Kingdom Dance [Hook & Libre]

Lugar: Aldeas.

Las altas torres se alzaban al cielo matutino con gran esplendor, reflejando el sol que por poniente hacia aparición, creando un contorno dorado al igual que los cabellos de aquella que miraba embelesada la ciudadela que había más allá del puente de piedra. Rapunzel jamás había visto nada igual, sólo podía imaginar su maravillosidad en base a lo leído en sus libros, que no eran precisamente muchos. Mujeres con niños de la mano dibujaban preciosas escenas maternales, hombres tiraban de carros con mercancías exóticas para vender, gente que comentaba animada sobre lo especial de las fiestas... No cabía en si de un gozo que se expandía dentro de su pecho al observar lo que por tantos años le había estado prohibido. Y eso solo hacía que en anhelo creciese en su pecho, y observase su alrededor como su pudiese ver en la monotonía y la cotidianidad la más seductora de las bellezas, un despliegue magnífico de colores, olores y sensaciones variadas.

Una traviesa sonrisa iluminó el rostro infantil de Rapunzel, ansiosa por poder impregnarse de todo. Alzando una ceja, miró hacia su hombro donde Pascal, su fiel camaleón, la incitaba a atravesar el umbral y adentrarse dentro de la ciudad, junto a sus buenas gentes.

-Allá voy-Susurró excitada, agarrando su larga melena dorada y cargándosela en los hombros, como si estuviese a punto de lanzarse a una piscina de agua helada.

La sombra del arco de piedra dibujaba una franja oscura sobre el adoquín, como si separase dos mundos completamente opuestos. Un mundo que, sin embargo, no esperaba por ella y que seguía su ritmo incansable, invitándola a adecuarse a él.


La ciudad ya no tenía secretos para ella, sin embargo cada nuevo descubrimiento parecía motivarla aún más a seguir deambulando por sus calles, como una niña pequeña que recién entra en una juguetería. Porque Corona era para Rapunzel, una especie de sueño hecho realidad. Su larga cabellera lucía ahora trenzada en un complejo diseño, condensando veintiún metros de rubias cerdas en una densa cuerda dorada, adornada de flores, cortesía de un grupo de amables niñas. Sus brazos soportaban un par de piezas de pan, y en la mano derecha llevaba un cupcake, pero aún así no había recorrido ni la mitad de lo que deseaba, como una extranjera que se deleitaba con cada mínimo detalle. El pueblo estaba de celebración y ella no podía ser más feliz, disfrutando de una libertad que sabía a azúcar y a galletas recién horneadas.

Un mosaico, acariciado por los rayos, mostraba la regia imagen de la familia real con su pequeña infante. Echaba de menos a su madre, pero... ¡Aquello era increíble! Antes incluso de que pudiese caer en otra de sus crisis de indecisión, el suave sonido de una flauta travesera inundó sus oídos con su delicada melodía. Rapunzel viró su rostro en dirección a la improvisada orquesta, y sintió nuevamente el deseo de dejarse llevar por la impetuosidad de su carácter curioso, ávido de sensaciones. Sus pies empezaron a moverse con agilidad sobre el suelo, iniciando una improvisada danza al son de la música. Algunos viandantes la miraron como si estuviera loca, no obstante la ingenua chica no hizo amago de detener sus movimientos, sino todo lo contrario. Tirando de los presentes, empezó a arrastrarlos hacia el centro de la plaza sin dejar de danzar, como sis sus pies sucios de tanto andar descalza, apenas si rozasen el suelo.

No era a menudo que tenía la oportunidad de visitar un reino como el de Corona. Después de todo, el Jolly Roger solía más bien quedarse en las costas de Nunca Jamás, y eran pocas las ocasiones en las que iba a hacer reaprovisionamiento en otro lugar, cualquiera que éste fuese. De todas maneras, no era una situación tan imposible, pero eso no quería decir que los puertos que la tripulación visitaba fuesen siempre los mismos. En este caso, el reino de Corona no era hogar del puerto más humilde o desprotegido, sino que tenía unas fuerzas armadas bastante bien organizadas, razón por la cual resultaba básicamente un reto el repostar ahí, que era ciertamente una de las razones para hacerlo, que no todos los días podía disfrutarse de desafíos como el pasar desapercibidos en una ciudad tan controlada como aquella.

Por supuesto que todas las velas y banderas del barco habían estado lejos de dar cualquier pista de cuál era la naturaleza de su tripulación, y no habían tenido problema alguno en desembarcar. Tenían suficientes papeles falsos como para no levantar ni una ceja de los oficiales de la aduana, y el oro también funcionaba de lo más bien como una distracción para cualquiera que se pudiera querer poner pesado.

Mientras el abastecimiento iba tomando lugar, James se puso su mejor apariencia de marinero recién llegado, haciendo tierra y paseando por las limpias calles de la ciudad, algo poco común de ver en general, notando una aglomeración de gente haciendo un círculo, con música surgiendo alegre de todos lados. La curiosidad era bastante grande, por lo que terminó abriéndose paso entre los demás y terminando por ver varias parejas y grupos bailando. Antes de que se diera cuenta, una joven le había tomado de la mano, arrastrándole hacia el centro, resultándole una completa sorpresa y quedándose un momento parado ahí, sin saber bien cómo reaccionar.

La música fluía, como el compás de un marionetista que marcaba el ritmo que seguía la joven Rapunzel, abstrayéndose del mundo para sumirse de lleno en la respuesta automática de su cuerpo ante semejante invitación. No importaba que cerrase los ojos, se guiaba por puro instinto en los movimientos que la propia melodía hacía mover sus extremidades, mientras el sonido de unas palmas se unió al frotar de violines y flautas callejeras, creando una sinfonía contagiosa.

Pero al parecer no era tan envolvente como ella había pensado. En su entusiasmo había comenzado a arrastrar a más personas al centro de la plaza, agarrando por último a alguien más al azar que resultó ser un elemento de la danza que parecía poco colaborativo. Un hombre de cabello oscuro y barba de algunos días, ataviado con ropas que Rapunzel sólo había alcanzado a ver en los libros, que con mutismo declinaba la danza, o simplemente la sorpresa le impedía moverse. La gente seguía moviéndose a su alrededor, y ella no pensaba quedarse quieta. De nuevo, entrelazó su brazo delgado con el de él, asiéndolo con suavidad en un intento por volver a invitarlo al baile, alargando la otra mano para toparse con su... Garfio. Una mueca de desconcierto apareció en su rostro, antes de agarrarlo por la muñeca y tirar de él más al centro si cabía, sin dejar de coordinar sus pies sobre el pavimento.

-¡Vamos! No seas tímido-Lo instó, justo antes de soltar una risa infantil-¡Únete al baile!

Todo había sido por la curiosidad que había llevado al pirata a acercarse a aquel grupo que se movía, incluso los que no estaban en el centro bailando, al compás de la música. No había podido evitarlo, la curiosidad siempre había sido algo bastante fuerte, y podía con casi cualquier persona, de manera que si llegaba a encarnarse en alguna ocasión sí que podría terminar conquistándolo prácticamente todo. Ahora estaba ahí, siendo el blanco de decenas de miradas, aunque no era como si realmente importase, teniendo en cuenta que la que más se centraba en él era la joven rubia que lo había sacado a bailar en primer lugar.

Casi se echó a reír cuando ella le dijo que no fuese tímido, considerando lo poco probable que era eso. Por cierto que no se le había pasado por alto el hecho de que ella había dudado al momento de darse cuenta de la ausencia de su mano y presencia del garfio. No quería decir que ella supiera lo que significaba aquello en particular, pero ciertamente le había asustado. -Tendrás que enseñarme a bailar este ritmo, entonces- le dijo, tratando de moverse como ella, pero no había tenido práctica en baile alguno desde... hacía mucho tiempo, en realidad.

Ella no ocultó su sonrisa radiante, bastante animada por la respuesta del marinero. Soltando una risotada alegre, apretando inocentemente la mano del improvisado bailarín contra su cintura, y guiando su otro brazo sin dejar de bailar.

-Solo sigue mis pasos-Canturreó, posicionando los pies. Si bien no era una experta danzarina, tanto tiempo aburrida le proporcionaba una ventaja exclusiva, buscando todo tipo de alternativas para paliar tal desasosiego. Era la primera vez que ponía en práctica su conocimiento autodidacta con una persona de verdad pues madre... Bueno, a madre no le gustaban esas cosas. El contacto humano era agradable y divertido, dejandose guiar por la felicidad pero modulando el entusiasmo. Accidentalmente piso un par de veces al joven-Lo siento-Se excusó-Oh, ésto es fascinante-Dio una vuelta sobre si misma, sintiendo la trenza enroscada sobre su cuerpo, hasta que la música cesó de golpe, rompiendo el hechizo. Rapunzel se detuvo, mirando a su compañero de frente mientras el resto de la multitud se disolvia paulatinamente, regresando poco a poco a sus quehaceres-Espero no haberte molestado-Se excusó-Me llamo Rapunzel, ¿Y tú quien eres?

Un par de hombres uniformados doblaron la esquina, portando sendas alabardas en sus manos. Sus gestos adustos implicaban peligro.

-Vosotros dos-Gruñeron-¿Habéis visto a este tipo?-Uno de ellos saco un pergamino amarillo y maltratado, con la efigie de un hombre dibujado en el. Parecía joven y apuesto, de no ser por la ancha nariz que ocupaba buena parte del cartel-Es un ladrón muy peligroso y las últimas semanas nos ha obligado a doblar la guardia.

La joven rubia parecía bastante animada y quizás incluso algo hiperactiva, encantada de la manera en que Hook le había contestado. Por cierto que una actitud como la que le estaba demostrando en esos momentos no era una a la que él estuviera acostumbrado, siendo que incluso las personas que no lo reconocían como pirata le dirigían como mínimo una mirada extrañada al verle, especialmente una vez que sus ojos se fijaban en el garfio que ahora no tan sólo ella había notado sino que incluso había demostrado no serle un problema a la hora de bailar con él, cosa que por demás le resultaba curiosa.

Una ligera sonrisa adornaba sus labios mientras hacía caso de las instrucciones de la joven rubia, efectivamente siguiendo sus pasos mientras lo iba guiando al ritmo de aquella música. Bailar... ¿hace cuánto tiempo que no lo hacía? Realmente no podría haber puesto un número o una medida de tiempo para aquello, y en su mente vagaba como si se tratase de una escena en neblina la imagen de un baile antes de que tomase la vida del marinero, cuando las cosas eran simples y, bueno, completamente diferentes a como lo eran antes de haber llegado a la corte de la Bruja. -¿También debería seguir tus pasos y pisarte los pies?- le preguntó un rato después, bromeando, y es que en realidad no era que le hubiese dolido ni nada aquello, pues estaba descalza y era liviana, si seguro que lo más pesado que tendría sería la voluminosa trenza que colgaba a su espalda. La música terminó más súbitamente de lo que hubiera pensado posible, dejándolos uno frente al otro. -No me has molestado- le aseguró, haciéndole una pequeña reverencia. -Rapunzel, soy James, a tu servicio- le dijo con algo de ironía.

Se giró al escuchar el tono grave de los soldados, levantando una ceja. -Me temo que no le he visto, aunque si es tan peligroso quizás he corrido con suerte, ¿verdad? Si es que llego a hacerlo, se los haré saber- contestó, por más que no tuviese intenciones de volver a buscarlos.

Admiró la elocuencia y la seguridad de las cuales hacía gala el bailarín, pero sin querer se acercó un poco más, algo turbada por las palabras de la guardia. El tipo del cartel tenía un aire llamativo, de no ser por aquella espantosa y enorme nariz que le tapaba casi toda la cara. No obstante, tenía miedo de encontrarse con alguien tan peligroso, sola por las calles. ¿Sería de ese tipo d gente que quería aprovecharse de su pelo? Se aseguró de tener la trenza en su sitio, y decidió que si lo veía, le daria una buena lección por maleante.

-No-Sacudió la testa todo lo que pudo, empujada por el peso del pelo concentrado. Los guardias intercambiaron una mirada profunda.

-De acuerdo-Dijeron al fin al unísono, para después adelantarse el primero-Pero vigilen bien sus pertenencias. Hay rumores de que los hermanos Stabbinton andan cerca, y ese trio es bastante peligroso-Miró a Rapunzel, como si desconfiase de ella por ser rubia, y después al acompañante de esta-Saludos-Se llevó una mano al yelmo, antes de que ambos se dieran la vuelta y desaparecieran del lugar.

La muchacha se sentía algo agitada, no sabía si por el baile o por el temor de saber que había gente peligrosa en aquel bello pueblo. Miró entonces al joven, presta a olvidar lo ducho por la guardia. Le regaló una amable sonrisa, ladeando la cabeza de forma soñadora sin dejar de pestañear.

-James-Repitió feliz. Madre siempre le decía que las personas, más allá de la torre, eran horribles y viles, pero todo lo que había visto hasta ahora era bastante alentador para pensar que su progenitora quizás no andaba en lo cierto. Si, había ladrones, pero tampoco iba a dejarse llevar por un par de personas que actuaban fuera del margen de la ley. La gente de Corona parecía bastante horada, inclusive James. Y eso que siempre habia pensado que los maleantes tenían garfios y cicatrices, pero el no encajaba en esa descripción, no del todo al menos-Bueno, quizás no te hayas dado cuenta-Dijo, imitando un tono que pretendía ser misterioso y confidencial-Pero yo no soy de por aquí. He oido que cada año, por estas fechas, hay luces flotantes que surcan el cielo con su resplandor dorado. ¿Que son?-Sin darse cuenta, apretó más de lo debido sus brazos-Lo siento.

Off: Disculpa si es un post raro, se me fue la pinza.

La joven rubia pareció bastante intimidada por la pregunta de los guardias, quizás una mezcla de temor ante la formalidad y brusquedad de los mismos y la descripción que habían hecho sobre el bandido aquel. Por supuesto, era de suponer que tuviese una reacción de ese tipo, que fuera de todo su entusiasmo y alegría que le brotaban por cada uno de los poros de su piel, seguro que le llegaba a los nervios el saberse en posible peligro, lo cual era irónico siendo que no llegaba a entender en compañía de quién se encontraba en esos momentos. De todas maneras, los representantes de la ley parecían no ser del todo brillantes, tomándose unos momentos para procesar lo que simplemente era una negativa por parte de ambos interrogados. Claro que no tenía sentido apresurarlos para que se marchasen ni nada parecido, que terminaría pareciendo más sospechoso y no quería llamar más su atención.

-Vaya, lo que faltaba, tres criminales por el precio de uno- dijo soltando un suspiro de ciudadano preocupado. Asintió en dirección a los hombres a manera de despedida cuando estos empezaron a retirarse. Y luego pareció como si la conversación anterior se hubiese reanudado como si nunca se hubiese visto interrumpida por la presencia e intervención de los guardias. El pirata ladeó el rostro ante aquel tono que sonaba de lo más divertido en la voz de Rapunzel, echando a reír con lo que dijo. -Nunca me lo hubiese imaginado, que parecería que llevas aquí toda tu vida- con la excepción de la ausencia de zapatos, pero eso era lo de menos. -A decir verdad, tampoco soy de aquí, aunque algo he escuchado sobre eso. Es algo sobre el cumpleaños de la princesa o algo así. Dejan flotar globos con velas. Dicen que el reino es famoso por eso- aunque más explicación al respecto no podía darle. Se encogió de hombros, que el apretón no le había llegado a hacer daño ni nada parecido. -No hay problema- le aseguró.

Aunque Rapunzel no lo sabía, era la segunda vez que recibía aquella explicación, o quizás la tercera. La última vez había sido en una torre cercana, poco antes de la vuelta atrás en el tiempo, de manos de ese brujo de nombre Noligma Yer, no obstante, y como era normal, ella no recordaba absolutamente nada de él ni de la conversación que habían mantenido. La reacción que tuvo al obtener de nuevo aquellos datos por parte de James fue, en su total integridad, la misma.

Tanto tiempo creyendo que era algo suyo y ahora resultaba que no era más que un homenaje a una princesa. Nuestra joven rubia sintió envidia por aquella joven, que quizás no sintiese el mismo cosquilleo en el pecho al ver flotar cada año tantas luces juntas, y que se limitaba a mirarlas con aburrimiento. Ugh, estaba siendo injusta, pues ella no conocía de nada a la princesa, quizás era una buena persona y todo... Pero, ¡Ah!, ella sentía que esas luces eran suyas, como si "las hubiese visto primero". Esa conexión única y genuina palpitaba en su pecho de forma similar al que lo haría el contemplar a su primer amor, haciéndola sentir esa pasión que la hacía morderse las mejillas por dentro.

Algo abochornada, devolvió una mirada al hombre, balaceándose sobre sí misma.

-He hecho un viaje increíble, pero...-Sus labios se convaron en un mohín de tristeza-La verdad es que no había pensado que haría cuando llegase. Sólo sé que quiero ver las luces a cualquier precio-Miró hacia el cielo celeste, con alguna que otra nube rezagada-Me disculparás que te robe más tiempo pero...¿Me acompañarás? No me fío de quedarme sola sabiendo que hay matones cerca pero... Necesito verlas.