, pero la madera del piso es suave, y mejor aún los pedazos alfombrados. He de confesar que me he perdido un poco, ya que no sé cuantas puertas hemos pasado hasta que llegamos a un lugar cubierto de humo... No, es vapor... Me detengo entonces a observar una hermosísima bañera, llena de detalles dorados, con patas de león, y de su agua surge el vapor, indicando que está caliente y deliciosa...
No recuerdo desde cuando que no me doy un baño con agua caliente, ya que en la mansión Barbarac eso era sólo permitido para la señora y sus hijas. ¿Y que el baño tenga éstas sales aromáticas tan exquisitas? Eso sí que pongo en mi lista de "nuncas", por lo que sonrío, ¡tan feliz que me empiezo a desnudar ahí mismo! Sin embargo, cuando ya tengo parte del vestido abierto (visible mi hombro y uno de mis senos) me detengo, ya que la dama permanece allí, observándome.
- Lady Hellberg, de seguro tiene cosas más importantes que hacer... Os agradezco su amabilidad, pero podré bañarme sola. -digo sonriéndole y cubriendo por pudor el seno con mi mano, a la espera que se retire.
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
La densidad del ambiente se podía apreciar claramente a la luz de las antorchas, cuyos destellos se reflejaban en el oscilante vapor de agua que subía hasta el techo con sus movimientos sinuosos. Había algo muy hermoso en ello, una danza natural y provocadora, igual a la del fuego aunque menos peligrosa… Claro que todo en la naturaleza era hermoso, aunque Morrigan no se detenía a disfrutar de tales banalidades, en su vida había cosas más importantes que quedarse embobada mirando a la nada cuando tenía tantas cosas que hacer. Su mirada entonces paseó por una peligrosa curva que asomaba debajo de los pliegues de la ropa, los cuales se deslizaban por la piel dejando al descubierto más carne humana. Los ojos de la bruja emitieron un brillo enigmático, y ladeó su cabeza para mirar con disimulo el seno descubierto que parecía dorado con el brillo de la estancia.
-Cariño, es mi obligación quedarme para asegurarme de que no sufres ningún percance-Aseveró con ternura, como si le hablase a un niño pequeño mientras dejaba claro que no tenía intención inmediata de abandonar la estancia-Has caminado mucho y me sorprende que no estés rozando la inconsciencia. No me gustaría por un descuido de mi parte, volver y encontrarte flotando en la bañera-Añadió un matiz trágico a sus palabras, mientras su mente divagaba hacia el lado completamente opuesto. En realidad sería algo delicioso de ver, pero no tenía por qué manifestar sus deseos perversos en voz alta. Posó una mano sobre sus propios pechos, gesticulando compungida-No me importará esperar si así me aseguro de que estás bien-Batió sus pestañas-Por favor, no te sientas cohibida de desprenderte de tus prendas. A fin de cuentas yo también soy una mujer. No veré nada que no haya visto con anterioridad al mirarme al espejo-Prosiguió con amabilidad, mientra sus ojos escondían lo que su mente maquinaba en silencio al observar con atención el cuerpo que no tardaría en quedar completamente al descubierto. La joven parecía bastante perdida, tímida e insegura ante su atenta mirada de ave de presa. Su aliento olía ligeramente a alcohol, pero no parecía estar completamente ebria-Si quieres puedo ayudarte-Echó hacia atrás un mechón de pelo negro, que resbaló de nuevo por su hombro-Aún no me has dicho como te llamas.
-Cariño, es mi obligación quedarme para asegurarme de que no sufres ningún percance-Aseveró con ternura, como si le hablase a un niño pequeño mientras dejaba claro que no tenía intención inmediata de abandonar la estancia-Has caminado mucho y me sorprende que no estés rozando la inconsciencia. No me gustaría por un descuido de mi parte, volver y encontrarte flotando en la bañera-Añadió un matiz trágico a sus palabras, mientras su mente divagaba hacia el lado completamente opuesto. En realidad sería algo delicioso de ver, pero no tenía por qué manifestar sus deseos perversos en voz alta. Posó una mano sobre sus propios pechos, gesticulando compungida-No me importará esperar si así me aseguro de que estás bien-Batió sus pestañas-Por favor, no te sientas cohibida de desprenderte de tus prendas. A fin de cuentas yo también soy una mujer. No veré nada que no haya visto con anterioridad al mirarme al espejo-Prosiguió con amabilidad, mientra sus ojos escondían lo que su mente maquinaba en silencio al observar con atención el cuerpo que no tardaría en quedar completamente al descubierto. La joven parecía bastante perdida, tímida e insegura ante su atenta mirada de ave de presa. Su aliento olía ligeramente a alcohol, pero no parecía estar completamente ebria-Si quieres puedo ayudarte-Echó hacia atrás un mechón de pelo negro, que resbaló de nuevo por su hombro-Aún no me has dicho como te llamas.
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
- Cariño, es mi obligación quedarme para asegurarme de que no sufres ningún percance. Has caminado mucho y me sorprende que no estés rozando la inconsciencia. No me gustaría por un descuido de mi parte, volver y encontrarte flotando en la bañera. -Un escalofrío me recorre el cuerpo, al imaginar tamaña tragedia. Por supuesto que abro mis ojos sorprendida, hasta que la buena educación que tuve cuando era una niña pequeña me obliga a reaccionar y responderle su amabilidad:
- ¡Soys tan gentil, hermosa dama! Espero que una estrella siempre ilumine su camino! -digo evocando sincera los mejores deseos tradicionales de mi reino. Finalmente, y para no hacerle perder más tiempo, ya que le creo que no se moverá en cuanto no me termine de bañar, descubro mi seno y me sigo quitando el hermoso vestido de mi madre.
Dejo delicadamente el maltrecho vestido sobre una silla, junto al zapato que logré rescatar de la noche de pesadilla, y me dedico a quitarme la enagua. Entonces, miro a la dama y me sorprendo de lo mucho que me observa. De inmediato me ruborizo, puesto que obligada a dormir sola en el desván, ni siquiera las otras sirvientas me veían cambiarme. Sin embargo, el pensamiento de que ella es una mujer igual a mí me ayuda a no pensar mal de la dama, por lo que cuidadosamente empiezo a desabrochar la enagua:
- Si quieres puedo ayudarte.- se ofrece de pronto dando un paso hacia mí, pero justo la enagua cae al piso. Iba a decirle que no es necesario, cuando me fijo que la enagua tiene manchas de sangre que no limpié ayer en el frío río... Nerviosa, tomo la enagua y la arrugo, tratando de que la dama no las vea, y la pongo debajo del vestido de forma algo brusca.
Sin embargo, ¡la dama está tan cerca que es casi imposible que no las haya visto! Nerviosa, empiezo a entrar a la bañera, mientras ella me pregunta por mi nombre:
- Danielle...- empiezo a decir, distraida por la temperatura perfecta del agua, pero a tiempo no le doy el nombre de mi padre. En cambio, agrego algo evasiva- Pero todos me llaman Cenicienta...
Me siento despacio en el agua, y sólo entonces me fijo que la misma no ha subido lo suficiente para cubrirme totalmente los senos. De hecho, el agua está tan limpia que puedo ver hasta la punta de mis pies, uno a cada lado de la bañera. La dama se acerca, y nerviosa, tomo el jabón y empiezo a hacer lo máximo de espuma, lavándome el rostro como si tuviera toda la prisa del mundo.
- ¡Soys tan gentil, hermosa dama! Espero que una estrella siempre ilumine su camino! -digo evocando sincera los mejores deseos tradicionales de mi reino. Finalmente, y para no hacerle perder más tiempo, ya que le creo que no se moverá en cuanto no me termine de bañar, descubro mi seno y me sigo quitando el hermoso vestido de mi madre.
Dejo delicadamente el maltrecho vestido sobre una silla, junto al zapato que logré rescatar de la noche de pesadilla, y me dedico a quitarme la enagua. Entonces, miro a la dama y me sorprendo de lo mucho que me observa. De inmediato me ruborizo, puesto que obligada a dormir sola en el desván, ni siquiera las otras sirvientas me veían cambiarme. Sin embargo, el pensamiento de que ella es una mujer igual a mí me ayuda a no pensar mal de la dama, por lo que cuidadosamente empiezo a desabrochar la enagua:
- Si quieres puedo ayudarte.- se ofrece de pronto dando un paso hacia mí, pero justo la enagua cae al piso. Iba a decirle que no es necesario, cuando me fijo que la enagua tiene manchas de sangre que no limpié ayer en el frío río... Nerviosa, tomo la enagua y la arrugo, tratando de que la dama no las vea, y la pongo debajo del vestido de forma algo brusca.
Sin embargo, ¡la dama está tan cerca que es casi imposible que no las haya visto! Nerviosa, empiezo a entrar a la bañera, mientras ella me pregunta por mi nombre:
- Danielle...- empiezo a decir, distraida por la temperatura perfecta del agua, pero a tiempo no le doy el nombre de mi padre. En cambio, agrego algo evasiva- Pero todos me llaman Cenicienta...
Me siento despacio en el agua, y sólo entonces me fijo que la misma no ha subido lo suficiente para cubrirme totalmente los senos. De hecho, el agua está tan limpia que puedo ver hasta la punta de mis pies, uno a cada lado de la bañera. La dama se acerca, y nerviosa, tomo el jabón y empiezo a hacer lo máximo de espuma, lavándome el rostro como si tuviera toda la prisa del mundo.
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
Se tomó sus palabras como un halago, demasiado modesto en realidad, y que se quedaba corto para describirla con exactitud minuciosa. Morrigan estaba acostumbrada a disimular, y esa no iba a ser una excepción. La vanidad la perdía, envenenándola sutilmente con su dulce sabor, y cualquier halago no hacía más que alimentar su ego, ya de por sí normalmente hinchado.
Pero no se le podía pedir peras al olmo.
Sacudió sus hombros semi-descubiertos, sin perder de vista a la joven vagabunda, que se desvestía ante sus ojos violetas, los cuales parecían inusualmente hambrientos al ver como las telas se deslizaban por su piel como una caricia. Se permitió poder perderse con disimulo en su figura, apreciando sus virtudes y examinándola a la vez en busca de imperfecciones que revelasen maltrato, malformación o incluso algún parto. Todo estaba en orden, la calidad del género era inmejorable.
La sangre impregnaba parte de la tela de las enaguas, que ahora eran un amasijo de tela arrugada que abultaba el vestido bajo el que la rubia la había ocultado. Morrigan la miró mejor. Aparentemente no parecía presentar ningún tipo de corte, pero bastó de nuevo para avivar su mezquino interés, mordiéndose la lengua por dentro. Tampoco había que precipitarse, pues igual se trataba simplemente de su sangre lunar... No tardaría en averiguarlo tan pronto estuviese completamente desnuda. El agua de la bañera se agitó, dibujando ondas sobre su superficie cuando el cuerpo de la muchacha entró dentro, haciendo que el líquido subiese ante su presencia hasta casi rebosar por los lados.
-Precioso nombre, ¿Te lo pusieron por tu madre?-Susurró, cambiando el peso de su pierna por el otro. Los nombres rara vez decían algo, pero Morrigan los consideraba una parte muy importante de la persona: Su identidad. Por ese justo motivo siempre escogía apelativos falsos que la representasen a la perfección, dependiendo de la situación y la compañía que frecuentase, si es que no se hallaba en Marshovia. Danielle, en cambio, no sólo poseía una pronunciación bonita, sino que además albergaba el significado dado por los propios hombres: Justicia. A pesar de ello, la bruja no creía en el poder divino de los nombres, y se preguntó cuanto representaría a la chica tal significado. No había más justicia que la que se tomaba cada uno por su mano, las leyes de los hombres eran incapaces y vacías. Levantó una ceja oscura cuando ella rectificó-¿Cenicienta?-Esa vez sonó como una burla. La morena se acercó hasta el barreño con el ligero movimiento de sus caderas bajo la falda ceñida y oscura, y se arrodilló con cuidado de no mojarse junto a la cabecera de la bañera, quedando a escasos centímetros de la piel de la muchacha de cabellos rubios. Sus labios rojos susurraron en su oído-No veo que la ceniza cubra tu piel-Las gotas de agua parecían diamantes líquidos sobre sus pechos a medio cubrir. Morrigan acortó un poco más las distancias, hasta que prácticamente su boca estuvo a menos de dos milímetros de ella, formulando una pregunta con trampa. La sangre no manchaba su piel, pero sí lo hacía su vestido. Entonces...-¿Estás herida, pequeña?
Pero no se le podía pedir peras al olmo.
Sacudió sus hombros semi-descubiertos, sin perder de vista a la joven vagabunda, que se desvestía ante sus ojos violetas, los cuales parecían inusualmente hambrientos al ver como las telas se deslizaban por su piel como una caricia. Se permitió poder perderse con disimulo en su figura, apreciando sus virtudes y examinándola a la vez en busca de imperfecciones que revelasen maltrato, malformación o incluso algún parto. Todo estaba en orden, la calidad del género era inmejorable.
La sangre impregnaba parte de la tela de las enaguas, que ahora eran un amasijo de tela arrugada que abultaba el vestido bajo el que la rubia la había ocultado. Morrigan la miró mejor. Aparentemente no parecía presentar ningún tipo de corte, pero bastó de nuevo para avivar su mezquino interés, mordiéndose la lengua por dentro. Tampoco había que precipitarse, pues igual se trataba simplemente de su sangre lunar... No tardaría en averiguarlo tan pronto estuviese completamente desnuda. El agua de la bañera se agitó, dibujando ondas sobre su superficie cuando el cuerpo de la muchacha entró dentro, haciendo que el líquido subiese ante su presencia hasta casi rebosar por los lados.
-Precioso nombre, ¿Te lo pusieron por tu madre?-Susurró, cambiando el peso de su pierna por el otro. Los nombres rara vez decían algo, pero Morrigan los consideraba una parte muy importante de la persona: Su identidad. Por ese justo motivo siempre escogía apelativos falsos que la representasen a la perfección, dependiendo de la situación y la compañía que frecuentase, si es que no se hallaba en Marshovia. Danielle, en cambio, no sólo poseía una pronunciación bonita, sino que además albergaba el significado dado por los propios hombres: Justicia. A pesar de ello, la bruja no creía en el poder divino de los nombres, y se preguntó cuanto representaría a la chica tal significado. No había más justicia que la que se tomaba cada uno por su mano, las leyes de los hombres eran incapaces y vacías. Levantó una ceja oscura cuando ella rectificó-¿Cenicienta?-Esa vez sonó como una burla. La morena se acercó hasta el barreño con el ligero movimiento de sus caderas bajo la falda ceñida y oscura, y se arrodilló con cuidado de no mojarse junto a la cabecera de la bañera, quedando a escasos centímetros de la piel de la muchacha de cabellos rubios. Sus labios rojos susurraron en su oído-No veo que la ceniza cubra tu piel-Las gotas de agua parecían diamantes líquidos sobre sus pechos a medio cubrir. Morrigan acortó un poco más las distancias, hasta que prácticamente su boca estuvo a menos de dos milímetros de ella, formulando una pregunta con trampa. La sangre no manchaba su piel, pero sí lo hacía su vestido. Entonces...-¿Estás herida, pequeña?
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Morrigan
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Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
- No, mi madre se llamaba Angelique, era mi abuela quien se llamaba Danielle. -digo recordando a la señora del cuadro, pues ya había fallecido cuando yo nascí... Era bella, pero como siempre fue sólo una pintura, nunca me sentí muy unida a ella. Es raro crear una relación con un trozo de tela y óleo...
Sin embargo, la dama siente curiosidad por mi "segundo" nombre. En realidad, llevo tanto tiempo acostumbrada a oírlo, como burla de mi horrible familia, que ya es parte de mí... Hasta las sirvientas estaban obligadas a llamarme así, y yo les dejaba, ya que más de una vez Lady Rodmilla les castigó cruelmente al llamarme Danielle...
- Danielle es un nombre que forma parte de mi pasado... Hace mucho tiempo que me dicen "Cenicienta" porque generalmente tengo cenizas sobre mí, pero ahora no las tengo porque anoche me había bañado antes de... (glup) -me detengo en medio de la frase con los ojos muy abiertos, ya que no quiero que ella sepa el crimen que cometí ayer- ¡Todos me llamaban así en la mansión donde vivía! -digo apurada mientras empiezo a restregarme el brazo con la esponja.
Sin embargo, mis movimientos se hacen más lentos al percibir lo cerca que está Lady Hellberg de la bañera. Le miro asustada ahora, ya que su cercanía ya no raya dentro de lo normal. ¡Hasta puedo percibir el extraño aunque exquisito aroma de su aliento sobre mi rostro! Y aprieto la esponja, haciendo que chorree espuma, cuando me pregunta si estoy herida:
- No... -balbuceo sincera, pero luego me acuerdo de la enagua con sangre, así que, más encima nerviosa por su cercanía, me corrijo- Quiero decir... ¡Sí, es mi sangre! -digo torpemente, y miro hacia la silla, como para que "entienda" que de eso se trata- Es mi sangre... Me corté... ¡en la cocina! -le repito con la voz algo chillona, diciendo en voz alta lo primero que se me ocurre.
Mi respiración se hace más rápida, por lo que mi cuerpo agita el agua. La mirada de la dama me tiene congelados los movimientos, ya que sus ojos me dicen que no puedo mentirle...
Sin embargo, la dama siente curiosidad por mi "segundo" nombre. En realidad, llevo tanto tiempo acostumbrada a oírlo, como burla de mi horrible familia, que ya es parte de mí... Hasta las sirvientas estaban obligadas a llamarme así, y yo les dejaba, ya que más de una vez Lady Rodmilla les castigó cruelmente al llamarme Danielle...
- Danielle es un nombre que forma parte de mi pasado... Hace mucho tiempo que me dicen "Cenicienta" porque generalmente tengo cenizas sobre mí, pero ahora no las tengo porque anoche me había bañado antes de... (glup) -me detengo en medio de la frase con los ojos muy abiertos, ya que no quiero que ella sepa el crimen que cometí ayer- ¡Todos me llamaban así en la mansión donde vivía! -digo apurada mientras empiezo a restregarme el brazo con la esponja.
Sin embargo, mis movimientos se hacen más lentos al percibir lo cerca que está Lady Hellberg de la bañera. Le miro asustada ahora, ya que su cercanía ya no raya dentro de lo normal. ¡Hasta puedo percibir el extraño aunque exquisito aroma de su aliento sobre mi rostro! Y aprieto la esponja, haciendo que chorree espuma, cuando me pregunta si estoy herida:
- No... -balbuceo sincera, pero luego me acuerdo de la enagua con sangre, así que, más encima nerviosa por su cercanía, me corrijo- Quiero decir... ¡Sí, es mi sangre! -digo torpemente, y miro hacia la silla, como para que "entienda" que de eso se trata- Es mi sangre... Me corté... ¡en la cocina! -le repito con la voz algo chillona, diciendo en voz alta lo primero que se me ocurre.
Mi respiración se hace más rápida, por lo que mi cuerpo agita el agua. La mirada de la dama me tiene congelados los movimientos, ya que sus ojos me dicen que no puedo mentirle...
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
- Off:
- He puesto una cosita, pero no ha sido con intención de hacer metarol, simplemente es lo que piensa Morrigan. Si no te parece bien, avisa~~~
Agarró descaradamente uno de los mechones que componían su espesa cabellera, y comenzó a acariciarlo con sus dedos, desenredándolo lentamente hasta separarlo en las finas hebras doradas que realmente eran, sin prestarle demasiada atención a Danielle. Poco le importaba como se llamase su abuela, pese a haber sido ella quien desviase la conversación por esos derroteros. Sus labios mostraron una sonrisa pérfida, pero la chica estaba de espaldas por lo que no podría verla… Además, parecía bastante concentrada en limpiar su cuerpo. Puede que fuese precipitado aventurarse por esa senda, pero la bruja tuvo la impresión de que su excesivo frotar pretendía limpiar algo más que la suciedad sobre su piel, ahora recubierta por la espuma. ¿Culpabilidad? Quien sabe.
-Comprendo-Dijo dulcemente, sin soltar sus cabellos, los cuales trenzaba en una dorada soga de forma aparentemente distraída. Enrolló el cabello sobre la nuca de Cenicienta, y quitándose una de las orquillas de su melena negra, la sujetó en forma de un elegante moño para que no se mojase. No lo hacía por prestar su ayuda, naturalmente, simplemente la divertía acortar la cercanía y distraerse mientras el murmullo de su voz no era más que un ruido de fondo. El pelo era suave y agradable de tocar, lo cual la llevó a preguntarse que textura tendría en una zona más íntima. Sus cejas se alzaron ligeramente a unos milímetros de sus tupidas pestañas, la pista sorprendentemente estaba ahí, en la bañera, en sus movimientos apresurados. Habría que tirar un poco más del sedal, aún a riesgo de tener que soportar una perorata sobre su linaje familiar, todo por encontrar las respuestas que justificasen la presencia de esa joven tan lejos de su hogar y las manchas de sangre en su ropa-Serás Cenicienta si gustas-Respondió-No soy quien para contravenir la identidad de nadie-Eso al menos sí era cierto, pero no significaba que su empatía hacia la chica aumentado o que pretendiese tratarla con más respeto, solamente recordaba con vagueza que ya no era Crochan, sino la dueña de ese elegante burdel, de nombre Morrigan Hellberg. Sonrió, moviéndose hacia un lado. Remangó la tela negra que recubría sus brazos y los introdujo en la bañera, quitándole con suavidad la esponja de las manos y soltándola a un lado-Déjame examinarte, querida. No me gustaría que cogieses una infección-Morrigan agarró su mano y la observó con ojo experto, buscando ese corte inexistente que ella afirmaba, y repitió el proceso con la otra, permitiéndose el lujo de mirar con descaro como el agua corría hacia abajo por el antebrazo, goteando por el codo-¿Estás segura?-Inquirió ladina, entrecerrando los ojos-Parece que tu capacidad de curación es asombrosa...-Dejó caer con suspicacia, teniendo claro que no se trataba de el color rojo de sus días, sino de algo que muy posiblemente trataba de ocultarle inútilmente.
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Morrigan
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Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
La presencia de la dama tan cerca me tiene nerviosa... Hasta que percibo que se ha acercado a amarrarme los cabellos. Sacando la desesperación y un poco de tierra, no deben estar muy sucios ya que recién me los había lavado para la... la fiesta del príncipe de Crystal...
Siento el aire circular libre por mi cuello mientras ella suavemente me tira de los cabellos, reconociendo pronto que me hace una trenza. Y siento un ligero dolor cuando ella pone una horquilla para sujetar la trenza en lo alto de mi cabeza, formando un moño.
- Serás Cenicienta si gustas. No soy quien para contravenir la identidad de nadie. -dice la dama, mientras se vuelve a poner a mi lado. Yo le sonrío, agradecida por toda la ternura que me ofrece, a mí, una simple chica que llegó hecha un estropajo a su mansión. Me sorprendo de lo prestativa que es, ya que otra en su lugar habría llamado a una sirvienta que me asistiera... o no me hubiera asistido, ¡sino que estaría sucia, cansada y hambrienta en la calle de nuevo!
Sin embargo, tanta amabilidad empiezan a rayar el límite de lo normal... Porque... ¿por qué quiere revisar si estoy herida? La respuesta es obvia: sospecha de mí. Yo no le culpo, que si recibiera a una persona con un vestido hecho jirones, también me preguntaría si es o no alguien de fiar.
Pero la dama me quita la esponja antes que me dé cuenta y toma mi mano. Abro mis ojos muy asustada, mientras sus dedos recorren toda la superficie de mi piel. Por supuesto, no tengo ninguna herida, sólo mis callos por el trabajo normal del aseo de cada día.
- ¿Estás segura? -dice cuando ha terminado de inspeccionar mi otra mano- Parece que tu capacidad de curación es asombrosa... -La miro por unos instantes, muda por no saber qué más inventar. Lo peor es que ella ha sido tan buena conmigo que... ¡le debo una explicación!
- Yo... -Gruesas lágrimas empiezan a correr por mi rostro, ya que las imágenes de la tijera enterrándose en las carnes de Lady Rodmilla vuelven a mi mente, entorpeciendo mis pensamientos- No he sido yo quién se ha cortado...
Dudo unos momentos más, pero me decido a implorarle, con la esperanza puesta en su bondad, ya que tan gentil dama quizás no me entregue a la horca. Sus ojos, con ese color tan profundo, me dicen que puedo confiar en ella...
- ¡Por favor, no me entregue a la policía! -digo tomando sus manos- ¡Ellos no comprenderán que no lo hice de maldad!
Siento el aire circular libre por mi cuello mientras ella suavemente me tira de los cabellos, reconociendo pronto que me hace una trenza. Y siento un ligero dolor cuando ella pone una horquilla para sujetar la trenza en lo alto de mi cabeza, formando un moño.
- Serás Cenicienta si gustas. No soy quien para contravenir la identidad de nadie. -dice la dama, mientras se vuelve a poner a mi lado. Yo le sonrío, agradecida por toda la ternura que me ofrece, a mí, una simple chica que llegó hecha un estropajo a su mansión. Me sorprendo de lo prestativa que es, ya que otra en su lugar habría llamado a una sirvienta que me asistiera... o no me hubiera asistido, ¡sino que estaría sucia, cansada y hambrienta en la calle de nuevo!
Sin embargo, tanta amabilidad empiezan a rayar el límite de lo normal... Porque... ¿por qué quiere revisar si estoy herida? La respuesta es obvia: sospecha de mí. Yo no le culpo, que si recibiera a una persona con un vestido hecho jirones, también me preguntaría si es o no alguien de fiar.
Pero la dama me quita la esponja antes que me dé cuenta y toma mi mano. Abro mis ojos muy asustada, mientras sus dedos recorren toda la superficie de mi piel. Por supuesto, no tengo ninguna herida, sólo mis callos por el trabajo normal del aseo de cada día.
- ¿Estás segura? -dice cuando ha terminado de inspeccionar mi otra mano- Parece que tu capacidad de curación es asombrosa... -La miro por unos instantes, muda por no saber qué más inventar. Lo peor es que ella ha sido tan buena conmigo que... ¡le debo una explicación!
- Yo... -Gruesas lágrimas empiezan a correr por mi rostro, ya que las imágenes de la tijera enterrándose en las carnes de Lady Rodmilla vuelven a mi mente, entorpeciendo mis pensamientos- No he sido yo quién se ha cortado...
Dudo unos momentos más, pero me decido a implorarle, con la esperanza puesta en su bondad, ya que tan gentil dama quizás no me entregue a la horca. Sus ojos, con ese color tan profundo, me dicen que puedo confiar en ella...
- ¡Por favor, no me entregue a la policía! -digo tomando sus manos- ¡Ellos no comprenderán que no lo hice de maldad!
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
¡Bingo! El triunfo asomó por los orbes de Morrigan al saber que acababa de caer en sus redes, pero no cantaría victoria tan pronto. Su rostro afilado, que parecía esculpido en mármol debido al exceso de maquillaje, se mantuvo neutro e inexpresivo por unos segundos. Ni siquiera sabía a que se refería, pero estaba demasiado claro que era culpable, lo cual terminaba de hacerla irremidiablemente suya.
-Shhhh-Dijo, acariciándole con ternura su mejilla, cálida por el vapor de agua que ascendía en la bañera, o por su propia frustración, que afloraba en forma de amargas lágrimas: Una prueba irrefutable de su debilidad, y ella, como una depredadora, no dejaría pesar una oportunidad tan buena como esa-No llores, querida-Soltó las manos que la agarraban y terminó de incorporarse, dándole la espalda para agarrar una toalla que reposaba sobre una cómoda cercana. La extendió cual largos eran sus brazos, ofreciéndola para cubrirse con ella y así poder absorber el agua que la mojaba-Tranquilízate, por favor-Morrigan nunca se había mostrado tan indefensa, por ello disfrutaba con cierto placer al ver como los demás caían presa de sus propios temores, humillándose de semejante manera que la hacía sentir terriblemente en lo alto. El poder embriagaba, y la superioridad frente al resto era una prueba irrefutable de la erótica del poder-Nadie va a llamar a la policía-Aseguró-Me siento un poco decepcionada. Debiste empezar por ahí....Comprende que al acogerte he arriesgado mucho-Cambió su tono por otro más serio, con una amabilidad peligrosa-Y que con ello me has puesto, queriéndolo o no, en un compromiso. Podrían acusarme de ser cómplice de una fugitiva y eso haría peligrar mi negocio. Tengo muchas bocas a mi cargo que diariamente necesitan ser alimentadas-La miró con seriedad, analizando todos y cada uno de los movimientos faciales de Cenicienta-Lo entiendes, ¿Verdad?
-Shhhh-Dijo, acariciándole con ternura su mejilla, cálida por el vapor de agua que ascendía en la bañera, o por su propia frustración, que afloraba en forma de amargas lágrimas: Una prueba irrefutable de su debilidad, y ella, como una depredadora, no dejaría pesar una oportunidad tan buena como esa-No llores, querida-Soltó las manos que la agarraban y terminó de incorporarse, dándole la espalda para agarrar una toalla que reposaba sobre una cómoda cercana. La extendió cual largos eran sus brazos, ofreciéndola para cubrirse con ella y así poder absorber el agua que la mojaba-Tranquilízate, por favor-Morrigan nunca se había mostrado tan indefensa, por ello disfrutaba con cierto placer al ver como los demás caían presa de sus propios temores, humillándose de semejante manera que la hacía sentir terriblemente en lo alto. El poder embriagaba, y la superioridad frente al resto era una prueba irrefutable de la erótica del poder-Nadie va a llamar a la policía-Aseguró-Me siento un poco decepcionada. Debiste empezar por ahí....Comprende que al acogerte he arriesgado mucho-Cambió su tono por otro más serio, con una amabilidad peligrosa-Y que con ello me has puesto, queriéndolo o no, en un compromiso. Podrían acusarme de ser cómplice de una fugitiva y eso haría peligrar mi negocio. Tengo muchas bocas a mi cargo que diariamente necesitan ser alimentadas-La miró con seriedad, analizando todos y cada uno de los movimientos faciales de Cenicienta-Lo entiendes, ¿Verdad?
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
Desesperada, me fijo en la reacción de la dama: ¡De ello depende mi futuro! Y su rostro permanece impasible por segundos que para mí se hacen eternos. ¿Me delatará después de todo? No me resisto y abro la boca, chillando:
- ¡Os juro que no tenía intención de matarla! ¡Es que ella destrozó el vestido que era de mi madre! ¡Es lo único que me quedó de ella!
- Shhhh -dice de pronto, mientras pasa su mano por mi rostro- No llores, querida. -Inútil, ¡soy toda lágrimas! ¡Soy una criminal, merezco la horca, merezco todas las penas del infierno!
- ¡No quería hacerlo! ¡Nunca quise hacerlo! -digo aún desesperada, pero con un tono de voz menos chillón. De pronto, la dama me suelta y se levanta. ¿Tan pronto me delatará? Me agarro a la orilla de la tina, con mis ojos celestes observando cada uno de sus movimientos. Ella se aproxima a la puerta... de seguro irá a buscar al gigante... ¡o pedirá que alguien vaya a buscar los guardias del reino!
Sin embargo, contraria a toda lógica, ¡ella toma una toalla! No puedo creer que ella no se ha inmutado con mi revelación:
- Tranquilízate, por favor. -me dice, y entonces, aún sorprendida por la forma en que lo ha tomado, me levanto y voy a su encuentro. Lady Hellberg me abraza con la toalla, secándome mientras siento la presión de sus manos sobre mi piel- Nadie va a llamar a la policía. -dice con su dulce voz, mientras dejo que me seque:
- ¡No sé como agradeceros! -digo después de girar, aún con lágrimas en los ojos. En ese momento ella suelta las puntas de la toalla y aprovecho de tomarlas, para anudarme e impedir que la toalla se caiga.
Entonces ella se sienta junto a la peinadera, la cual tiene los mismo tonos de la hermosa bañera. Hay otro banquito, por lo que luego de un gesto de ella, me siento dónde ella me indica:
- Me siento un poco decepcionada. Debiste empezar por ahí... Comprende que al acogerte he arriesgado mucho. -dice de pronto, y me empiezo a sentir culpable de inmediato. Hago ademán de responderle, pero ella no me lo permite, ya que sigue hablando, y no me atrevo a interrumpirle- Y que con ello me has puesto, queriéndolo o no, en un compromiso. Podrían acusarme de ser cómplice de una fugitiva y eso haría peligrar mi negocio. -Niego con la cabeza, asustada por haberla puesto en peligro- Tengo muchas bocas a mi cargo que diariamente necesitan ser alimentadas -dice, y la real dimensión de mi error se hace patente en mi rostro. ¡Pero yo no quería poner a nadie en peligro, sólo estaba cansada! Me encojo sobre mí misma, haciéndome más pequeña mientras el miedo que me había abandonado ahora regresa con mayor fuerza- Lo entiendes, ¿verdad? -Asiento con la cabeza, con incluso mis pies cubriendo uno al otro. Entonces abro mi boca:
- No había pensando todo el daño que os haría cuando entré aquí... -mi voz sale algo cortada- Os juro que sólo entré porque estaba cansada, y fue la única casa con luces a esta hora. -La veo en los ojos, y me fijo que ella no cambia su expresión, sólo me mira. Incómoda por el silencio, sigo hablando, ahora con la voz nuevamente algo chillona- Sin querer comprometerla más, sólo os pido que me dejéis estar aqui por un día. ¡Os prometo que me alejaré en cuanto oscurezca! -sin fijarme, me he acercado a ella, tomándole la mano mientras le decía la última frase- ¡Os prometo que nunca diré que he estado aquí! -le imploro, ahora de rodillas.
- ¡Os juro que no tenía intención de matarla! ¡Es que ella destrozó el vestido que era de mi madre! ¡Es lo único que me quedó de ella!
- Shhhh -dice de pronto, mientras pasa su mano por mi rostro- No llores, querida. -Inútil, ¡soy toda lágrimas! ¡Soy una criminal, merezco la horca, merezco todas las penas del infierno!
- ¡No quería hacerlo! ¡Nunca quise hacerlo! -digo aún desesperada, pero con un tono de voz menos chillón. De pronto, la dama me suelta y se levanta. ¿Tan pronto me delatará? Me agarro a la orilla de la tina, con mis ojos celestes observando cada uno de sus movimientos. Ella se aproxima a la puerta... de seguro irá a buscar al gigante... ¡o pedirá que alguien vaya a buscar los guardias del reino!
Sin embargo, contraria a toda lógica, ¡ella toma una toalla! No puedo creer que ella no se ha inmutado con mi revelación:
- Tranquilízate, por favor. -me dice, y entonces, aún sorprendida por la forma en que lo ha tomado, me levanto y voy a su encuentro. Lady Hellberg me abraza con la toalla, secándome mientras siento la presión de sus manos sobre mi piel- Nadie va a llamar a la policía. -dice con su dulce voz, mientras dejo que me seque:
- ¡No sé como agradeceros! -digo después de girar, aún con lágrimas en los ojos. En ese momento ella suelta las puntas de la toalla y aprovecho de tomarlas, para anudarme e impedir que la toalla se caiga.
Entonces ella se sienta junto a la peinadera, la cual tiene los mismo tonos de la hermosa bañera. Hay otro banquito, por lo que luego de un gesto de ella, me siento dónde ella me indica:
- Me siento un poco decepcionada. Debiste empezar por ahí... Comprende que al acogerte he arriesgado mucho. -dice de pronto, y me empiezo a sentir culpable de inmediato. Hago ademán de responderle, pero ella no me lo permite, ya que sigue hablando, y no me atrevo a interrumpirle- Y que con ello me has puesto, queriéndolo o no, en un compromiso. Podrían acusarme de ser cómplice de una fugitiva y eso haría peligrar mi negocio. -Niego con la cabeza, asustada por haberla puesto en peligro- Tengo muchas bocas a mi cargo que diariamente necesitan ser alimentadas -dice, y la real dimensión de mi error se hace patente en mi rostro. ¡Pero yo no quería poner a nadie en peligro, sólo estaba cansada! Me encojo sobre mí misma, haciéndome más pequeña mientras el miedo que me había abandonado ahora regresa con mayor fuerza- Lo entiendes, ¿verdad? -Asiento con la cabeza, con incluso mis pies cubriendo uno al otro. Entonces abro mi boca:
- No había pensando todo el daño que os haría cuando entré aquí... -mi voz sale algo cortada- Os juro que sólo entré porque estaba cansada, y fue la única casa con luces a esta hora. -La veo en los ojos, y me fijo que ella no cambia su expresión, sólo me mira. Incómoda por el silencio, sigo hablando, ahora con la voz nuevamente algo chillona- Sin querer comprometerla más, sólo os pido que me dejéis estar aqui por un día. ¡Os prometo que me alejaré en cuanto oscurezca! -sin fijarme, me he acercado a ella, tomándole la mano mientras le decía la última frase- ¡Os prometo que nunca diré que he estado aquí! -le imploro, ahora de rodillas.
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
"¿Dónde se metió esa chica maldita?" El Hada Madrina ha rebuscado por toda la aldea, siguió sus pasos hasta el arroyo, ¡y allí finalizan sus huellas!
Con magia hace aparecer un abanico, el cual le tira viento mientras piensa qué hacer. ¡El día amanece y nada de Danielle! Tenía todo listo para su vestido, incluso traía la calabaza bajo su brazo (para tirarla por allí cuando no se diera cuenta, que la otra vez se demoró mucho rato buscándola), pero en vez de encontrarla llorando, ¡se deparó con su madrastra sangrando en el piso!
De inmediato le cerró la herida, aunque de todas maneras no estaba en condiciones de acompañar a sus hijas al baile. ¡Qué escándalo sería si se desmayara de pronto! Por ello le puso un hechizo para que dormitara y envió a sus chiquillas al baile, total, ya no son unas niñas chicas como para perderse...
Sin embargo, ¡Danielle se ha perdido! La hada le pide a sus ratones, al caballo y al perro que la ayuden a buscar a la jovencita (Las avecillas dormían y no le hicieron caso) ¡Pero todo ha sido en vano!
Ahora, cuando unos rayos del sol le iluminan las alas, está en la disyuntiva entre avisar o no que el cuento se ha estropeado... Entremedio de toda la búsqueda, no dejó de percibir que la delgada Marguerite regresaba rebosante de felicidad a la mansión Barbarac: "¡El príncipe me ha pedido en matrimonio!" repetía feliz a quién quisiera oírla. ¿Y ahora?
No, no le dirá a nadie, seguirá buscando por su cuenta, ya que ¿¡para eso tiene magia no!? Arreglará todo este embrollo y si tiene suerte, la Bruja ni se enterará...
Pobre Hada Madrina... Quizás la Bruja no le perdonara, pero si hubiera pedido ayuda a tiempo, hubiera logrado rescatar a la joven doncella y su cuento seguiría su curso... Sin embargo, por ocultarlo, quizás nunca vuelva a posar sus ojos en su protegida.
Con magia hace aparecer un abanico, el cual le tira viento mientras piensa qué hacer. ¡El día amanece y nada de Danielle! Tenía todo listo para su vestido, incluso traía la calabaza bajo su brazo (para tirarla por allí cuando no se diera cuenta, que la otra vez se demoró mucho rato buscándola), pero en vez de encontrarla llorando, ¡se deparó con su madrastra sangrando en el piso!
De inmediato le cerró la herida, aunque de todas maneras no estaba en condiciones de acompañar a sus hijas al baile. ¡Qué escándalo sería si se desmayara de pronto! Por ello le puso un hechizo para que dormitara y envió a sus chiquillas al baile, total, ya no son unas niñas chicas como para perderse...
Sin embargo, ¡Danielle se ha perdido! La hada le pide a sus ratones, al caballo y al perro que la ayuden a buscar a la jovencita (Las avecillas dormían y no le hicieron caso) ¡Pero todo ha sido en vano!
Ahora, cuando unos rayos del sol le iluminan las alas, está en la disyuntiva entre avisar o no que el cuento se ha estropeado... Entremedio de toda la búsqueda, no dejó de percibir que la delgada Marguerite regresaba rebosante de felicidad a la mansión Barbarac: "¡El príncipe me ha pedido en matrimonio!" repetía feliz a quién quisiera oírla. ¿Y ahora?
No, no le dirá a nadie, seguirá buscando por su cuenta, ya que ¿¡para eso tiene magia no!? Arreglará todo este embrollo y si tiene suerte, la Bruja ni se enterará...
Pobre Hada Madrina... Quizás la Bruja no le perdonara, pero si hubiera pedido ayuda a tiempo, hubiera logrado rescatar a la joven doncella y su cuento seguiría su curso... Sin embargo, por ocultarlo, quizás nunca vuelva a posar sus ojos en su protegida.
* Finaliza intervención de la Bruja *
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Bruja del Tiempo
Señora de las Tierras Encantadas
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
La hechicera cambió el peso de una pierna a otra, posando sobre su cintura revestida de negro una de sus manos, coronadas por las largas uñas oscuras. Había sido más fácil de lo que pensaba, demasiado. Ni siquiera había tenido que amenazarla cuando la chica se había puesto a cantar sola, dejando que la verdad saliese en tropel y atropelladamente de sus labios temblorosos al reconocer una verdad que parecía antojársele aterradora. Nimiedades ante el criterio de Morrigan, pero Cenicienta lo hacía parecer todo tan horrible que supo que esa era su oportunidad para cerrar la red de araña en torno a ella, eliminando cualquier vía de escape. A fin de cuentas ya estaba en su poder, o casi. Y todo por un vestido que ahora no valía ni el tiempo de mirarlo… La niña debía de ser más vanidosa de lo que pensaba. Esbozó su sonrisa número tres, buscando reconfortarla con una mirada engañosamente tierna, haciéndole ver que ella era su protectora frente las adversidades.
-Pero lo has hecho-Susurró. Se acercó de nuevo hasta ella y la rodeó con la mullida tela, notando las curvas que esta ocultaba bajo sus manos, y dejando que ella terminase de atarla contra su cuerpo. Era difícil, pero no imposible, imaginarse aquellas blancas y callosas manos manchadas de sangre, en comparación con un rostro demasiado inocente. Pero ahí tenía su cebo, y no iba a soltarlo por nada del mundo. Todo aquello que le proporcionase poder sobre otra persona era el arma más poderosa que podría hallar jamás, y no pensaba que hubiese nada mejor que una deuda. A fin de cuentas, ella la había ayudado. Morrigan podía ver de reojo su propia silueta reflejándose en la cristalina superficie del espejo que coronaba la peinadera: la imagen de una mujer elegante y triunfadora, que no se detendría ante nada ni nadie. Ella era la araña que tejía su red de mentiras, y otra desorientada mariposa acababa de caer entre los hilos de seda, quedando irremediablemente atrapada y lista para ser su nueva “cena”-Creo que es un poco tarde para eso-Dijo, alargando una mano para apartar un mechón dorado que caía sobre su frente-Me remito ahora a tomar tus palabras como referencia. Si no recuerdo mal, dijiste que estarías dispuesta a compensarme por la inestimable ayuda que te he brindado, ¿No es cierto?-Se miró las manos, frotando el pulgar contra los dedos índice y corazón con expresión cavilante. Era consciente de que aunque su tono era considerado, estaba haciéndole chantaje, buscando su incomodidad al respecto. Ella era la anfitriona, y nadie escapaba de su hogar si ella no lo permitía expresamente, y estaba claro que la llave de salida le iba a ser denegada a Cenicienta-Tal vez podamos finalizar este incidente de una forma satisfactoria para ambas-Ladeó la cabeza y sus ojos sonrieron a la par que sus labios, pero mientras los últimos se mostraban compasivos, había un brillo fiero en los primeros-No es necesario que te marches, puedes quedarte si ese es tu deseo, y nadie tendrá por que enterarse de nada. Créeme, me siento apenada por ti-Le acarició una mejilla con ternura, como una madre que consuela a su hija después de que esta hubiese sido rechazada por un novio apuesto-Eres demasiado joven para estar huyendo de la ley-Meneó la testa-Sería una lástima que tu destino se empañase antes de tiempo. Dime, Cenicienta, ¿Querrías trabajar para mi? Puedo prometerte muchas cosas-Dijo lentamente-Comida caliente, un dormitorio para ti sola, agua para tu aseo… Y a cambio sólo tendrías que hacer un par de trabajillos sin importancia. ¿No te parece que es mejor que mendigar por las calles a riesgo de ser asaltada y violada por un malhechor cualquiera? ¿O acabar en la horca por un acto impulsivo a manos de alguien que no lamentará tu muerte?-Posó una mano sobre su rodilla e hizo una ligera presión en ella-Puedes pensártelo si lo deseas. Comprenderé que quieras marcharte-Una mera formalidad, pues era algo que no pensaba consentir bajo ningún concepto-La decisión está en tus manos-Suspiró, a sabiendas de que ella era ahora la titiritera, y la rubia su pequeña marioneta.
-Pero lo has hecho-Susurró. Se acercó de nuevo hasta ella y la rodeó con la mullida tela, notando las curvas que esta ocultaba bajo sus manos, y dejando que ella terminase de atarla contra su cuerpo. Era difícil, pero no imposible, imaginarse aquellas blancas y callosas manos manchadas de sangre, en comparación con un rostro demasiado inocente. Pero ahí tenía su cebo, y no iba a soltarlo por nada del mundo. Todo aquello que le proporcionase poder sobre otra persona era el arma más poderosa que podría hallar jamás, y no pensaba que hubiese nada mejor que una deuda. A fin de cuentas, ella la había ayudado. Morrigan podía ver de reojo su propia silueta reflejándose en la cristalina superficie del espejo que coronaba la peinadera: la imagen de una mujer elegante y triunfadora, que no se detendría ante nada ni nadie. Ella era la araña que tejía su red de mentiras, y otra desorientada mariposa acababa de caer entre los hilos de seda, quedando irremediablemente atrapada y lista para ser su nueva “cena”-Creo que es un poco tarde para eso-Dijo, alargando una mano para apartar un mechón dorado que caía sobre su frente-Me remito ahora a tomar tus palabras como referencia. Si no recuerdo mal, dijiste que estarías dispuesta a compensarme por la inestimable ayuda que te he brindado, ¿No es cierto?-Se miró las manos, frotando el pulgar contra los dedos índice y corazón con expresión cavilante. Era consciente de que aunque su tono era considerado, estaba haciéndole chantaje, buscando su incomodidad al respecto. Ella era la anfitriona, y nadie escapaba de su hogar si ella no lo permitía expresamente, y estaba claro que la llave de salida le iba a ser denegada a Cenicienta-Tal vez podamos finalizar este incidente de una forma satisfactoria para ambas-Ladeó la cabeza y sus ojos sonrieron a la par que sus labios, pero mientras los últimos se mostraban compasivos, había un brillo fiero en los primeros-No es necesario que te marches, puedes quedarte si ese es tu deseo, y nadie tendrá por que enterarse de nada. Créeme, me siento apenada por ti-Le acarició una mejilla con ternura, como una madre que consuela a su hija después de que esta hubiese sido rechazada por un novio apuesto-Eres demasiado joven para estar huyendo de la ley-Meneó la testa-Sería una lástima que tu destino se empañase antes de tiempo. Dime, Cenicienta, ¿Querrías trabajar para mi? Puedo prometerte muchas cosas-Dijo lentamente-Comida caliente, un dormitorio para ti sola, agua para tu aseo… Y a cambio sólo tendrías que hacer un par de trabajillos sin importancia. ¿No te parece que es mejor que mendigar por las calles a riesgo de ser asaltada y violada por un malhechor cualquiera? ¿O acabar en la horca por un acto impulsivo a manos de alguien que no lamentará tu muerte?-Posó una mano sobre su rodilla e hizo una ligera presión en ella-Puedes pensártelo si lo deseas. Comprenderé que quieras marcharte-Una mera formalidad, pues era algo que no pensaba consentir bajo ningún concepto-La decisión está en tus manos-Suspiró, a sabiendas de que ella era ahora la titiritera, y la rubia su pequeña marioneta.
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
- Creo que es un poco tarde para eso. -¿Tarde? ¿Tarde para qué? ¿Después de toda su dulzura igual me entregará a la policía? Respiro agitada, sintiendo el pánico crescer dentro mío, como si una puerta se estuviera cerrando y cayera en la oscuridad.
Lady Hellberg estira la mano y me arregla un mechón de mi cabello antes de hablarme nuevamente con su hermosa voz:
- Me remito ahora a tomar tus palabras como referencia. Si no recuerdo mal, dijiste que estarías dispuesta a compensarme por la inestimable ayuda que te he brindado, ¿No es cierto? -Asiento vehemente con mi cabeza, ya que es verdad: haré lo que sea con tal que pueda compensar toda la ayuda que he recibido- Tal vez podamos finalizar este incidente de una forma satisfactoria para ambas. -Y nuevamente asiento con mi cabeza, aunque con menor convicción, ya que estoy en la duda de cómo ella define "forma satisfactoria"- No es necesario que te marches, puedes quedarte si ese es tu deseo, y nadie tendrá por que enterarse de nada. -¡No puedo creerlo! ¿Podré quedarme aquí? Una sonrisa tímida se produce en mi rostro, mientras le sigo escuchando sin poder creer mi suerte. Hasta inclino mi cabeza cuando ella me acaricia la mejilla- Eres demasiado joven para estar huyendo de la ley. (...) ¿Querrías trabajar para mi? Puedo prometerte muchas cosas.
Abro los ojos como platos: ¿trabajar para ella? Respiro hondo, para certificarme que la propuesta es de verdad:
- Pero usted dijo que mi presencia aquí pone en peligro su establecimiento... -balbuceo aún sin poder creer que todo sea verdad. Ella posa su mano sobre mi rodilla y me sonríe antes de decir:
- Puedes pensártelo si lo deseas. Comprenderé que quieras marcharte.
- ¡No, no me refería a eso! -agrego de pronto, porque percibo que ella puede negarme la oferta de trabajo en cualquier instante- Es verdad, yo os dije que quiero retribuirle toda su ayuda, y estoy dispuesta a trabajar para usted: ¡Limpiaré toda su mansión! Desde que se murió mi padre que he trabajado de sirvienta, ¡por lo que lo hago muy bien! -digo tomándole la mano nuevamente, para que no se arrepienta de tenerme con ella.
- La decisión está en tus manos. -dice la dama suspirando, y me doy cuenta que de lo que le responda ahora depende mi futuro:
- Lady Hellberg, sí, acepto su tan gentil oferta, la que agradezco de todo corazón. ¡Puedo empezar a trabajar hoy mismo! -digo con una gran sonrisa, en la expectativa de que todo resulte.
Lady Hellberg estira la mano y me arregla un mechón de mi cabello antes de hablarme nuevamente con su hermosa voz:
- Me remito ahora a tomar tus palabras como referencia. Si no recuerdo mal, dijiste que estarías dispuesta a compensarme por la inestimable ayuda que te he brindado, ¿No es cierto? -Asiento vehemente con mi cabeza, ya que es verdad: haré lo que sea con tal que pueda compensar toda la ayuda que he recibido- Tal vez podamos finalizar este incidente de una forma satisfactoria para ambas. -Y nuevamente asiento con mi cabeza, aunque con menor convicción, ya que estoy en la duda de cómo ella define "forma satisfactoria"- No es necesario que te marches, puedes quedarte si ese es tu deseo, y nadie tendrá por que enterarse de nada. -¡No puedo creerlo! ¿Podré quedarme aquí? Una sonrisa tímida se produce en mi rostro, mientras le sigo escuchando sin poder creer mi suerte. Hasta inclino mi cabeza cuando ella me acaricia la mejilla- Eres demasiado joven para estar huyendo de la ley. (...) ¿Querrías trabajar para mi? Puedo prometerte muchas cosas.
Abro los ojos como platos: ¿trabajar para ella? Respiro hondo, para certificarme que la propuesta es de verdad:
- Pero usted dijo que mi presencia aquí pone en peligro su establecimiento... -balbuceo aún sin poder creer que todo sea verdad. Ella posa su mano sobre mi rodilla y me sonríe antes de decir:
- Puedes pensártelo si lo deseas. Comprenderé que quieras marcharte.
- ¡No, no me refería a eso! -agrego de pronto, porque percibo que ella puede negarme la oferta de trabajo en cualquier instante- Es verdad, yo os dije que quiero retribuirle toda su ayuda, y estoy dispuesta a trabajar para usted: ¡Limpiaré toda su mansión! Desde que se murió mi padre que he trabajado de sirvienta, ¡por lo que lo hago muy bien! -digo tomándole la mano nuevamente, para que no se arrepienta de tenerme con ella.
- La decisión está en tus manos. -dice la dama suspirando, y me doy cuenta que de lo que le responda ahora depende mi futuro:
- Lady Hellberg, sí, acepto su tan gentil oferta, la que agradezco de todo corazón. ¡Puedo empezar a trabajar hoy mismo! -digo con una gran sonrisa, en la expectativa de que todo resulte.
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
-Lo dije-Admitió Morrigan virtuosamente-Pero has de saber que nunca es nada lo suficiente definitivo-Ni siquiera la muerte, de eso ya se encargaba ella-Y siempre hay lugar para las negociaciones-Disfrutaba enormemente con ese juego, pues acogerla nunca había supuesto ni siquiera un problema menor, pero hacerla creer que era un gran sacrifico para ella demostraba lo ingenuas que podían llegar a ser algunas personas. Pobre ilusa, debía estar muy desesperada si había pensado que la solución a sus desgracias era entrar derechita en la trampa de la bruja. Acarició su mejilla con ternura-Por lo que sé, a quien buscan es a una prófuga, no a una de mis protegidas-Alzó una ceja, esperando que entendiese sus insinuaciones, confiaba en que no fuese tan corta de mente. O mejor, prefería que sí lo fuese, eso facilitaría muchísimo el trabajo llegados a cierto punto-No te apresures querida, ya cuento con bastante servidumbre en mi mansión. Creo que tengo el puesto adecuado para ti, no has de preocuparte por ello-Pasó un dedo por la palma callosa de la diestra de Cenicienta-Estas manos ya han trabajado bastante-Suspiró con pesadumbre, sonriendo para sus adentros-Ya que insistes tanto en ello, me gustaría formalizar nuestro acuerdo… No te preocupes, no es más que un molesto trámite burocrático sin importancia, pero obligatorio a fin de cuentas-Respondió, soltando un resoplido de falso fastidio. Era más difícil romper un pacto si este se realizaba por escrito y con el pleno consentimiento de ambas partes, lo sabía muy bien ya que no era la primera vez que lo hacía. Le dio la espalda y apoyó las manos a ambos extremos del tocador, tirando hacia fuera y revelando un cajón bastante profundo. No había nada digno de interés en su interior, salvo algún que otro bote que contuviese carmín, un cepillo para el cabello e incluso varios adornos con forma de mariposa con falsa pedrería incrustada. La hechicera deslizó su mano hacia adentro, en una posición que impedía que Cenicienta pudiese ver en el interior de la madera-¡Oh! Pero que oportuno-Bajo sus dedos, un trozo de pergamino se materializó, crujiente y amarillento. Morrigan lo agarró con delicadeza y lo sacó del tocador, como si hubiese estado siempre ahí dentro, para después ofrecérselo a la muchacha-Tómalo, este es tu contrato de trabajo-Ofreció con la diversión aflorando en sus malévolos iris violetas-Te procuraré una pluma y tinta. Puedes leerlo si es tu deseo, está todo perfectamente detallado en él- Esperó a que lo cogiese antes de buscar el resto de los elementos cruciales. No le había mentido en ningún momento, y más tarde se jactaría de ello. En aquel papel, escrito con una pulcra y bella caligrafía, quedaba recogida la parte esencial que ambas deberían firmar. No había nada en él que revelase nada anormal, ni siquiera la molesta letra pequeña… Al menos no claramente. El pergamino del contrato estaba adornado y embellecido en los bordes por una elegante marquesina de runas que eran más de lo que aparentaban: lengua antigua de Prydain, en las cuales el resto de los términos del contrato terminaban por afianzarse, inscritas en la propia celulosa con magia y sangre. Una vez que firmase, entre otras cosas, jamás podría escapar ni revelar su existencia, claro que ese caso era sumamente improbable, pues la bruja se encargaba a conciencia de no dejar cabos sueltos fácilmente localizables. Si Cenicienta no sabía leer esa lengua cuasi-muerta, ese no era desde luego problema de Morrigan. La mujer abrió un botecito de tinta y un par de gotas que impregnaban el tapón de corcho salpicaron sobre la superficie del tocador. Después hundió una preciosa pluma de cuervo en su interior, dejando que la punta se manchase del negro líquido, y se la ofreció a Cenicienta-Cuando gustes-Finalizó en un susurro.
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
Suspiro aliviada cuando ella sugiere que yo pueda llegar a ser una de sus protegidas. Le sonrío, feliz de que, a pesar de mi acto criminal de ayer, ¡ella me aceptará! La dama toma mis manos en las suyas y las observa antes de decir:
- No te apresures querida, ya cuento con bastante servidumbre en mi mansión. Creo que tengo el puesto adecuado para ti, no has de preocuparte por ello. -Su suave dedo dibuja las líneas de mis callos. No me gustan mis manos así, pero es imposible tenerlas bellas con todo el trabajo de fregar y lavar desde el amanecer hasta el anochecer...- Ya que insistes tanto en ello, me gustaría formalizar nuestro acuerdo... No te preocupes, no es más que un molesto trámite burocrático sin importancia, pero obligatorio a fin de cuentas.
- Pero si no hago el aseo, ¿qué haré? -pregunto de pronto, mientras ella busca algo en la cajonera- ¿Desea que sirva las bandejas para los clientes? -digo recordando el ambiente del lugar cuando llegué: música animada, hombres y mujeres contentos- No tengo mucho equilibrio con las bandejas, pero de todas formas practicaré y seré muy cuidadosa. -afirmo con vehemencia, pero ella sigue en silencio, concentrada en encontrar algo.
Y lo encuentra, porque con una gran sonrisa de satisfacción saca del cajón un hermoso pergamino:
- Tómalo, este es tu contrato de trabajo. Te procuraré una pluma y tinta. Puedes leerlo si es tu deseo, está todo perfectamente detallado en él.
Lo tomo nerviosa, y de inmediato lo empiezo a leer: "Por medio del presente contrato, ambas partes firmantes aceptan las cláusulas y condiciones de trabajo, conforme establecido por el Rey Williamson el Magnífico, tercero rey de Marshovia."- ¿Estoy en Marshovia? -digo asombrada, ya que había caminado mucho, toda la noche, pero nunca me hubiera imaginado haber llegado tan lejos. La dama asiente, por lo que sigo leyendo: "La empleada deberá realizar las labores dentro de la mansión, a cambio de protección, alimentación y abrigo." Levanto la vista, contenta de ver exactamente lo que conversamos escrito en el papel. Sigo leyendo, y encuentro que todo está dentro de lo correcto. Llego al final, donde están los lugares para firma "empleada" y "empleadora", y cuando levanto la vista, Lady Hellberg ya tiene listos pluma y tintero:
- Cuando gustes.
- ¡De inmediato mi señora! -digo llena de confianza por un futuro mejor. Pongo con cuidado el pergamino sobre la mesa de tocador, y admito que, algo nerviosa, tomo la pluma negra. Respiro hondo, vacilante no sé por qué, pero tras una nueva sonrisa hacia Lady Hellberg, empiezo a escribir "Danielle", pero dejo de escribir para hablarle- No sabe lo feliz que me hace haber llegado aquí. -Vuelvo mi atención al pergamino y escribo "de", pero luego le hablo nuevamente, llena de alegría- Nunca antes había dejado la casa de mi padre, y supuse que el mundo afuera sería un lugar cruel y salvaje, ¡y ha sido todo lo contrario! -"Barbarac"... Listo, tomo el pergamino y lo soplo antes de entregarlo a la dama.
- No te apresures querida, ya cuento con bastante servidumbre en mi mansión. Creo que tengo el puesto adecuado para ti, no has de preocuparte por ello. -Su suave dedo dibuja las líneas de mis callos. No me gustan mis manos así, pero es imposible tenerlas bellas con todo el trabajo de fregar y lavar desde el amanecer hasta el anochecer...- Ya que insistes tanto en ello, me gustaría formalizar nuestro acuerdo... No te preocupes, no es más que un molesto trámite burocrático sin importancia, pero obligatorio a fin de cuentas.
- Pero si no hago el aseo, ¿qué haré? -pregunto de pronto, mientras ella busca algo en la cajonera- ¿Desea que sirva las bandejas para los clientes? -digo recordando el ambiente del lugar cuando llegué: música animada, hombres y mujeres contentos- No tengo mucho equilibrio con las bandejas, pero de todas formas practicaré y seré muy cuidadosa. -afirmo con vehemencia, pero ella sigue en silencio, concentrada en encontrar algo.
Y lo encuentra, porque con una gran sonrisa de satisfacción saca del cajón un hermoso pergamino:
- Tómalo, este es tu contrato de trabajo. Te procuraré una pluma y tinta. Puedes leerlo si es tu deseo, está todo perfectamente detallado en él.
Lo tomo nerviosa, y de inmediato lo empiezo a leer: "Por medio del presente contrato, ambas partes firmantes aceptan las cláusulas y condiciones de trabajo, conforme establecido por el Rey Williamson el Magnífico, tercero rey de Marshovia."- ¿Estoy en Marshovia? -digo asombrada, ya que había caminado mucho, toda la noche, pero nunca me hubiera imaginado haber llegado tan lejos. La dama asiente, por lo que sigo leyendo: "La empleada deberá realizar las labores dentro de la mansión, a cambio de protección, alimentación y abrigo." Levanto la vista, contenta de ver exactamente lo que conversamos escrito en el papel. Sigo leyendo, y encuentro que todo está dentro de lo correcto. Llego al final, donde están los lugares para firma "empleada" y "empleadora", y cuando levanto la vista, Lady Hellberg ya tiene listos pluma y tintero:
- Cuando gustes.
- ¡De inmediato mi señora! -digo llena de confianza por un futuro mejor. Pongo con cuidado el pergamino sobre la mesa de tocador, y admito que, algo nerviosa, tomo la pluma negra. Respiro hondo, vacilante no sé por qué, pero tras una nueva sonrisa hacia Lady Hellberg, empiezo a escribir "Danielle", pero dejo de escribir para hablarle- No sabe lo feliz que me hace haber llegado aquí. -Vuelvo mi atención al pergamino y escribo "de", pero luego le hablo nuevamente, llena de alegría- Nunca antes había dejado la casa de mi padre, y supuse que el mundo afuera sería un lugar cruel y salvaje, ¡y ha sido todo lo contrario! -"Barbarac"... Listo, tomo el pergamino y lo soplo antes de entregarlo a la dama.
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
-Así es-Respondió con ternura. Sus ojos relucieron con codicia cuando Cenicienta cogió la pluma y empezó a trazar sobre la rugosa superficie su rúbrica presurosamente, deteniéndose para hablar de vez en cuando. Lo que le dijese o dejase de decirle había perdido toda la importancia en el preciso instante en el que accedió. Que niñita tan ingenua y desvalida, cuya actitud no hacía más que despertar los afanes controladores de la bruja-Te sorprendería saber todo lo que el mundo nos tiene deparados, querida-Dijo quedamente, ensanchando una sonrisa. El borde del papel rasgó el dorso de la mano de la rubia con el apresurado movimiento, dejando que su sangre tiñese de carmesí uno de sus extremos en el momento en el que Morrigan se lo arrebató de las manos-Discúlpame, no ha sido intencionadamente-Suspiró compungida, mintiendo con descaro-Ya sabes lo que dicen sobre el papel, sus bordes cortan más que un cuchillo…Ahora es mi turno-Agregó complacida. Volvió a colocarlo sobre la mesa y sostuvo la pluma, mirando el hueco donde la parte contratante debía dejar su sello con gesto adusto. Debía colocar su nombre real o de lo contrario no tendría validez alguna… Esa era una de las desventajas de la magia, al menos de la que ella usaba. Los nombres reales eran tan importantes como peligrosos si caían en malas manos, un método infalible para destruir a una criatura como ella, o como el Rey con Cuernos, lugarteniente de su antiguo amante, Arawn de Annuvin… Pero Morrigan había aprendido de las mejores, no era ninguna novata que experimentaba con el intrincado mundo de los contratos, y estaba dispuesta a superar a Orddu, Orwen y Orgoch en cuanto astucia y perversidad. Con un rápido e imperceptible movimiento trazó su apelativo de nacimiento, y acto seguido mordió su pulgar. Las gotas carmesíes volvieron a mojar el pergamino, siendo absorbidas casi al instante para desaparecer por completo, pintando de rojo intenso ambas firmas hasta apagarse de nuevo con el color negro de la tinta. Lo que empezaba con sangre, debía acabar con sangre… Y Cenicienta ye estaba en su poder, nada podía hacer a partir de ahora salvo asumir las consecuencias de sus actos-¡Hecho!-Bramó triunfal. Lo enrolló y lo sostuvo en su mano derecha, en el preciso instante en el que algo comenzaba a quemar la piel de Danielle de Barbarac, como precio por la libertad que había sacrificado por tan poco, efecto obligatorio de la magia que imbuía las letras del contrato. Un símbolo empezó a brillar con destellos rojizos allá donde el olor a chamusquina se mezclaba con el perfume de lilas y grosellas de la madame, dejando una marca oscura a fuego grabada sobre su pecho derecho, como si fuese ganado que se dirigía al matadero. Una marca inequívoca de la propiedad de Morrigan-Vaya, querida, parece que olvidé mencionar ese pequeño detalle-Comentó, al tiempo que el rollo desaparecía de su diestra en mitad de una neblina violácea, permaneciendo a buen recaudo allá donde nadie podría encontrarlo, y dejando sus dedos crispados en un hueco vacío-Tranquila, el dolor no es malo, te recuerda que estas viva-Suspiró con sorna, acercándose hasta ella y mirándola directamente a los ojos con crueldad, acariciándo su mentón con sus largas uñas negras-Se pasará en un par de días... Creo-Esta vez su expresión estaba exenta de toda amabilidad, y demostraba con claridad meridiana los rasgos mezquinos de una depredadora que observaba con deleite a su presa, saboreando los instantes previos antes de devorarla-Espero que estés preparada. Tu trabajo empieza esta misma noche-Medió sin más explicaciones, esperando una reacción por su parte. Agarró una pequeña campanita que había sobre el tocador, y la sacudió entre sus manos, a la espera de que algún criado oyese su llamada y acudiese de inmediato-Aún hay muchos detalles que ultimar...
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Morrigan
Noble de Marshovia y Nigromante
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
- Te sorprendería saber todo lo que el mundo nos tiene deparados, querida. -dice cuando le paso el papel, sin embargo, ¡el roce del mismo me corta! Quito mi mano, adolorida por ello, pero antes una gota de mi sangre cae sobre el pergamino- Discúlpame, no ha sido intencionadamente. Ya sabes lo que dicen sobre el papel, sus bordes cortan más que un cuchillo... Ahora es mi turno.
- Por supuesto, ha sido un accidente. -digo conciliadora mientras chupo la herida. Me duele, pero evito hacer una mueca, que no quiero que la dama se haga una mala idea de mí.
Observo cómo ella firma, escribiendo algo de Cro... pero su siguiente gesto me distrae: ¡Se muerde el pulgar y deja que gotas de sangre caigan sobre el pergamino! Miro atenta, y si alguien me dijera no lo creería: las gotas desaparecen y... ¡nuestras firmas brillan rojas!
- ¡Hecho! -exclama entonces, en un tono de voz sin la dulzura que tanto me gustó. Sin mover un músculo, veo como ella enrolla el pergamino y...
- ¡Aaaahhhh! -grito de pronto, ¡sintiendo un grandísimo dolor sobre mi corazón! El dolor es tan fuerte que me encojo, hasta que caigo al piso. Entonces, olvidando cualquier pudor, me abro la toalla y con horror veo como donde me duele está apareciendo una marca roja. Sigo gritando mientras las lágrimas corren por mi rostro. Finalmente la sensación de quemazón disminuye, por lo que puedo dejar de gritar, sin embargo, eso no significa que no haya dejado de doler del todo:
- ¿Qué es esto? ¿Me has quemado? -pregunto confundida, sin comprender nada de lo que sucede, pero el olor a carne quemada es inconfundible. ¡La carne de mi seno derecho!
- Vaya, querida, parece que olvidé mencionar ese pequeño detalle. -dice como si se tratara de un asunto menor.
- ¿Detalle? ¿Dices que ésto es un detalle? -pregunto con la voz algo chillona, mientras contemplo la marca, muy parecida a los hermosos dibujos del pergamino. ¡El pergamino! Trato de levantarme, porque quiero ver de nuevo el contrato que he firmado, pero sólo alcanzo a arrodillarme cuando atónita veo cómo éste se diluye frente a mis ojos.
- ¡Eres una bruja! -digo de pronto, no en forma de pregunta, pero una aseveración. Pongo mi mano sobre la marca, pues me duele, pero tengo que sacarla en seguida, pues tocarla sólo hace que el dolor aumente.
marca formada sobre su seno derecho- Tranquila, el dolor no es malo, te recuerda que estás viva. -suspira Lady Hellberg y con sólo estirar su cuerpo hacia adelante se acerca a mí y me sujeta del mentón para decir- Se pasará en un par de días... Creo. -Siento sus uñas marcándome el mentón, y me lleno de horror al comprobar que he caído en una trampa. Tantos cuentos oí de brujas que atrapan a niños para comerlos, pero nunca me imaginé que Lady Hellberg fuera una! Claro que ante el despliegue recién pasado ya no me quedan dudas... ¿Por qué no me dí cuenta antes?
- Espero que estés preparada. Tu trabajo empieza esta misma noche. -dice soltando mi mentón por fin, y sin más toca la campanilla para llamar alguna sirviente:
- ¿Cuál es mi trabajo? Dijistéis que no haría el aseo. -pregunto recelosa, ya que todas mis ilusiones de seguridad y afecto se han ido al tacho de la basura.
- Aún hay muchos detalles que ultimar...
- ¿Cuáles detalles? Usted me prometió una habitación, alimentación y vestidos... Pero al final nunca me dijo qué es lo que debo hacer en cambio de su "protección". -digo llena de angustia, ya que el sueño se ha transformado en pesadilla.
Cuando siento la puerta abrirse, tomo la toalla y me cubro de nuevo, torpemente porque la piel de mi seno me arde...
- Por supuesto, ha sido un accidente. -digo conciliadora mientras chupo la herida. Me duele, pero evito hacer una mueca, que no quiero que la dama se haga una mala idea de mí.
Observo cómo ella firma, escribiendo algo de Cro... pero su siguiente gesto me distrae: ¡Se muerde el pulgar y deja que gotas de sangre caigan sobre el pergamino! Miro atenta, y si alguien me dijera no lo creería: las gotas desaparecen y... ¡nuestras firmas brillan rojas!
- ¡Hecho! -exclama entonces, en un tono de voz sin la dulzura que tanto me gustó. Sin mover un músculo, veo como ella enrolla el pergamino y...
- ¡Aaaahhhh! -grito de pronto, ¡sintiendo un grandísimo dolor sobre mi corazón! El dolor es tan fuerte que me encojo, hasta que caigo al piso. Entonces, olvidando cualquier pudor, me abro la toalla y con horror veo como donde me duele está apareciendo una marca roja. Sigo gritando mientras las lágrimas corren por mi rostro. Finalmente la sensación de quemazón disminuye, por lo que puedo dejar de gritar, sin embargo, eso no significa que no haya dejado de doler del todo:
- ¿Qué es esto? ¿Me has quemado? -pregunto confundida, sin comprender nada de lo que sucede, pero el olor a carne quemada es inconfundible. ¡La carne de mi seno derecho!
- Vaya, querida, parece que olvidé mencionar ese pequeño detalle. -dice como si se tratara de un asunto menor.
- ¿Detalle? ¿Dices que ésto es un detalle? -pregunto con la voz algo chillona, mientras contemplo la marca, muy parecida a los hermosos dibujos del pergamino. ¡El pergamino! Trato de levantarme, porque quiero ver de nuevo el contrato que he firmado, pero sólo alcanzo a arrodillarme cuando atónita veo cómo éste se diluye frente a mis ojos.
- ¡Eres una bruja! -digo de pronto, no en forma de pregunta, pero una aseveración. Pongo mi mano sobre la marca, pues me duele, pero tengo que sacarla en seguida, pues tocarla sólo hace que el dolor aumente.
marca formada sobre su seno derecho
- Espero que estés preparada. Tu trabajo empieza esta misma noche. -dice soltando mi mentón por fin, y sin más toca la campanilla para llamar alguna sirviente:
- ¿Cuál es mi trabajo? Dijistéis que no haría el aseo. -pregunto recelosa, ya que todas mis ilusiones de seguridad y afecto se han ido al tacho de la basura.
- Aún hay muchos detalles que ultimar...
- ¿Cuáles detalles? Usted me prometió una habitación, alimentación y vestidos... Pero al final nunca me dijo qué es lo que debo hacer en cambio de su "protección". -digo llena de angustia, ya que el sueño se ha transformado en pesadilla.
Cuando siento la puerta abrirse, tomo la toalla y me cubro de nuevo, torpemente porque la piel de mi seno me arde...
Re: ¡Sin salida! (Lady Morrigan)
-Yo no te he quemado, lo has hecho tú solita, querida mía-Respondió a la defensiva, sin dejar de lado su mueca de triunfo, todo por no leer la "letra" pequeña. No le sorprendió su acusación, así como tampoco el hecho de que la llamase bruja. Era tan gratuito todo…-Bruja es una palabra muy fea, Cenicienta-Meneó la cabeza a ambos lados, como si se sintiese decepcionada por semejante “injuria” contra su persona, para después soltar una honda carcajada que brotó de su garganta como la lava de un volcán, abrasiva y devastadora-No tengo por costumbre danzar alrededor de hogueras ni yacer con machos cabríos: Prefiero el término empresaria, si no te importa-Encogió sus hombros desnudos. Ya no se andaría con rodeos, pues no había necesidad de hacerlo. Cortó con los dedos un hilo suelto de su falda y lo dejó caer al suelo despectivamente-Pero-Prosiguió-Eso no debería eclipsar mi magnanimidad y misericordia hacia tu persona, ¿No te parece? Esta noche no tendrás que procuparte por pasar la noche en una zanja siendo violada por un borracho cualquiera, y podrás jactarte de que a partir de hoy no te faltará de nada-Sus palabras iban con un doble sentido del que posiblemente la muchacha no se hubiese percatado aún, aunque Morrigan sabía que por su propio bien esperaba que no tardase en hacerlo. Si no tendría un gravísimo problema. Lástima, las almas inocentes eran las más fáciles de quebrar- Claro que no vivo precisamente de la caridad, la filantropía no está de moda hoy en día. Como ya he dicho tengo muchas vocas que alimentar, y no pensaba acogerte en mi seno de forma gratuita. Sería injusto para mis otros criados-Batió sus pestañas y exhaló el aire, dando la falsa impresión de que se sentía abatida-Y en lo que respecta a tus tareas a partir de hoy… ¿De verdad necesitas que te haga un dibujo?-Morrigan apoyó las manos contra su cintura-No ando nada escasa de personal pero mis clientes son muy exigentes, y de vez en cuando tengo que añadir algo de variedad al catálogo para mantener el interés y el estatus. Tu eres perfecta para ello-Acarició la zona donde el tatuaje había sido grabado, la cual estaba ligeramente enrojecida, bajando con una caricia de su yema por la piel desnuda-Tan dulce, tan ingenua, tan inocente…-Morrigan sostuvo entre sus dedos uno de sus pezones y lo pellizcó con fuerza.
- Off:
- Si lo último parece raro, lo quito xD. Quería poner algo que fuese propio de ella, aunque no sé si he acertado ^^º.
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Morrigan
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