¡Sin salida! (Lady Morrigan)

Off:

-Eres una niña ingrata-Siseó Morrigan, abofeteándola sin compasión con el dorso de la mano, dejando una marca rosada allá donde la había golpeado. No soportaba la insubordinación, y desde ese momento Cenicienta había perdido todo derecho a plantarle cara. Aunque tampoco podía dañar la mercancía hasta hacerla inservible, porque en ese caso no tendría sentido haber mareado tanto la perdiz. Más le valía aprenderlo si quería que su confinamiento no se convirtiese en la pesadilla que ella estaba dispuesta a provocar si no la obedecía ciegamente-Y una estúpida-Agregó, para que constase. Bueno, no se podía tener belleza e inteligencia a la vez, no era así el orden natural de las cosas, aunque Morrigan estaba segura de saltarse olímpicamente esa norma. Ella era distinta a los demás, claro está, y su corazón era de puro acero negro. El chirrido de las bisagras tras su espalda precedió a un muchacho de cabello pajizo, que entró con timidez en la sala.
-¿Señorita Hellberg?-Preguntó desde el umbral, vacilando sobre si adentrarse más o no al ver que estaba ocupada. La bruja le hizo un gesto con la mano, reconociéndolo como Xander, indicándole que cerrase la puerta tras de sí. El joven era bastante guapo, posiblemente no tuviese más que un par de años más que la rubia, y hubiese sido sin duda el favorito de Morrigan si no fuese porque se trataba de un eunuco, cuya voz hacía las delicias de algunos clientes, a la par que su cuerpo juvenil satisfacía otro tipo de deseos perversos. Llevaba sobre sus brazos un precioso vestido de color gris perla, y un par de zapatos en ambas manos.
-Perfecto, llama a Sía para que la adecente un poco. Seguro que está perdiendo el tiempo...-Susurró. Se llevó una mano a la frente, secándose un sudor invisible-¿Ves? Yo ofreciéndote todo cuanto tengo y tu poniendo pegas por una simple marca de nada. Me siento dolida. Pero no te preocupes, podrás compensarme…-Entornó los ojos con hondo fastidio, pensando que Cenicienta era un poco pesada con el asunto de limpiar el baño o servir las mesas-Deja de decir sandeces, ya tengo otros que se encargan de servir la bebida. No cariño, por si no te has dado cuenta, esto no es un mugriento antro donde se emborracha, aquí tenemos muchísimo más caché, deberías bastarte mirando a tu alrededor. Pero bueno, espero que tu “ceguera” ni impida que al menos sepas abrirte bien de piernas-La miró con intensidad-Si no tienes dinero... Tendrás que pagar con tu propio cuerpo.

El chico vacilaba, sus delicados rasgos demostraban que le era sumamente incómodo permanecer allí, pero la dueña no le había dado permiso para retirarse, por lo que se obligó a sostener el traje entre sus dedos temblorosos, desviando la mirada hacia abajo para no tener que cruzarla con la de la joven Cenicienta. La verdad era que había acudido por pura obligación, pero siempre que podía evitaba estar en el punto de mira de Morrigan, bajando la cabeza como si huyese de sus ojos. Esta no era una excepción, pero el hecho de que estuviese implicada otra persona, a pesar de ser beneficioso para él al desviar la atención, le provocaba un dolor en las costillas. ¿Remordimiento? Tal vez.

Morrigan empezaba a perder los estribos, o más bien a cansarse de aquel juego. Normalmente hacía gala de una paciencia casi infinita, pero no le apetecía alargar más aquello por culpa de los lloriqueos de la rubia, que se tapaba inútilmente demostrando así su resistencia. Se acercaba peligrosamente hacia la ventana, pero se toparía con una desagradable sorpresa al ver que fuertes rejas de hierro negro protegían el cristal de posibles saltos al vacío, por no hablar de un ligero e imperceptible hechizo que revestían el alféizar.

Fue tal vez algo que ella dijo que hizo que recuperase el interés.

-¿Cómo dices?-Alzó un ceja, taimada, saboreando cada sílaba como si fuese almíbar. Se había enterado perfectamente, claro está, pero sin embargo quería volver a escucharlo de sus labios por mero divertimento-No me gustan las mentirosas, querida-Informó, dando sinuosos pasos y moviendo en el proceso sus caderas con un contoneo sensual. La esperanza de que eso fuese verdad despertaba su curiosidad, sin embargo estaba más que acostumbrada a toparse con embusteros, por lo que no la creería sin antes demostrar la veracidad de sus palabras-Mentirme no servirá de nada para eximirte de tus obligaciones. Tarde o temprano sabré la verdad, y no me gustaría estar en tu pellejo si lo que afirmas no es más que una falacia insulsa para escapar del cumplimiento del pacto-Se miró las uñas, despectiva, no dedicándole ninguna atención como si fuese un insecto-Así que no pongas las cosas más difíciles... A no ser que tengas pruebas para demostrar que eres tan pura como afirmas-Soltó una risotada estridente, y Xander, en un extremo, se estremeció sin moverse del sitio.

-Deberías tranquilizarte, mi mobiliario no tiene la culpa de que seas una necia-Todo lo que hacía era gastar fuerzas en vano, cansarse inútilmente con unos esfuerzos que no le servirían absolutamente de nada. Después repercutiría en su rendimiento, y eso no le gustaba-Sí, si eres una mentirosa. Y muy mala, por cierto. Sólo aquellos que dicen la verdad saben probarlo, y tu en cambio tratas de escapar como una ratita acorralada-Fue cambiando el tono, serio y áspero, a uno más burlón y sarcástico-¿Enserio? Bueno, eso puede arreglarse-La agarró por la nuca, tirando de su cabello con brusquedad, mientras acercaba de esa forma su rostro al suyo, juntando los labios rojos con los carnosos de Cenicienta, exentos de cualquier pintura, rebosantes de un rosado natural. Su lengua irrumpió dentro del húmedo paladar de la chica, recorriéndolo con perfidia y buscando la suya para retorcerse con ella… Se separó lentamente y le dedicó una sonrisa traviesa-¿Ves? Solucionado-Dijo indolente y divertida, dándole unas palmaditas en la mejilla. Los humanos y sus ridículos conceptos de primeros besos y demás pamplinas, dándole una importancia que no tenían a un simple intercambio de fluidos corporales-Bueno, si realmente estás tan convencida de tu virtud, supongo que no te importará que lo compruebe, ¿Verdad? Si de verdad estás en lo cierto… Podría hacer una excepción-Aunque sabía que su concepto de “excepción”, distaba mucho del que posiblemente tenía la rubia-Si dices la verdad no venderé tu cuerpo-Le prometió, mientras para sus adentros agregaba: Venderé tu virginidad.

Off:

Morrigan se mordió el labio inferior, observándola con picardía y triunfo en sus ojos ponzoñosos. Amaba la desesperación cuando se reflejaba en los rostros ajenos, se sentía tan poderosa que afectaba a su propia excitación, aumentándola considerablemente. ¿Cómo no hacerlo, estando en una habitación con una chica prácticamente desnuda, y un chico mirando en la puerta? Pero bueno, dejaría sus inclinaciones sexuales aparcadas en un lado, porque lo que allí se movía era importante para su burdel.

-Hay varias formas-Dijo-La dolorosa y la muy dolorosa. Me siento generosa, así que si lo deseas te dejaré elegir aquella que prefieras. Tranquila, sólo será un momento-Dijo, haciendo gala de su gran bondad y compasión de bruja. Debía estarle agradecida, por supuesto. A la última que trató de mentirle no le había ido muy bien que digamos.

Por supuesto, debía procurar que la comprobación no dañase la prueba de su virginidad, o de lo contrario no serviría de nada. El Burdel Le Masquerade se caracterizaba por muchas cosas, y entre ellas, la más importante de todas: La calidad del género. Morrigan no trabajaba con empleados enfermos, tullidos o inútiles, pues tenía una imagen y una fama que mantener, si quería seguir atrayendo a una buena clientela que llenase sus bolsillos. Todos debían estar en buenas condiciones de salud y ser expertos en la materia, por lo que el abanico era bastante amplio. Si la madame ofrecía a una virgen, nadie podía dudar de su legitimidad, por lo tanto la mercancía había que comprobarla de primera mano. Allí donde estaba de pie Cenicienta, veía un gran negocio que podría hacerle ganar una buena suma de dinero, ya que hacía tiempo que no contaba con una chica pura entre las meretrices que trabajaban para ella. A los hombres les volvían locos ese tipo de fetiches, arrebatar la pureza a una joven era un premio que muchos deseaban, incluida ella, no obstante los negocios eran los negocios.

Si no fuese porque el mundo del espectáculo estaba muy mal pagado, Morrigan se hubiese dedicado a él… Claro que requería sacrificios que no pretendía pagar bajo ningún concepto. Ir en una troupe ambulante era para fracasados, y ella se hallaba a años luz de poder encasillarse en semejante escalafón, demasiado bajo de lo que permitiría para sí misma. Además, no le apetecía rodearse de viejos ricos que la pretendiesen, regalándole flores que se marchitasen al poco tiempo, con tal de conseguir sus favores en la cama… No, para eso ya tenía su bonito burdel y a sus chicas, que más que un negocio y entretenimiento, conformaban su fiable red de espionaje para recolectar información. Ellas eran las abejas, y los secretos de alcoba la miel que Morrigan guardaba con celo, esperando el momento de usarla. En cualquier caso, ella no se mezclaba con los clientes, era demasiado arriesgado, y dudaba que pudiesen pagar sus honorarios. Pero nunca renunciaría a la actuación, por nada del mundo.

-Tendré que sondear tu mente-Declaró con toda la seriedad del mundo, a pesar de que sus labios carnosos mostraban un gesto lleno de perfidia-Pero no será agradable-Ninguna de las opciones que hubiese escogido sería agradable. El mentalismo era una cualidad que había pasado por alto en la bruja, pero eso no significaba que la necesitase ni mucho menos. Con decir las palabras adecuadas, cualquiera podía acabar cantando como un jilguero en una jaula, si se ejercía la presión adecuada. Además, ese poder tampoco le era necesario, le bastaba con saber mover los hilos de la muerte para considerarse poderosa, por lo que lo que pensaba hacer con Cenicienta no era más que un simple juego con el que pasar el rato, a costa de su miedo y desgracia. Morrigan sabía de primera mano el pavor que producía la telepatía en la gente… Ese desasosiego por no poder proteger los pensamientos en el lugar más seguro que existía… Que los retazos mentales cayesen en malas manos era un acontecimiento peligroso, pero la morena se sentía libre de eso. Se le había subido a la cabeza el hecho de considerarse intocable, y eso la hacía más perversa aún. Colocó una especie de casco sobre los rizos rubios de Danielle de Barbarac. En realidad no era más que una antigua réplica de sí misma en versión reducida…A veces le entraba la nostalgia y la miraba durante horas, pero ahora resultaba un bonito farol, mientras sus dedos recorrían con ansias la piel de la muchacha. Morrigan empezó a hablar en el idioma antiguo de Annuvin, sin decir realmente nada especial, aunque de haberse hallado en su tierra hubiese sido colgada de inmediato. Se decía que usar la lengua del reino de Arawn era peligroso, pero ella sabía que el alcance de su antiguo amante no llegaba tan lejos, y que allí su nombre no significaba absolutamente nada, así como su idioma oficial. Que patético era. Claro que no podía negar que la pronunciación era perturbadora, como una voz del averno que se abría paso hacia la superficie para arrastrar a una víctima inocente. Deslizó sin pudor alguno su mano por la entrepierna rizada, buscando a tientas, mientras que con la otra volvía a pellizcar su seno, con fuerza y ensañamiento, en pos de su sufrimiento-Es necesario-Dijo para que la entendiese-Necesito estimular tu mente para que el dolor haga aflorar la verdad en ella-Estaba segura de que la creería, mientras ella se limitaba a divertirse tocando a placer su cuerpo. Xander estaba de pie al lado de la puerta, completamente ruborizado y sin saber a donde mirar… Aunque era un eunuco, eso no le impedía sentirse turbado con la situación, revolviéndole el estómago y volviendo su rostro verdoso como si acabase de salir de una tormenta en el mar. Morrigan invadió con descaro el espacio vital de la chica, mordiendo sus labios hasta sentir el sabor de su sangre recorriendo su lengua, y hurgó con la mano en sus partes íntimas, clavando allí donde podía sus uñas, asegurándose de que no dañaba nada importante. La yema de sus dedos chocó contra algo membranoso que le impedía el paso, contra lo que ejerció solo una ligera fuerza antes de detenerse, arrugando el ceño. Así que era cierto…Volvió a retorcer sus dedos en su pecho con malicia, queriendo arrancarle un grito-Vaya, parece que estabas en lo cierto-Suspiró, sacándole el caldero de la cabeza.

-Lamento mucho haber puesto tu palabra en duda-Dijo juntando las manos. El olor a sexo recorría aquellos dedos que habían irrumpido allá donde no debían, y la bruja se tomó unos instantes para recrearse en dicho perfume. El aroma de una virgen. Mantuvo a raya los deseos de poder saborear los restos que hubiesen quedado impregnados en su mano. Permitió que la joven se tapase, si así lo quería, pues por el momento había acabado con ella y no tenía más intenciones de seguir jugando ese día. No es que dudase de su autocontrol, simplemente tenía otros asuntos que ultimar en otro sitio, y las distracciones podían entorpecerla, pues a fin de cuentas estaba presa en un cuerpo humano que si bien le proporcionaba ventajas, también la convertía en esclava de necesidades-¿Qué haces ahí parado? No te pago por mirar-Preguntó al eunuco, como si lo viese por primera vez. Xander había recuperado un poco su color, pero seguía igual de perturbado que unos momentos antes, sin darse cuenta de que el instante de tensión había pasado de largo-¿No pretenderás vestirla con ese trapo viejo?-Inquirió, fijándose en el vestido. El atuendo que unos momentos antes le había parecido lo más adecuado era ahora una prenda inútil que no servía para potenciar y dar el glamour que ella deseaba. Un estreno requería de una mayor elegancia, para subir así el precio que ya de por sí sería bastante elevado. Morrigan lo cogió con asco, el gris marengo no servía para un estreno, y acto seguido lo arrojó a la chimenea. Por algún motivo, ese día sentía unas intensas ganas de prender fuego a las cosas, y las llamas que volvían cenizas el vestido reactivaban su deseo sexual-Muévete y trae otra cosa, o te prometo que fallarme será lo último que hagas-Lo amenazó señalándolo con un dedo amenazador. Se volvió hacia la rubia con una expresión enigmática-Siempre pago mis deudas, Cenicienta-Dijo solemnemente-Puedes quedarte aquí si quieres, no comenzarás hasta dentro de unas horas-Le sonrió a la par que sus ojos-Descansa si así lo deseas-Acarició su barbilla, disfrutando del tacto suave-No querrás perderte el remate de tu virginidad.

-Querida, hay formas y formas de interpretar las palabras. Si no especificas, luego no puedes pretender quejarte de que el resultado no sea de tu gusto-Replicó Morrigan divertida dando rienda suelta a su crueldad, colocando las manos sobre su cintura y haciendo un movimiento circular con los hombros. El gesto de la muchacha fue un poco imprevisible, ya que por un momento había pensado que se arrojaría al suelo suplicando por su libertad. En vez de eso, creyó oportuno tratar de escapar, agotando hasta la última de sus oportunidades. Las manos de Danielle la asieron, apartándola hacia un lado mientras trataba de abrirse paso para, supuso la bruja, abandonar la mansión. La morena cayó sobre un asiento de cuero rojo, cuyos mullidos cojines amortiguaron y frenaron oportunamente el golpe, en la cual sus cabellos se desordenaron por la brusquedad del impacto. No obstante no se inmutó demasiado. Si bien no le gustaba que la tocasen sin permiso, los intentos fútiles de su presa resultaban de lo más hilarantes, sobre todo teniendo en cuenta las cosas que ella ignoraba. Se levantó lentamente y se recolocó el pelo para volver a mostrar su espléndida melena negra, mirándose al espejo, tomándose su tiempo. No llegaría muy lejos, ya lo creía que no, pensaba mientras el espejo le devolvía un reflejo en el cual sus blancos dientes se mostraban en una sonrisa tramposa. Con expresión triunfante pero sosegada, salió del dormitorio, recorriendo experta los pasillos hasta bajar al piso de abajo reposando su mano sobre la baranda de cerezo lacada, con la arrogancia de una triunfadora. Sus caderas se contoneaban al descender los escalones, haciendo gala de un porte señorial y peligroso, y pronto la figura de Iván apareció ante sus ojos, con su pequeña captura del día entre sus brazos. La sangre bañaba sus facciones, cayendo desde su frente hasta resbalar hacia el mentón, allí donde su fracaso era evidente. Jamás podría atravesar ese umbral sin su permiso, y Morrigan no pensaba concedérselo fácilmente-Eso ha sido muy imprudente, cariño. Cualquiera que te vea puede hacerse una idea equivocada. Como que te maltrato, por ejemplo-Soltó el reposa manos y terminó de acercarse hasta la rubia. Por supuesto, Morrigan jamás de los jamases infligía daño físico (no personalmente). El psicológico era mucho más placentero-Pero si yo si que te creo-Agregó con ternura, agachándose a su lado y acariciando el mentón lleno de sangre. Se acercó las yemas a los labios y saboreó el matiz metálico de la misma. Tanta llantina comenzaba a exasperarla-Si no lo hiciese, no me tomaría tantas molestias contigo, mi dulce niña. No malgastes fuerzas en vano todavía. Estoy segura de que aquel que te compre te preferirá luchadora. No hay nada más satisfactorio que una potrilla nueva a la que hay que domar-Se rió con estridencia-No voy a castigarte por tu estupidez-Sentenció, colocándo las manos en sus rodillas para impulsarse hacia arriba con delicadeza-Aunque debería hacerlo, no te quepa duda.-Meneó la cabeza-Pero no sería fructífero. Esta va a ser tu gran noche, Cenicienta. No lo estropees, por favor-No era una súplica ni mucho menos, sino más bien una amenaza-Acepta mi generosidad como un regalo desinteresado por mi parte, en lugar de dejar que te juzgen por tus crímenes. Ese bonito vestido y el zapato serán una bonita prueba que mostrarle a la guardia si sigues siendo así de ingrata y descastada. Agradéceme que no te delate y que, en cambio, te proporcione tanto por tan poco. Sólo requiero colaboración, ¿Tanto pedir es?